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domingo, 31 de agosto de 2014

lunes, 16 de junio de 2014

Ejercicio: Continuación, de Esperanza. Sin adjetivos (o casi)


  Será el  hecho de que estamos  en esa época del año, cuando aprieta el calor, que me viene a la memoria un viaje que hicimos mi  mujer y yo a Sevilla en el mes de Agosto, experiencia que no quisiera repetir, pues aunque esa ciudad me inspira respeto, también me causa cierto temor.
    Llegamos desde Madrid en el Ave, cogimos un taxi e indicamos al conductor que nos llevara a un hotel  del centro, lo que el señor, muy amable así hizo. Cómo ya era tarde salimos a cenar a un restaurante próximo, donde presenciamos un “Tablao Flamenco” que nos animó a recorrer unos cuántos  bares más, para saborear la manzanilla del lugar y aspirar el aire fresco de la noche.
    A la mañana siguiente me levanté temprano y una vez aseado bajé al hall para hojear el  periódico, y comprobar si ocurría algún evento en la ciudad  al que nos apetecería  asistir, y enseguida subí a decirle a mi señora que se arreglara, porque después de desayunar íbamos a estar todo el día ocupados.
    Mi mujer se levantó del lecho, y en cuanto estuvo en pie se tambaleó y cayó sobre la cama sin ánimos de repetir, diciendo.
    -Es que este calor  me marea. Anda, no te preocupes, sal a ver la ciudad, yo me levantaré más tarde.-
    Cerré bien las ventanas antes de salir y regulé el aire acondicionado para que ella descansara, y dejé el hotel para dar un paseo por los alrededores. Dirigí mis pasos hacia el Parque de María Luisa donde me senté en un banco dispuesto a gozar de unos momentos de paz y tranquilidad, bajo la sombra de las acacias, y sin saber cómo me quedé dormido. Yo no había reparado que aquél banco tenía asientos a ambos lados del respaldo y fue al despertar cuando me percaté de que había otra cabeza al lado de la mía perteneciente a alguien sentado al otro lado del parapeto.