viernes, 1 de febrero de 2008

Desde las sombras

Norberto Zuretti

      Si algún código o lenguaje me lo permitiera, te estaría hablando, diciendo o contando cosas bastante semejantes a las que siguen, sin la obligatoriedad de ser exactamente las que siguen ya que el punto de partida es un supuesto y en el campo de las imprecisiones se me torna difícil asegurar algo, sobre todo si ya no quedan las tardes de cine de los sábados, ni los mates amargos que hasta ese entonces no cebabas, ni mis regresos de la fábrica sabiendo de antemano si tuviste una mala nota o algún berrinche con mamá o con Irene. Siempre tuve ese sexto sentido para comprender tus ojos de yo no fui antes que las palabras, esas mismas palabras que ahora me cuestan tanto para decirte, para contarte si fuera posible lo que ya sabés, lo que fui viendo –siempre en el caso de que pudiera ir viendo- a medida que se te sumaban los años y las cosas y aquel agosto quedaran cada vez más lejos, más irónicamente cerca.
      Porque todo sucedió en agosto.
      Se lo llevaron en agosto, en medio de una tormenta, y son muy distintas las tormentas del cielo y las del alma. Aunque no haya podido escucharte, sé que decías esto, más o menos esto, con ese feo gusto a mocos y a cosa perdida que a los once años es toda una vida rota, un castillo deshecho y esa desolación, ese desconcierto para nunca dejarse convencer con las fórmulas que todo lo explican y en definitiva no, ya que apenas alcanzan a clarificar algo, las sombras seguirán siendo sombras mientras no te falle la memoria –desde aquí sé que no te falla-, y tu padre se habrá ido en medio de una sucesión de gritos y portazos, me habrán llevado como un muñeco indefenso entre insultos y miedos y lágrimas.
      El fin de semana anterior te había contado lo de las hormigas porque estaba seguro de que a vos, Raulito, te interesaba todo lo de tu padre y, más aún, aquel misterio de seguir las filas de hormigas por las noches, apenas guiado por la luz de la linterna entre los durazneros, las hortensias y los ciruelos. Hay que hacerlo en silencio, te indicaba en voz baja y vos lo asimilabas muy serio por medio de esa dedicación tan mezclada con cariño, hay que seguirlas despacio para que no te oigan porque si ellas te oyen y te ven no te llevarán nunca al verdadero hormiguero, y tenés que estar seguro antes de echar el veneno para que no sea una noche perdida y a la tarde siguiente regresen por otros huecos a continuar destrozando los frutales y demás plantas.
      Sísísí, me decías, y estoy seguro de que aparte de prestar atención comprendías realmente, como la vez esa que viniste a la fábrica y te asustaste tanto en la línea de producción, sobre todo en la parte de embotellado donde bajaba aquella máquina una y otra vez poniendo tapitas, tracatrá, una y otra vez, tracatrá tracatrá, alguna botella rota y tu mirada que deslizándose por la cinta transportadora en busca del comienzo, y entonces tu sonrisa tan ancha al llegar a la playa de descarga y entender, porque ya era tuya esa capacidad de comprensión que a mí me llevó tanto tiempo, miles de tapitas y botellas rotas y reuniones marginales para tratar de armar el rompecabezas imposible que se me iba negando año tras año, gobierno tras gobierno, como si todo en la vida fuese nada más que supervisar a los diez operarios de las cuatro líneas de producción, vigilar la cantidad de líquido y la limpieza perfecta de las botellas, llenar cuadrículas y columnas en las planillas de turno, fichar cuatro veces durante el turno y regresar a casa puteando porque uno ya estaba requetecansado de que todo se volviera cada vez más y más inmodificable, desgastándose y sufriendo cuando los servicios se llevaban algún compañero y entonces las puteadas eran en voz baja, y por las dudas se postergaba el regreso al bar de Manucho, donde solíamos encontrarnos cada tanto con los de la central y los delegados de otras fábricas cercanas o del ramo. También te llevé a lo de Manucho algunas veces para que fueras sabiendo lo otro, porque algo ibas a captar y me quedé muy complacido cuando te descubrí ocultando lo de las visitas al bar la vez del tío Arnaldo, esos sí que fue intuición, Raulito, sobre todo porque asociaste enseguida su engreimiento con el secreto de las reuniones y supiste mucho antes de mi seña que él no debía enterarse. Justo el tío Arnaldo, quién lo hubiera dicho, pero después el tiempo terminó dándonos la razón. Resulto cierta la apreciación de tu abuelo, Raulito, qué capacidad de raciocinio a tu edad, incluso qué visionario, no haberte caído bien el Comechapa desde la primera vez, recuerdo que salíamos del bar y me lo preguntabas con un poco de miedo por no poder interpretar del todo tus temores. Tampoco yo, ya que al Comechapa lo considerábamos de los buenos y de los de siempre, así que no te dije nada, era posible que te equivocaras, como cualquiera, aunque ahora los dos sepamos que no fue así, lástima puta, pero quién iba a tener en cuenta los prejuicios de un pibito, sobre todo con lo que hace que conocíamos al Comechapa, la prueba de confianza que nos dio guardando las primeras piezas para la imprenta, jugándoselas de verdad aquella vez que cayó el Leproso y nos fugamos por los techos arrastrándolo al Chepibe que, con una bala en la pierna, sangraba y lloraba como en las películas.
      Pero –ahora lo sé- la realidad nunca es ni puede ser como la apariencia de la realidad, siempre viene con vueltas, recovecos, máscaras y trampas, un poco real, un poco falsa, un poco distinta, otro poco parecida. Lo aprendiste rápido para ir creciendo con esa idea fija de ocultar tu odio hasta en tu propia casa, ni tu madre ni tu hermana sospecharon siquiera las lágrimas en la almohada, las preguntas interminables sin respuesta y las pesadillas repetidas sueño a sueño, noche a noche. En aquella época todavía no había establecido el verdadero contacto –de alguna forma tengo que llamarlo- y se me perdieron gran parte de tus esfuerzos y de tus pasos, así nunca supe cómo hiciste lo del Comechapa, o cómo confirmaste que fuera él el delator antes del veneno en alguna de sus comidas, antes incluso de haberte acos-tado con tu primera mujer.
      Terminaste el secundario y enseguida entraste a la Facultad, nadie iba sospechar qué había más allá de tu ceño fruncido ni qué tipo de datos almacenaba tu memoria, lograste una imagen a prueba de todo. Aunque jamás tuviste noticias mías y mientras Irene y tu madre iban asumiendo esa resignación a la que vos muy en el fondo te negabas, cada artículo en los diarios te entregaba en cómodas cuotas jirones de mi dolor y de mis muertes. Leyendo entre líneas descubriste el nombre de mis asesinos y sus métodos, de la misma forma te enteraste de cómo ciertos grupos los combatían y una vez más te costó tan poco deducir el error y su fracaso inevitable debido a ese afán irracional y egoísta de insertarse en un medio por la fuerza. Decidiste el absoluto anonimato, la individualidad como único recurso, y el silencio. Tenías bien presente el método de las hormigas y el peligro que representaba equivocarse, hubo muchas horas perdidas vigilando hasta estar seguro antes del disparo o lo que fuera, y la reivindicación entonces era interna y se te daba entre las muelas, ahí donde se alojaba toda la rabia y toda la bronca, el placer de sentir cada vez algo así como el tracatrá tracatrá de una botella tapada, o el fin de una etapa y el inicio inmediato de la siguiente, porque igual que con las hormigas no era posible distraerse, que era necesario seguirlas desde las sombras, muy despacio para que no te oigan, como te enseñáramos con el abuelo aquella vez en el jardín, de noche tarde, entre las hortensias

6 comentarios:

  1. Ay, qué terrible. ¿Se pusieron de acuerdo o es casualidad el gusto amargo de los cuentos de este mes?

    Empezaré con el de Norberto, luego veo por dónde sigo.
    La verdad es que no entendí, creo. Bueno, me resultó confuso. Empecé y ahí nomás tuve que releer:
    “Si algún código o lenguaje me lo permitiera, te estaría hablando, diciendo o contando cosas bastante semejantes a las que siguen...” Si no hay código ni lenguaje que le permita al narrador comunicarse, ¿cómo es que lo hace? Qué es lo que leo, ¿el pensamiento? También la acción de pensar implica un código: uno piensa en determinado idioma, claro. Se podría pensar en imágenes pero yo veo signos, caracteres. No me quiero liar con esto y vuelvo al texto. Releo una vez más.
    El título sugiere una historia desde las sombras. C ontada desde allí. Pienso en la muerte. O algo peor: la cárcel. Una desaparición. Un secuestro.
    El narrador hace referencia a cosas que han sucedido antes. Le habla a un hijo que alguna vez fue niño. Ya no. Ya no es niño el hijo, quiero decir.
    Y hay un rememorar de situaciones que no termino de entender.
    No sé bien cómo encajar las hormigas con la sombra, sin embargo sé que están allí por algo.
    Se percibe una atmósfera sombría en todo el relato. Un ver que no se ve, algo que permanece oculto y que según parece, no será revelado. Será por eso que no se me clarifica nada. Quizá fue esa la intención del autor.
    “Siempre tuve ese sexto sentido para comprender tus ojos de yo no fui antes que las palabras, esas mismas palabras que ahora me cuestan tanto para decirte (¿?), para contarte si fuera posible lo que ya sabés (¡¿?!), lo que fui viendo –siempre en el caso de que pudiera ir viendo- (ya sé que se supone que uno está en el campo de las suposiciones pero no hay caso, no entiendo) a medida que se te sumaban los años (¿coma o punto y coma, acá?) y las cosas y aquel agosto quedaran cada vez más lejos, más irónicamente cerca.”(¿¡?!)

    Me rindo. Perdón Norberto, quizá sea un cuentazo, pero mis limitaciones me impiden apreciarlo.
    Aplaudo esa fertilidad literaria que te caracteriza últimamente.
    Un beso,

    Tere

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  2. Parece que los escribiste para una secta. Logras transitir eficazmente un cúmulo de sentimientos y emociones en la gama de la tristeza pero no sabemos qué sucede. Falló el nivel de la historia, no hay referencias suficientes para que el lector reconstruya los hiatos. Tal vez a veces uno exagera con presupuestos o sobreentendidos para no ser plomo o pedante pero no hay que quitar demasiados indicios porque el lector se queda sin referente. No sé que le pasó, estoy como Tere. Se trata de alguien que desapareció en la Argentina en la guerra sucia, tal vez, quizás, no sé.
    Resume el argumento y te daremos más recomendaciones. Vale la pena corregirlo

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  3. El ritmo encadenado me agrada, me recuerda a Saramago. Además las frases enlazadas se asemejan a esas mismas hormigas en fila que citas en tu cuento. Pero debo admitir que me ha costado leer y entender el texto. Me pregunto ¿qué hay ( o qué falta) en el texto que me impide comprenderlo tras la primera lectura? Descarto que sea esa sucesión de pensamientos porque a Saramago se le entiende, tiene que ser otra cosa.

    Por un lado, empezando por el primer párrafo encuentro frases rebuscadas, que proporcionan imágenes lindas o retazos poéticos, pero que a mi parecer obstaculizan la comprensión del texto; bueno esto Norberto, te corresponde a ti valorarlo. Algunas ya te las comentó Mariaester. Otras:

    “tus ojos que yo no fui”
    “y tu mirada que (creo que sobra el que) deslizándose”

    Repaso de nuevo y me aparecen más cuestiones, ¿a quién se llevan cuando Raulito tiene once años? ¿a su padre? que a su vez ¿es el narrador?, o ¿el narrador es otro? ¿quién? Posiblemente aclarando esto se entienda mejor el texto.

    Creo que la historia merece una revisión, y posiblemente más páginas.

    Un abrazo,
    Montse Villares

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  4. Bueno, es un cuento bastante hermético, tanto que no estoy seguro de haberlo comprendido. Hay una parte que se me escapa y me hace sospechar que mi explicación puede estar equivocada. Digo lo que entendí, o me parece que entendí, porque sé que a Norberto le será de utilidad.

    Hay un tipo, un sindicalista que ha sido secuestrado y asesinado, es de suponer que por la policía o el ejército, cuando su hijo Raúl era un niño. Ahora ese padre le habla desde las sombras, desde el otro lado, para recordar tres episodios anteriores a la detención (la fumigación de las hormigas, la visita a la fábrica y la reunión de camaradas donde el niño, entonces, ya sospechó del que habría de delatar a su padre) y lo que ha sido la vida desde entonces para el niño: crecer sin un padre, acabar secundaria, entrar a la universidad y luego la toma de contacto con un grupo clandestino, la ejecución del delator y de otros enemigos de la causa.

    Esto es lo que yo he creído entender. De todos modos hay cosas que no acabo de entender, como es la ignorancia que demuestra el padre (“por aquella época aún no había establecido el verdadero contacto” parece ser el pretexto) con respecto a muchos episodios de la vida de su hijo. Llama la atención que sepa tanto y al mismo tiempo ignore cosas sustanciales. Tengo que decir que el relato, como han resaltado otros compañeros, me parece demasiado críptico, está sobrecargado de digresiones y cifra todas sus esperanzas en ser comprendido por el lector, dejando en un segundo plano la calidad de la prosa.

    Puede que a otros lectores les parezca muy bueno, no lo sé; para eso están los comentarios y por eso es bueno que todos opinen. Por lo que a mí respecta sólo puedo darte mi opinión, que vale lo que tú quieras. Ya sabes, Norberto, que yo soy un tipo epidérmico; no me gustan los textos difíciles, para los galimatías ya están los acertijos y los sudokus; mis lecturas quiero que sean otra cosa, algo más sencillo, más amable, más suave, algo que discurra ante los ojos del lector sin que él se dé casi cuenta de que está leyendo. Estos cuentos tan opacos acaban por confundir el fin con los medios, el lector acaba convenciéndose de que es bueno el cuento sólo porque ha logrado comprenderlo. Pero eso, me parece a mí, no es suficiente, o no debe serlo.

    Por resumir, yo diría que el cuento puede darse con menores dosis de oscuridad. Por ejemplo limando muchas frases que desean más despistar que aclarar; por ejemplo metiendo entre comillas la frase «Se lo llevaron en Agosto, en medio de una tormenta”, por ejemplo, olvidándose del tío Arnaldo.

    Cosas que no me gustan:
    Obligatoriedad: mejor una palabra más corta, obligación.
    Tus ojos de yo no fui
    La vaguedad de la palabra “servicios” en la frase «cuando los servicios se llevaban algún compañero».

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  5. Bueno, Norber, debo decirte que me gusta la cadencia, uno va como hamacándose en las palabras, pero me temo que esa misma cadencia, poética y por momentos hermética, termina por oscurecer la historia. El primer párrafo me resulta un preámbulo de lo más confuso. Después, a partir de “Se lo llevaron en agosto”, empiezan a moverse los engranajes de la historia. Estuve pispeando (1. tr. coloq. Arg. y Ur. Indagar, oír u observar indiscretamente) los comentarios amigos, y coincido en que cuesta desentrañar el hilo de los acontecimientos que refiere el narrador. La historia parece buena, sustanciosa. Por mi parte, puedo decirte que se trata de un padre asesinado que le relata al hijo lo que el hijo ya sabe. El padre le habla sobre las reuniones en el bar, con delegados y compañeros de trabajo, incluso trabajadores de otra fábrica; la traición de alguno; el asesinato. No me queda claro qué buscaban, por qué se fugaban por los techos.

    Me parece que el estilo narrativo está contaminado de Cortázar. Hablar de contaminación quizá suene exagerado, porque, después de todo, a quién no le gustaría escribir como Cortázar. (Bueno, a mí me gustaría escribir como Juan José Saer) El problema es que uno no es Cortázar. No es el primer cuento tuyo en el que noto la fuerte influencia del susodicho escritor. Cortázar es un mago, juguetea con el lenguaje, hasta podría decirse que el lenguaje le quedaba chico para ejecutar sus ficciones, pero, honestamente, tantos malabares terminan abrumando un poco.

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  6. Norberto aquí va mi comentario a “Desde las sombras”

    A Raulito, su padre y su abuelo, le enseñaron a seguir hormigas (desde las sombras) para encontrar el hormiguero, meter allí veneno, y proteger las plantas. (Ej. las hortensias) (¿Es esto una metáfora del asesinato del asesino?

    También le enseñaron otras mañas, como intuir quién puede delatarlos, en sus reuniones sindicalistas. Raulito es muy inteligente y descubre al Comechapas y al Tío Arnaldo, dos batidores.

    Como fuere, en un mes de Agosto “se lo llevan”, ¿a quién se llevan? Es muy probable que al padre-narrador, o narrador –padre (el lector está un poco confundido)

    A todo esto el padre-narrador está orgulloso de su hijo, porque sigue sus pasos pero, además, como está en la facultad disimula mejor. (¡Qué iluso es este padre!)

    Raulito averigua quien es el asesino de su padre y lo envenena. (Este Hamblet no duda, actúa).

    La última decisión de Raulito “Decidiste el absoluto anonimato, la individualidad como único recurso, y el silencio”.

    La prosa me resulta “vueltera”, para decir algo das muchas vueltas.

    No encuentro qué aportar, no creo que mi lectura agregue algo. En fin, te mando un abrazo y mi mejor buena voluntad…

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