sábado, 1 de diciembre de 2007

Peligro de gol

6 comentarios:

  1. Detuve la lectura cansosa al coronar la primera página
    ningún interés... quizás luego, pero hay otras cosas qué hacer
    cuento de uso interno para descerebrados futboleros
    Bestiario

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  2. ¡Lo de dan de sí treinta segundos! El cuento se lee bien y te trasmite el nerviosismo que hay en el ambiente (pese a que a mí el fútbol no me dice nada) y nos muestra como viven esos mismos treinta segundos otras personas.


    Siempre lo he pensado, sobre todo conduciendo cuando he tenido que apretar el freno, en un segundo podía haber cambiado el futuro en una persona, o como peatón al cruzar una calle … y en esos mismos segundos puede nacer un bebé, puede alguien estar en una entrevista de trabajo o esperando en la cola del paro, puede un enfermo escuchar el diagnóstico de un médico, o puede un anciano preguntarse porqué su hijo no le viene a ver, o puede una señora vestirse para ir a hacer la compra con pocos euros, o una joven esperar la llamada del último amante… ¿quién no se lo ha parado a pensar alguna vez? No he escrito nunca sobre ello, ni creo que lo haga, seguro que no lo haría tan bien como tú, y seguro que alguien me diría que es un tema típico de novatos…



    Al final del relato he tenido la sensación de haber leído a Quim Monzó. Para quien no lo conozca, es un buen escritor catalán de cuentos y pequeñas novelas. Muy recomendable.



    Sólo un comentarios. En el primer párrafo la estructura se rompe:



    Hay un tiro de esquina para el equipo local, que se perderá el campeonato si –al menos- no empata este partido para el que se ha venido preparando duramente con dobles y agotadores entrenamientos, toda la semana concentrados, múltiples reuniones gru­pales con el psicólogo social, la visita de la bruja al vestuario la tarde anterior, junto a la promesa de premios extra que les trajera el presidente minutos antes de salir a la cancha.



    El equipo local se ha venido preparando con entrenamientos, con reuniones, con la visita; pero no con la semana. No sé si el problema está en la coma anterior o en qué. Seguro que algún otro miembro te lo sabrá explicar.



    Podría decirse : …se ha concentrado toda la semana con dobles y agotadores entrenamientos diarios, …



    Hay una frase que no entendí, probablemente por ser jerga:

    Un niño arruga en un boyo al cartoncito de su pancho,



    Un abrazo,

    Montse Villares

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  3. No me resultó fácil leer este texto. Será que el fútbol no me seduce. Además, leo un cuento futbolero y se me cruza el genial Fontanarrosa. Y no puedo evitar la comparación.
    No lo puedo evitar. Lo peor es que se me hace que cada lector que conozca los cuentos futboleros del Negro, debe de pasar por el mismo trance.

    No sé cómo encarar mi comentario. Lo pienso y las sensaciones se me aparecen contradictorias. El cuento me gusta un p oco, pero no tanto. Admiro tu capacidad, Norberto, para narrar esta historia que me reconozco absolutamente incapaz de escribir, pero al mismo tiempo sé que me resultó tedioso leerla.

    Se me hace que el cuento futbolero debe ser más apasionado. A “peligro de gol” le falta pasión. Pero quizá yo no le encuentre pasión porque a mí no me apasiona el fútbol. Por más Lobito y hamaca paraguaya y tanguita roja y contracciones vaginales que tenga el cuento.

    (Sin embargo el negro Fontanarrosa logra que el fútbol me conmueva. Por ejemplo “19 de diciembre de 1971”, un cuentazo)

    Ya ves, Norberto, soy un desastre.
    Claro que me doy cuenta que el fútbol no es el quid de la cuestión aquí, sino el enramado accionar de una y otra y otra tecla que suena al unísono en un lapso de treinta segundos.

    Está bueno, eso. Sólo que no bien comencé a darme cuenta de por dónde iba la cosa, se me cruzó la película Amelie, bellísima. Allí también sucede esto de mostrar distintas realidades del mismo momento.
    Y no es que no me gustó cómo lo hiciste, Norberto, sólo que me resultó conocido. Esto ya lo vi, me dije. Y nada menos que en semejante película.
    Encuentro algún que otro error, supongo que ya se habrá dicho.
    “diez y nueve” es diecinueve, por ejemplo. (“Hasta treinta va todo junto”, insistía mi maestra de segundo)
    Conclusión:
    Yo no me metería con un cuento futbolero sin estar segura de poder hacerlo como el Negro. Porqu e habrá que bancarse la inevitable comparación. Claro que yo soy muy cobarde y así no se llega a ninguna parte. Así que, metéle, Norberto. Te felicito por la producción a rolete de este último tiempo. Y te agradezco, también.
    Un beso.
    Tere

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  4. El cuento me parece bien escrito. No ha tenido gran aceptación entre los compañeros y me pregunto por qué. No sé qué responderme. Dos o tres comentaristas han repetido que no les gusta el fútbol y, sin embargo, ellos seguro que se dan cuenta de que el fútbol aquí es sólo una excusa para tejer varias narraciones simultáneas. Igual que se cuentan, como hilo conductor, los últimos segundos de un partido de fútbol se podrían contar los de un debate parlamentario.

    A mí nunca me ha gustado el fútbol. Hasta hace un par de años. Ahora le reconozco cierto interés. Un entrenador alemán, medio nazi y medio filósofo, que se llamó Josef Herberger, lo explicaba en pocas palabras: «¿Sabe por qué la gente va al fútbol? Porque no sabe cómo termina». Ajá. Como una novela policiaca. De manera que en el campo se desarrolla una historia de intriga, ante decenas de miles de personas capaces de soportar el frío intenso, el sol abrasador o un tremendo aguacero para ver cómo [coño, por eso se acentúa] termina la cosa. Qué más quisiéramos muchos aprendices de autor, y muchos otros autores consagrados, que tener un público tan cautivo.

    Así que no es raro que Norberto elija los veinte últimos segundos de esa obra sobre hierba para proponerse el reto excitante que supone narrar un mundo de cosas que están ocurriendo, al mismo tiempo, en distintos escenarios. ¿Qué ya se ha hecho antes? Sí, claro. Se hace continuamente en el cine, y se ha hecho y se hace también mucho en la literatura. Todos los escritores que se me ocurren ahora mismo (Cela, Dos Passos, Cortázar, Vargas Llosa) ya conocieron el cine; es una pena que mi cultura literaria sea tan precaria y no pueda poner ejemplos de autores anteriores al montaje cinematográfico. Flaubert: la escena de la feria campestre. Aunque no es lo mismo, los diálogos se producen en el mismo lugar.

    Es agradable que un tallerista asuma un riesgo al crear un cuento con varios escenarios simultáneos. Hace cien años se habría considerado vanguardista. Ahora ya no, ahora nuestra capacidad de asombro está muy mermada por todo lo que hemos visto.

    Lo hemos visto.

    Eso dice Tere, fina, aguda, imprescindible. Y a mí me parece que es cierto, aunque así mismo injusto decir esto. Cierto porque a mí también me parece que el cuento de Norberto se puede despachar así, que ya he visto ese esquema antes; injusto porque eso no lo diríamos de una íntima historia de amor, y eso sí que está un millón de veces más visto.

    Y ahora me estoy preguntando cuál será ese detalle maldito que hace que algo parezca ya visto, tanto que lo despachemos con indiferencia. A lo mejor es la repetición no de lo abundante sino de lo característico. Será que nadie se fija en unos vaqueros (unos blue jeans, que dirían nuestros argentinos), pero detecta inmediatamente unos pantalones amarillos en medio de la multitud, los señala con el dedo y declara: eso está muy visto este año. A lo mejor hay que tener mucho cuidado al/con escribir algo que se quiere original porque lo significativo lo hace reconocible. Se lo digo siempre a los compañeros en el furgón: cualquiera puede ir por ahí vestido como un mamarracho, pero nadie perdonaría un pañuelito rojo saliendo del bolsillo trasero de dos hombres de azul en la misma semana.

    Lo pregunto en serio, no busquéis aquí ironías: en términos generales, ¿qué será lo que hace que una historia suene a ya vista?

    Y sin embargo está bien escrito. Y si se hace largo es porque ya no queremos leer cuentos, queremos leer telegramas. No me parece mal el cuento.

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  5. Vaya!
    Al final (por culpa de Carlos) he superado el asco al fútbol.

    El cuento me gustó, aunque no demasiado.
    Creo que la parte del fútbol es excesivamente larga, y quitaría la historia de la mujer del orgasmo.Así queda más compacto aunque no pierde el ritmo.
    Ah! El ladrón, bien también, ahí, esperando el momento oportuno.

    Lo demás, sobre todo a Aurora que espera, me pareció bien escrito.

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  6. La manera en que enfrentemos un texto, todos lo sabemos, nos dejará un sabor distinto de lo leído. Acometemos muchas lecturas con urgencia y ocurre en no pocas ocasiones que nos encontramos inmersos en textos que necesitan un tiempo lector más amplio en el que nos dejemos seducir por el ritmo que nos marca su autor, como en el "Ensayo sobre la ceguera" que escribió Saramago, con largos párrafos en los que hay que caer en esa seducción para obviar los puntos que nos negó el autor; o "La autopista del sur", de Cortázar: difícilmente podremos superar el atasco en el que su autor nos sitúa si leemos con prisas no ya el cuento entero, ante el primer párrafo desearemos retroceder y no continuar su lectura. Hagan la prueba.
    Las tres obras –las dos referidas más el cuento de Norberto– necesitan de un lector paciente. Sobre este lector paciente aclaro que no hablo del lector que soporta con paciencia a que se acabe el texto, sino a ese otro al que se refería Nietzsche, al lector que reflexiona, cuestiona, que rumia lentamente lo que lee. A la antítesis del lector que desea leer telegramas, como apuntó Carlos. Después, claro está, que el cuento guste.
    Buscamos la respuesta de por qué no ha gustado del todo a varios talleristas el cuento de Norberto. Tere comentaba que ella preferiría más pasión en un cuento futbolero, Carlos apelaba al "déjà vu", pero tanto ellos dos como Pilar valoran que el cuento de Norberto está bien escrito. Quizá no haya respuesta, quizá sea cuestión de gustos: no todos los lectores buscamos lo mismo ni a todos nos gustan los mismos escritores aunque ambos
    –lectores y escritores– seamos (sean) competentes, pero eso sí, debemos haber superado la primera fase (la de la lectura paciente) con honestidad, porque sin ella difícilmente se lee a Norberto.
    A mí sí me ha gustado este cuento. Por varias razones, aunque no tenga que existir ninguna para que un cuento nos guste. No me gusta entrar en este tipo de valoraciones cuando comento un texto, pero como varios talleristas han expresado su opinión no muy favorable no quiero que al autor tenga la idea de que no ha gustado a nadie.
    Me gusta el lenguaje, lo coloquial que parece sin llegar a serlo, sus frases encadenadas, cómo ralentiza un instante eterno y el siguiente lo devora atropelladamente, casi sin tiempo para hacer nuestras las imágenes que se suceden. El cuento me parece muy visual, sobre todo la parte que se desarrolla en el campo de fútbol, la de José y el Dedos incluida. Norberto nos da minúsculos detalles que acompañan a las acciones, a los personajes, camuflados en pinceladas largas y el resultado a veces es una hermosa puesta en escena, ya se trate de un posicionamiento en un campo de fútbol o de una mano que va y viene al mismo ritmo que la cartera que intenta conseguir; es como la danza invisible que surge de un acordeón o del alma volátil de una señora con billete de ida y vuelta, porque hablo de este cuento y podría estar hablando de otros suyos; Norberto lleva consigo esa huella con la que marca casi todos sus escritos.
    Menos de treinta segundos para conocer el final del partido y presumimos desde las primeras líneas que el cuento finalizará al mismo tiempo. Partido y cuento van a la par. Norberto se las apaña muy bien para estirar esos segundos y rellenar seis folios simultaneando varias escenas y haciéndolas rotar sobre un punto común a todas ellas. Tiene su mérito o, como poco, su trabajo.
    Me gusta cómo se ha estructurado el cuento para conseguir el resultado de la aceleración constante. Norberto intercala en tres fases las cuatro escenas, pero sujetas estas últimas al ritmo del cuento: 1. Párrafos largos para presentarlas dando prioridad a la primera escena que marcará al resto. 2. Párrafos más cortos para hacerlas coincidir a todas en el punto de mira del partido. 3. La escena primera, la del campo, irrumpiendo por cada párrafo que nos muestra las otras escenas para conseguir el ritmo frenético último (1-2-1-3-1-4-1). Y el desenlace. A mí me fascinan estos detalles. Veo el efecto y busco la causa que lo produce inmediatamente. Ya sé que muchas veces el autor no es consciente de esta labor, que escribe espontáneamente y lo consigue por intuición, pero ver cómo el genio o el trabajo del escritor se trasluce en un efecto subliminal que actúa sobre el lector nunca deja de maravillarme.
    Por supuesto que el cuento tiene fallos, que me guste no implica que lo crea perfecto. Por ejemplo, "los visitantes discuten frenéticamente con el referí, empujándose unos a otros, que no fue córner, que fue...". Entiendo que quienes se empujan y discuten son visitantes y locales, pero en el texto se habla únicamente de visitantes. Más adelante el árbitro saca tarjeta amarilla a los dos capitanes harto de discutir con los jugadores; si solo discutía, como hemos visto anteriormente, con los visitantes no debería sacar tarjeta amarilla a los locales, ¿no?
    En el segundo párrafo hay un anacoluto: "Cucurucho, su arquero, recorrió al trote los cien metros para aportar otra cabeza al centro que hará llegar, desde la derecha del ataque, su compañero y amigo Ramos Carrillo, quien no termina nunca...".
    El "silencio abismal" que capta hasta las "gárgaras" del Negro Sosa me parece exagerado, no he llegado nunca a escuchar ese silencio en un campo de fútbol, ni ante el lanzamiento de un penalti ni ante el minuto de silencio que se pida por algún motivo; tampoco en este campo parece que exista: un niño abollando (bollo) una caja de cartón y haciéndola rodar escaleras abajo y la voz de uno de los centrales hablando con otro jugador ya es suficiente para romper ese adjetivo. En cuanto a las "gárgaras", opto por sustituirlas por una respiración sofocada.
    La cuarta escena me rechina bastante y coincido con Pilar (una vez más) en suprimirla. Será que se me cae la escena al estar basada en ese primerísimo orgasmo de Josefina Dalmaso (¿Dálmaso?) y no me resultan suficientes las razones expuestas, o son incompletas, para no haber culminado nunca su placer sexual. Por lo demás está bien escrita y contrasta con la fogosidad de la escena la técnica del narrador, que la describe ajeno a las emociones.
    Si a un lector impaciente se le ocurre mirar el final sin terminar de leer el cuento se perderá lo mejor, porque al cuento es todo uno aunque dependa del resultado el final de cada escena.
    Un abrazo.

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