Nelson Cordido Rovati
Nadie podría decir que Horacio era un hombre impresionable. En momentos difíciles era el que solía mantenerse ecuánime ante la desesperación de los demás. Un domingo en que hacían una parrilla en el jardín y al ver que los cocoteros estaban cargados, le pidieron al jardinero que bajara algunos cocos para tomar whisky con su agua. En un descuido, el pobre hombre enterró el machete en uno de sus dedos, lo que generó gran cantidad de sangre y ninguno de los presentes se atrevía a hacer algo. Varios se marearon. El que tomó la iniciativa fue Horacio quién lavó la mano del hombre y realizó la cura del dedo en cuestión. En realidad no era una herida grave. Fue suficiente utilizar abundante merthiolate y concluir con una curita alrededor del dedo afectado. Pero llama la atención que cuando ocurrió el accidente, la mayoría de los que en sus cuentos eran unos machos y siempre sabían que hacer, no reaccionaron y se quedaron petrificados.
Una tarde Horacio descansaba solo en la sala del apartamento que compartía con un compañero, quien casualmente en ese momento no estaba, y encendió la televisión. Transmitían uno de esos programas de entretenimiento en vivo de los sábados realizado en la calle, justo en una plaza cercana a donde él vivía.
Anunciaban un show llamado la bala humana. Un individuo con un gran casco rojo y un uniforme multicolor se preparaba para entrar en una especie de cañón desde donde lo lanzarían hacia un objetivo que consistía en una pantalla redonda de papel, rodeada de chicas muy bellas con una falditas pequeñitas, emulando el lanzamiento del cohete de la película de Melies, El viaje a la Luna.
Una vez que el hombre del casco rojo entró en el cañón, el animador, con toda la parsimonia posible y tratando de retardar el lanzamiento lo más que pudo antes de que la audiencia se fastidiara, anunció que ya lanzarían al infeliz, a quien llamaba la bala humana.
Se escuchó un ruido estrepitoso, mucho humo apareció alrededor del cañón. Horacio seguía la escena por TV pensando: “que truco tan malo”, pero era tal lo absurdo del show que no cambiaba de canal y seguía paso a paso el evento mientras se llevaba la taza de té a la boca.
En eso, los cristales del ventanal de la sala que estaba justo detrás de él se rompieron: los vidrios saltaron en pedazos. Algo se había estrellado contra ellos y ese algo quedó en el suelo cerca de sus pies. En la TV el animador anunciaba que la bala humana se había desviado hacia un conjunto de apartamentos. Unos segundos más tarde el objeto que había roto el ventanal se incorporó. Era un hombre con un casco rojo. Horacio no llegaba a comprender del todo lo que estaba sucediendo.
El hombre del casco rojo dijo: “Mierda, por donde está la salida, tengo que volver al escenario”. Horacio estupefacto, señaló con la mano la dirección de la puerta y la bala humana corrió hacia ella.
Horacio quedó inmóvil en el sofá mientras trataba de entender lo que pasaba. En eso ve que en la tele el animador grita: “Allí viene sano y salvo”. El público también gritaba. El hombre del casco dice que está listo para repetirlo. Ante la algarabía del público, vuelve a entrar en el cañón. Horacio todavía en shock no puede retirarse de la pantalla.
El animador anuncia de nuevo el lanzamiento: Se escucha la explosión y se repite lo del humo y unos segundos más tarde Horacio vuelve a recibir la visita imprevista de la bala humana, está vez llegó prácticamente a sus pies.
De nuevo el animador dice que la bala humana volvió a perder el rumbo. Cuando el hombre de casco se levanta para salir, Horacio se le tira encima y le dice “Un momento, usted no se va todavía”. El hombre del casco lo empuja un poco y continua hacia la puerta de entrada pero Horacio lo agarra y literalmente le cae a coñazos.
En eso aparece su compañero de habitación y los organizadores del programa. Intentan detener a Horacio y le dicen que se trata de La cámara indiscreta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Redacta o pega abajo tu comentario. Luego identifícate, si lo deseas: pulsa sobre "Nombre/URL" y se desplegará un campo para que escribas tu nombre. No es necesaria ninguna contraseña.