jueves, 26 de junio de 2014

Ejercicio

De tapas

En mayo fui a ver a mi tío al pueblo. Le habían estirpado un tumor hacía unas semanas. Tenía mejor color de cara que el que esperaba tras la quimioterapia, supongo que gracias a trabajar en el campo, aunque la sombra de la enfermedad seguía presente. Ni siquiera el médico consiguió que dejara de hacer ninguna tarea. ¿Quién atendería los animales y el huerto?

Era un viernes por la noche, juntos fuimos al paseo, perfilado por una hilera de mesas a cada lado, todas llenas, no se sabía dónde empezaba una terraza y comenzaba la siguiente. Mi tío sí. Él se movía como Pedro por su casa. Andaba saludando a unos y otros y, en cuanto se alejaban, nos contaba su historia. Así, entre tapa y tapa supimos que al cuñado del alcalde, que tenía una empresa de construcción, le habían empapelado, que al dueño del bar le había robado su propio hermano, que el del bar de enfrente había dejado a su mujer por una camarera. Hablaba encadenando ideas y nombraba a los protagonistas por un mote, lo que complicaba la comprensión. Su mujer le seguía y apostillaba con algún comentario del tipo: “¿Has visto cómo va vestido, maño? La camarera sabrá servir cervezas pero no debe saber planchar” o “¿Has visto que ha pasado su hermano por delante y ni se han saludao?”.

Me enterneció esa complicidad que solo se rompió cuando ella fué a pagar y él, tras asegurarse de que no le veia, me pidió una calada.

No le digas nada, que luego se mosquea.” Sus ojos brillaban por la travesura. Creo que era feliz, o al menos, su vida le parecía menos mala que las de los otros.


Montse Villares


martes, 17 de junio de 2014

Ejercicio

¿TE  CONOZCO?

          En ocasiones mis demonios ganan la batalla. En esta pulsión cotidiana entre vida y muerte   me arrojan sobre mis miserias y sonríen triunfantes.
          No podía fallar. A Gladis la conozco desde, mejor no determinar el tiempo. Debía asistir a su cumpleaños sin oponerme al sitio elegido. Al considerar el atuendo pensé en usar   una falda larga para marcar diferencias. Y a último momento recobrando la cordura me decidí por un jean y una remera. Mejor pasar desapercibida.
            El ingreso antes de las 23 horas representaba no pagar entrada, de modo que acordamos con el grupo llegar temprano. Eso me dio tiempo para observar.

lunes, 16 de junio de 2014

Ejercicio: Continuación, de Esperanza. Sin adjetivos (o casi)


  Será el  hecho de que estamos  en esa época del año, cuando aprieta el calor, que me viene a la memoria un viaje que hicimos mi  mujer y yo a Sevilla en el mes de Agosto, experiencia que no quisiera repetir, pues aunque esa ciudad me inspira respeto, también me causa cierto temor.
    Llegamos desde Madrid en el Ave, cogimos un taxi e indicamos al conductor que nos llevara a un hotel  del centro, lo que el señor, muy amable así hizo. Cómo ya era tarde salimos a cenar a un restaurante próximo, donde presenciamos un “Tablao Flamenco” que nos animó a recorrer unos cuántos  bares más, para saborear la manzanilla del lugar y aspirar el aire fresco de la noche.
    A la mañana siguiente me levanté temprano y una vez aseado bajé al hall para hojear el  periódico, y comprobar si ocurría algún evento en la ciudad  al que nos apetecería  asistir, y enseguida subí a decirle a mi señora que se arreglara, porque después de desayunar íbamos a estar todo el día ocupados.
    Mi mujer se levantó del lecho, y en cuanto estuvo en pie se tambaleó y cayó sobre la cama sin ánimos de repetir, diciendo.
    -Es que este calor  me marea. Anda, no te preocupes, sal a ver la ciudad, yo me levantaré más tarde.-
    Cerré bien las ventanas antes de salir y regulé el aire acondicionado para que ella descansara, y dejé el hotel para dar un paseo por los alrededores. Dirigí mis pasos hacia el Parque de María Luisa donde me senté en un banco dispuesto a gozar de unos momentos de paz y tranquilidad, bajo la sombra de las acacias, y sin saber cómo me quedé dormido. Yo no había reparado que aquél banco tenía asientos a ambos lados del respaldo y fue al despertar cuando me percaté de que había otra cabeza al lado de la mía perteneciente a alguien sentado al otro lado del parapeto.

sábado, 14 de junio de 2014

Ejercicio de junio: cuento sin adjetivos

La lluvia
Por Pedro Conde

Con seis años ya era un maestro en la ciencia del escamoteo. Sus pies, poseedores de una costra de roña que contrastaba con las plantas, tenían la virtud de llevarlo, como por arte de magia, allá donde hubiera algo de valor, y, debido seguramente a ese mismo arte: la magia, ese algo desaparecía por el agujero de su boca o en sus bolsillos, en los cuales, al registrarle buscando las pruebas del robo, por aquello de la pobreza y de no querer ostentar posesiones indignas de su clase social, solo encontraban más agujeros.
En la cara siempre tenía una sonrisa. Le faltaba una paleta de leche que abandonó su sitio a causa de la lluvia de tortas que le propinó un vendedor en su frustración por no encontrar el objeto del que le acusó haberle robarle en la plaza del mercado.  Su encía aún no había fabricado el repuesto.

Ejercicio de junio: cuento sin adjetivos


A este texto se le han quitado todos los adjetivos, que han sido substituidos por <***> El ejercicio, juego o trabajo consiste en que cada uno le ponga los adjetivos que mejor le parezcan. O no los ponga si considera que la frase se basta a sí misma tal y como está, sin adjetivos ni floripondios. Puede ser interesante al final ver si el resultado es diferente o sí en definitiva poco importa que se escriba un adjetivo u otro.

La masajista deslizó las palmas de las manos sobre la piel, presionando con el peso de su cuerpo. Seguidamente, con las manos ligeramente ***, amasó la espalda en un *** movimiento ***. Luisa Fernanda cerró los ojos y trató de vaciar su mente de toda preocupación ***, sin conseguirlo.
—Relájese —le aconsejó la chica.

Ejercicios de junio: cuentos con un mínimo de adjetivos

EL VENDEDOR


     Hoy el mar parecía una piel, tal era su quietud. Nadé rompiendo esa serenidad que como una violación hería la inocencia de la mañana. Cuando me cansé el sol quemaba para permanecer en la arena. Subí al paseo y me senté en uno de los bancos debajo de una palmera. Un vendedor de collares y relojes me ofreció su mercancía. Lo miré con atención. Del Senegal por sus rasgos.