martes, 19 de agosto de 2008

La puerta 24

Liliana Savoia

      Revoloteaban nubes negras sobre los techos del Agudo Ortiz, nosotros lamentábamos llegar al final de la tarde, pero era el único tren que tenia parada en ese lugar alejado de Dios y del mundo.
      Nos fuimos internando, según las indicaciones de nuestro empleador, en un paraje de árboles crispados y sin hojas, mientras avanzaba una copiosa bruma gris que parecía envolverlo todo.
      Con mucha dificultad llegamos a la puerta del Psiquiátrico, nos recibió el Director quien nos había contratado de urgencia, dado que según argumentaba, una fuerte gripe había enfermado a toda la colonia.
      Un viejo reloj victoriano completamente exánime escurría de la pared como una gran mancha congelada en el tiempo. Sus agujas parecían apuntarnos hacia un espacio tridimensional que nos hizo estremecer.
      Los internos dormían en su mayoría, aunque en lo profundo de los pasillos quebraban el silencio quejidos y balbuceos que nos adelantaban a quienes tendríamos que atender y controlar.
      Después de la recorrida por los pabellones, donde contamos 24 puertas, y tratando de asimilar las indicaciones de Dr. Foster, éste nos entrego a cada uno un manojo con 23 llaves. No nos atrevimos a preguntar por la que faltaba. El director se adelantó a nosotros y dejando entrever una sonrisa desgarbada, con la llave faltante en su mano dijo— Por favor, es mi sala de estudios les agradecería que no me interrumpieran mientras trabajo. Yo mismo me ocupo de la limpieza.
      Como enfermeros que somos nos dedicamos inmediatamente a cumplir con nuestras tareas en medio de toda esa desesperación insondable, donde apenas si se esbozaba algún resquicio de cordura.
      Seres sumidos en las profundidades del alma, ahogados en los mares de la locura.
      Aun así cumplíamos con nuestras obligaciones.
      En los dos meses que llevamos de trabajo murieron varios internos, se nos Comunicó que la causa había sido una gripe fulminante, quizás resabios de la cepa que había azotado la colonia semanas atrás. Nadie reclamó sus cuerpos, la mayoría de los enfermos no tenían familiares.
      No se nos permitió vestir los cadáveres para darles una digna sepultura, pero dado la personalidad del Director, guardamos silencio y no volvimos a tocar el tema.
      La tarde del martes , después de repartir las dosis de medicamentos habituales a los enfermos , salimos para hacer la ronda nocturna, desde el pasillo oeste escuchamos una respiración agitada que descuartizó la noche Tal vez por la oscuridad de los pasillos o por la torpeza del conteo nos encontramos abriendo la puerta 24 con una de las otras llaves.
      Lo que vimos nos hizo caer en pánico.
      Una capa ensangrentada se adhería a los muros de ladrillos ennegrecidos por mil y un Pecados.
      El Dr. Foster luchaba sobre el cráneo abierto de un infeliz, mientras un líquido ambarino se desperdiciaba corriendo lentamente por la mesa de acero.
      Sus manos se alzaron en un ademán funesto e inútil, nosotros, tropezamos no una, ni dos, ni tres, si no mas de mil y solo después de que llegamos a la humilde Estación logramos articular palabra.
      Ya en la ciudad, la agencia liquidó nuestros sueldos, le entregamos las 23 llaves firmando la renuncia argumentando que una fuerte gripe nos impedía cumplir con los Enfermos.
      Jamás mencionamos el incidente. La oscuridad de la noche no logra vencer nuestros párpados para abrazarnos en el sueño, el horror de esa imagen quedará impresa en nuestra memoria provoca.

3 comentarios:

  1. Liliana nos trae un cuento de terror. El Dr. Loco tiene una oficina y es poseedor de la única llave. Allí suceden cosas horripilantes que un par de enfermeros descubren, para su horror vitalicio.
    Hay un par de cosas que no me convencen. No parece muy probable que alguien que tiene algo que ocultar sustituya a todo el personal de golpe. Eso no se dice directamente, pero de deduce.
    Otra cosa es la llave. Es demasiada casualidad que una llave equivocada abra precisamente la puerta del misterio.
    Por cierto que no sabemos nada de los enfermeron en sí, ni siquiera los nombres.
    Lo que tengo que elogiar es que, a pesar de varios elementos "clásicos", realmente produce terror, cosa que no es fácil, y ello porque la escena culminante llega sin que se malogre la sorpresa.
    Está bonito lo de los árboles crispados.
    Otras cosas, sugerencias.

    Revoloteaban nubes negras sobre los techos del Agudo Ortiz, punto y coma nosotros lamentábamos llegar al final de la tarde, pero era el único tren que tenia parada en ese lugar alejado de Dios y del mundo.
    un paraje de árboles crispados y sin hojas
    Sus agujas parecían apuntarnos ¿apuntar?
    adelantaban a quienes tendríamos que atender y controlar.
    Después de la recorrida por los pabellones, donde contamos 24 veinticuatro puertas,
    en medio de toda esa desesperación ¿desesperanza?
    varios internos, ¿y? se nos Comunicó

    La tarde del martes , después de repartir las dosis de medicamentos habituales a los enfermos , salimos para hacer la ronda nocturna, punto y coma desde el pasillo oeste escuchamos una respiración agitada que descuartizó la noche punto Tal vez por la oscuridad de los pasillos o por la

    Una capa ensangrentada no entiendo esto: ¿es una capa, prenda de vestir, o una capa de sanra sobrela pared?
    un líquido ambarino se desperdiciaba no me parece adecuada la palabra. Podría ser se desparramaba, se perdía, se derramaba corriendo lentamente por la mesa de acero.
    Sus manos se alzaron en un ademán funesto e inútil, y nosotros, tropezamos no una, ni dos, ni tres, si no mas de mil veces y solo después de que llegamos a la humilde Estación logramos articular palabra.
    Ya en la ciudad, la agencia liquidó nuestros sueldos, le entregamos las 23 llaves firmando la renuncia argumentando que una fuerte gripe nos impedía cumplir con los Enfermos.
    Jamás mencionamos el incidente. La oscuridad de la noche no logra vencer nuestros párpados para abrazarnos en el sueño, el horror de esa imagen quedará impresa en nuestra memoria provoca

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  2. Bueno, confieso que el cuento no me gusta demasiado. Lo encuentro un poco confuso e ingenuo en el planteamiento, y algo monocorde en la redacción.
    Un número indeterminado de enfermeros, que la autora no quiere precisar, es contratado por una agencia de empleo para un hospital psiquiátrico, con motivo de las bajas laborales producidas por una epidemia de gripe. Como el cuento está escrito en primera persona del plural, esos enfermeros pasan a ser los protagonistas de la acción, y todos ellos (o uno en su nombre) nos cuentan la historia. Se trata de un plural extraño, que parece creado en segunda instancia, sobre un primitivo narrador individual; una corrección desafortunada, si es ese el caso. Digo extraño porque esos enfermeros actúan como un solo hombre, al unísono: todos lamentaban, todos se iban internando, todos llegaban, todos habían sido contratados, todos se estremecían, todos contaban las puertas, todos acabaron abriendo la puerta número veinticuatro, todos huyeron, todos tropezaron, etc. No sé por qué razón les dieron un juego de llaves a cada uno, si habría bastado uno para todos.
    La elección del plural, tan caprichosa aquí, tan cargada de trampas (hasta Flaubert empezó Madame Bovary en plural y lo abandonó, sin dejar señas, en el primer capítulo. Pero tengo que abandonar yo la fea costumbre de escribir entre paréntesis, o Montse me reñirá), es el elemento más perturbador de este cuento, pero no es el único. Ignoramos la edad de Liliana, como ignoramos la edad con la que ella escribió este cuento; sin embargo quiero decir que encuentro una cierta ingenuidad en la historia, que la afea. Una ingenuidad en cuanto a la historia en sí (un relato de miedo: psiquiátrico, anochecer, brumas, locos, director misterioso, llave de menos, sangre, terror, huida), y también ingenuidad al pretender que basta con la exageración en los términos para crear tensión. Hay que tener cuidado con las exageraciones, porque pueden arquear las cejas del lector, y hasta darle risa. Tres exageraciones: «una respiración agitada descuartizó la noche», «tropezamos no una, ni dos, ni tres, si no [sino] mas [más] de mil [imagino que veces, aunque la palabra se ha omitido]», «provocando un insomnio eterno».
    Tiempo tendremos para leer más cuentos de Liliana, y para sugerirle algunas cosas que debe observar siempre. Como acabar los párrafos poniendo un punto, o como crear sangrías al empezar cada nuevo párrafo. De momento, este cuento sirve para que la autora compare las críticas recibidas esta vez con las que recibirá por un cuento nuevo que escriba en Agosto de 2009. Con toda seguridad dentro de un año (y dentro de seis meses también) le afearemos muchísimas menos cosas.
    Algunas otras cositas, por si son de utilidad.
    «Le entregamos las 23 llaves firmando la renuncia argumentando». Hum, tenemos bastante ojeriza a los gerundios, porque muchas veces se emplean mal. El primero de estos gerundios es un ejemplo: la firma de la renuncia es una consecuencia de la entrega de las llaves, es algo que se hace a continuación, pero no al mismo tiempo. El segundo gerundio, sin embargo, es correcto (aunque feo por rimar) porque argumentaron en la renuncia.
    Hay una repetición de las ideas en la descripción del reloj: si es victoriano es viejo, y si está exánime, lo está completamente. Sería bueno quitar ambas cosas, “viejo” y “completamente”. Por otra parte me resulta muy difícil entender y representarme en la cabeza la posición de las agujas.
    El líquido ambarino se “desperdiciaba”. Vaya, seguro que Liliana encuentra un verbo mejor.
    «Una capa ensangrentada se adhería a los muros de ladrillos ennegrecidos por mil y un pecados». No entiendo lo que se me está contando. Además, ¿pecados? ¿Qué tienen que ver aquí los pecados?
    «El Dr. Foster luchaba sobre el cráneo abierto de un infeliz». ¿Luchaba? Tampoco puedo representarme esta imagen. ¿Está bien elegido el verbo? ¿Se trata de una autopsia? ¿Si es así, en qué consiste el horror? Quedaría mejor decir “doctor”, en lugar de “Dr”.
    Bienvenida, Liliana, espero que te diviertas con nosotros. Ya puedes mandar el segundo cuento que comentabas, pues mañana vamos a colgar los que se hayan recibido.

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  3. Debe ser mi prejuicio, pero le encuentro demasiados lugares comunes. La trama es excesiva en cuanto a su concisiòn.

    Liliana, creo que fallastes en tu objetivo: hacernos estremecer, si no de medio, de repugnancia.




    Liliana

    Revoloteaban nubes negras sobre los techos del Agudo Ortiz, nosotros lamentábamos llegar al final de la tarde, pero era el único tren que tenia parada en ese lugar alejado de Dios y del mundo.
    Nos fuimos internando, según las indicaciones de nuestro empleador, en un paraje de árboles crispados y sin hojas, mientras avanzaba una copiosa bruma gris que parecía envolverlo todo. TIPICO PREAMBULO A CUENTO DE TERROR PRIMARIOSO.
    Con mucha dificultad llegamos a la puerta del Psiquiátrico, nos recibió el Director quien nos había contratado de urgencia (SINTAXIS FORZADA), dado que según argumentaba, una fuerte gripe había enfermado a toda la colonia.
    Un viejo reloj victoriano completamente exánime escurría de la pared como una gran mancha congelada en el tiempo. Sus agujas parecían apuntarnos hacia un espacio tridimensional que nos hizo estremecer.
    Los internos dormían en su mayoría, aunque en lo profundo de los pasillos quebraban el silencio quejidos y balbuceos que nos adelantaban a quienes tendríamos que atender y controlar.
    Después de la recorrida por los pabellones, donde contamos 24 puertas, y tratando de asimilar las indicaciones de Dr. Foster, éste nos entrego a cada uno un manojo con 23 llaves. No nos atrevimos a preguntar por la que faltaba. El director se adelantó a nosotros y dejando entrever una sonrisa desgarbada, con la llave faltante en su mano dijo— Por favor, es mi sala de estudios les agradecería que no me interrumpieran mientras trabajo. Yo mismo me ocupo de la limpieza.
    Como enfermeros que somos nos dedicamos inmediatamente a cumplir con nuestras tareas en medio de toda esa desesperación insondable, donde apenas si se esbozaba algún resquicio de cordura.
    Seres sumidos en las profundidades del alma, ahogados en los mares de la locura.
    Aun así cumplíamos con nuestras obligaciones.
    En los dos meses que llevamos de trabajo murieron varios internos, se nos Comunicó que la causa había sido una gripe fulminante, quizás resabios de la cepa que había azotado la colonia semanas atrás. (NO HAS ACLARADO EL AÑO O EL TIEMPO, PORQUE AHORA NADIE, NI SIQUIERA EN EL TERCER MUNDO, MUERE DE GRIPE) Nie reclamó sus cuerpos, la mayoría de los enfermos no tenían familiares.
    No se nos permitió vestir los cadáveres para darles una digna sepultura, pero dado la personalidad del Director, guardamos silencio y no volvimos a tocar el tema.
    La tarde del martes , después de repartir las dosis de medicamentos habituales a los enfermos , salimos para hacer la ronda nocturna, desde el pasillo oeste escuchamos una respiración agitada que descuartizó la noche Tal vez por la oscuridad de los pasillos o por la torpeza del conteo nos encontramos abriendo la puerta 24 con una de las otras llaves.
    Lo que vimos nos hizo caer en pánico.
    Una capa ensangrentada se adhería a los muros de ladrillos ennegrecidos por mil y un Pecados.
    El Dr. Foster luchaba sobre el cráneo abierto de un infeliz, mientras un líquido ambarino se desperdiciaba corriendo lentamente por la mesa de acero.
    Sus manos se alzaron en un ademán funesto e inútil, nosotros, tropezamos no una, ni dos, ni tres, si no mas de mil y solo después de que llegamos a la humilde Estación logramos articular palabra.
    Ya en la ciudad, la agencia liquidó nuestros sueldos, le entregamos las 23 llaves firmando la renuncia argumentando que una fuerte gripe nos impedía cumplir con los Enfermos.
    Jamás mencionamos el incidente. La oscuridad de la noche no logra vencer nuestros párpados para abrazarnos en el sueño, el horror de esa imagen quedará impresa en nuestra memoria provoca.

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    BUENO, querida Liliana. Creo que no convenciste a nadie. No importa. Continúa escribiendo más esperpentos góticos, hasta que seas capaz de enfermarnos de miedo y oscuridad.

    Te recomiendo que leas algunos cuentillos de Clive Barker.

    Un beso, Juan Abril.

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