domingo, 11 de enero de 2009

Pasado, ejercicio

Mirta Leis

      A veces internarse en el pasado significa afrontar ciertos recuerdos que pueden llegar a desestabilizarnos. Es por eso que la rutina diaria oficia de sutil coraza protegiendo sin dudas nuestro equilibrio, pero en algún momento, sin siquiera proponérnoslo, ese pasado nos visita con forma de viejas fotos, cartas, recortes de diarios, libros, que desordenan un rincón.
Irremediablemente las evocaciones comienzan a surgir y nos conducen por un laberinto casi infinito.
      Los recuerdos hechos papel se deslizan entre las manos con lentitud, pero los pensamientos ruedan cuesta abajo con inusitada velocidad. Las imágenes fluyen sin permiso con afán de ser protagonistas: un beso fugaz, aquella flor, una playa, esa despedida, un primer arrullo, unos inquietantes ojos azules, el vestido negro, un gato gris…, la galería es enorme y se expande en distintas direcciones formando una increíble maraña.
      Por el poder de la mente, el tiempo gira hacia atrás, y los recuerdos cobran vida llenando el espacio de risas, lágrimas e imperceptibles temblores. Estamos allí, en nuestro pequeño e increíble mundo, territorio habitado por entes del pasado y acompañado por temores, deseos y sentimientos acumulados día tras día.
      Enfrentarnos a los recuerdos supone una excitante aventura imposible de compartir en toda su dimensión; cuando transitamos el pasado, las imágenes se vuelven sensaciones y nos erizan la piel: La brisa del mar, los brazos del amante, el odio, el deseo, la ira, componen una mezcla insolente en la que nos envolvemos sin remedio; la espiral avanza, nos aprieta, nos asfixia, nos conduce por increíbles corredores cuyas puertas casi nunca abrimos.
      Recorremos nuestro mundo privado, aquél lugar único, que es a la vez refugio y trampa. Allí curamos las heridas abiertas, nos damos consuelo con indulgencia y perdonamos, pero, rara vez, avanzamos un poco más. Al calor de la autocompasión frenamos el descenso y acurrucamos el dolor hasta rehacer la armadura con la que enfrentaremos una nueva lucha.
      Otras veces, en cambio, entretenemos el camino sentándonos a paladear el sabor de la venganza (que nunca termina siendo todo lo dulce que quisiéramos).
      Abrimos túneles oscuros en los que vemos las miserias que escondemos a los ojos del mundo, encontramos pasadizos donde reinan nuestras cobardías cotidianas, y por qué no, hallamos interminables listas de utopías engalanando salones.
      Si a pesar de todo seguimos adelante en aquella visita poco usual, inexorablemente, llegaremos a enfrentarnos con un niño, ese, de la mirada confiada, el de la entrega total, el que hunde las manos en el barro, el que camina descalzo y comparte dulces con su mascota, el que se moja con el agua del arroyo y seca su cuerpo tranquilamente al sol, sin tiempos, sin miedos, sin dudas…, feliz. Entonces, solo entonces, habremos recuperado nuestro pasado.

3 comentarios:

  1. El texto está bien escrito, no puedo aportar nada en ese sentido, todo está redactado de un modo muy correcto.
    Lo que pasa es que se trata de una reflexión íntima, una reflexión que no encierra ninguna acción, ningún personaje, ninguna historia. Yo creo que la intención del ejercicio no era obtener una reflexión por escrito, sino una historia contada por medio de un diálogo, o de un monólogo. Me habría gustado, por ejemplo, un diálogo a lo largo del cual se pudiera ver la demostración de esto que se nos explica, un diálogo entre dos o más personajes, que revele una evocación, el modo en que la vida ha cambiado a los personajes, la nostalgia con nombre y apellidos; es decir, que no se nos dijese algo, sino que se nos mostrase.
    Puede que el enunciado del ejercicio no fuera todo lo inapelable que debiera. Puede que bajo la figura de monólogo quepa todo lo divino y lo humano. Me parece que debemos intentar siempre contar una historia, un cuento.

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  2. Creo que no hay historia sino descripciones de situaciones y estados de ánimo. Tal vez podría ser el granito de una historia.

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  3. Creo que no hay historia sino descripciones de situaciones y estados de ánimo. Tal vez podría ser el granito de una historia.

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