Autor: Norberto
Descargar cuento
La clave de acceso es la misma del mes pasado.
miércoles, 30 de enero de 2013
PRÓXIMO EJERCICIO (segunda quincena de febrero)
Cuento policial (o no tanto)
Escribe
una historia inspirada en uno de los siguientes casos:
"A mí no me grita nadie", dijo el
peón, y mató a su patrón de un escopetazo.
"El único que me ha gritado ha sido mi
padre y se murió hace 50 años. Yo soy una persona mayor y a mí no me grita
nadie", le dijo Alberto Bonifacio Martínez, peón de un campo, y mató de un
escopetazo a su patrón, Marcos Pizarro Costa Paz.
Los testigos del crimen aseguran que Martínez,
de 72 años, "soportaba un trato altanero por parte del patrón que le había
tocado en El Micheo", el campo que cuidaba desde hacía 20 años en el
cuartel XIV del distrito de Adolfo Gonzales Chaves, según publica La Voz del
Pueblo, de Tres Arroyos.
"Le voy a pegar un tiro", habría
amenazado el puestero Martínez. La escuchó sólo uno de los cinco transportistas
que habían ido al campo a buscar la hacienda. Enseguida, el peón caminó 50
metros hasta su casa: tomó una escopeta doble caño calibre 28, y volvió a la
manga, donde estaban cargando el ganado de su patrón.
"Martínez, vamos", intentó apaciguar
la víctima, integrante de una tradicional familia de Buenos Aires que posee más
de mil hectáreas de campo en Ayacucho. Pero ni bien lanzó esas palabras recibió
como respuesta un disparo en el cuello.
Un
sacerdote hindú se suicida tras prometer que resucitará a los tres días.
Cientos
de personas aguardan en una localidad del centro de la India la resurrección de
un sacerdote que se suicidó este sábado tras prometer que volvería a la vida 72
horas después, según han informado fuentes oficiales.
El
sacerdote, un hindú, se quitó la vida el sábado en la localidad de Raigarh,
situada en la región india de Chattisgarh. "Manoj Baghel consumió veneno
en un templo de Raigarh. Dijo que volvería a la vida 72 horas después", ha
declarado a la agencia IANS el superintendente de la policía de Raigarh, J.K.
Thorate.
Aunque
Baghel fue trasladado a un hospital tras ingerir el veneno, falleció de todos
modos y sus familiares trasladaron su cadáver de vuelta al templo, donde lo
mantienen en una habitación cerrada con llave.
Tras
abrir una investigación, la policía no pudo practicar la autopsia al cadáver
del religioso debido a la oposición de la multitud que aguarda ahora su
resurrección.
"Cientos de
personas rodean el templo. Han puesto al sacerdote en una habitación cerrada
con llave y se niegan a entregar su cadáver a la policía. Muchos esperan que
vuelva a la vida este lunes por la noche", ha añadido Thorate. La policía
espera su ocasión para hacerse con los restos de Baghel en cuanto la multitud
se convenza de que no volverá a la vida.
Aclaraciones:
1. Se permite
cambiar el nombre de los personajes, la zona geográfica y/o la época en que
transcurre el hecho.
2. Se permite
alterar moderadamente las circunstancias del hecho.
3. Deberán ir
más allá de lo que informa la noticia que hayan elegido. ¿Qué sucedió antes?
¿Qué sucedió después? ¿Por qué pasa lo que pasa?
4. Se
permiten elementos sobrenaturales.
5. No es
obligación redactar el ejercicio en tono policial, ni usar jerga periodística,
con palabras como: susodicho, occiso, secreto de sumario. Pero tampoco se
descarta esta posibilidad.
6. No seremos
exigentes a la hora de comentar, por tratarse de un ejercicio que debe llevarse
a cabo en un tiempo acotado, salvo en casos de desprolijidad sintáctica o
problemas de ortografía.
7. Fecha
límite de presentación: sábado 16 de febrero.
8. ¡Suerte!
domingo, 20 de enero de 2013
El duelo
Son temerarios y arrogantes, los más
rápidos en el manejo de la Colt 45; solitarios, valientes y temidos en toda la
comarca; rivales históricos en la conquista de mujeres del Far West y ladrones
de banco por toda profesión conocida. Por esas cosas imprevistas del destino,
ambos coincidirán en Lone Star City una mañana de verano.
Las
gargantas de los hombres del pueblo se van humedeciendo con whisky y cerveza
desde las primeras horas para evitar que el calor del sol las seque. Aunque no
salen de sus casas ni del ‘saloon’, los chismosos observan los trámites de la
carreta especial de la Wells Fargo, la empresa que recoge el dinero de los
bancos de Texas, estacionada frente al único de Lone Star custodiada por dos
uniformados con armas largas.
Inspección escatológica
La señora Jacinta se
disponía a ver su telenovela favorita cuando sonó el timbre del apartamento
anunciando que alguien estaba en la puerta de entrada.
–Quién será a esta hora, –susurró un poco molesta porque ya iba a comenzar la novela y quería
saber quién era el verdadero padre de la criada, asunto que había quedado sin
resolver en el último capítulo.
Arrastrando
las sandalias, desgastadas por ese hábito de caminar sin levantar los pies como
si estuviese muy cansada, aunque cuando no estaba cansada también los
arrastraba, llegó hasta la puerta y miró por el ojo mágico. No reconoció al
señor que estaba esperando que lo recibieran.
En lugar
de abrir la puerta preguntó:
–¿Quién es?
Chamanta
Había una
vez una familia que vivía en una población pequeña, con la naturaleza
invadiéndolo todo.
Y como en
todo pueblo que se precie, en él habitaba una chiquillada que explotaba en
tardes de siesta, cuando los grandes dormían y los duendes andaban en puntillas
por las polvorientas sendas que ardían de sol.
Demetrio, o
el gallego, como lo llamaban, era un chico alto para sus diez años, los ojos oscuros
y vivaces, movedizos, siempre atentos. Era
inquieto por naturaleza y no se perdía siestas durmiendo; simplemente vivía
esas horas bañado de sol y de ilusiones.
Él no lo
sabia pero estaba enamorado de la picara Mailen.
Ella si lo intuía y esto la hacia feliz;
después de todo, él era todo un personaje en el lugar y era su amigo.
La chica
tenia el cabello recogido en dos colas castañas que destacaban su rostro, dos
hoyuelos cómplices le iluminaban la cara.
Tenía la sonrisa amplia y la alegría escapándose por los ojos, por la
boca, por la piel… No sé si era linda, pero si sé que en esa época era feliz.
Nada especial
pasaba, solo la vida que se traducía en tiempo y los dos crecían mas rápido de
lo que suponían, con su vieja Chamanta sobre la cual charlaban y reían sin
preocupaciones.
Un día como
tantos otros, de pronto se nubló de una manera rara y algo en el aire presagiaba
que no sería como otros.
Mailen
esperó inútilmente que él volviera de su excursión. Decían algunos que se había ido a pescar con los chicos grandes. Ella explotaba en angustia. Sabía que no lo volvería a ver. El río
se lo trago, dijeron, y nadie nunca lo volvió a ver.
Dicen que
dicen los que siempre dicen algo que a pesar del tiempo transcurrido que es
mucho que en tardes de verano, cuando la siesta se duerme ardiente en las
calles, ella se transforma y se le
forman dos simpáticas colas que dejan ver su sonrisa y sus hoyuelos; y siendo
niña, otra vez suele charlar con su amigo sobre su colorida y misteriosa Chamanta.
“Los
fantasmitas de la tarde” gritan los chicos que juegan en las siestas, aunque
las calles ya no sean de tierra. Corren
entre ansiosos y sorprendidos de que aquellos chicos de hace tiempo quieran
jugar con ellos.
Es que no
se sabe que pasa cuando los fantasmas juegan con uno.
Dicen que
no es ella sino la chica que fue, dicen que son los misterios del viejo poncho
aborigen, ese que llaman Chamanta. Dicen, solo dicen, pues yo no lo sé. Yo solo sé que si cierro los ojos los vuelvo
a ver y puedo contar lo que siento, pero no sé que pasa en las siestas cuando
duermo, porque ahora duermo, aunque no sé si son siestas.
Yo soy
Mailen y él a menudo me viene a ver,
aunque no sé como lo hace; y pasa la vida que siempre pasa por todos lados sin
dejar huecos, y yo sigo sin saber si estoy viviendo un sueño. Algunos me ven y otros no.
Y ahora que
lo pienso, me parece ver claro que, cuando nos encontramos, los chicos corren y
estoy segura que sí nos ven.
Susana
Palacios®
sábado, 5 de enero de 2013
El extraño velorio de Katerine Bechamel
Siempre me han incomodado los velorios. La
extensa gama de sentimientos entre los asistentes es muy controversial.
Algunos, los familiares y amigos muy cercanos al difunto, padecen de uno de los
mayores sufrimientos de su vida. Otros amigos y familiares no tan cercanos
pueden soportarlo con mucha más tranquilidad y hay otros para los que se trata
de un interesante evento social, al que es inclusive placentero asistir, donde
podrán conversar con personas que hacía tiempo no veían, conocerán gente,
contarán o escucharán chistes, y podrán disfrutar de café, jugos y hasta un
buen consomé gratis.
Tercera edad
por Ignacio
—¿Por qué será que las mujeres siempre nos quedamos viudas las primeras? —doña Encarna se inclina para tomar la taza.
—A ellos se les
estropean los fuelles antes que a nosotras, como llevan siempre una vida tan
ajetreada. —A doña Laura le parece una tontería lo que acaba de decir, pero
sabe que su amiga tiene razón: ellos se marchan y a ellas les toca seguir
viviendo, encerradas en la jaula de su soledad, olvidadas en una casa que poco
a poco se les va llenando de fantasmas—. ¿A usted no le da miedo tener que ir
cerrando habitaciones, doña Encarna?
—Me asusta tanto
sentir que la casa empieza a enfriarse como si fuera una tumba... —alza la mano
a la altura de la boca, acaricia los bordes de la taza de porcelana fina con
sus labios y bebe un sorbo de té, sin ruido; después suspira—: estas tacitas no
se las conocía.
—Ni cuando
venían los amigotes de mi difunto las sacaba, pero ¿para qué las voy a dejar
pudrirse en el aparador?
—Parece que no
son de mucho luto.
—Va ya para
tantos años... —Doña Laura se queda con la taza a medio camino entre el mantel
y la boca, vencida por la melancolía.
—Ande, doña
Laura, olvídese de esas tristezas, ¿le corto otro trozo de pastel de manzanas?
Doña Laura
espera mientras doña Encarna maneja con delicadeza el cuchillo de mango
plateado. Cuando le acerca el plato a su vecina, suplica:
—No sé si voy a
poder con tanta.
—¿También perdió
el apetito?
—Si se me alarga
la digestión y no cojo el primer sueño, me paso ya toda la noche en vela.
ATLAS POLÍTICO. El sueño del presidente
Cuanta quietud
silenciosa. Ni murmullos, ni ruidos de rodillas restregándose contra el piso al
avanzar. Ni tan siquiera, la monótona acompasada resonancia de la respiración.
¡Qué extraño! Tanta gente de rodillas, quieta o no.
Unas y otras, las formas
andróginas avanzan, paran. Unos contra otros, estos conatos de personas
vocalizan y atienden absortos sus conversaciones mudas, sordas. Igual que peces
tras los cristales de un acuario: movimiento de bocas expresivas vanas.
De rodillas, en postura
de castigo, los seres gesticulan; sin moverse.
Se estremecen sin
aspavientos, nadie atiende; son entes inaudibles, ¿muertos?
Voces envenenadas,
contaminadas de la nada. Oídos clausurados por tapones invisibles. ¿Son ánimas
deambulantes, castigadas por un dios mudo a vagar en los confines del silencio?
Y yo, ¿acaso estoy muerto?
Al menos yo, leo mis
pensamientos, pero, me oprimen la razón llevándome algo más lejos de la locura.
Traspasando el entendimiento de este sosiego negro y átono.
No comprendo como
puedo ver sombras si no descubro ninguna fuente de luz. Las siluetas,
recortadas sobre el inexistente fondo ¿son también mentira?
Avanzo, de hinojos, por
este purgatorio oscuro y viudo en busca de algún eco, de un hálito de luz que
ilumine mis ojos cegados por esta muchedumbre, plena de la nada, que me rodea.
Lanzo un grito agónico y
desgarrado que no logra atravesar mi garganta. La desazón embota mi cerebro, el
ambiente aplasta mis lamentos.
Por qué chillo si no me
oyen. Para qué escucho si no me hablan. Me derrumbo en el suelo, quedo inerte…
─¿Son risas lo que oigo?
Dos o tres sombras me
observan. Sus dientes y ojos brillan sarcásticos, se ríen. Desde aquí abajo,
pegado al suelo, los veo… los oigo.
─Otro ciudadano que cree ser
persona.
─Cada vez son más ¡qué asco,
qué cortos de miras!
Se alejan mezclándose
con otros seres, intento llamarlos, agarrarlos. Por fin comprendo que yo desde
aquí tirado, los oigo, los veo. Ellos se encuentran en un plano superior,
únicamente se perciben ellos mismos.
Despacio me incorporo
hasta llegar a su altura:
¡Ahora lo advierto! Es
el olor; inunda su cabeza, es el aroma del poder. ¡Hediondo! Tiro mi cuerpo al
suelo y me arrastro, repto para salir de este sueño. Estoy en un mapa político,
una cartografía válida para el papel, no para los humanos.
Me deslizo, culebreo…
debo alcanzar el atlas físico, el de las personas.
Aquel en el que se
sufre, se ama, se ríe, se llora. Entrar en el mundo de los que sudan su piel en
el trabajo para mejorar y abandonar este universo de vidas subvencionadas, de
voluntades compradas.
Huir… para ponerme de
pie.
Por Félix Carbajosa Santos
Suscribirse a:
Entradas (Atom)