miércoles, 5 de agosto de 2009

La foto

Emilio La Rosa

      Caminaba por la alameda de Los Descalzos contando los pasos para retardar la soledad de mi apartamento desierto, cuando divisé a unos metros algo que brillaba en el suelo, creí que era un pedazo de papel celofán. Me acerque intrigado para ver ese objeto que me atraía como un imán. Era la foto de una mujer de cabellos largos y negros, con mirada inquisitiva y enigmática. Sus ojos grises comunicaban a su rostro un aire misterioso y sus labios color carmesí, ensayaban púdicamente una tenue sonrisa que amenguaba la intensidad de la mirada. Pero había algo en ella que no podía descifrar, eran las interrogaciones que afloraban de sus ojos y sus labios.
      Recogí la foto luego de haberla escudriñado en el suelo y me di cuenta que quemaba, le eché la culpa a los rayos del sol y volví a observarla con atención durante un tiempo interminable. Cuando llegué a casa y pude ver la hora en el reloj del salón, me di cuenta que la había estado contemplado durante más de dos horas. Y sin embargo, la temperatura de la foto no había descendido. Cogí un termómetro, lo puse encima del retrato y al cabo de un minuto, el aparato marcaba treinta y siete grados centígrados, la misma temperatura del organismo. La guarde en el bolsillo de la camisa para preparar mi cena y su calor invadió mi piel, expandiéndose por todo mi cuerpo como si una corriente eléctrica atacara mi ser. Sentí miedo, y luego pánico al percibir ese calor en mi corazón que empezó a latir con fuerza y rapidez, tratando de salirse por la boca. Sin reflexionar, retiré la foto del bolsillo y la escondí en el frigorífico..
      Al cabo de un tiempo y ya en el salón, escuché ruidos provenientes de la cocina. Vivía solo, ninguna otra persona tenia las llaves de mi apartamento, eran las diez de la noche, y no podía creer que alguien hubiese entrado con buenas intenciones. Entonces, saqué un revolver que guardaba en la biblioteca, me acerqué cautelosamente a la cocina, no vi nada, prendí la luz para poder observar mejor, no había nadie, pero escuché claramente estornudos de alguien escondido en el frigorífico. Lo abrí, manteniendo el revolver listo para disparar, no había nadie y los estornudos callaron. Retiré la foto y al contemplarla, la solté porque conservaba aun cierto calor y me parecía que era otra persona. En realidad, era la misma, solo que llevaba atuendos de invierno. Un chullo cubría sus cabellos, una bufanda ocultaba su cuello y una casaca la protegía de una temperatura inclemente. Abrí nuevamente el frigorífico para percatarme que la temperatura era de cero grados centígrados.
      Excedido por tantos hechizos, boté la foto a la basura y al cabo de algunos segundos, escuché un ruido metálico que provenía del basurero, lo abrí para sacarla; la mujer se estaba tapando la nariz con la mano derecha y ahora vestía un traje de verano de color rojo y sus atuendos invernales habían desaparecidos.
      En ese momento maldije el instante en que la recogí, quise quemarla pero una fuerza desconocida me lo impidió, cada vez que prendía fuego con el encendedor, la llama se apagaba cuando acercaba la foto. La deje en la cocina y me fui a dormir.
      Esa noche soñé que estaba sentado al borde de un lago techado de enormes nubes grises y amenazadoras que ocultaban a un sol impotente. Una mujer de larga cabellera y traje oscuro, que le cubría hasta los talones, se acercaba lentamente; sus pasos eran imperceptibles como si caminara en el aire, no hacían ruidos y avanzaba moviendo los brazos en el aire. Pude percatarme de su presencia cuando tapó mis ojos y preguntó si me acordaba de una niña de pelo rubio que pasaba todos los días por mi casa.
      ─¿Eres tú, Norma? le pregunté.
      Un silencio eternal esperó una respuesta que nunca llegó. En su lugar, recibí una salva de carcajadas perturbando la tranquilidad de las nubes que en represalia nos mojaron. La lluvia se desencadenó con truenos y relámpagos, obligando a refugiarnos en la cabaña más próxima. Allí sentados frente a frente puede verla con mayor nitidez, era la mujer de la foto pero mucho más joven. Esa imagen era un testigo pálido de lo que su presencia provocó en mi ser. Todos los pedazos de su cuerpo tocaban una maravillosa sinfonía que derramaba sensualidad y provocaba una sensación de serenidad y equilibrio interior. No puede menos que admirarla y beber de su belleza hasta embriagarme con sus palabras, gestos, miradas y silencios. Quise abrazarla, besarla y decirle que la amaba desde siempre, pero hice todo lo contrario, y impostando la voz le pregunté qué era lo que más deseaba.
      ─ Anhelo volver a vivir─ susurró.
      Sorprendido, le dije que no entendía su respuesta. Entonces me contó la historia de la pasión de amor que la llevó a la tumba. Ahora, quería volver a vivir para volver a amar, pero esta vez ansiaba amar más con el cerebro que con el corazón.
      ─ ¿Que debo hacer para volverte a la vida? la interrogué.
      ─ Ir a mi tumba, en ella encontraras las instrucciones ─ respondió, al mismo tiempo que se esfumaba y el humo dibujaba su nombre. Se llamaba María Helena de la Torre Muñoz.
      Esa mañana desperté con una sola idea en la mente, ir a la cocina, tomar la foto y admirarla.
      Ahora, lucia un vestido celeste, sonreí y me miraba como reclamándome algo que debía hacer. La había amado en mi sueño, pero tenia miedo de ir al cementerio y enfrentarme a un muerto. Entonces, deje pasar los días pensando que mi sueño y la foto, guardada en un baúl, irían diluyéndose poco a poco. Pero, al cabo de dos semanas, una noche al llegar a casa, mi vecina vino a verme desesperada porque durante todo el día había escuchando ruidos que provenían de mi apartamento y que creía eran golpes de puño de alguna persona. La sangre se me helo cuando la escuché decir que también había escuchado voces de mujer y que estuvo a punto de llamar a la policía, pero como esas voces se callaron, prefirió esperarme .
      ─ Espero que no tenga una mujer confinada en un armario ─ me recriminó, antes de despedirse.
      Corrí hacia el baúl para liberarla y pude darme cuenta que estaba llorando y sus lagrimas mojaban mi mano que sostenía la foto. Le prometí que iría esa misma noche al cementerio, sin saber cómo iba a ingresar. Faltaba aun más de media hora para que cerraran las puertas, tomé un taxi y fui a encontrarme con ella en su propia tumba.
      Llegué unos minutos antes y pude ingresar sin ser visto por el guardián que estaba cerca de la puerta principal, me escondí al interior de una cripta y esperé la oscuridad de la noche para ir a su encuentro. Al cabo de un buen rato, me di cuenta que no tenia la dirección exacta de la tumba y sin pensar saqué la foto de mi bolsillo. Maria Helena sonreía y su dedo índice derecho perecía indicarme algo. Coloqué la foto frente a mis ojos y puede observar que su índice se movía señalando el camino a seguir como si fuera una brújula. Así pude llegar hasta su sepultura. Un bloque de mármol cubría su tumba, en ella esta inscrito su nombre, la fecha de nacimiento y de deceso, y un poema que traté de memorizarlo, en él se encontraba sus instrucciones.

      Los truenos y relámpagos
      del amor,
      me llevaron a la tumba.
      Ellos serán mi salvación.

            María Helena


      Durante el regreso, repetí infinidad de veces el poema, tratando de descifrar el mensaje que le devolvería la vida. Al cabo de una hora y luego de haber rumiado esas frases no había descubierto nada; saqué la foto para ponerla debajo de la almohada de mi cama, María Helena me mostraba la palma de su mano izquierda, en ella estaba escrito la palabra Grecia.
      ─ Eureka ─ grité y creí encontrar la solución. Los truenos y la Grecia me llevaban directo a Zeus y busqué en la mitología algún indicio que pudiera orientarme. Zeus, padre de Afrodita, tuvo muchas aventuras y amantes, frutos de las cuales nacieron muchas deidades y héroes. La hermosa Helena fue su hija, pero la descarté porque provocó una guerra. Luego de una larga noche de lectura, de falsas pistas, de marchas y contramarchas, me di cuenta que Afrodita, la diosa del amor, tenia en sus manos la solución del enigma y que era yo quien debía ponerlo en práctica.
      En mi sueño la había amado y adorado, pero la realidad era diferente porque no admitía la idea de querer a una mujer venida de ultratumba, por más bella y maravillosa que sea. El solo pensar en aquello, me producía desazón, angustia, deseos de correr y desaparecer.
      Los lloros de Maria Helena me sacaron brutalmente de esas elucubraciones, sentí calor y luego frió en mi pecho, tenia empapado de lagrimas el bolsillo de la camisa donde guardaba la foto. La saqué y le prometí que haría todo lo posible para amarla, pero que me diera tiempo. Sin embargo, no lo necesité porque al cabo de una semana todo en mi había cambiado, ahora solo pensaba en ella, vivía para ella, mis deseos, mis pensamientos, mis proyectos, todo giraba alrededor de ella. Mi vida se fue llenando de ella hasta que su presencia se volvió indispensable. Fue en ese momento que ese gran amor le dio el soplo existencial que necesitaba para volver a vivir. Hoy nos amamos con la fuerza del corazón y los sentimientos del cerebro. Sé que algún día me abandonara, pero que importa, si la amo a cada instante de mi vida y ella también.

      Paris 31 de julio de 2009

2 comentarios:

  1. Hola Emilio,
    La historia me ha encantado. Me parece muy original, es de esas ideas que me recrimino no tener.
    Encuentro en la historia algunas lagunas que sería conveniente llenar, o algunos matices que pulir para que quede redonda. Serían estos:
    Habría que especificar un motivo que hiciera a Maria Helena justa receptora de esa segunda oportunidad para amar. Casi todo el mundo lo ha hecho como ella, ¿por qué ella sí tiene la oportunidad de volver y los otros no? Se me ocurre que también podrías hacer que esa misma noche en el cementerio el protagonista se encontrara con un par de tipos que como él, guiados por una foto, vayan buscando otras tumbas. Así esta situación sería más común de lo que pensamos y Maria Helena menos especial.
    Se me antoja que un tipo al que le sucede lo que a nuestro protagonista, cuando empieza ver lo raro de la foto y de los sucesos extraños que acarrea, tiene bastantes diálogos interiores, se hace bastantes preguntas, y en el texto, esto, apenas se ve. Su comportamiento viene a ser algo frío. Tal vez convendría ampliar esta parte. Un ″sintió miedo″ no es bastante para transmitirlo.
    Voy a hacer algunas puntualizaciones sobre el texto:
    ″… para retardar la soledad de mi apartamento desierto." Creo que sobra lo de desierto, la soledad del apartamento ya lo dice.

    ″ …suelo y me di cuenta que quemaba″ Me parece excesivo. Un poco más adelante explicas que tiene la misma temperatura que el cuerpo humano. Y eso al tacto no da esa sensación. Hace unos días mi hijo estaba con fiebre y cuando le tocaba con la mano la frente, notaba que estaba caliente o no lo notaba, según la temperatura le subía o bajaba, pero nunca me pareció que quemara.

    ″… pero escuché claramente estornudos de alguien escondido en el frigorífico." La narración está en primera persona, por lo que él no sabe aún de dónde vienen los estornudos. Decir que escuchó claramente estornudos de alguien escondido en el frigorífico es muy aventurado. Lo podría aceptar de un narrador omnisciente pero no de este. Creo que aquí se te fue el santo al cielo y mientras escribías abandonaste el lado del protagonista y te pasaste al del lector dando cosas por supuestas.

    ″… en ella estaba escrito la palabra Grecia." Pues no sabría decirte si está bien o no, pero a mí me suena fatal. No concuerda el género del verbo con el de la palabra. Pregunto a los que más saben.

    Algunos acentos faltan y otros sobran, te pondo algunos, seguro que hay otros que se me pasaron por alto.
    Deje por dejé, Que por qué(interrogativo), tenia por tenía, solo por sólo, frió por frío y mi por mí.

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  2. Hola Emilio, he hecho dos comentarios a tu cuento pero no se donde han ido. No me hago con el yahoo. Ahora va el tercer intento. Decirte que me parece un relato excelente, pero sobre todo me ha gustado la primera parte; lo de la foto viviente. Cuando el texto se ha ido a acertijos y codigos me ha dejado más frío.
    Me ha parecido por ello que al texto le falta unidad. A mi me ha parecido mucho mejor la primera parte de un tono mas "oscurista".
    Es mi humilde opinión. Un saludo.

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