domingo, 30 de septiembre de 2012

Apagón (ejercicio)



por Lidia Castro

Todos se atropellan en el edificio de tres plantas, tratando de bajar en la oscuridad y salir a la calle. La cosa fue repentina. Ninguno estaba preparado: se resbalan, se caen.
            Él salía a caminar como todas las tardes por la costa: vive en el tercer piso y nunca baja con el ascensor. Los escucha gritar, lo golpean mientras corren, y lo desestabilizan un poco, sólo un poco. Qué extraño a esta hora, tanto chico llamando a su madre. Lo usual es que esas voces ruidosas se olviden por un rato que son propiedad de adultos que toman mate y comentan las últimas noticias. No, hoy todos los chicos buscan a sus padres con voces desesperadas.
            Demasiadas personas pasan a por la escalera. No es habitual: a todos les gusta el ascensor; es más rápido y cómodo. Un nudo en la garganta lo sorprende. Decide detenerse. Se sienta en un escalón del segundo piso, el perro echado a su lado. Todo lo desconcierta.      
Si él viera, se daría cuenta de que aún así no puede ver nada, por la falta de luz eléctrica.
Pero toda su vida fue oscuridad.

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