USO ABUNDANTE DE ADJETIVOS
AMOR DE VERANO
por Mirta Leis
Eran las tres de
la tarde cuando te vi pasar. Los dioses del Olimpo se sentirían envidiosos de
tu apolíneo cuerpo. La bermuda verde dibujaba con precisión cada una de las líneas
armoniosas de su increíble y armoniosa figura masculina. La redondez de las
nalgas, firmes y torneadas, atraía las miradas de las muchachas que, cual
lagartos, adoraban al rey sol sobre la dorada y fina arena de la playa.
Todo él era
perfecto: su boca, la insipiente barba, el suave cabello y aquellos ojos, de un
profundo color café, que estaban al desnudo bajo los rayos del astro rey, que a
esa hora de la siesta, parecía brillar mucho más que de costumbre.
Sentía la fresca
caricia de las olas con su inquieto ir y venir meciéndome las pernas. El viento
había cesado en su desbocada y loca tarea de derribar las verdes hojas de los
árboles de verano y se empeñaba en enmarañar mis lacios cabellos rubios.
Por un instante su
mirada errante se posó en mis ojos; casi sin aliento sonreí feliz.
La huella de sus
pasos sobre la arena mojada marcaba el magnífico sendero dorado de mis sueños:
avanzaba hacia mí.
Un torbellino de
sensaciones se apoderó de mi cuerpo y puso mis sentidos en estado de increíble
éxtasis…venía directo hacia mí. De pronto, el agua antes fresca, parecía bullir
sobre mis piernas, una agradable caricia etérea sacudía mis entrañas erizándome
la piel de pies a cabeza. Me miraba a mí, yo era Eva, la única mujer, la imagen
de la seducción y el pecado.
Cada vez estaba
más cerca; pocos pasos me separaban de la gloriosa dicha de entablar un
amistoso diálogo con el hombre de mis sueños, con el príncipe encantado de la
playa, con el apuesto ejemplar de Adán.
Cerré un instante
los ojos para tratar de contener mis insaciables deseos y concentré mis sentidos
a la espera de sus primeras palabras…
-Perdón-me dijo
al rozarme el costado izquierdo empujado por una ola. Temblé, y en el mismo
instante en que iba a contestarle con mi mejor sonrisa, sus manos, de delgados
dedos bronceados, se perdieron sobre el largo cabello rubio del muchacho de
zunga azul que estaba justo a mi lado.
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