sábado, 9 de abril de 2011

Los cuervos


Por Daniel


Olvidar y empezar de nuevo, eso pretendía yo. Ahora lamento haber permanecido tan aislado. Postrado en el piso ya nada puedo hacer, salvo esperar a que termine esta pesadilla.
He vivido en esta choza, solo, durante años. Un bosque de eucaliptos la rodea. Al bosque lo atraviesa una sola calle de tierra por la que casi no pasan autos. Aquí el tiempo fluye de otro modo y nunca necesité reloj. Tengo un único vecino, con el que hablé pocas veces. Jamás nos ayudamos ni nos buscamos, aunque no era difícil que nos cruzáramos en el pueblo, que está a dos kilómetros. A pesar de mi edad siempre pude recorrer esa distancia caminando.
Pero anoche, después de la cena, me disponía a cerrar la ventana cuando un dolor en el pecho me hizo caer. Inútilmente intenté levantarme, cada movimiento era una intensa puñalada. Quieto en el piso traté de relajarme y esperé a que desapareciera el dolor.
Después de una o dos horas vi en la ventana el reflejo de las luces de un auto. Oí el motor y el escape cada vez más cerca. Cuando noté que las luces se alejaban y que el auto no se detenía, comprendí que se esfumaba mi única posibilidad de ser rescatado. La verdad es que nunca se había detenido un auto frente a mi casa en tantos años, pero creí que aquél lo haría.
No recuerdo haberme dormido, pero sé que tuve los ojos cerrados por un tiempo que no puedo precisar. Al principio no entendí qué hacían esos pájaros negros en la casa, pero ahí estaban. Miré alrededor: la sala se hallaba infestada de cuervos. Volví a cerrar los ojos, volví a abrirlos. Mi visión no me estaba engañando: los cuervos aún me acechaban.
Eran al menos cien. Se habían encaramado en el respaldo de las sillas, en la mesa, en el alféizar, en los muebles. Sólo unos pocos, los más inquietos, hacían oír sus graznidos. Cuando éstos dejaron de graznar, la casa quedó de nuevo en silencio.
Gradualmente, el dolor de mi pecho disminuyó. Traté de incorporarme, pero mis movimientos eran torpes. Me di cuenta de que tenía paralizada la parte izquierda del cuerpo. En vano grité y maldije a no sé quién por mi desgracia.
Un cuervo se me arrimó a la cara y, mientras el resto permanecía en silencio, dejó escapar un grito. Lo escupí y miré para otro lado. Apreté los dientes, seguro de que me atacarían. Pero no reaccionaban.
—¡Fuera! —moví el brazo para espantarlos—. ¡Déjenme morir en paz!
Y, sin querer, mi mano golpeó una silla, que se tambaleó. Los cuervos encaramados en ella agitaron fuerte las alas, se mantuvieron en el aire unos segundos y volvieron a posarse sobre la misma silla. Ninguno intentó picotearme. Quizá esperaban una hora precisa, una señal.
El pasado me dio vueltas en la cabeza, y entre tanta desesperación comprendí algo. Comprendí por qué los cuervos habían entrado y por qué supieron en qué instante yo caería moribundo. Ahora sé que todo es culpa mía.
No podía escapar de la casa, debía encerrarme. Me arrastré hacia el dormitorio. El peso de mi cuerpo recaía sobre mi brazo derecho, que sangró al rasparse contra el suelo de piedra. A medida que avanzaba, los cuervos, siempre detrás de mí, se me acercaban saltando de un objeto a otro. Una vez que logré entrar en el dormitorio, cerré la puerta con el pie que aún me respondía. Todos los cuervos quedaron del otro lado.
Ahí permanecí, hasta ahora.
Ya no hacen ruido. Tampoco los veo. Pero eso no me tranquiliza. Sólo simulan haberse ido. ¿Acaso creen que abriré la puerta y dejaré que me destrocen?
A mi alcance hay una lámpara, una pila de libros y una botella de licor. Ninguna de estas cosas sirve para defenderme. Ni siquiera una escopeta podría desatar mis conjuros.
Más de una vez, lejos de esta casa y de este bosque, practiqué la magia. Nunca quise hacerle daño a mi hermano, pero cometí una torpeza, un mero descuido, y ahora vivo en carne propia las consecuencias a pesar de los años que han pasado.
Se están poniendo impacientes. Escucho aleteos y graznidos del otro lado de la puerta, que han empezado a picotear y que, deteriorada por la humedad, no significa un gran obstáculo para ellos. Van a entrar de un momento a otro y presiento que no se quedarán quietos esta vez.
Me arrepiento, me arrepiento de todo lo que he hecho. Si no me hubiera metido en esas cosas, Miguel no habría muerto. Y nunca habrían venido a buscarme.

9 comentarios:

  1. Un ataque cardíaco en un hombre solitario y todo el remordimiento que aparece por haber matado a un amigo. Los cuervos, reales o imaginarios van a destrozarlo sin dudas. Me gusta Daniel.
    Sólo haría una pequeña corrección: cambiaría una oración de lugar para que quede más armónico, quedaría así:
    Un bosque de eucaliptos la rodea. Al bosque lo atraviesa una sola calle de tierra por la que casi no pasan autos. *A pesar de mi edad siempre pude recorrer esa distancia caminando.*
    ¿Qué te parece?
    Yo ya cumplí estoy esperando los otros comentarios. Un abrazo.

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  2. Tema recurrente en Daniel: el umbral. El tránsito previo al más allá. Ese paso, pasillo, que a veces es sólo un momento -como dice Vicentico en su canción- y otras veces una agonía perdurable.

    En “Los cuervos” la situación es de estas últimas: larga angustia, dolor, miedo, pesadilla. El protagonista, un hombre solo, un hombre grande, que alguna vez quiso huir de algo y se autoexcluyó para olvidar.

    No es fácil escapar de la culpa, claro.

    Los desagradables cuervos oscuros aguijonean la conciencia de la víctima, que al final afirma: “Me arrepiento de todo lo que he hecho”.

    No sabemos cuál fue su culpa, exactamente. Sabemos sí que no hubo intención, fue un accidente. “Nunca quise hacerle daño a mi hermano, pero cometí una torpeza, un mero descuido…”

    Y su hermano murió como consecuencia de un pecado que ignoramos. Pero es que tampoco importa la causa. No es el tema, no. Podría haber sido acción u omisión: algo que el protagonista hizo o dejó de hacer.

    “Si no me hubiera metido en esas cosas, Miguel no habría muerto”, dice.

    Importa la consecuencia: ¿la muerte del hermano?; peor, la inexpugnable culpa. Eso que no lo dejó vivir en paz, y no lo dejará morir en paz.

    Cuervos lo acompañan en ese momento, el último.

    Un texto fuerte, salpicado de imágenes contundentes:



    · “Sólo unos pocos, los más inquietos, hacían oír sus graznidos. Cuando éstos dejaron de graznar, la casa quedó de nuevo en silencio.”

    · “Y, sin querer, mi mano golpeó una silla, que se tambaleó. Los cuervos encaramados en ella agitaron fuerte las alas, se mantuvieron en el aire unos segundos y volvieron a posarse sobre la misma silla.”



    Y la verdad es que este muchacho escribe tan bien que me da cosa criticarle algo al texto. Digamos que lo mío es una inquietud, me gustaría saber qué opinan los demás al respecto:

    Pienso que este texto funcionaría mucho mejor si estuviese contado en tercera, desde un omnisciente. Porque me resulta un poquito dudoso que un tipo agonizante –aunque se trate de un monólogo interior- se ponga a contar detalles insignificantes. Quiero decir insignificantes para él en ese momento, que se supone en estado límite. Como ser la alocución del principio, los primeros párrafos, donde nos cuenta la choza, el bosque, la única calle, sólo un vecino, que anoche después de la cena y eso… Máxime que luego nos enteramos que el “ahora” del tipo es el momento de desesperación final, los cuervos acechando y la certeza de que van a entrar de un momento a otro.

    Por ejemplo, la frase “En vano grité y maldije a no sé quién por mi desgracia” no se me ocurre que la diga un tipo agonizante. En todo caso sin “no sé a quién”, “maldije” a secas. Yo lo imagino puteando, balbuceando entre babas, arrastrándose sobre su propia humedad, impregnado de miserias; nunca haciendo un monólogo interior prolijo.
    No sé, digo.


    Y digo también que es un placer leerte, como siempre.

    ¡Gracias, Dani! ¡Qué bueno este lugar, otra vez! Coincido con Pilar, es como un milagro.

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  3. comento los cuervos
    de Dani

    De este relato rescato la historia. Así como de tantas películas puedo valorar los argumentos por más que no me haya gustado cómo ha sido contada.
    Esta historia tiene lo indispensable para que me cierre. Un personaje con un drama en su pasado que desea olvidar. Un personaje que vive aislado en un paraje solitario, únicamente un vecino con el que no se habla. Es un hombre mayor. El repentino dolor en el pecho. Su pasado haciendo magia, su error, la muerte del hermano. Los cuervos que esperan. Este personaje preso de su propio sortilegio.
    Pero, hay algo que me choca al leer el cuento. Y es el tono narrativo. Un tono áspero, muy filoso, tajante, compuesto por frases que caen como hachazos una atrás de otra. No estoy en contra de este estilo, pero me parece que pega mejor cuando se lo utiliza y el usarlo tiene que ver con lo narrado. No me parece el caso de esta historia, y menos al encontrar un narrador en primera persona, para nada coloquial y por el contrario, demasiado formal. Me da la impresión de que se trata de un primer boceto, con escasa corrección.
    Alguna elipsis que no funciona. Está viendo alejarse un coche frente a la choza, y en el párrafo siguiente no recuerda haberse dormido.
    Perdón, Dani, pero encuentro diferencia con tus cuentos de siempre.

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  4. Un narrador protagonista arrepentido que de entrada da cuenta de sus intenciones.Ubica el espacio solitario y su propio aislamiento. Junto con la caída y el dolor la presencia de los cuervos que acechan.Cuervos, simbólicos o reales?No atacan al principio, pero quedan del otro lado de la puerta, dispuestos a hacerlo y eso aumenta la tensión narrativa.La presencia de los pájaros tiene que ver con la magia. Como lectora me importa ese detalle más que el enunciado del arrepentimiento final que suena un poco a hueco.
    Como otros han advertido, creo que éste es una versión primera y falta el acabado que hacés en otros textos. Hay muchas repeticiones innecesarias (dolor, auto), otras en cambio ayudan a crear el clima.
    Coincido en que un narrador omnisciente se prestaría más para este cuento porque el protagonista racionaliza demasiado en esta situación y la torna poco verosímil.
    Y algo gramatical."...agitaron fuerte las alas". Si es adverbio sería fuertemente. Pero podés usarlo como adjetivo en función de predicativo no obligatorio y entonces sería "fuertes" concordando ya con "cuervos" o con "alas".
    Tenés, como ya sabés, mucha pasta narrativa, pero también sabés del trabajo de reescritura-
    Un saludo grande.
    Lila

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  5. Decía Dani que yo hice en su día una crítica muy negativa de este cuento suyo. Bueno, quizás lo que le pasase es que estaba acostumbrado a que mis comentarios sobre sus cuentos fueran siempre muy elogiosos, y éste no lo fue.

    Creo recordar que en mi comentario de hace años signifiqué que resultaba improcedente lo minucioso del relato de los hechos por un hombre que está a punto de morir. En aquella primera versión del cuento, el protagonista y narrador escribía que escribía, es decir, tomaba un papel y escribía lo que estaba sintiendo. Algo de aquello ya se perdió, y en esta versión la retransmisión en directo de lo que está ocurriendo ha perdido (cosa positiva a mi parecer) parte de aquel prurito informativo.

    De todos modos, sigue dejándome un poso de disgusto la ambigüedad del telefonazo hacia el pasado, ese querernos contar lo que hubo antes, sin acabar de contárnoslo, como si el autor confiase sin reservas en que su guiño ha de ser comprendido por todos los lectores. Confieso que no entiendo qué pasó entre él y su hermano. Y esa falta de comprensión me disgusta, porque no me parece que el cuento pueda darse por cerrado, desde el punto de vista del lector, sin captar cosas que ahora mismo se me escapan. ¿«Una lámpara, una pila de libros y una botella de licor»?, ¿magia? ¿Está remitiéndome a algo conocido, pero no para mí?

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  6. Coincido con las opiniones que ya te han expresado. Apoyo la sugerencia de reescribirlo en tercera, eso te solucionará los problemillas que ya te han señalado.
    Para no repetirme solo voy a añadir algo más, si entendemos los cuervos como símbolo de la culpa: ¿dónde estaban todos esos años? ¿porqué aparecieron de golpe?
    Tampoco me llego a creer que los cuervos rompieran la puerta, sobre todo si él no estaba muerto.
    Espero te sea útil mi pequeña aportación.

    Un abrazo,
    Montse

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  7. Qué decir de un texto de puntuación excelente que nos permite una lectura con naturalidad. Puntuación que nos introduce en la tensión creciente. El cuento invita. Selo ve al hombre intentando escapar de lo inexorable, mortificado por la culpa, hasta arrepentirse de ser el causal de la muerte de su hermano.
    Cada frase ha sido trabajada, pulida, frases cortas que hacen avanzar la historia, con imágenes de mucha fuerza. La construcción sintáctica no es rebuscada, casi lógica, sin agregados innecesarios.
    Tal vez el personaje no resulta totalmente verosímil, luego del ataque sufrido. No sé, se lo ve demasiado racional.
    Me animo a plantear algún cambio o detalle.
    Los cuervos aún me acechaban: Creo que está de más, salvo que quiera referirse al instante que va entre cerrar y abrir los ojos. A lo sumo: Los cuervos acechaban. O nada.
    Ahí permanecí, hasta ahora: Me resulta difícil entenderlo ¿Es para cambiar el tiempo del relato ¿por qué no un doble espacio o: Aún estoy aquí.
    Me parece que el párrafo de la magia debería ir a continuación de: Ahora sé que todo es culpa mía, porque me corta la tensión final.
    Creo que alguno de los ocho pero pueden desaparecer. ( Te los cambio por mis con)
    Bueno, leyendo los comentarios, me parece muy buena la sugerencia de Tere. No se me hubiera ocurrido. Eso nos habla de lo bueno de las distintas miradas. Y como Daniel ya tomó el desafío, aguardamos la nueva versión.
    Rubén

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  8. Hola,
    Opino como Teresa en eso de que hubiera sido mejor un narrador en tercera. Aún se me hace difícil aceptar que alguien que muere o está a punto, como este protagonista, nos cuente lo que le está pasando o le pasó. Y eso que yo también he utilizado ese recurso alguna vez.
    Encuentro la historia escasa, inacabada. Será por la costumbre, o por el hartazgo, que ya no sé apreciar las cosas si no llegan al límite. No encontré esa huida a la habitación lo suficientemente dramática. No sufrí ese encierro como claustrofóbico, ni el miedo al silencio de la habitación que quedó plagada de cuervos bastante aterrador.
    Y la terminación esa que parece sacada, como conejo de chistera, para explicar algo que casi ni se sospecha. Porque hasta ese momento del descubrimiento el relato era una descripción del lugar y de la vida del personaje, ninguna otra cosa.. Nada me hizo pensar que estuviera en aquellas soledades por otra cosa que por gusto, pues no le vi deseos, ni rencores, ni conflicto interno alguno.

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  9. Si lo rehacés en tercera me va a sonar a "El hombre muerto" de Quiroga. Me gusta el narrador en primera pero falta algo. Tirá unas pistas más para decirlo en fácil. De tan económico que te volviste me quedé con hambre.Menos mal que el lector es un personaje lejano porque sino te tira con algo. Ninguna imperfección a nivel del discurso pero la historia tiene alguna ficha que se te escapó. ¿Será un nuevo tipo de escritor maldito posmoderno? Me quedé con las ganas y no te perdono.

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