Consigna: "Escribamos un texto en el que los adjetivos empalaguen. Un texto en el que, incluso el autor, que normalmente es el crítico más ciego, reniegue de semejante escrito".
INQUISICIÓN INOFICIOSA
INQUISICIÓN INOFICIOSA
por Graciela
En forma inesperada, imprudente, el infractor
realiza una brusca maniobra sin poder evitar el impacto. Impávida ante
semejante incompetencia solicito su identidad para el seguro. ¡Irreflexivo! -lo
increpo.
-¡Que
inconveniente!-pensé. Bueno, al menos salí ilesa…Aunque, a pesar de
todo, no pude menos que pensar en la muerte y hasta pude verme: inerte,
exánime, inmóvil; tal fue el julepe que me produjera la ineficacia del infeliz individuo.
La impacción me llevó a
idear algo insólito, sobretodo viniendo
de mi, siempre tan inalienable. Haría
una encuesta de opinión: ¿que ven
cuandome ven? Saber irrevocablemente qué se pensaba sobre mí. Y luego,
cuando la parca me volviera incorpórea, impalpable: develar la incógnita: Quién
es quién.-
Inaudito, aunque probable, pensé. Estaba
convencida de que a solas, aquellos intrigantes que dicen conocerme emitirían sin dudarlo, variadas injurias
sobre ésta (la que suscribe) ilustre
incrédula.
Aunque impensado y mediante una indagación, conocer quien soy para los otros, mis iguales, me
provocó una cierta hilaridad. Y aunque al principio lo desechépor irrealizable
y quimérico, impetuosa como siempre lo
he sido, imprimí un modelo con interrogantes: debían calificar la importancia,
la influencia que ejercía sobre aquellos inimitables desconocidos. Me creía impoluta, dando siempre una
imagen
que consideraba inmaculada, digna de imitar… Modelo ideal para mi progenie imberbe. ¡Un ídolo!
¡Qué
ilusa! Desde la considerable altura de mi inanidad, ignoraba que estaba
saltando al vacío.
Interesantes,
jugosas las respuestas cosechadas. No tan lejanas de lo esperado:
Impecable, dijeron. Intachable. Imponderable. Inobjetable. Sólo algunos de los
adjetivos impartidos. Serena, imperturbable, recogí las impresionantes
respuestas y regresé impertérrita a mi Imperio.
El tiempo, impiadoso transcurrió, incalculable.
Un día, para mi infortunio, hube de
morir.Inconsolable, traté de resistirme. La excusa era que dejaba la tarea
incompleta. Pero, la partida estaba dispuesta.
¡Inclementes, inhumanos! – me desgañitabaqueriendo impugnar la decisión.
Incuestionable.
Un virus infeccioso, incurable,
incursionó en mi sangre y poco me permitió indagar. Inabordable como siempre se supo que lo era: la parca me
llevó. Sentí tal impotencia contra la inesperada, aunque la seguí, qué
insultos injuriosos salían de mi boca, impuros, inadmisibles aún para mi, siempre
tan imparcial. Hasta llegué a
ofrecer incalculable efectivo por su
indulgencia. Imperturbable, harta quizás de esta rutina, sólo me llevó.-
¡Ignorante, iletrada!-vociferaba: ¡todo
lo que podrías hacer con mi inestimableoferta!
Apenas un gesto fue necesario en la
inescrutable expresión de la imperecedera, para
que recuperara la compostura.
Acostumbrada como estaba a
proteger mi imagen por el que dirán, aunque irreverente, le di
la espalda, impetuosa aún, queriendo importunarla. Impasible, me señalo hacia
abajo.
Inequívocamente era yo. O lo que quedaba de mí. En un triste
cajón impostor, burda imitación del mejor cedro: yacía la que en vida tuviera tan buenosinformes ¡Infernal! Parecía estar recitando mi propio
epitafio. Quise ingurgitar y no encontré saliva. Me sentí insulsa, en inferioridad de condiciones. ¿O sólo fue
otro intento infructuoso de vilipendiar el poder de la pariainmisericordiosa?
Me las ingenié para introducirme silenciosamente entre el gentío
que asistía a mi propio velatorio. ¿Silenciosamente? ¡Ingenua! ¿Quién podría
oírme? Un influyente ejecutivo itálico con el cual había tenido un ígneo
romance, contaba con ínfulas, detalles
sobre el lecho compartido. ¡Infundio!
grité sin sonido al infame, rememorando inerme lo inepto de su desempeño.
Por allí,
sentada con café en mano, que indubitablemente saldría de mi peculio, una
cliente, Inesita Ilbamonte se ufanaba incansable de haberme conocido, mientras
relataba feliz una serie de inmerecidos ilícitos ¡Innoble! Ella era la inmoral,
la que inmóvil repetía como en letanía cuando iba a reclamar algún pago:¿podrásvolver?, hoy le aboné al Ingeniero
Iriarte, ¡Imbécil, imbécil de mí que mostraba indulgencia!
Vivimos
de miserias,
según afirma JulioLlinás. Miserias. Esas mínimas complicidades que nos vuelven
tan viles… ¡Y sólo eran dos de los que participaron gustosos del infrugífero cuestionario!
¡Basta! me
dije reconociendo por fin, mi innegable inexistencia. Inmediatamente salí de aquel sitio inmundo
del que gracias a alguien mehabía podido inmolar. Agradecí a la inmortal
por darme la oportunidad de aquietar la necesidad de inquisición
inoficiosa.
Esta suerte de
insólito vehículo insustancial que me transportaba me estaba gustando. Esta
condición de novedosa inmaterialidad sin exigencias: interesante.
Ingrávida y algo relajada, amagué un
bostezo y decidí integrarme. Inútil
insistir. Por hoy ha sido más que suficiente.
Interminable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Redacta o pega abajo tu comentario. Luego identifícate, si lo deseas: pulsa sobre "Nombre/URL" y se desplegará un campo para que escribas tu nombre. No es necesaria ninguna contraseña.