Eleazar
El tiempo solo
es la interpretación que hacemos de la sucesión de los eventos que conforman la
historia. Hablamos de la historia como el conjunto de sucesos que marcaron un
punto en su respectiva época. La historia, desde la ajena hasta la propia,
siempre será todo aquello que se pueda memorar. Aun y cuando una sola persona
lo recuerda, ese recuerdo ya es historia.
En algún lugar,
en algún momento, una historia vio la luz al ser creada. El temor ha caído
sobre la más débil de las fronteras, la razón. Y es este el motivo por el cual
no se sabe que es lo que ha pasado ni como llego a donde está.
Pero antes de
juzgar o sacar malas conclusiones, detengámonos a pensar cómo es que la vida
llega a un punto en el cual nos sentimos tan distantes y aturdidos. No es
sencillo, claro está, intentar definir los conceptos de esta locura. Es solo el
verdadero discernimiento el que dirá cual es la realidad en la que se vive, y
que todo esto es simple locura. Pretender ser normal cuando no se es, o pretender
ser distinto cuando eres tan normal como el resto de las personas. Es este el
secreto que Sam guarda.
Tres veces he
tenido este mismo sueño, se adueña de mí, se apodera de mis pensamientos. Tengo
que volver, regresar a cuando todo empezó. Simón de la Vega Castillo, Sam como
lo llaman sus amigos. El guarda un secreto y debe ser rebelado. Su edad se
aproxima a los treinta años, ya hace un mes despertó de su largo sueño, uno que
le robo casi toda su vida.
Existe una gran
diferencia entre lo que se acuerda y lo que recuerda; hoy solo sus sueños le
dan una respuesta satisfactoria entre lo que fue y lo que pudo ser. El subconsciente
guardo la imagen de lo que fue. Su mente tergiversa sus recuerdos, muestra solo
lo que pudo ser. Su misión se volvió entender tiene que descifrar lo que su
mente guarda.
Sam se encuentra
solo, el mundo enfermo mientras el dormía, y de los pocos que lograron pasar
aquel duro golpe, incluyendo a Sam, ninguno llego a conocerlo, nadie sabe quién
es.
Por todo un mes
Sam ha vagado por las calles sin sentido y sin rumbo. El ver las calles basáis
de lo que un día llamo su hogar, o cree haberlo llamado así, se mete entre su
piel y le hace sentir el sufrimiento de la nostalgia.
Durante las
últimas semanas ha vivido solo de sobras. La esperanza se volvió su única meta,
la esperanza de encontrar aquel bello rostro que aunque sin recordar sabe que
existe y sabe que al verlo conocerá.
La soledad lo
envuelve entre sus pesadas y obscuras cobijas, lo atrapa con sus frías garras,
lo sumerge en su repúgnate veneno, lo mata lentamente. Abrir los ojos se vuelve
más difícil cada día, el concepto de traición se vuelve iracundo, la idea de un
mundo gris ya es más que una idea, es una realidad.
Se levanta de
esa cama de hospital que hasta ahora le ha dado la posibilidad de seguir con
vida. La mujer que lo cuidaba ha muerto por la misma razón que el resto de las
personas en aquel lugar. Aunque no todos, si una gran mayoría han muerto a
causa de esto.
Caminar lo lleva
a una profunda depresión, es decir, un enorme cráter en el suelo. En su interior
lleva agua por un rio subterráneo. Al fondo se elevan grandes rocas, son capaces
de quitarle la vida si es que se atreve a saltar.
El miedo se
apodera de Sam; no quiere desistir de esa desenfrenada búsqueda que lleva desde
que despertó. Pobre Sam, ¿Qué te ha hecho ser así? ¿Desistir de morir por una esperanza
es suficiente ante la pesada soledad?
Guárdate tus
deseos Sam.
Corre en otra
dirección alejándose lo más posible de esa depresión. Él no lo sabe, la depresión
es el resultado de una gran explosión. Es mejor que continúe sin saber.
Su carrera lo
lleva a una deshabitada ciudad. Desde dentro es observado por otros que al
igual que él lograron sobrevivir.
Un silbido se
oye a la distancia, se aproxima a él. Pequeñas agujas penetran su cuerpo,
agujas cargas de sedantes. Sam ha caído de nuevo en esa desesperación, en esa inconsciencia,
su mente lo abandona y la razón pierde todo sentido de coherencia y se torna
irracional, Sam duerme, Sam sueña.
Está ahora en el
lugar que se encargara de dar respuesta a lo que ha pasado, dar respuesta a lo
que paso y el por qué paso. Desentrañar este misterio va mas allá del pensamiento
y se entromete más la decisión de tratar de explicar lo que quizás no tiene respuesta.
Descansa Sam;
cuando despiertes no olvides tu sueño; yo estaré aquí para escuchar…
___
¿En qué momento
una vida se volvió tan frágil? ¿En qué momento el destino marco a un ser para
ser tan desdichado? No existe una respuesta si no hay pregunta; la cuestión es
que la cuestión no es válida. Para descifrar el misterio hay que ir más allá de
cuando se origino, si queremos saber hay que volver.
Simón de la Vega
Castillo, Sam como lo llaman sus amigos. El es un niño normal con sueños deseos
y esperanzas, con temores y miedos, con aficiones y anhelos.
Nació en una
familia acomodada, demasiado acomodada para su gusto. Su padre trabaja todo el
día y su madre se la pasa con sus amigas. La mayor parte del tiempo Sam está
solo.
La casa de Sam es
gigantesca, conoce muy poco de ella. Su recamara, la estancia, la biblioteca y
el comedor son las más o quizás las únicas partes que frecuenta.
La mayor parte
del tiempo Sam está en la biblioteca. No porque le gustase leer., sino porque la
biblioteca es el único lugar de la casa que está solo. Únicamente las sirvientas
son quienes entran a esta para realizar la limpieza de rutina. Así como entran
se van, jamás se tardan más ni se tardan menos de lo que regularmente tardan en
asearla.
Tarde, o
temprano, fue el momento en el que Sam decide subir al tercer piso de su casa. –
Prohibido esta subir al tercer piso de la casa – es lo que Sam a oído. Sus padres
así lo dictan porque así ha sido desde hacía ya muchas generaciones.
La curiosidad juega
un muy importante papel dentro de su decisión, ¿es en verdad malo el subir a
esta parte de la casa? ¿Por qué ocultar un lugar? ¿Es acaso que algo malo ha
ocurrido? ¿Algo que deba ser guardado se ha propuesto esconder en este sitio?
Irremediable es el
avance de la duda; ya no es posible contener más esta acción. Sam sale de la biblioteca
al pasillo que está entre ésta y el despacho de su padre. De ahí se dirige al
recibidor de la casa, posteriormente a las escaleras.
Estas escaleras
suben únicamente a la segunda planta, el lugar donde se encuentran las habitaciones
que son habitadas. Se extiende entonces un gran corredor que atraviesa de
extremo a extremo la casa en su totalidad, toda la extensión de la misma.
Al final del
corredor, en el lado norte de la casa, se encuentra la escalera que sube al tercer
piso. Es corredor tras corredor todos con puertas a innumerables habitaciones.
Las paredes son de
un color verde fundido a gris. Las puertas son de un color café muy profundo y
obscuro. El piso de alfombrado de un color gris obscuro. El techo de madera del
mismo color que las puertas. La única luz es la procedente de los focos esparcidos
a lo largo del corredor, uno por cada puerta, uno al lado de cada puerta.
Quizás fue el
destino, o quizás coincidencia, el caso es que Sam decide abrir un puerta, la
única que de hecho no tiene llave. Y esta es mucho más que una simple
habitación.
Dentro de ella
no hay nada, a decir verdad esta bacía por completo, pero por alguna razón
parece atraer a Sam, y algo o alguien le impedía abandonar la habitación. Las
paredes de esta son blancas al igual que el techo. El suelo es de madera.
La habitación
cuenta con una gran ventana, decide mirar por ella. Desde allí puede ver los
jardines frontales de su casa, y noto que una planta crese por entre las tuberías
de desagüe y se deslizaba por la pared hasta la ventana. De esa planta crese
una flor azul, tan bella como el cielo o las aguas mismas.
Cuando Sam toca
la flor esta se mueve y simulo estornudar. Es como un espasmo, contracción y expansión. En una inhalación y
exhalación, la flor suelta lo que parece ser polvo y lo esparce por toda la
habitación.
El espectáculo
que Sam observa por cortesía de la hermosa flor azul se vuelve cada vez más
hilarante. De pronto todo lo que lo rodeaba parece moverse, como si todo a su
alrededor cambiara de forma. El piso se
hunde pero él no cae. Las paredes se encogen pero no lo tocan. De ratos no sabe
si respira aun o no lo hace ya, o si es que observa o sus ojos yacen cerrados.
Tal confusión lo llevo a desorientarse, y al poco tiempo resulta ya estar
dormido, y de hecho Sam duerme hacía un buen rato.
– Sam,
despierta. Te has quedado dormido, levántate – dice una amigable pero tétrica
voz.
Sam se despierta
y se levanta al instante. De inmediato comienza a buscar alrededor el origen de
la voz, pero al parecer no tiene mucho éxito. La habitación continua bacía, tan
tranquila y quieta como siempre.
– Sam, ¿Por qué
tienes miedo? – Pregunta la voz.
Un fuerte
escalofrió recorre la espalda de Sam con lentitud. No observa lo que le habla,
pero lo oye muy cerca.
– Mi nombre no
es Sam, mi nombre es Simón – Dice Sam más asustado aun.
Pequeños
murmullos se escuchan en la habitación, después se escuchan pasos, más de un
par de pasos.
– ¿Qué es un
nombre, sino la forma de referirse a una persona ser u objeto? – Replica la voz
– ahora responde, ¿a que le temes Sam? –
Cada que termina
la voz de hablar se escuchaban voces más silenciosas, como murmullos, siempre
repitiendo la última frase.
– ¿Quién eres
tú? Muéstrate – Dice Sam.
Las voces se detienen
en seco. No dicen palabra alguna por espacio de treinta segundos.
– ¿A caso no
sabes quién soy yo Sam? – Pregunta la voz – yo soy tu amigo, todos nosotros
somos tus amigos –
Las otras voces,
cual eco, siguen repitiendo la última frase entre murmullos.
– ¿Amigo? ¿Qué
amigo es aquel que se oculta de sus amigos? – cuestiona Sam.
Silenciosas
risas inundan la habitación.
– Todos nosotros
estamos aquí Sam – Responde la voz – el que no nos ve eres tú, y eso no es
nuestra culpa –
Sam esta tan
ocupado atendiendo las voces que no se ha percatado de que la habitación en la
que esta no es la misma. Aunque a la vista parece igual, existe una gran y notoria
diferencia, en esta habitación no hay ventanas.
Sam sale de la
habitación al pasillo. Es prácticamente idéntico al de su casa, a excepción de
ciertos detalles. El corredor es parcialmente más largo, y a falta de escaleras
no parece haber forma de bajar.
– Sam ¿Sabes en
donde estas? – pregunta la voz.
Cada vez las
siente más cerca, como si le hablaran al oído.
– Por supuesto –
contesta Sam – en casa –
Los murmullos
comienzan a decir con constancia absoluta – Falso, falso. En error estás – algunos
murmullos son rápidos, otros son lentos.
– Técnicamente
sí, pero no es del todo cierto – Dice la voz mientras los murmullos continúan
diciendo lo mismo – Ahora bien, hagas lo que hagas no te acerques a las ventanas
y no abras las puertas que no te indiquemos abrir –
Los murmullos
desisten de decir lo anterior para continuar con la nueva frase que ahora repiten
una y otra vez – No habrás puertas ni ventanas, no te acerques a ninguna de
ellas –
Sam asiente con
la cabeza, pero no parece haberlo comprendido por completo, y va por allí husmeando
y viendo. Ya se ha percatado de que aquel lugar no es su hogar.
Continua
caminando por el pasillo hasta llegar al fondo donde hay una enorme ventana, y
pese a la advertencia decide ver por ella.
Cuando Sam ve
por la ventana se da cuenta de que ya no está en casa, se percata de que lo que
sospecha y tanto teme es verdad. Demasiado descarado o demasiado obvio es lo
que Sam observo. El césped y el follaje de los arboles tienen un matiz color
sepia, el cielo un tono gris aun y sin nubes, y entre las afueras diversas y extrañas
criaturas pasean de un lado a otro.
La diferencia
entre lo que Sam observa y lo que recuerda haber observado en su hogar era muy
mínima, casi podría jurar que lo único distinto es el color de las cosas. Puede
notar también que el tamaño de todo es parcialmente distinto. Algunos árboles
no están en su lugar, y algunas estructuras tienen diseños distintos.
Ahora bien, una
de las criaturas que vaga a las afueras de la mansión logro divisar a Sam
mientras este observa por la ventana.
En cuanto a la
criatura, esta es en apariencia como una sombra, con curvas definidas y una
figura precisa. Es con cuerpo como de humano pero encorvado de tal forma que
sus extremidades superiores se arrastran por los suelos.
La criatura
voltea todo su cuerpo en dirección a donde Sam esta. Inclina un poco la cabeza
a la derecha como si esta le pesase; o como si inquiriera respecto a Sam, quien
esta observándolo desde la ventana de la casa. Quizás puede parecer extraño a
esta criatura, o quizás puede parecer ofensivo. Sea cual fuere el caso, tiene
que verlo de frente, afrontar al extraño visitante que Sam es en ese momento.
Grande es la
sorpresa de Sam al ver a la criatura dando grandes saltos y escalando las
paredes de la casa sin dificultad. Sam retrocede al instante y en un momento la
criatura ya está en el marco de la ventana lista para entrar. De la criatura sobresalen
solo sus dos ojos grandes de un color blanco
brillante con una forma siniestra dando en apariencia un enojo profundo.
Sam está asustado,
sus piernas no le responden. De pronto a su espalda escucha el crujir de una
puerta, es la de la habitación de la flor azul.
– Corre Sam –
Dice la voz con fuerza mientras los
murmullos repiten con ahincó esto mismo – entra a la habitación –
Sam al instante
comienza a correr hacia la puerta. Pero la criatura, que es muy veloz, de un
salto cae a la espalda de Sam y lo sujeta del brazo con sus frías y afiladas
garras haciéndole una enorme herida.
De alguna forma
Sam logra zafarse y entra a la habitación dejando a la criatura atrás. De inmediato
cierra la puerta y con su mirada fija en ella comienza a caminar lentamente
hacia atrás. De pronto su espalda topo con algo y al voltear se da cuenta de
que es la flor azul en la ventana.
Sam ha vuelto a
casa, y con el trae esa horrible herida que la criatura le hiso. Empieza a sentirse
mal a causa de la brutal pérdida de sangre por motivo de dicha herida, así que
sale de aquel lugar y se dirige abajo en busca de ayuda.
Por todo el
camino Sam va dejando un rastro de sangre. Una de las sirvientas se topa con el
mencionado rastro y al instante alerta a las autoridades. Lo que parece un
juego ya se ha transformado en una gran tragedia.
– Sam, cubre tu
herida con tela y enrédala con vendas y presiona para evitar que siga fluyendo
más sangre – Dice la voz.
Sam hace tal y
como la voz dicta, y el flujo de sangre cesa; pero para entonces Sam ya se encuentra
muy débil.
Ahora bien, para
aquel momento ya han transcurrido quince minutos desde que la sirvienta llamo a
la policía. Uno de los agentes, quien con pistola en mano se aventura a seguir
el rastro de sangre, encuentra a Sam aun deambulando con su pálido y frio
cuerpo.
Al instante Sam es
atendido por paramédicos, después es llevado al hospital donde se le interna
para una larga y rigurosa recuperación.
___
– Señor y señora
de la Vega. Su hijo se encuentra estable. Pero su caso ha traído en mí un buen
número de dudas – Dice el doctor.
– ¿Dudas, ha
dicho? – Pregunta el padre de Sam.
– Muy
ciertamente hago bien en decir que la total y completa recuperación de su hijo
simplemente no es normal. Perdió muchísima sangre a causa de la herida que presento
su brazo, y al llegar a este lugar su sangre se producía más rápido. Hace unas
horas que suturamos la herida y esta ya cicatrizo. Y aun continua la cuestión
de cómo es que se hiso esa herida – Explica el doctor.
El incidente en
aquella casa es inusual a todo sentido. No es posible tampoco la extraña recuperación
de Sam. Y todo esto mantiene a las personas relacionadas a este caso en total
desconcierto.
Pero por ahora
la situación de ellos no es la que parece ser la más importante. Sam se encuentra
aun muy confundido.
– Sam, debes
volver a casa. Si llegan a preguntarte sobre lo ocurrido tendrás que decirles
que la herida es a causa del vidrio de una ventana. El escenario ya fue preparado
para que parezca que ha sido así– Dice la voz.
Físicamente Sam
se siente mejor. Escucha a las voces con atención para saber qué es lo que
estas tienen que decirle, pero se mantiene en expectativa, en realidad no confía
en ellas, y de hecho jamás lo hiso.
El silencio es inquietante.
Su mente piensa con una concentración imperante. No puede dejar que las voces
controlen sus acciones, la única salida es ignorarlas. Quizás si habla de ellas
a alguien más las voces se irían por el miedo de ser descubiertas.
– Hola. ¿Puedo
pasar? – Dice una mujer al abrir la puerta de la habitación en la que Sam se encuentra.
La mujer viste
una falda color crema, una blusa blanca y un saco del mismo color que la falda.
Sus zapatos son color crema al igual que su bolso. En su mano llevaba una pequeña
libreta de taquigrafía como la que usan las secretarias. De su bolso sobresale
una carpeta color blanca.
El nombre de la
mujer es Estela Ortiz Velázquez. Su fin es charlar con Sam para tratar de
comprender como se desarrollo el extraño incidente en el cual se hirió el
brazo.
– Adelante –
Responde Sam.
Estela entra y
se sienta a un lado de la cama en la que Sam descansa. Inclina la cabeza un poco
y observa detenidamente el rostro de Sam. Siente su temor e inseguridad, su
ausencia.
– Visiblemente
te encuentras mejor. Pero nos encontramos preocupados sobre el cómo fue que te
hiciste esa herida, la cual noto que ya está mucho mejor – Dice Estela.
– ¿Preocupados?
¿Tú y quien más? – Pregunta Sam con principal interés.
– Tus padres,
tus doctores – Responde Estela con amabilidad.
– No basta –
Dice Sam.
Ya no confía en
sus padres, jamás lo hiso. No merecen consideración. Pero jamás ha pensado de
esa manera. Son las voces las que lo obligan a actuar de esa forma tan estúpida
y lo hacen tener estas ideas tan torcidas.
La mujer de
nombre Estela es una trabajadora social. Se entero del extraño caso de la
familia de la Vega. Parte de su labor es asegurarse que no exista ningún
problema con ninguna familia, y eso incluye a la familia de la Vega.
Esta mujer no se
encuentra preparada para sobrellevar lo que a continuación pasara. Jamás imaginaria
que estaba a punto de inmiscuirse en un asunto al cual no había sido invitada.
Formaría parte de un juego del cual no conocía las reglas.
– ¿Cómo te
hiciste esa herida Simón? – Pregunta Estela.
Observa a Sam con
ternura en su rostro. Sonríe delicadamente ofreciendo tranquilidad y seguridad
como solo ella sabe dar. Es este su trabajo.
– Fue por el
vidrio de una ventana. Esta se ha quebrado y me ha hecho esta gran herida – Responde
Sam.
Ha decidido
utilizar la cuartada que las voces han preparado para él tras comprender que es
su única salida.
– ¿Dónde se
encuentra esta ventana que mencionas? – Pregunta Estela con sobriedad.
– En una de las
habitaciones del tercer piso de mi casa – Responde Sam con arrogancia.
– Supongo que no
importara si voy a tu casa y reviso esta habitación para confirmar que el
incidente ha sucedido como me lo mencionas – Dice la doctora en tono retador –
No deben existir motivos para dudar de tu palabra. No ocultas nada, ¿o sí? –
– No es así.
Puede ir si es esto lo que desea – Responde Sam – Pero. Si en verdad pretende
ir, le ruego atienda mi consejo. Tenga cuidado, y mantenga los ojos bien abiertos
–
Muy pocas veces
se reciben consejos sabios, de esas excepciones lo cierto es que muy pocas
veces sabemos identificarlos, y de estos pocos que identificamos muy verdaderamente
afirmo que muy pocas veces los tomamos en cuenta.
¿Cómo sabría
esta mujer que las palabras de un niño como lo era Sam serian meritorias de
alguna consideración? ¿Cómo imaginaria Estela que el consejo de una persona de
tan reprochable y absurda experiencia seria digno de tomarse en cuenta? ¿Cómo sería
posible pretender escuchar y tratar de entender las palabras de una persona con
evidente muestra de locura? Lo verdad es que estas cuestiones no tiene la menor
importancia. De hecho no pasa en ningún momento por la mente de esta mujer el
precisar atención a estas simples palabras.
La mujer sale de
la habitación en la que Sam descansa. Va a ver la mencionada habitación en el
tercer piso de la casa de Sam. Visitara esta casa, con la sospecha de que algo
extraño pasa. Y si pasa algo extraño, pero esto extraño que pasa en esta casa
es muy distinto a lo que Estela sospecha…
___
Estela sale del
hospital y sube a su auto. Abrocha el cinturón de seguridad y se pone en marcha
a la casa de Sam. No tarda mucho en llegar a esta.
– ¿Puedo
ayudarle en algo señorita? – Pregunta una de las sirvientas, la que atiende la
llamada que Estela hiso al tocar la puerta.
– Buenas tardes
señorita, mi nombre es Estela Ortiz Velázquez, soy trabajadora social – Responde
Estela.
– El señor y la
señora no se encuentran en casa – Indica la sirvienta con total apatía – Seria
lo más prudente que volviera en un mejor momento, cuando el señor y la señora
se encuentren aquí. Ahora están en el hospital, el joven amo ha sufrido un accidente.
Quizás sería lo más apropiado que fuera a este lugar a hablar con el señor y la
señora.
– Mi intención no es hablar con ellos – Aclara
Estela de inmediato – A causa del accidente del joven Simón es que he venido a
esta casa. Para revisar que los hechos hayan ocurrido como él afirma –
– ¿Y como dice
él que han pasado las cosas? – Pregunta la sirvienta en un tono completamente
distinto. Ahora con mayor interés.
– ¿Entonces no
lo sabe? – Pregunta Estela de forma capciosa.
– Al ver la
sangre regada por todo el camino llame al instante a las autoridades, sin pensarlo
dos veces – Expresa la sirvienta con cautela – Cuando estas llegaron encontraron
al joven amo y de inmediato fue llevado a recibir la atención debida. En verdad
le digo, no sé como ha ocurrido este incidente. De allí mi interés hacia la historia
que el joven amo ha contado.
– Él ha dicho
que la herida fue a causa del vidrio de una ventana rota. Mi intención es comprobar
que si hubiese ocurrido así – Indica Estela.
– Pase por favor
– dice la sirvienta – Cualquier cosa en lo cual pueda ayudarle no dude en
consultarme –
Estela entra a
la casa, no pierde momento para empezar a revisar el ambiente y tomar nota de
todo lo que considera interesante o relevante.
No tarda en dar
con el rastro de sangre que recorre un gran camino por la casa. De inmediato lo
sigue para corroborar la historia que Sam cuenta. El rastro la guía hasta la
cocina. No hay señal de fragmentos de vidrio, el accidente no ha ocurrido aquí.
Examina con cuidado cada detalle de la cocina buscando cualquier pista que pueda
arrojar luz a lo que ocurre. Al terminar el chequeo se pone en marcha siguiendo
el rastro de sangre, pero ahora en la dirección opuesta. El rastro la lleva a
las escaleras…
___
– ¿Que sabemos
de él? – pregunta un sujeto de traje negro de etiqueta.
– Parece ser
inmune, pero de una forma distinta – responde uno de los sujetos de bata blanca
que está de pie a un lado de la camilla donde Sam yace tendido.
– Explícate –
ordena el tipo de negro.
– Está infectado
de forma masiva, pero no parece tener daño alguno. Podría ser el huésped
principal, el punto cero. Si es así, él es el portador que esparció la infección.
Inclusive podría ser la clave para encontrar la cura – repone el sujeto de la bata.
– Dime que sabes
de él – ordena el tipo de negro.
– Cuando nos
dimos cuenta de lo que era, lo conectamos al extractor. Su nombre es Sam o
Simón, no estoy seguro. Ha estado soñando con algo que paso hace mucho tiempo.
Buscamos el origen de la infección, así que nos guio a una rara flor azul. Ya
puse a un equipo a investigar el asunto. Por ahora estamos siguiendo a una
trabajadora social. Es difícil entender, ha armado cosas verdaderamente hilarantes
dentro de su mente. Hasta ahora no sabemos nada más – Concluye el sujeto de la
bata blanca.
– Manténganme
informado. Por ahora continúen con la extracción…
___
Existen muchas
maneras de interpretar la historia. El tiempo solo es la forma en la que apreciamos
la continuidad de los sucesos.
Estela continua
siguiendo el rastro de sangre, subiendo por las escaleras al segundo piso, y siguiendo
hasta las escaleras que suben al tercer piso. Sube las escaleras. Después, el
rastro la lleva a una habitación a mediación del pasillo.
Entra lentamente
a la habitación, sin despegar la mirada del rastro. Continúa por el suelo de
madera hasta llegar a cristales rotos y roseados de sangre. << Al parecer
es cierto lo que dijo simón >> piensa ella. La ventana rota se engalana
con una bella flor azul. Estela se acerca e intenta tomarla, pero se pincha un
dedo con una espina del tallo de la flor. Siente entonces un ligero mareo, da media
vuelta y se estabiliza.
El rastro de
sangre continúa ahí. Pero es extraño, es como si el rastro hubiese cambiado,
como si fuera uno nuevo. Estala se dispone regresar siguiendo nuevamente el rastro
de sangre. Se va sin advertir dos pequeños detalles. La ventana no está, ni los
trozos de vidrio que estaban en el suelo.
Conforme avanza
cada vez más, es convencida de forma inapelable de que el rastro es distinto.
Entonces la sorpresa. Las manchas de sangre terminan en el pasillo, cerca de la
ventana. Además, las escaleras para bajar han desaparecido, ya no hay forma de
bajar. << ¿Pero qué está pasando? >> se pregunta Estela.
– Elsa – dice la
dulce vos de una mujer – no hagas ruido o despertaras a la sombra –
Estela se queda
inmóvil. Lentamente voltea hacia atrás, pero a pesar de haber escuchado la voz
a su espalda, se percata de que no hay nadie.
– Me llamo
Estela – responde la mujer – ¿Quién eres tú y de donde hablas? –
– No hagas ruido
Elsa o despertaras a la sombra – continua diciendo la voz.
Frente a los
ojos de Estela se abre la puerta de una habitación enfrente de la habitación de
la que sale el rastro de sangre.
– Entra aquí –
dice la voz. Se escucha alejada, como proveniente de a un lado de la puerta
abierta.
– No – dice
Estela, con la suficiente fuerza como para despertar a la sombra.
– Te dije que no
hicieras ruido. Has despertado a la sombra – dice la voz – corre enseguida a la
habitación –
A espalda de
Estela se acerca lentamente una criatura de cuerpo negro como de sombra, que
arrastra sus extremidades superiores en el suelo y mira de forma siniestra. La
criatura intenta tomar a Estela, pero solo alcanza a rosar su cabello
cortándole un mechón.
– Corre Elsa…
corre… – insiste la voz.
Estela obedece y
entra a la habitación a toda prisa, cerrando la puerta a su paso.
– Has vuelto a
casa – dice la voz.
Elsa, una
pequeña niña de siete años, se aproxima a su cama y se sienta. Toma entre sus manos
una vieja pero bien conservada muñeca de porcelana.
– Aquí esperare
a que vuelva mi hermano – dice Elsa y se dibuja una enorme e inocente sonrisa
en su rostro…
___
– Deme su
informe doctor – dice el sujeto de traje negro.
– Por supuesto
señor – responde el doctor.
<< Simón
de la Vega Castillo era un famoso arquitecto entre las personas de sociedad. En
su carrera diseño solo veinticinco viviendas, todas ellas valuadas en millones
de euros. La última es la que nos interesa, de hecho, la única que cuenta con
un tercer.
El dueño de esa
casa fue Samuel Kafka, un doctor de no mucho reconocimiento en su carrera. Conservo
bastante hermetismo. Trasciende su participación como jefe de investigación en
el proyecto ROSA AZUL. El proyecto fue patrocinado por nada más y nada menos
que la iniciativa. No se sabe la naturaleza del proyecto. Se especula que ROSA
AZUL buscaba la cura a la infección >>
– Si este tal
Simón es quien diseño la casa, ¿entonces quien es el niño? – pregunta el tipo
de negro.
<< Samuel
Kafka tuvo un hijo y una hija. El varón, quien es el mayor, lleva por nombre Samuel
al igual que su padre. Creen que él es Sam. Si Sam aun vive, este debe tener
unos treinta años. Presumo que estamos ante la presencia de Sam.
En cuanto a la
hija, el nombre de ella es Elsa. Al parecer Elsa era atendida por una terapeuta
de nombre Estela Ortiz Velázquez. La terapeuta también formaba parte del proyecto.
Fuera de eso no
sabemos nada mas >>
– Bien.
Manténganme informado…
___
– Sam, ha
llegado el momento de volver a casa – dice la voz.
Entra el doctor
a la habitación y se para justo frente a la cama donde Sam descansa. Le ofrece
una pequeña sonrisa y pasa decir – Ya te encuentras bien, puedes volver a casa.
Te dejo tu ropa, tus padres te esperan afuera. Con permiso –
El doctor deja
la ropa de Sam sobre la cama, después sale de la habitación. Sam se levanta y
se viste lo más rápido posible.
– Vámonos Sam –
afirma la voz. Sam va a donde sus padres.
En el camino de
regreso a casa el ambiente es excesivamente tenso. Un profundo y atenuante silencio
se extiende por todo el interior del automóvil. Apenas el motor del vehículo
hace un esfuerzo por hacer ruido en la solitaria carretera.
– Desobedeciste
de forma deliberada la orden que se te dio. Me parece que fui bastante claro al
decir que estaba estrictamente prohibido subir al tercer piso de la casa – dice
el padre de Sam.
– Lo siento –
dice Sam.
– Ese lugar se
cae a pedazos. Pudo haber ocurrido algo peor. Afortunadamente este incidente no
paso a mayores – dice la madre de Sam.
– Se que no
estamos acostumbrados a esto; pero me temo que tendré que castigarte. Tan pronto
lleguemos a casa te irás directo a tu habitación y te quedaras ahí hasta nuevo
aviso. Espero te sirva para meditar en lo que has hecho. No es gracioso ni
agradable que te saquen de una junta porque tu hijo está herido en el hospital.
Nos diste un susto terrible, a tu madre y a mí – concluye el padre. Después el
viaje es igual de silencioso y tenso.
Al llegar a casa
Sam sube directo a su habitación. Va a su cama y se tumba boca arriba mirando
el techo con especial indiferencia.
– Sam, debes
subir a la habitación blanca – dice la voz. Sam la ignora.
– Sam, debes
subir, alguien te espera – insiste la voz.
Sam se pone de
pie y sale de su habitación, frente a él están las escaleras que suben al
tercer piso de la casa. Comienza a subir lentamente los escalones, uno a uno,
escuchando el rechinido de la madera y ese eco que producen en el solitario
pasillo. Una vez arriba, se dispone ir a la habitación blanca. La puerta de la
habitación está abierta por completo. Al entrar a la habitación y acercarse a
la ventana, la flor vuelve a rosearlo de polvo y Sam cae de lleno al piso. Está
en un cuarto blanco sin ventanas, con la puerta cerrada y un rastro de sangre
en el suelo. Sam se levanta y sale al pasillo.
– Es aquí Sam –
dice la voz.
La puerta de la
habitación que está enfrente de la habitación de donde Sam salió se abre. Sam
se aproxima y entra cerrando la puerta a su espalda. Ella está ahí sentada en
la cama.
– ¿Elsa? –
exclama Sam…
___
Comienza a sonar
una alarma.
– ¡Doctor!... –
grita uno de los asistentes – ¡el sujeto despertó a mitad de la extracción! –
Sam forcejea
hasta zafarse de los cintos que lo sujetan a la camilla. Después se quita de la
cabeza el casco que extrae las imágenes de sus sueños. Para entonces algunos
asistentes ya están sujetándolo con fuerza. Sam no deja de manotear y patalear
mientras grita repetidas veces – ¡Debo encontrar a Elsa! –
El doctor se
aproxima y le inyecta un sedante. Sam deja de forcejear, pero se resiste a
dormir, continua hablando.
– Debo encontrar
a mi hermana – sigue diciendo Sam, ahora con voz más débil.
– Tu hermana
está muerta – dice el doctor – murió en la explosión que destruyo tu casa. Tú,
en cambio, quedaste en coma por espacio de diecisiete años –
El sedante
intenta hacer su efecto, pero Sam se resiste a dormir.
– ¿Qué hacen
conmigo? – pregunta Sam.
– Creemos que
eres el primer infectado. El proyecto ROSA AZUL experimentaba con tu hermana y
contigo, buscaban una cura. Es probable que la clave para la cura a la infección
este en tu sangre – responde el doctor.
– No es una
infección – repone Sam – es un mal genético hereditario. No hay cura ni forma
de contagio, el mal se hereda. Ellos jamás nos dejaran entrar a las reservas.
Nos encerraron a la intemperie esperando a que finalmente muramos. En realidad
para ellos ya estamos muertos… desde que nacimos con la sangre sucia, para
ellos ya estábamos muertos…
Fin
El tiempo es la
unidad con la que medimos el transcurso de las cosas. Todo tiene un tiempo en
el sentido de que a todo se le puede medir su existencia. Desde nacer hasta
morir, ese es el tiempo de una persona. Con el tiempo no se juega; el tiempo no
espera ni perdona.
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