domingo, 21 de febrero de 2010

Inexorable

Belisa Bartra

      La gota resbaló por su labio inferior e inició un lento recorrido por su barbilla hasta dejar una impertinente mancha rojiza en su camisa antes inmaculada. Dailh la observa incrédulo, en un descuido se había mordido. En realidad era inevitable dadas las circunstancias. Palpó su dentadura y constató lo que ya había empezado a sospechar: algunos dientes le crecían cada noche unos milímetros. La anterior había sido especialmente productiva, puesto que ya no podía esconder los colmillos superiores tras sus labios.
      La rabia le invadía, necesitaba volver a la normalidad. Cerró los párpados con fuerza e intentó concentrarse en buscar una solución adecuada. Escuchó los pasos de su madre que se acercaban a la puerta del dormitorio y a continuación el golpeteo en la puerta. Irritado, respondió con un escueto: «estoy ocupado». En ese momento recordó la lima eléctrica de su madre, esa con la que se arreglaba las uñas y que giraba como un taladro.
      Escondió la boca detrás de una mano y abrió la puerta con cautela. Se aseguró de que el pasillo estuviese vacío y caminó silencioso los metros que le separaban del cuarto de su madre. Una vez dentro revolvió todo hasta encontrar la lima en un cajón del armario. Enchufó el aparatito al tomacorriente del tocador y lo encendió. Se preguntó si dolería. Por un momento se entretuvo considerando la posibilidad de aceptar su nueva dentadura, y por ende su condición y evitarse así la molestia de aquella absurda castración, pero la sonrisa que observaba desde el espejo le convenció de que la decisión era correcta.
      El dolor del primer contacto le puso los pelos de punta. Dailh desenchufó de un tirón la lima y la arrojó al suelo con rabia. Alcanzó la puerta en dos zancadas y comenzó a recorrer la casa, rápido como un cazador, husmeando por los rincones, buscando a su madre.
      Cuando la descubrió en la cocina, su mirada horrorizada le indicó que era consciente de su nueva naturaleza, observó su miedo plasmado en las pupilas encogidas y encontró embriagadora la sensación de poder. Un olor irresistible en el ambiente le sacudió y reconoció en él la atracción de la sangre. Sin poder evitarlo manchó su camisa nuevamente.

3 comentarios:

  1. Fíjate Belisa, qué cosas: hace pocos días recordaba tu cuento de ¿La Señora Berta, era? Creí que sería uno de los publicados, pero no.
    Bueno, da igual.
    De este me gusta el título, y aunque el tema de vampiros esté un mucho trillado, no salen hasta la última línea, aunque hay un par de pistas muy vagas. Bien eso.

    Un par de detalles, apenas:
    . Escuchó los pasos de su madre que se acercaban a la puerta del dormitorio y a continuación el golpeteo en la puerta. Irritado, respondió con un escueto: «estoy ocupado». En ese momento recordó la lima eléctrica de su madre, esa con la que se arreglaba las uñas y que giraba como un taladro.
    Escondió la boca detrás de una mano y abrió la puerta con cautela



    , y por ende su condición pista uno y evitarse así la molestia de aquella absurda castración,

    pero la sonrisa que observaba desde el espejo le convenció de que la decisión era correcta. Jeje, bueno esto


    Dailh ¿árabe? ¿Ya llegó Eurabia? desenchufó de un tirón la lima



    rápido como un cazador pista dos, husmeando por los rincones, buscando a su madre.


    observó su miedo plasmado en las pupilas encogidas veamos: esto suena bien, mucho mejor que dilatadas, que sería lugar común. Pero, detalle sin trascendencia, el miedo dilata las pupilas. no las encoge. No lo cambiaría para nada, igual.


    __._,_.___

    ResponderEliminar
  2. En realidad, no, no lo voy a comentar, pero al menos voy a indicar algunas cosillas que –a mi entender- habría que revisar, las marqué con colores sobre el texto.

    Las reiteraciones.

    Cuando aparecen sílabas que se repiten tan pero tan seguidas, se dificulta y empaña la lectura. El ritmo se vuelve tortuoso, cortado, y hay que esforzarse demasiado para seguir leyendo, encima confunde, y cansa. La lectura de cualquier texto debería resultar placentera, y no esforzada, cada par de pasos una baldosa floja, un bache, me caigo, me levanto, sigo, me vuelvo a caer, y ya no sé por dónde voy..

    En el primer renglón hay dos terminaciones en ó, y dos por su. Sobre 14 palabras. El 28%, no me quiero imaginar si esto siguiera así.

    Hacia la mitad del primer párrafo, el relator se encaprichó con los ía, casi uno por renglón, y encima se olvidó de que venía la tía que veía a esos ía con mucha simpatía y casi se parece a Gieco cantando la de los Orozco.

    También suena mal la repetición del su madre, a pesar de estar separadas con 2 y 3 renglones.

    Sobre las reiteraciones, pienso que si es posible eliminarlas buscándole la vuelta al texto, no son necesarias. En este relato es posible reducirlas a mucho menos de la mitad.

    En la segunda frase hay un cambio de tiempo en el verbo observar, debería continuar, como viene, en pasado.

    Belisa, voy a leer tu otro cuento.

    ResponderEliminar
  3. Lo primero, veo que es un texto muy breve. Eso hace difícil poder hacer un buen balance. Falta historia previa y posterior. Es una especie de microrrelato donde toda la tensión se concentra en el momento del descubrimiento de la condición de bestia del protagonista, y su primer banquete de sangre. Creo que eso está conseguido. Me gusta la literatura fantástica, y por eso este relato me gusta.

    De todas formas, creo que tienes la oportunidad de profundizar en un suceso así. Daihl lleva días transformándose, ¿cuáles son sus sentimientos al respecto? ¿Miedo? ¿El poder le embarga poco a poco? ¿Por qué sólo el día que los colmillos no le caben en la boca es cuando experimenta la atracción de la sangre? ¿No debería haber estado conteniéndose desde días atrás? A mí me parece que sí.

    Y luego está el marco donde todo se desarrolla. Estamos en una casa, él tiene nombre extranjero, en la casa hay un aparato (lima de uñas eléctrica) que hace suponer que vive en un hogar acomodado. ¿En qué país? ¿Cómo entroncas con las creencias de su pueblo? ¿Hay leyendas circulando por su ciudad que hablan de los hombres bestia? ¿Por qué no está desesperado intentando comprender qué le pasa, planteándose incluso el suicidio? Creo que ahí tienes material para alargar más el texto.

    De todas formas, te dejo unos comentarios en azul al relato y te animo a retomarlo 

    Un abrazo, Belisa.


    La gota resbaló por su labio inferior e inició un lento recorrido por su barbilla hasta dejar una impertinente mancha rojiza en su camisa antes inmaculada (impertinente, rojiza, inmaculada, demasiados adjetivos en una línea). Dailh la observa (acabas de cambiar del pasado al presente, cuidado) incrédulo, en un descuido se había mordido. En realidad era inevitable dadas las circunstancias (si era inevitable, no debería haber incredulidad por parte de Dailh, ¿no?). Palpó su dentadura y constató lo que ya había empezado a sospechar: algunos dientes le crecían cada noche unos milímetros. La anterior había sido especialmente productiva, puesto que ya no podía esconder los colmillos superiores tras sus labios.
    La rabia le invadía, necesitaba volver a la normalidad (en vez de decir que estaba rabioso, demostrarlo con la actitud de él). Cerró los párpados con fuerza e intentó concentrarse en buscar una solución adecuada. Escuchó los pasos de su madre que se acercaban a la puerta del dormitorio y a continuación el golpeteo en la puerta. Irritado, respondió con un escueto: «estoy ocupado». En ese momento recordó la lima eléctrica de su madre, esa con la que se arreglaba las uñas y que giraba como un taladro.
    Escondió la boca detrás de una mano y abrió la puerta con cautela. Se aseguró de que el pasillo estuviese vacío y caminó silencioso los metros que le separaban del cuarto de su madre. Una vez dentro revolvió todo hasta encontrar la lima en un cajón del armario. Enchufó el aparatito al tomacorriente del tocador y lo encendió. Se preguntó si dolería. Por un momento se entretuvo considerando la posibilidad de aceptar su nueva dentadura, y por ende su condición y evitarse así la molestia de aquella absurda castración, pero la sonrisa que observaba desde el espejo le convenció de que la decisión era correcta.
    El dolor del primer contacto le puso los pelos de punta. Dailh desenchufó de un tirón la lima y la arrojó al suelo con rabia. Alcanzó la puerta en dos zancadas y comenzó a recorrer la casa, rápido como un cazador, husmeando por los rincones, buscando a su madre.
    Cuando la descubrió en la cocina, su mirada horrorizada le indicó que era consciente de su nueva naturaleza (yo aquí quizá pondría que ella le miró como a un monstruo, porque lo otro me da a entender que la madre estaba preparada para encontrárselo así), observó su miedo plasmado en las pupilas encogidas (a mí me parece que el temor dilata las pupilas, no al revés, ¿no?) y encontró embriagadora la sensación de poder. Un olor irresistible en el ambiente le sacudió y reconoció en él la atracción de la sangre. Sin poder evitarlo manchó su camisa nuevamente.

    ResponderEliminar

Redacta o pega abajo tu comentario. Luego identifícate, si lo deseas: pulsa sobre "Nombre/URL" y se desplegará un campo para que escribas tu nombre. No es necesaria ninguna contraseña.