jueves, 28 de marzo de 2013

Lista de autores y cuentos del ejercicio



CUENTO
AUTOR
1. Nada y todo
Lidia
2. Lecturas de verano
Ignacio
3. Tacones sinceros
Montse
4. Tiempo lóbrego
Pandora
5. Marfilia
Alfredo
6. Cuerpos seductores
Roberto C.
7. En un abrir y cerrar de ojos
Amalfitano
8. Consejos a una amiga
Norberto
9. Noche 
Mirta
10.
Susy
11. La ventana de agua
Pedro
12. El buey
Félix
13. Entre líneas 
Christian
14. Mundos paralelos 
Susana B.



viernes, 1 de marzo de 2013

El viento de la Guareña

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por Félix
Con clave de acceso

Tengo que confesarte algo



Felipe Llavero salió de la ducha empapado y meditando en lo que le diría a su novia. Se bañó hasta que se agotó el agua caliente pero había sido una ducha automática porque sus pensamientos estaban en otra cosa; más que pensar en lo que le diría, pensaba en cómo se lo diría. Temía por su reacción.
La había conocido en una fiesta hacía tres años, pasaron toda la noche conversando, bailando, riéndose. A partir de ahí, continuaron saliendo hasta que se enamoraron, o al menos eso creía él. Luego comenzó a visitarla a su casa, conoció a la mamá, una viuda encantadora y a los pocos meses se comprometieron. Todos los allegados esperaban que de un momento a otro anunciaran la boda.
Esa tarde no se verían en la casa de la chica sino en un café. Llavero, como le llamaba todo el mundo, había escogido ese café cuidadosamente porque le parecía más apropiado para lo que tenía que decirle a su novia. ¡Iba a romper el compromiso! pero por una circunstancia inusual, seguiría  muy cercano a ella.
Tomó un taxi hasta el café. Su mente daba vueltas: ¿Y si ella no comprendía? Quizás armaría un escándalo. Quizás hubiese sido mejor decírselo en la casa de la chica cuando la madre estuviera ausente.

El regreso

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por Daniel
La contraseña es la misma del mes pasado.

EXPEDIENTE 29267



-De parte de Zargo, dice el hombre con acento español que me entrega la maleta negra-.Lo espera a usted en Turquía  el jueves trece. En caso de no llegar él, lo visitará una joven rubia, agente nuestra, que lo abordará en el vestíbulo del hotel Izmir. Ella dirá: “Crímenes del tiempo son” y usted contestará: “Que no de España”; luego le entregará el portafolios y a cambio de ello recibirá un rollo de negativos fotográficos que usted, a su vez, deberá entregar siete días después, antes de las cinco de tarde, a la señorita cuyo nombre aparece en el paquete que guarda el rollo. Hará la entrega en la tienda de artículos fotográficos del aeropuerto de Estocolmo, el primer local comercial que se encuentra a mano derecha, saliendo por el pasillo central de la sala de equipajes.
A la mencionada señorita le dirá que lo envía el señor Sturlusson y le pedirá un recibo con copia. Conserve la copia como prueba de que ha recibido mis instrucciones y deposítela en el correo a nombre de nuestro contacto en Milán, quien la hará llegar a mis superiores.
El viernes siguiente, a la misma hora, usted volverá por los resultados del negativo y tomará el subway en la terminal más cercana del aeropuerto. Ahí empezará a seguirle un joven sueco, rubio, alto, con un abrigo color canela y una larga bufanda blanca de seda. Él lo abordará en cualquier sitio que usted descienda y le pedirá lumbre para un cigarrillo; usted se lo encenderá y fumará con él mientras caminan un poco charlando de cualquier cosa, hasta cerciorarse de que nadie los ha seguido; luego se despedirán amistosamente después de intercambiar las fotos reveladas por un álbum de material pornográfico, en el que deberá usted consultar la página diecinueve, donde encontrará un plano.
Si ha seguido usted cuidadosamente mis instrucciones y las ejecuta con precisión, tenga la seguridad de que cumplirá con su cometido de manera satisfactoria para nuestra organización.
El plano le conducirá a una casa de campo de dos pisos, techo de teja roja y muros blancos, en cuyos jardines paseará en bicicleta, descalza, una joven señora inglesa que responde al nombre de Charlotte: mátela.

Alfredo Hernández Esparza

Pagando culpas



     Antonio tomó como arma defensiva, ante la incriminación, un candelero y con él golpeó a los policías y huyó presuroso en loca carrera.
     ¿Qué haría ahora? Lo tenían acorralado y el un simple oficinista, sin imaginación, no tenía ni la mas tímida idea.  El siempre tan correcto estaba huyendo de la ley de los hombres. ¿Acaso la justicia divina también lo condenaría?
     Antonio deambuló y se quedó huérfano de tiempo, nadando en su hoy, viviendo la exageración de un instante.
     El río se expandía sin culpas desde vaya uno a saber el sitio, hacia quién sabe dónde, y Antonio lo sentía suyo.  Amaba su salvajismo vertiginoso. Se miro en él y el río se apropio de su alma.
     Se lanzó sin temor al abismo torrentoso de agua.   Fue uno solo con la corriente que lo incluyó, desando la senda paralela a él.  Empujado por la incomprensión de un mundo que justificaba la traición, recorrió con furia la montaña.
     Él cielo se acercó a él. Creyó que las nubes lo acunaban.
     Las orillas se alejaron tanto que dejaron de verse.  
     Antonio ya no era él sino parte de un todo sin llegar a ser agua.  Su corazón dejo de latir.  Tal vez ahora los dioses le perdonarán su asesinato. 
     Pensó si es que se piensa después de la muerte, que se había hecho justicia y feliz brindó por ello con Dios… Tal vez con el demonio… Vaya uno a saber


Susana