sábado, 30 de marzo de 2013
jueves, 28 de marzo de 2013
Lista de autores y cuentos del ejercicio
CUENTO
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AUTOR
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1. Nada y todo
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Lidia
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2. Lecturas de verano
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Ignacio
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3. Tacones sinceros
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Montse
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4. Tiempo lóbrego
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Pandora
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5. Marfilia
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Alfredo
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6. Cuerpos seductores
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Roberto C.
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7. En un abrir y cerrar de ojos
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Amalfitano
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8. Consejos a una amiga
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Norberto
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9. Noche
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Mirta
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10.
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Susy
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11. La ventana de agua
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Pedro
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12. El buey
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Félix
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13. Entre líneas
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Christian
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14. Mundos paralelos
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Susana B.
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sábado, 2 de marzo de 2013
viernes, 1 de marzo de 2013
Tengo que confesarte algo
Felipe Llavero salió de la ducha empapado y meditando en lo que le diría
a su novia. Se bañó hasta que se agotó el agua caliente pero había sido una
ducha automática porque sus pensamientos estaban en otra cosa; más que pensar
en lo que le diría, pensaba en cómo se lo diría. Temía por su reacción.
La había conocido en una fiesta hacía tres años,
pasaron toda la noche conversando, bailando, riéndose. A partir de ahí,
continuaron saliendo hasta que se enamoraron, o al menos eso creía él. Luego
comenzó a visitarla a su casa, conoció a la mamá, una viuda encantadora y a los
pocos meses se comprometieron. Todos los allegados esperaban que de un momento
a otro anunciaran la boda.
Esa tarde no se verían en la casa de la chica sino en
un café. Llavero, como le llamaba todo el mundo, había escogido ese café
cuidadosamente porque le parecía más apropiado para lo que tenía que decirle a
su novia. ¡Iba a romper el compromiso! pero por una circunstancia inusual,
seguiría muy cercano a ella.
Tomó un taxi hasta el café. Su mente daba vueltas: ¿Y
si ella no comprendía? Quizás armaría un escándalo. Quizás hubiese sido mejor
decírselo en la casa de la chica cuando la madre estuviera ausente.
EXPEDIENTE 29267
-De
parte de Zargo, dice el hombre con acento español que me entrega la maleta
negra-.Lo espera a usted en Turquía el
jueves trece. En caso de no llegar él, lo visitará una joven rubia, agente
nuestra, que lo abordará en el vestíbulo del hotel Izmir. Ella dirá: “Crímenes
del tiempo son” y usted contestará: “Que no de España”; luego le entregará el
portafolios y a cambio de ello recibirá un rollo de negativos fotográficos que
usted, a su vez, deberá entregar siete días después, antes de las cinco de
tarde, a la señorita cuyo nombre aparece en el paquete que guarda el rollo.
Hará la entrega en la tienda de artículos fotográficos del aeropuerto de
Estocolmo, el primer local comercial que se encuentra a mano derecha, saliendo
por el pasillo central de la sala de equipajes.
A
la mencionada señorita le dirá que lo envía el señor Sturlusson y le pedirá un
recibo con copia. Conserve la copia como prueba de que ha recibido mis
instrucciones y deposítela en el correo a nombre de nuestro contacto en Milán,
quien la hará llegar a mis superiores.
El
viernes siguiente, a la misma hora, usted volverá por los resultados del
negativo y tomará el subway en la terminal más cercana del aeropuerto. Ahí
empezará a seguirle un joven sueco, rubio, alto, con un abrigo color canela y
una larga bufanda blanca de seda. Él lo abordará en cualquier sitio que usted
descienda y le pedirá lumbre para un cigarrillo; usted se lo encenderá y fumará
con él mientras caminan un poco charlando de cualquier cosa, hasta cerciorarse
de que nadie los ha seguido; luego se despedirán amistosamente después de
intercambiar las fotos reveladas por un álbum de material pornográfico, en el
que deberá usted consultar la página diecinueve, donde encontrará un plano.
Si
ha seguido usted cuidadosamente mis instrucciones y las ejecuta con precisión,
tenga la seguridad de que cumplirá con su cometido de manera satisfactoria para
nuestra organización.
El
plano le conducirá a una casa de campo de dos pisos, techo de teja roja y muros
blancos, en cuyos jardines paseará en bicicleta, descalza, una joven señora
inglesa que responde al nombre de Charlotte: mátela.
Alfredo Hernández Esparza
Pagando culpas
Antonio tomó como arma defensiva, ante la
incriminación, un candelero y con él golpeó a los policías y huyó presuroso en
loca carrera.
¿Qué haría ahora? Lo tenían acorralado y
el un simple oficinista, sin imaginación, no tenía ni la mas tímida idea. El siempre tan correcto estaba huyendo de la
ley de los hombres. ¿Acaso la justicia divina también lo condenaría?
Antonio deambuló y se quedó huérfano de
tiempo, nadando en su hoy, viviendo la exageración de un instante.
El río se expandía sin culpas desde vaya
uno a saber el sitio, hacia quién sabe dónde, y Antonio lo sentía suyo. Amaba su salvajismo vertiginoso. Se miro en él
y el río se apropio de su alma.
Se lanzó sin temor al abismo torrentoso de
agua. Fue uno solo con la corriente que lo incluyó,
desando la senda paralela a él. Empujado
por la incomprensión de un mundo que justificaba la traición, recorrió con
furia la montaña.
Él cielo se acercó a él. Creyó que las
nubes lo acunaban.
Las orillas se alejaron tanto que dejaron
de verse.
Antonio ya no era él sino parte de un todo
sin llegar a ser agua. Su corazón dejo
de latir. Tal vez ahora los dioses le
perdonarán su asesinato.
Pensó si es que se piensa después de la
muerte, que se había hecho justicia y feliz brindó por ello con Dios… Tal vez
con el demonio… Vaya uno a saber
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