jueves, 24 de abril de 2008

Escritura automática, ejercicio

Colectivo

      «La mariposa filosófica se posa en la estrella rosa y forma así una ventana del infierno. El hombre enmascarado está siempre de pie ante la mujer desnuda cuyos cabellos resbalan lo mismo que de mañana la luz de un farol que han olvidado apagar. Los sabios muebles preparan la pieza que hace juegos de manos con sus rosetones, sus rayos de sol circulares, sus moliendas de vidrio en cuyo interior azulea un cielo con precisión en memoria del pecho inimitable. Ahora la nube de un jardín pasa por encima de la cabeza del hombre que acaba de sentarse, parte por la mitad a la mujer de busto mágico y ojos de Parma, es la hora en que el oso boreal con gesto de gran inteligencia se estira y da cuenta de un día. Al otro lado la lluvia se encabrita sobre los bulevares de una gran ciudad, la lluvia entre la niebla con regueros de sol sobre las flores rojas, la lluvia y el diávolo de los viejos tiempos. Las piernas bajo la nube frutal rodean el invernadero, sólo se percibe el pulso de una mano muy blanca representado por dos minúsculas alas. El balancín de la ausencia oscila entre las cuatro paredes hendiendo las cabezas de donde se escapan bandadas de reyes que en seguida se hacen la guerra hasta que el eclipse oriental turquesa en el fondo de las tazas descubre el lecho equilateral de sábanas color de esas flores llamadas bola de nieve. Los veladores deliciosos las cortinas rasgadas al alcance de un librito con estas palabras estampadas: No hay mañana, cuyo autor lleva un nombre extraño en la oscura señalización terrestre.» [BRETON]

      Del grifo negro se escapan las respiraciones en bandadas de pájaros que se esconden en el papel de las paredes, condensándose, goteando en polvo y excrementos de conejo. En las baldosas abonadas florecen sueños que se mustian atrapados por cristales sucios y rajados. Ya nadie tiene sombras, todas se esconden de la luz entre risas divertidas, bajo los muebles, bajo las alfombras en las que se retuercen los dibujos que representan la vida pasada, en un mapa pisoteado, abandonado, sin valor. [Pedro Conde]


      Cuando al amanecer aparecieron las orquídeas todas, como insectos malignos de patas largas y atigradas, o como mariposas moteadas, en cúmulos planos, y hasta versando doncellas de tez de crema y labios de pomagás, la mujer partida se recompone y flota sobre la puerta cerrada, esperando, mientras mece la espada que describe arcos de péndulo barroco.

      Hasta esta mañana no existió el tiempo, y hoy empezó a correr hacia delante y a dejar a la espera acumularse sin sentido. [Pilar Dublé]


      La mariposa, la estrella rosa, el busto mágico a la espera, la mano temblorosa e indecisa, el lecho blanco de fría humedad, los ojos preñados de reyes vencidos por el tiempo. Las sábanas, los relojes casi apagándose y los pájaros años, diciéndole adiós a la vida, mientra los ojos vigilantes se conforman con ver en silencio y pensar en lo que pudo ser, sin las olas de la carne, sin los cabellos podridos y las ganas esparcidas sobre la senil impotencia. [Marcos Weber]


      Triste monólogo de un depresivo que no ve la mariposa de color. Brilla , brilla desnuda, se retuerce ante sus ojos cataráticos que la ignoran. Entonces se convierte en brillo de plata e intenta cortarle el cuello para que la visión de la sangre refresque su vida en un calidoscopio marmolado donde las hybris se oculten temerosas. El mapa es mudo. La vida escribe sus líneas, sus ríos, sus mesetas.

      La yerba del mate descuaja margaritas, la bombilla se cree presidenta de los múltiples faroles de la plaza. Globalización prostituida donde sólo hay dos mundos [Maester]


      Partículas de espejo, cristales que dibujan al azar, titilar de estrellas. Gira la luz y un ángulo vuelve a iluminarse, impostación de colores y de formas. Gira y nada se detiene. Cambia, cambia, cambia. Un perpetuo balanceo reacomoda las formas, juega con las líneas y los soles y lo que parecía celeste y opaco se vuelve rosa transparente. El rombo es trapecio que acomoda sus ángulos hasta hacerlos desaparecer en un círculo perfecto. La rosa ya no rosa. Y el brillo encandila la ventana; y el infierno se somete una y otra vez a la incertidumbre de un ojo ciego. [Tere]


      La risa, pero la risa de, la risa de una muchacha contra la atmósfera crepuscular de la tarde; la loca y meritoria circunvalación de la tierra por un regocijo eléctrico, peristáltico, ciego; la cascada cantarina de esa voz, atropellada de juventud, se despeña salpicando en cada resalte: quebrada e inquebrantable salpicadura de cristal irisado. Y rompe, incumbe, sindica, amalgama, interpela, nos interroga desde el tendido siete con un gesto de estupor de los hombros y la palma, la desolada palma, levantada al cielo. [Carlos]


      El cielo partido en muchedumbres de pétalos sinestésicos se encabrita, mostrando sus entrañas retorcidas y negruzcas. Las libélulas se agitan en su vientre, y la mujer desnuda sonríe abrazada al polvo de jazmín enredado en antenas de insectos amedrentados. El hombre mastica el hálito del tren de vapor mal cocinado, duro al beso de sus dientes. La tierra salpica desencantos y los muebles bailan la danza de los locos. El tiempo, que nunca encontró una guarida menos segura, desciende humillado a besar las plantas de los relojes. Todo se ha detenido a medio vuelo, todo se mueve. [Isabel]

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