A finales del año pasado, durante la vigesimoprimera feria internacional del cuero y el calzado
que se realizó en Buenos Aires, Argentina, se conocieron Isabel y Roberto.
"Amor a primera vista” —Parecía el inicio de una historia feliz—
Ella, una joven y encantadora dama, dedicada al negocio de la moda.
Trabajaba como representante de ventas de una firma comercial ubicada en Centroamérica, en donde residía
con sus padres. Había asistido a la feria para conocer las últimas creaciones y
relacionarse con personas vinculadas al gremio.
Roberto, era un hombre casado, padre de dos pequeños, excelente
trabajador y exitoso comerciante en la industria del calzado. Tenía su propia
marca y había logrado una buena reputación. Residía en la ciudad de Temperley,
situada a veinticinco kilómetros de Buenos Aires.
Durante los ocho días que duró la feria, compartieron su tiempo y
disfrutaron gratos momentos, fortaleciendo una relación de amantes secretos;
pero aunque él estaba muy ilusionado, no pretendía abandonar a su esposa e
hijos. —Sería solo otra deliciosa aventura—
Finalizado el evento, ella viajó hacia su país de origen, sin
embargo, mantuvieron el contacto.
Isabel, se declaraba enamorada y le
manifestaba su imperiosa necesidad de estar junto a él diciéndole que lo amaba.
En ocasiones, protagonizaba dramáticas
pataletas amenazándolo con desenmascarar ante su esposa la relación.
A pesar del temor que sentía de perder su hogar, Roberto, continuaba con
el juego, comprometiéndose cada vez más y sumergiéndose en una situación
pasional desesperante.
Su comportamiento en casa estaba cambiando, se mostraba aburrido, tenso,
infeliz. Su ansiedad lo estaba afectando, incluso en los negocios.
Resolvió entonces proponerle a Isabel que viajara a Temperley para que
estuvieran juntos, disfrutarían el uno del otro mientras decidían sobre su
futuro. Ella aceptó gustosa y prometió a su amante que al otro día estaría
entre sus brazos.
Fue así como los dos enajenados amantes mantuvieron una idílica relación
durante dos semanas. La hospedó en un apartamento del centro de la ciudad, en
donde consumaban sus faenas románticas. Durante el día llamaba varias veces a
su esposa y a la oficina inventando mil mentiras para justificar su ausencia y
no crear suspicacias, en la tarde llegaba a su casa como si nada raro estuviera
pasando.
Un día perdió el control y quebrantó su falsa rutina, despertando
algunas sospechas: tenía compromisos de trabajo y una cita médica, a los cuales
no asistió. Su asistente intentó en vano localizarlo y se comunicó varias veces
con su esposa; las dos, se pusieron en la tarea de buscarlo. El hombre llegó tarde a su casa, ebrio y
descompuesto, sin poder dar explicación alguna sobre su ausencia.
—Su capricho por Isabel lo estaba dominando— Ese día,
bebieron mucho vino y se amaron sin límite,
ignorando al resto del mundo—
Las cosas se estaban complicando en el hogar del antojado caballero. Su
mujer desconfiaba y los niños hacían muchas preguntas respecto a la ausecia de
su padre. Roberto, no dedicaba tiempo al trabajo y su amante se hacía cada vez
más exigente. —Ella quería formalizar la relación— Argumentaba que por él,
tenía abandonados a sus padres, además sin ofrecerles ayuda económica. Le
reprochaba por estar sola en las noches, por descuidar su trabajo, por su
condición de barragana y, por el poco tiempo disfrutado…
Isabel, le anunció que regresaría a casa para ver a sus padres y
llevarles dinero. Prometió a su amador la más romántica e inolvidable velada de
despedida, en su clandestino nido de amor.
Roberto, ansioso asistió al encuentro. Ella, estaba más hermosa que de
costumbre, se veía feliz. Le preparó una
gran cena, decoró el lugar con muchas velas de todos los colores y lo impregno
de aromas deliciosos y alucinantes.
—Y Roberto, se sumió nuevamente en los ojos de su
amante y en la bella fantasía…
Despertó atontado y con la visión borrosa en una cama del hospital de
psiquiátrico de Temperley. Allí estaban su esposa, hijos, familiares y
amigos. —No entendía lo que estaba pasando—
Escuchó la voz de alguien que dijo ser el médico, sin comprender lo que
este le decía. Vio, aterrado, la mirada
inquisidora de su mujer, el rostro triste de los niños y los gestos de reproche
y burla de amigos y allegados.
Cuando reaccionó y preguntó por lo que estaba sucediendo, entonces supo
que había desaparecido durante una semana y que llevaba dos días hospitalizado.
Al parecer lo drogaron. Le robaron sus joyas, el efectivo. Retiraron todo el
dinero de sus cuentas bancarias. Realizaron compras con sus tarjetas de crédito
a través de internet; y con su autorización, ordenaron el envío de mercancía
desde su empresa hacia un lugar en Venezuela.
Se enteró también, de que fue la
policía quien lo encontró tirado en el pasto frente a la torre de los ingleses
y que lo único que le dejaron fue su camioneta, abandonada en un
estacionamiento subterráneo.
Pero lo más terrible para Roberto,
fue cuando su esposa, triste y conmovida, con el rostro bañado en lágrimas se
acercó y tomó sus manos, viéndolo a los ojos con amor le dijo que se sentía
decepcionada y juró que nunca más volvería a confiar él. Para rematar, le pidió
el divorcio.
Y en esa pequeña habitación del hospital atiborrada de personas e
inundada de sentimientos encontrados, una voz, entre melancólica
y burlona exclamó:
“Roberto Pascual Pardi, te han
emburundangado”
"Consumaban sus faenas románticas". Suena tan feo que produce frigidez. Ya mismo me vuelvo anoréxica sexual si me dicen que les haga las faenas románticas. Me parece que podría intentar contar en primera desde el punto de vista de algún personaje. En tercera es una historia terrible pero común y tiene muchos lugares comunes.
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