jueves, 1 de noviembre de 2007

La amiga perfecta

Montse Villares

      Era una buena mujer. Vestía jerséis y pantalones gastados en una combinación cromática poco usual. Pese a su aspecto desaliñado y su baja estatura desprendía un gran magnetismo difícil de explicar. De paso firme, voz grave, tono imperativo y su insólita e inmóvil lógica, sugerían una mujer con mucho mundo a sus espaldas. Ella no desmentía los distintos rumores acerca de un pasado en algún país liberal -en Francia apuntaba una apoyándose en su voz nasal-, que circulaban, al contrario, la hacían reír.
      Para todas, quisieran o no, tenía palabras de ánimo. Su capacidad de análisis la hubieran querido muchos doctores. Era capaz de solucionar en una tarde varios conflictos personales sin pestañear. Probablemente por eso siempre pululaban a su alrededor mujeres imperfectas que admiraban su facilidad para resolver los problemas que, en algunos casos, ni años de tratamiento psiquiátrico habían solucionado

      Cosechó tal cantidad de éxitos en su palmarés, que nadie se atrevía a contradecirle cuando daba un veredicto, digo consejo. Empezaron a afirmar que tenía el don de saber cuando alguien se extraviaba y ella se veía obligada a mostrarle el camino correcto.
      Una acudió tras dos intentos de suicidio y meses en un hospital; ella enseguida le dictaminó que su vida era puro aburrimiento y le aconsejó apuntarse a clases de salsa y eso le cambió la vida; bueno, el dominicano que conoció allí también colaboró aunque sólo algún tiempo, más o menos hasta que la dejó por una jovencita. Conoció a otra que sufría mobbing en el trabajo, su hipoteca no le permitía dejarlo y pasaba las noches en vela buscando una solución que no existía; le presentó el Sr. Valium, y ahora asegura que ya no puede vivir sin él. A otra que a menudo llevaba un solo ojo teñido de violeta le recomendó irse bien lejos; sólo se atrevió a ir a casa de su hija, a la suya ya no pudo volver
      Hizo amistad con una mujer más que con las demás y claro, decidió ayudarla más que a las otras. Acudió ipsofacto a su llamada de socorro. Estaba deprimida. Su trabajo le exigía mucha dedicación y no era valorado. Había tenido una semana más dura de lo habitual y tras un día difícil, de esos que lo tirarías todo por la borda, decidió llamar a su amiga y quedaron en un bar tranquilo para poder charlar. No pudo contener las lágrimas y entre sollozos se lo contó. Cuando acabó el paquete de Kleenex y su relato su amiga la empezó a consolar:
      -Chica, cambia de trabajo.
      Acto seguido, una vez resuelto el problema y sin tiempo para la réplica, empezó a usar su don para ayudarla con otros asuntos en los que también y sin ninguna duda, andaba errada.
      -No puede ser que cada vez que tu hijo se queje de la barriga le estás encima. Así no se educa un niño autosuficiente, sino dependiente. Le tienes que dejar más suelto. Además, ayer mismo, lo del vómito, creo que se lo provoca. A ver si no será bulimia... Lo que tienes que hacer es meterle en un internado y ya verás cómo se espabila. ¿Te encuentras mal? Haces mala cara. ¿Te acerco con el coche a casa? ¿Sí?
      Su amiga sólo asintió.
      Muá, muá. –Besos de despedida en la puerta de su casa y una última advertencia:
      -Hazme caso. Recuerda que todo esto te lo digo por tu bien.
      Cuando el coche de su amiga se alejaba se oyó el chirriar de otros frenos y un fuerte golpe. El desafortunado conductor aseguraba que estaba arrodillada con los brazos abiertos en cruz, nadie le creyó.
      Nunca se supo el motivo que la llevó al suicidio.

4 comentarios:

  1. Otro cuento que se basa en la descripción de un personaje, también una mujer.
    Este relato, a diferencia del de Alicia con su tía Digna, falla en el cierre.
    Hay un planteo, por medio del cual se nos muestran las características de esta señora. Cómo ella, alma sumamente bondadosa, a través de cuatro particulares casos o ejemplos, va solucionando los problemas de distintas personas.
    Hasta aquí, todo bien.
    Pero de repente, como si resultara un suceso mágico, inesperado, sin antecedentes en el texto ni en el lineamiento del relato, y encima en el último renglón, para no darnos respiro, se nos impone un suicidio.
    Encima un suicidio ambiguo, poco claro, sin ninguna razón aparente, sin antecedentes que lo hagan factible, sin ninguna pista que nos aclare por qué un suicidio y no un accidente, que es lo que en realidad se está describiendo.
    Lo siento como una falla que desluce al relato, lo convierte en una simple enumeración de características del personaje, y nada más. Y me deja esta pregunta para Montse, ¿qué es lo que deseabas contarnos?



    La amiga perfecta
    Montse Villares

    Era una buena mujer. Vestía jerséis y pantalones gastados en una combinación cromática poco usual. Pese a su al aspecto desaliñado y a la su baja estatura , desprendía un gran magnetismo difícil de explicar. De Su paso firme, voz grave, tono imperativo y su una insólita e inmóvil lógica, sugerían una mujer con mucho mundo a sus espaldas. Ella no desmentía los distintos rumores acerca de un pasado en algún país liberal -en Francia apuntaba una apoyándose en su voz nasal-, que circulaban, al contrario, la hacían reír.
    Se me hace confusa la estructura de esta última frase. Una alternativa podría ser: Ella no desmentía los distintos rumores que circulaban acerca de un pasado en algún país liberal -en Francia, apuntaba una apoyándose en su voz nasal-; por el contrario, estos rumores la hacían reír.
    Para todas, quisieran o no, tenía palabras de ánimo. Su capacidad de análisis la hubieran querido muchos doctores. Era capaz de solucionar en una tarde varios conflictos personales sin pestañear. Probablemente por eso siempre pululaban a su alrededor mujeres imperfectas que admiraban su facilidad para resolver los problemas que, en algunos casos, ni años de tratamiento psiquiátrico habían solucionado

    Cosechó tal cantidad de éxitos en su palmarés, que nadie se atrevía a contradecirle cuando daba un veredicto, digo consejo. Empezaron a afirmar que tenía el don de saber cuando cuándo alguien se extraviaba y ella se veía obligada a mostrarle el camino correcto.
    Una acudió tras dos intentos de suicidio y meses en un hospital; ella enseguida le dictaminó que su vida era puro aburrimiento y le aconsejó apuntarse a clases de salsa y eso le cambió la vida; bueno, el dominicano que conoció allí también colaboró , aunque sólo algún tiempo, más o menos hasta que la dejó por una jovencita. Conoció a otra que sufría mobbing en el trabajo, su hipoteca no le permitía dejarlo y pasaba las noches en vela buscando una solución que no existía; le presentó el Sr. Valium, y ahora asegura que ya no puede vivir sin él. A otra que a menudo llevaba un solo ojo teñido de violeta le recomendó irse bien lejos; sólo se atrevió a ir a casa de su hija, a la suya ya no pudo volver ¿por qué, será importante?
    Hizo amistad con una mujer más que con las demás y claro, decidió ayudarla más que a las otras. Acudió ipsofacto a su llamada de socorro. Estaba deprimida. Su trabajo le exigía mucha dedicación y no era valorado. Había tenido una semana más dura de lo habitual y tras un día difícil, de esos que lo tirarías todo por la borda, decidió llamar a su amiga y quedaron en un bar tranquilo para poder charlar. No pudo contener las lágrimas y entre sollozos se lo contó. Cuando acabó el paquete de Kleenex y su relato su amiga la empezó a consolar:
    Otra estructura confusa, no se entiende quién acaba el paquete de Kleenex, quién relata, y de quién es la amiga que consuela. Para mí, hay que reescribir esta frase.
    -Chica, cambia de trabajo.
    Siento muy débil esta propuesta de cambiar de empleo, y es porque no veo que el trabajo de esta amiga resulte traumático, el texto no me dice ni siquiera que sea problemático.
    Acto seguido, una vez resuelto el problema y sin tiempo para la réplica, empezó a usar su don para ayudarla con otros asuntos en los que tambi én y sin ninguna duda, andaba errada.
    Flojo, ¿ayuda más o mejor a aquellas con las que entabla amistad?, ¿tiene que ver con el relato, le agrega algo, lo condiciona?
    -No puede ser que cada vez que tu hijo se queje de la barriga le estás encima. Así no se educa un niño autosuficiente, sino dependiente. Le tienes que dejar más suelto. Además, ayer mismo, lo del vómito, creo que se lo provoca. A ver si no será bulimia... Lo que tienes que hacer es meterle en un internado y ya verás cómo se espabila. ¿Te encuentras mal? Haces mala cara. ¿Te acerco con el coche a casa? ¿Sí?
    Su amiga sólo asintió.
    -Muá, muá. –Besos de despedida en la puerta de su casa y una última advertencia:
    -Hazme caso. Recuerda que todo esto te lo digo por tu bien.
    ¿es realmente necesario que le recalque algo así?
    Cuando el coche de su amiga se alejaba se oyó el chirriar de otros frenos me perdí, ¿hubo antes otros frenos? y un fuerte golpe. El desafortunado conductor aseg uraba aseguró después que estaba arrodillada con los brazos abiertos en cruz, nadie le creyó.
    Nunca se supo el motivo que la llevó al suicidio. ¿fue un suicidio, quién lo dice, aparte del relator?

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  2. Una mujer, a quien todo el mundo considera buena consejera, recomienda un par de medidas a una amiga. Y la amiga muere atropellada, inesperadamente, casi de un modo ridículo, por un coche, nada más dejarla. Fin.

    La verdad es que da la impresión de que la autora no sabía qué escribir cuando se puso al teclado. Es como si hubiera empezado a describir a la protagonista y se hubiera cansado de pronto. Así que zas, una atropellada muerta y a otra cosa, mariposa. No tiene sentido. Es un tic habitual matar a un personaje cuando no se sabe qué hacer con él.

    A mí me parece que uno no debería sentarse a escribir hasta que tenga muy claro cómo va a empezar, cómo a terminar, y cuáles dos o tres bazas con fuerza meterá en el medio. Mientras tanto, mientras que a uno le llega la idea clara que resume todo eso, hará bien en dedicar su tiempo libre a leer, que es lo más creativo que puede hacer.

    El cuento, desde luego, tiene un registro distinto del que tenía el anterior cuento de Montse, de lo cual me alegro. Aquí se ha sustituido la jerga veinteañera por una ironía que no acaba de cumplir su función. Y digo que no la acaba de cumplir porque, aunque la autora le ha encargado al narrador que despelleje a un personaje, personalmente me parece después de todo más sensato el personaje que el narrador.

    Algunos detalles:

    Siempre he pensado que los dos primeros párrafos de cualquier cuento hay que volverlos a escribir después de acabado el cuento. Uno ha empezado en frío y suele acumular allí un limo imperfecto que traía acumulado de otras aventuras. «De paso firme, voz grave, tono imperativo y su insólita e inmóvil lógica, sugerían una mujer con mucho mundo a sus espaldas». Esta frase chirría: se están escatimando preposiciones y de pronto se rompe burdamente la tendencia con un posesivo que pilla el final de la frase con el paso cambiado ("y su insólita"). El escritor sin memoria auditiva suele olvidar el origen de la frase y confunde los tiempos verbales con los que tiene que concordar. Más o menos, desarrollada, sin elipsis, la frase comienza así: «[esa mujer], de paso firme, [esa mujer de] voz grave, [esa mujer de] tono imperativo…», ¿cómo vamos a meter ahora «y su»? Sencillamente no cabe. Y cabe aún menos un verbo en plural, porque no se está dando una relación de individualidades, sino que se está hablando de un sujeto en singular [esa mujer]. Otra cosa sería si hubiera empezado diciendo «Su paso firme, su voz grave, etc.»

    Si tuviéramos que salvar la frase (a veces es más fácil escribir otra que salvar la original) pienso que valdría «De paso firme, voz grave, tono imperativo, insólita e inmutable lógica, aparentaba tener mucho mundo a sus espaldas». Me he permitido cambiar inmóvil por inmutable, porque inmóvil es lo que no se mueve, mientras que inmutable es lo que no cambia, que me parece que era la idea a transmitir.

    El párrafo continúa: «Ella no desmentía los distintos rumores acerca de un pasado en algún país liberal [ ], que circulaban, al contrario, la hacían reír». La verdad es que la frase ha sido retorcida, postergando el verbo hasta poner en peligro el recuerdo del sujeto, y obligando a poner más comas de las aconsejables. ¿No quedaría mejor: «Ella no desmentía los distintos rumores que circulaban acerca de un pasado en algún país liberal [ ], al contrario, la hacían reír»?

    Por su parte el segundo párrafo repite en tres ocasiones la idea «solucionar", incluyendo su sinónimo "resolver".

    En el siguiente yo diría que «cuándo» debe llevar acento, y que «ella» sobra.

    En el párrafo que comienza con «Una acudió» yo pienso que sobra una i griega (apuntarse a clases de salsa, eso le cambió la vida), y un "ya" (ir a casa de su hija, a la suya no pudo volver).

    En el siguiente, resulta desafortunado: «con una mujer más que con las demás.

    Me parece que hay un tiempo mal en la frase: «ayer mismo, lo del vómito, creo que se lo provoca». Así, con comas, parece más lógico decir: creo que se lo provocó, porque está hablando de ayer mismo. Como la idea es decirle a la madre que se provoca el nene el vómito de una manera habitual, sería mejor partir para esa frase de un punto y seguido, como consecuencia del vómito de ayer , pero trascendiendo ahora la reflexión a ese vómito: «Además, ayer mismo, lo del vómito… Creo que se lo provoca».

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  3. Montse,

    Este podría ser un buen cuento: el personaje tiene fuerza y hace cosas que atrapan el interés, pero al final, parece que haces lo que yo también hago: los cortas y lo despachas en dos líneas. Y chao pescao.

    Creo entender que la protagonista (que no tiene nombre) es la que tiene coche, pero después mencionas que la otra se lo lleva.

    Además no pusiste todas las sangrías, y hay guiones cortos y largos mezclados, cuando deberían de ser todos largos.

    Me gusta lo de la inmóvil lógica y lo de las clases de salsa.

    -en Francia apuntaba una apoyándose en su voz nasal-, que circulaban, al contrario, la hacían reír.
    Acudió ipso facto a su llamada de socorro.

    -No puede ser que

    -Hazme caso. Recuerda que todo esto te lo digo por tu bien

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  4. Terminé de leer “La amiga perfecta”, de Montse, y se me cruzó un cuento del uruguayo Maslíah. En este último hay un personaje que hace todo sin motivo. Enciende el televisor, camina por la calle, se enoja con los hijos, discute con la esposa... y así durante la mayor parte del relato, todo sin ningún motivo en especial. El desenlace es que abre la ventana de su oficina que está en un piso altísimo, y se tira. Todos se preguntan por qué este señor tan normal se suicida y no encuentran respuesta. Abajo, en letras chiquitas, el autor añade por qué nadie cuestiona las quichicientas cosas que se hacen durante el día sin motivo y todos quieren indagar el motivo de la decisión final, que quizá tampoco exista. Entre nosotros, hubiese preferido que esa explicación en letras chiquitas no estuviera, pero el autor es Maslíah y las decisiones corren por su cuenta.
    Pero vamos al cuento de Montse.
    Como lectora, tropiezo con dos dificultades:
    • No sé quién es la que se muere. Si la amiga o la amiga de la amiga. En una de esas si tuviesen nombre; si al menos la protagonista se llamara de alguna manera... Es muy importante este dato. Este saber quién se muere, quiero decir.
    • Tampoco sé si se trató de suicidio o accidente. En el primer caso es elección, en el segundo, azar. No es lo mismo.

    Con respecto a la forma. Al principio choca que luego de la frase “Era una buena mujer” (y acabo de percatarme que ese “era” podría ser indicio de una especie de epitafio, en consecuencia esta mujer sería la muerta...), luego de esa frase, decía, venga una descripción ac erca de su aspecto físico, ropa incluida.
    Hay que seguir cierto orden en las descripciones. Esto es para dibujar la imagen, para lograr que el lector vaya viendo lo que el autor quiere que vea. Si me dicen “era una buena mujer”, debería continuar con una cierta enumeración de situaciones o ejemplos que me confirmen ese adjetivo “buena”. Que lo ilustren, que lo subrayen. Mis neuronas reciben la palabra, la decodifican, la acomodan a lo que significa “buena” para mí, abren una puerta que invita a recibir más sensaciones que confirmen lo dicho pero ¡zaz! se viene la vestimenta y los colores y el aspecto desaliñado.
    ¿Y que significa una “buena” mujer? Quizá hubiera sido interesante jugar con esa idea de “amiga perfecta”, tan contradictoria. ¿Qué es ser amiga perfecta?
    Tu idea, Montse, puede ser pulida. Quizá ordenando los momentos descriptivos, intercalándolos con acciones que muestren lo buena que era esta mujer, permitiendo que el lector elabore esa conclusión...
    Si la que se muere es la protagonista, la idea de iniciar el párrafo con “era una buena mujer” toma otro color. Al fin y al cabo siempre se dice eso de la gente que ha muerto. Y visto de esta manera, todo el texto comienza a teñirse de cierto matiz irónico para nada despreciable. El problema es que yo, lectora, no sé quién se muere. Y me gustaría que me lo aclarases.

    Con respecto al comentario que hace Carlos -acertado y oportuno, con la calidad de siempre- quisiera añadir mi opinión.
    Dice Carlos:


    "A mí me parece que uno no debería sentarse a escribir hasta que tenga muy claro cómo va a empezar, cómo a terminar, y cuáles dos o tres bazas con fuerza meterá en el medio. Mientras tanto, mientras que a uno le llega la idea clara que resume todo eso, hará bien en dedicar su tiempo libre a lee r, que es lo más creativo que puede hacer."

    Me pasa, me pasa. Como nunca logro tener en claro esos ítems que señala Carlos, opto por no escribir. Y leo. Claro que es creativo. Y saludable. Y enriquecedor. Y podría seguir incorporando adjetivos hasta aburrir. Pero sucede que últimamente me lo cuestiono -no, lo de leer no; lo que me cuestiono es eso de nosentarseaescribir hasta que bla, bla- porque sospecho que si uno no planificara tanto, si no diera tantas volteretas previas sino que se sumergiera en la pasión del decir, entre un cúmulo de pavadeces quizá encontraría una pepita de oro.
    Creo que en la especulación previa se adormece algo valioso. No sé si se entiende.
    Quiero decir que por supuesto, leer es indispensable.
    Pero a escribir se aprende escribiendo.
    Si alguno de nuestros lectores afirma "esto que has escrito es una porquería", sirve. Re-contra-sirve. Claro, pobres lectores, víctimas que se animan a probar semejante brebaje. La parte dudosa de escribir a borbotones es si darlo a leer o guardarlo hasta dentro de unos días.
    Pero escribamos. Que las ideas no se queden girando como en un lavarropas. Se lavan, pierden color y textura. Al final ideas ausentes. Si no se dicen, no están.
    Escribamos, y peleemos con ese minotauro que es principio, medio, final. Escribamos pavadeces a sabiendas. Disparates. Quién les dice que no encontremos la punta del ovillo que nos lleve hacia algún lugar.
    Un beso,

    Tere

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