lunes, 15 de octubre de 2007

La chica del pelo rojo (Ejercicio)

Alicia

      Y… ¿Qué habrá sido de Edurne?
      Edurne tenía el pelo rubio. Un pelo muy bonito, que yo envidiaba en secreto.
      Siempre venía a clase sola, con los libros apoyados contra el pecho y escondiendo la mirada. Se sentaba en los asientos de atrás, tratando siempre de pasar desapercibida. Tan es así que nadie la echaba en falta, ni siquiera cuando pasaban lista y no estaba. Guardo muy pocos recuerdos de ella, lo del pelo, que hablaba siempre muy bajito y… claro, sus ausencias. Faltaba mucho a clase. De su madre, nadie sabía nada. De su padre… sólo que debía ser muy cariñoso.
      Hubo un día que se sentó conmigo y me pidió el boli rojo. Ella no había traído libros, ni estuche. Solamente la carpeta. Se lo dejé y ante mi sorpresa, comenzó a pintarse un mechón de la frente de color rojo con el boli.


      — ¿Por qué haces eso?
      — Necesito que haya algún cambio. — fue su respuesta. Sus ojos desprendían tanta rabia que no se me ocurrió hacerle más preguntas. Odio, era       odio. Asustaba en una chica de 15 años.
      El día siguiente usó un rotulador rojo de esos gordos, esos que huelen tanto a alcohol y que seguramente habría cogido de la sala de profesores. El mechón rojo se agrandaba a medida que pasaban los días, y una mañana, Edurne volvió a faltar. Cuando regresó, una semana después, aún tenía marcas evidentes de golpes en la cara. La mitad de su pelo pintado burdamente de rojo y unas gafas oscuras que no eran capaces de ocultar su mirada. En cuanto la vio entrar, la profesora se la llevó inmediatamente fuera de clase. Pasó justo por delante de mí mientras trataba de ahogar un sollozo de dolor, vergüenza y pena infinitos. Y a mí me dolió el corazón.
      Edurne no terminó el instituto. No volvió a clase, sencillamente desapareció.
      Pude verla unos meses después en un rincón del casco viejo ocupado tradicionalmente por yonkies. No quedaba ya nada de su bonito pelo rubio de niña obediente. Alguien se lo había cortado al parecer con unas tijeras desafiladas y ahora era de color rojo. No me acerqué a decirle nada. Seguramente hubiera dado igual, a juzgar por su mirada perdida y sus movimientos tambaleantes.
      El ayuntamiento, en un afán por higienizar la ciudad, quitó los bancos para que desapareciera de allí esa chusma que lo dejaba todo perdido de porquería, agujas, y apestando a orín. Ahora el rincón no puede ser más pulcro y vacío. Suelo pasar por ahí las pocas veces que bajo a la ciudad, me pilla de camino. No sé por qué me había puesto a pensar en Edurne aquel día. Seguramente, el destino tiene extrañas formas de responder algunas preguntas. Y fue en ese justo momento que la vi acercarse.
      No la reconocí al principio. Caminaba deprisa, chupando ansiosamente un cigarro con los ojos semicerrados. Me llamó la atención lo flaca que estaba, los huesos se marcaban bajo su piel a cada paso que daba. Creo que la reconocí por su peculiar forma de andar.
      — ¡Susana!
      Mi voz sonó a sorpresa más que a saludo.
      Apenas se detuvo, Susana frunció el ceño, tratando de identificarme en su memoria. Tardó unos instantes hasta que por fin exclamó.
      — ¡Alicia! Pero… Alicia… pero… ¡Cuánto tiempo! —Apuró las últimas caladas a su cigarrillo y lo arrojó al suelo sin molestarse en apagarlo. Torpemente, nos dimos un abrazo que hizo que se me ablandara el corazón. Yo estaba enfadada con Susana desde la vez que le hice la reserva de una casa de montaña para que pasara el fin de semana con su novio, y no se presentó sin dar ninguna explicación. Perdí el dinero y no supe nada más de ella, así que para ser sinceros, le guardaba rencor. No sé, puede que fuera la suave brisa otoñal, las piedras mojadas en el suelo, los huesos bajo su piel… lo que sé es que me gustó reencontrarme con ella.
      Decidimos darnos unas horas de vacaciones y nos metimos en un bar a charlar acompañadas de unos tragos de cerveza. Qué tal todo, cómo te va, dónde trabajas… el móvil le sonó dos veces, pero ni siquiera lo miró. Fumaba, fumaba mucho. Mucho más que antes. Pero no me atreví a hacérselo ver. Después de todo, llevábamos muchos años sin saber nada la una de la otra. Tampoco quise comentarle el motivo de mi enfado. Como si no hablar de eso hiciera que nunca hubiera ocurrido. Sacamos otra ronda, y luego otra más. Ahora ya las risas se parecían más a las de antes, las nuestras. Las que pasábamos entre libros de colegio y amores de antaño. Puede que fueran las cervezas. Puede que la casualidad. Pero sin pensarlo, y de repente, exclamé.
      — ¿Y que habrá sido de Edurne?
      Susana encendió precipitadamente un nuevo cigarro. Sólo le quedaban dos, tendría que comprar. En cambio parecía que la pregunta le había dolido. Y yo no sabía por qué.
      — ¿Edurne? —masculló con el cigarro en la boca. Por toda respuesta, asentí despacio.
      — ¿Recuerdas una vez que iba a ir con Carlos de viaje a una casa de montaña?
      Claro que lo recordaba. ¡Como no lo iba a recordar!. Pero me mordí la lengua antes de decirle nada. Asentí.
      — La noche anterior, en mi mismo portal, cuando iba a bajar la basura, me encontré con Edurne. No la reconocí al principio, porque estaba muy, muy desfigurada. Abotargada, el pelo irreconocible. La ropa … te diré que mas bien eran andrajos. Se acabaría de meter algún chute de algo, porque no sabía ni donde estaba y tenía los ojos medio cerrados. Te ahorraré todos los detalles. Creo que había tocado fondo y alguien la estaba persiguiendo, aunque nunca me enteré de quién o por qué era. Ese día la subí a casa y allí tuve que quedarme con ella, a que pasara el mono. Fue… fue de lo más desagradable que he visto nunca, créeme. Sabes que nunca fuimos muy amigas de Edurne, nunca hablaba con nadie. Pero no podía dejarla sola. ¡No podía! Así que me la llevé de allí. Nos fuimos una temporada a la casa de mi padre, en el pueblo. Allí no podrían encontrarla los que la estaban buscando. Que por cierto, nunca supe si era su marido, o algún chico, o si era algún ajuste de cuentas. Nunca quería hablar de eso. Pasamos allí el tiempo suficiente hasta encontrar un hueco para ella en Proyecto Hombre. Ya sabes, desintoxicación.
      Creo que ahora ha salido de eso. Me envió unas flores, pero en la nota sólo había un beso dibujado.
      Susana terminó su cigarro. Creo que en sus ojos había lágrimas. En los míos también.
      Parece que de pronto se hizo tarde, como si el cielo se hubiera nublado de repente. Ya no me apetecían más cervezas. Nos despedimos con torpes palabras de cortesía. Ya te llamo, si, ya quedaremos. Tengo que pasar por el estanco, bueno, nos vemos.
      Se alejó caminando tan rápidamente como la había encontrado, chupando con ansia su último cigarrillo, las ropas bailando encima de sus secos huesos.
      Cuando se perdió de vista tras la esquina me di cuenta que ni siquiera le había pedido su número de teléfono.

1 comentario:

  1. Despacito y en silencio, Alicia nos va entregando sus cuentos, a pesar de que todavía nos debe la dirección de su blog.
    Me encuentro con este relato, que me parece mucho más logrado que el anterior, mejor planteado y resuelto. Con un principio perfecto, sugestivo, desde esa primera línea. Y… ¿qué habrá sido de Edurne?, que nos mete de lleno en una historia en la que ya sabemos que hubo un personaje que estuvo y que ya no está, que habrán sucedido cosas para ello, que aún no sabemos.
    Y el cuento nos trae la explicación de esas cosas, a través del encuentro casual de la relatora Alicia y Susana, ex compañeras del secundario, que desde entonces, muchos años sin saber nada, no se habían vuelto a ver.
    Y hay entonces un bar, y unas cervezas para recordar antiguos ritos, y la historia común de ambas que se va desenredando entre tragos y recuerdos, hasta llegar a Edurne y justificar aquel primer párrafo.

    Algunas cosillas:

    Siempre venía a clase sola
    Dicho de esta forma, al menos por estos pagos, suena como si aún continuaran en clase. Para mí tendría que decir, siempre iba sola a clase, ya que han pasado varios años desde aquello.

    No entiendo por qué el blanco activo antes de ¿Por qué haces eso?, me parece que no es necesario.

    Alguien se lo había cortado al parecer con unas tijeras
    Creo que quedaría mejor: Al parecer, alguien se lo había cortado

    Pasamos allí el tiempo suficiente hasta encontrar un hueco para ella en Proyecto Hombre. Ya sabes, desintoxicación.
    Creo que ahora ha salido de eso. Me envió unas flores, pero en la nota sólo había un beso dibujado.
    Tendría que ir sin punto y aparte.
    Pasamos allí el tiempo suficiente hasta encontrar un hueco para ella en Proyecto Hombre. Ya sabes, desintoxicación. Creo que ahora ha salido de eso. Me envió unas flores, pero en la nota sólo había un beso dibujado.


    Bien, Alicia, te mando un beso.

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