Siempre me han incomodado los velorios. La
extensa gama de sentimientos entre los asistentes es muy controversial.
Algunos, los familiares y amigos muy cercanos al difunto, padecen de uno de los
mayores sufrimientos de su vida. Otros amigos y familiares no tan cercanos
pueden soportarlo con mucha más tranquilidad y hay otros para los que se trata
de un interesante evento social, al que es inclusive placentero asistir, donde
podrán conversar con personas que hacía tiempo no veían, conocerán gente,
contarán o escucharán chistes, y podrán disfrutar de café, jugos y hasta un
buen consomé gratis.
Así se desenvolvía el velorio de Katerine Bechamel, con normalidad, con llantos, rezos y risas contenidas. Pero lo que sucedió después difícilmente podrá borrarse de la memoria de los asistentes.
La urna estaba abierta por solicitud de una
de las hijas quien lloraba desconsoladamente y gritaba lamentaciones. La escena
era desgarradora, casi todos los que prestaban atención a lo que sucedía,
hacían esfuerzos para que sus ojos no pasaran de “humedecidos” a un estado más
avanzado.
La hija fue llevada
por familiares a sentarse en una silla al lado del ataúd donde continuó
llorando aunque con menos intensidad y cuando el hermano de la difunta hizo un
gesto para que cerraran el féretro, ocurrió el milagro: KaterineBechamel
comenzó a incorporarse.
Los primeros en observarlo fueron las dos
personas que se acercaron a cerrar la urna. Notaron que la muerta tenía los
ojos abiertos y miraba. Dirigió la vista hacia ellos lo que hizo que ambos
retrocedieran torpemente y casi perdieran el equilibrio. Los presentes miraron
hacia el cajón y vieron que la muerta se incorporaba con gran esfuerzo, como si
acabara de despertar de un profundo sueño y poco a poco logró sentarse sin
intentar salir del ataúd. Lentamente observó a su alrededor con naturalidad,
como si estuviese habituada a lo que ocurría. Al principio nadie dijo nada y nadie
se movió.
La primera en reaccionar fue la hija que
exclamó la palabra “madre”, se acercó y le tomó una mano. Notó que estaba fría
y rígida. Katerine la miró pero parecía no reconocerla. Luego se acercó el
esposo. Katerine tampoco hizo ningún gesto. Gradualmente se fueron acercando
los demás. Se corrió la voz y comenzaron a llegar personas que no tenían nada
que ver con el velorio: personal de mantenimiento, asistentes de otras capillas
funerarias, algunos sacaron sus teléfonos para tomar fotografías. En eso
Katerine se acostó lentamente y volvió a la posición original. Todos quedaron
en silencio durante 35 minutos. Luego cerraron el ataúd y el velorio prosiguió
como de costumbre.
por Nelson
Me parece que al principio haces una descripción bastante usual de un velorio; todos saben cómo es, no hay nada nuevo. Los tiempos verbales no están utilizados correctamente, ¿si tu narración está en presente, por qué utilizas el futuro al final?
ResponderEliminar"conocerán gente, contarán o escucharán chistes, y podrán disfrutar de café, jugos y hasta un buen consomé gratis."
Faltan algunos signos de ortografía para separar ideas; y aunque tu intención haya sido que el nudo (despertar de la difunta) sea impactante, todo lo que prosigue mata el impacto; es decir, no es posible que todos se queden callados o que no haya una reacción innata, un desmayo, más gritos, pavor, la reacción inmediata de la hija o de los familiares... por ejemplo.