viernes, 2 de marzo de 2012

La extraña en el metro

por María Angélica

Ese no era un día normal. Ese día, Sara no quería hablar con nadie, solo le provocaba estar en su cama revolcándose en la miseria de su propia depresión. Pero era imposible porque tenía un compromiso ineludible y debía salir. El metro era la mejor opción de transporte, aunque, por alguna extraña alineación de planetas, ese día, nadie podía ubicarse. Así que, de un momento a otro, se vio rodeada de gente que le preguntaba: "¿Por aquí llego al municipio de Bello?" "Niña, ¿éste es el metro que me lleva a la Estación San Javier?" "¿Por dónde se coge el metro que me lleva al municipio de Itagüí?".
Sara se limitó a mirarlos, a hacer un movimiento con su cabeza para afirmar, negar y señalar. Los miraba alejarse, sintiéndose aún más desgraciada, al ser abstraída de sus pensamientos para dar indicaciones a los pasajeros perdidos. Decidió mirar a su alrededor, verificar si los oficiales, que normalmente guiaban a las personas, no estaban. En realidad, sí estaban. Mientras Sara se preguntaba cuál era esa extraña razón por la que alguien preferiría preguntarle direcciones a ella –una persona sombría incapaz de sonreír porque le robaron toda posibilidad de ser feliz– alguien se acercó, le tocó el hombro y le dijo:
─Disculpe niña, ¿éste es el metro que me lleva a la estación del metro cable?
Sara se giró y respondió igual que las veces anteriores, con un simple movimiento de cabeza. Pero algo fue diferente. Ese tacto era frío, helado. La piel de esa hermosa mujer que le hablaba era blanca, más que cualquiera. Así que siguió a la extraña con su mirada y vio cómo se dirigía en línea recta a la plataforma que estaba enfrente, incluso cuando el tren ya estaba a punto de frenar. Pero esta mujer no parecía tener ganas de detenerse sino de cruzar al otro lado. Sara gritó y quiso correr para detenerla pero, se sintió como caminando en el aire y un fuerte apretón en sus brazos, así que se giró y vio cómo un oficial la sostenía mientras le decía:
─¿Qué pasa, señorita?
Sara, desesperada, respondió:
─Esa mujer… Ella… ─ Sara estaba tan asustada, tan impresionada que no se atrevía a terminar la frase.
De pronto, el tren siguió su marcha y Sara señaló al otro lado. El oficial siguió con su mirada la mano temblorosa de Sara. El oficial no vio nada extraño así que le dijo:
─¿Qué quiere que vea, Señorita? ¿Le hicieron algo? ─ Aparentemente, el oficial empezaba a pensar que Sara tenía algún tipo de alucinación.
Sara miró al otro lado y vio a la hermosa mujer que la saludaba con una mano y le sonreía. Sara no podía creer lo que veía. Sacudió su cabeza y le dijo avergonzada al oficial:
─Perdone, oficial, creo que el insomnio me está pasando factura.
El oficial (¿hombre?) le sonrió, le preguntó si necesitaba agua o algo, Sara negó con la cabeza y agregó:
─Tomaré el próximo tren, gracias. Disculpe las molestias.
Sara abordó el próximo tren sin saber bien lo que pasaba. Decidió olvidarse del tema y creer lo que ella misma le había dicho al oficial; que todo era producto del cansancio. Levantó la vista y vio el titular de la primera página del periódico que uno de los pasajeros leía: Asesinada en extrañas circunstancias. Con una foto de una hermosa mujer… Tan parecida a la que acababa de ver en la Estación que podría jurar que era la misma. Pero no, esas cosas, en la vida real, nunca pasan.

María Angélica
http://elcementeriodeloslibros.blogspot.com/

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Redacta o pega abajo tu comentario. Luego identifícate, si lo deseas: pulsa sobre "Nombre/URL" y se desplegará un campo para que escribas tu nombre. No es necesaria ninguna contraseña.