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por Mirta Leis
viernes, 15 de febrero de 2013
Calumnia (Ejercicio)
Sábado 26 de
enero
“A mí no me
grita nadie”, dijo el peón, y mató a su patrón de un escopetazo.
“El único
que me ha gritado ha sido mi padre y murió hace 50 años. Ya soy una persona
mayor ya mí no me grita nadie” dijo Alberto Bonifacio Martínez, peón de un
campo, a Marcos Pizarro Costa Paz, dueño de la hacienda ‘El Micheo’, en Adolfo
González Chávez, partido de Ayacucho. Los testigos del crimen aseguran que
Martínez, de 72 años “soportaba un trato altanero por parte del patrón” en el
campo que cuidaba desde hacía 20 años. “Le voy a pegar un tiro” habría
amenazado el puestero, frente a cinco transportistas que habían ido al campo a
buscar la hacienda. El peón caminó 50 metros hasta su casa, tomó una escopeta
doble caño calibre 28, volvió a la manga y mató de un escopetazo al patrón.
Está detenido por homicidio.
Juan Segundo
Echevarría, uno de los transportistas que estaba en el lugar, leyó la noticia en
La Voz del Pueblo a la mañana siguiente, antes de desayunar.
—¡Están
mintiendo! Te digo que están mintiendo, Rosa. A mí no me engañan porque estaba
ahí.
—No te
metás, Juan. Callate a ver si la ligás vos.
—No, esto no
está bien. Voy a hablar con ese del periodicucho. El Alberto era un amigo.
Madurando odio (Ejercicio)
Nació como todos nacemos, sin nada,
sólo que a él le fue mas difícil que a todos porque el siguió sin tener
nada. Su madre era muy pobre y su abuelo
era un viejo peón de campo. Viejo y
enfermo no tardo mucho en morir; lo recordaba a duras penas siempre masticando
su tabaco por las tardecitas y con el infaltable vaso de vino al lado.
Cuando se quedó
solo con Mariana Martínez, su mamá, tan solo tenía seis años, y con ella fue a
trabajar en el campo.
No tenía papá y le
dolía el alma cuando alguien por lastimarlo le decía “guacho”. Mariana murió
también dejándolo mas solitario de lo que siempre estuvo. Su enfermedad fue larga pero ella hasta último
momento trabajó y cuando ya no pudo ir al campo lavaba ropa para los demás y
con eso compraban harina, base de su alimentación.
Por un cigarrito (Ejercicio)
—¡Mamá!…El abuelo está en la cárcel— Amanda
gritó llorando.
—¿Que que qué?— respondí incrédula.
Ella entre hipos y sollozos empezó a contar:
—Se lo llevó la policía porque dicen que
balaceó a su patrón, que lo iba a despedir del trabajo disque por flojo;
discutieron, el patrón sacó una pistola, el abuelo lo desarmó y se la descargó.
Salí corriendo a la comandancia para tratar de
hablar con mi papá Eran apenas las
nueve de la mañana y con eso me almorcé el primer disgusto del día. Ya antes, había tratado de convencerlo de que no
trabajara; si tenía su pensión, para qué se malmataba por un sueldo de hambre.
Pero no, el decía que aquí era puro
aburrimiento, que mejor sacaba unos centavitos de más, para sus bilimbiques.
Llegué a la policía y me dejaron esperando,
hasta que llegara el juez calificador. Pasaron unas horas y nada, cerca de las cuatro
llegó el tal juez. Entonces me dejaron verlo. Allí estaba, acurrucado en la
banca de cemento de la celda. Hecho un ovillo, tapándose la cara con el
sombrero. Se me achicó el corazón verlo tan desprotegido, tan incapaz de
cometer delito. Cuando me volteó a ver, se le iluminaron los ojos, a mí se me aguaron.
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