viernes, 25 de abril de 2008

Dar un final a esta historia (Ejercicio)

Colectivo

      La pareja espera el bote para cruzar la bocana del puerto. Mariel Hidalgo lleva un chaquetón azul marino, los vaqueros dentro de las botas altas y un moño apresado en una redecilla roja, como el que lució en la escena de la universidad de "Años perdidos". El bote llega hasta el muelle, el marinero salta a tierra, amarra la cuerda al noray, da la mano a Mariel para que suba a bordo y luego se pone a charlar con un par de lugareños, junto al surtidor de gasoil. Mariel y Sergio Montleón se sientan en un banco corrido a estribor. En la cara del chico ha hecho presa el demonio de los celos. Sin mirarla, hace la pregunta que le atormenta desde hace rato:
      —¿Dónde estuviste ayer por la tarde?
      Mariel vuelve la cabeza, extrañada.
      —Estuve con Marta, ya lo sabes.
      —Me estás mintiendo.<
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      Ella le interroga con la mirada, quiere saber a qué viene una afirmación tan rotunda. Frunce los labios, alza las cejas.
      —No seas chiquillo, no te miento: estuve con Marta.
      —Te seguí —dice él.
      Mariel Hidalgo se inclina sobre la borda, como si pudiera tocar el agua con los dedos extendidos; se da así un tiempo para pensar, pero sabe que cuando vuelva a erguirse él continuará vigilando sus ojos, un cambio en el tono de sus mejillas.
      —Te seguí —continúa el muchacho— cuando te despediste de mí en el barrio antiguo. No me fui a la Facultad, como te dije. Vi cómo salías al muelle, caminabas hacia el Acuario, tomabas el camino del Monte Urgull.
      Mariel Hidalgo se incorpora por fin. En su cara se dibuja la entrega. Trata de acariciarle, pero su mano es rechazada.
      —Subiste por el camino, yo te espiaba desde lejos para que no me vieses. En el Cementerio de los Ingleses te encontraste con un hombre.
      —Sí —admite la chica.
      —¿Quién era?
      —No puedo decírtelo.
      —¡Claro que no puedes decírmelo! ¡Nos ha jodido!
      —No te engaño, Sergio. O sí te engaño, pero no en el sentido que tú crees.



      -Era mi padre. Nunca lo había conocido. Él me descubrió, pactó nuestro primer encuentro junto a la tumba de mi madre. Ella había mantenido el secreto hasta la muerte, tal vez creyéndose incestuosa. El hombre, al fin de cuentas, había sido el amante de mi abuela por años. Me ha alterado un poco pero , en definitiva es un desconocido. Esta será la última vez que nos vemos. Después de años de fantasías, la situación me ha desencantado. Eso es todo.[MAESTER]


      —¡Qué dolor!
      —No sufras inútilmente. El hombre que viste es mi padre. Soy hija ilegítima y su familia desconoce mi existencia.
      Lamento haber revelado su secreto y mi angustia. Tu estupidez supera nuestra reserva y lo siento. [MARTA IRIS]


      Bueno, evidentemente Mariel oculta algo.
      Algo que la avergüenza, algo que hace cambiar el color de sus mejillas.
      Claramente dice que el hombre no es lo que Sergio cree: es decir, no es un amante.
      Podemos creerle a Mariel, o no. Yo prefiero creerle.
Veamos, ¿qué puede ocultar Mariel:
      Es un familiar?
      Es un profesional en alguna cosa el hombre?
      Esas cosas difíciles de la vida?
      Es un médico?
      Un polícía? Un abogado, un cura? [PILAR DUBLÉ]


      Podría ser un hermano, hasta entonces dado por muerto por algún problema en su juventud....
      O un antiguo pretendiente en apuros...
      O un hombre que le propone trabaje para él... [MONTSE]







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