martes, 1 de abril de 2008

El enigma

Pedro Conde

      A la pregunta de — ¿Cuántos añitos tienes?— Andrea, responde extendiendo los cinco dedos de su mano derecha, como los rayos de un sol de lápiz, luego, con el índice de la otra mano, como una nube solitaria en el cielo limpio, oculta dos de ellos, los dobla, los castiga, y muestra triunfante un sol eclipsado con tres rayos ligeramente curvados por el esfuerzo. La luz está en su sonrisa, en sus diminutos dientes, en sus rizos.
      La niebla que sale de detrás de la mampara de la ducha, avanzando como una difusa araña por el techo, va cargando el ambiente de un agradable calorcito en el que se disuelve la pereza de quitarse la ropa. Héctor canta, hace gárgaras y juega con el agua caliente. Ella lucha por sacar la cabeza por el estrecho agujero del jersey, se queja, gruñe un lamento sin destinatario. Una vez conseguido, una misteriosa llamada a su curiosidad la lleva frente al espejo empañado, donde pasea un dedo por el cristal frío y fabrica líneas sin sentido y círculos deformes. Cuando decide que puede pintar una casa, su hermano le enseñó como hacerlo, ya no le queda espacio, solo un rinconcito donde dibuja el tejado, que también Héctor le explicó que es como la “A” de Andrea. Luego lo borra todo con su mano abierta diciendo adiós. Su palma está mojada, y en el espejo está lloviendo, se ven montones de pequeñas gotas de agua suspendidas en el aire, como una foto, pero ella se mueve. ¡Es divertido!
      La puerta se abre rápido, y suena la voz de mamá, presurosa, impaciente, — Héctor termina ya, no gastes más agua caliente. ¿Y tú? ¿Todavía estás así? Desnúdate, y avísame cuando estés para que te duche.
      Aunque se baja los pantalones y las braguitas a la vez y con las manos hasta las rodillas, termina el trabajo subiendo y bajando los pies como un soldado que desfila sin moverse del sitio, luego, recoge la pelota de ropa y la pone en la cesta de mimbre. Se gira al espejo que vuelve a estar blanco, y hace una ventana para encontrarse con su cara. Se saluda con una sonrisa, abre la boca para mirar dentro, y pone caras monstruosas que la llevan al borde de la carcajada.
      La puerta de la mampara se mueve a un lado y sale de entre el vapor, Héctor, chorreando, con el pelo en tres mechones tiesos, desequilibrados, como los rayos de un sol de lápiz. Tiene los brazos estirados al frente y las manos con los dedos como garfios. De su boca, sale un gruñido que acaba su terrorífico timbre en un castañeo de dientes, llevándolos a los dos a una serie de risas intermitentes.
      Andrea lo mira mientras se seca, observa su cara allí arriba, y luego posa sus ojos por debajo del ombligo, en su tímido pene. Se acerca curiosa y una vez más, como todos los días, quiere tocarlo. Su hermano, al darse cuenta le retira el dedo extendido con un manotazo. Ella, sigue mirándolo fijamente, abstraída, y busca con sus manos entre sus muslos. Al no encontrar nada parecido trata de acercar sus ojos, para ello dobla las piernas ligeramente, mete el culo, arquea la espalda y baja la cabeza todo lo que puede. Parece un enorme signo de interrogación. Está en esa tarea cuando entra su madre, y busca en ella la respuesta al enigma del momento
      —Mami, ¿a mí cuando me va a salir el pito?

5 comentarios:

  1. Un texto (una escena, una imagen, un pasaje más que un cuento) muy tierno y poético.

    El primer párrafo es encantador, aunque yo le cambiaría mucho la puntuación:

    « A la pregunta de — ¿Cuántos añitos tienes?— Andrea, (quitaría esa coma) responde extendiendo los cinco dedos de su mano derecha, como los rayos de un sol de lápiz, (la comparación es preciosa, quizás convendría ponerle un punto detrás, un punto que redondeara la frase y que hiciera menos largo todo el párrafo, más fácil de leer) luego, con el índice de la otra mano, como una nube solitaria en el cielo limpio, oculta dos de ellos, los dobla, los castiga, y muestra triunfante un sol eclipsado con tres rayos ligeramente curvados por el esfuerzo. (Podrías probar a cargarte el “ligeramente”: la idea quedaría más lúcida y concisa) La luz está en su sonrisa, en sus diminutos dientes, en sus rizos. » Qué bonito.

    « Ella lucha por sacar la cabeza por el estrecho agujero del jersey, se queja, gruñe un lamento sin destinatario. » Ya sabemos que esos gruñidos son para todos y para nadie, podrías no decirlo.

    « Cuando decide que puede pintar una casa, su hermano le enseñó como hacerlo » (creo que ese cómo lleva acento)

    « Se gira al espejo que vuelve a estar blanco, y hace una ventana para encontrarse con su cara. Se saluda con una sonrisa, abre la boca para mirar dentro » Muy bonita imagen.

    « La puerta de la mampara se mueve a un lado y sale de entre el vapor, Héctor, chorreando, con el pelo en tres mechones tiesos, desequilibrados, como los rayos de un sol de lápiz. »

    El orden de los factores no altera el producto, pero le da un aire demasiado teatral, así que yo diría: La puerta de la mampara se mueve a un lado y Héctor sale de entre el vapor… y no sé si es acertado repetir esa idea tan bonita del sol de lápiz. Supongo que la repetición cumple un objetivo dentro del tono poético del texto, un punto que une a los hermanos, no sé, pero a mí me gustó tanto la primera vez, que la segunda me sobró y casi me defraudó.

    La frase final, encantadora, dan ganas de darle un beso a Andrea.

    Me ha parecido un texto muy bonito. Una buena presentación de Pedro y una puerta a otros cuentos suyos, más largos y más elaborados.

    Un beso, Anays

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  2. Breve y con muy buenas imágenes. Si bien tiene la estructura de un cuento más bien parece una escena teatral. Me encanta cómo están presentado los personajes y la intervención del narrador.

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  3. Primer cuento de Pedro, que cumple con las mínimas expectativas para un autor nuevo, al menos por estos lados.
    Una historia simple, que juega con la inocencia de los niños, con su poder de asombro que funciona a pleno. Bien escrita, clara. Una presentación justa salpicada por ínfimos detalles que le dan color, el jueguito con los dedos de la mano, la lucha por desvestirse, los dibujos en el espejo empañado, la impaciencia de la madre. El desarrollo tranquilo y pausado a través de la situación del baño de los dos hermanitos.
    El final, inocente, con la pregunta de la niña, que termina dándole sentido al título.
    Bien, Pedro, te has ganado un lugar y, como bien decía Anays, ha sido una buena presentación tuya, así que aguardaremos tus próximos relatos.

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  4. Resulta una historia entretenida, bien narrada y simpática. Coincido con (creo que era Anays) los comentarios sobre: como los rayos de un sol de lápiz.

    Por añadir algo no dicho,remarco el buen dominio de la expresión al describir las sencillas acciones cotidianas delante del espejo.

    Por otro lado el título, a primera vista, me sugería alguna historia de misterio.

    Pedro, espero con ganas leer en breve tu próximo cuento.

    Un abrazo y de nuevo ¡bienvenido!
    Montse Villares

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  5. Pedro nos ha traído para empezar una estampa tierna, suave, poética, con un ritmo excelente y una prosa muy cuidada. Con ello nos da una pista de la magnífica adquisición que hemos hecho. Y no sólo por sus cualidades como autor, sino —lo hemos visto— como comentarista, una disciplina en la que —nos cuenta— es novato. Bueno, novato, novato, lo que se dice novato… yo sé que esto es verdad, aunque es difícil de creer.

    La estampa de dos hermanitos que descubren que sus cuerpos no son precisamente iguales siempre nos producirá ternura. La mente de los niños, que fue alguna vez nuestra propia mente, es un laboratorio viviente, un espejo mágico que atrasa.

    Poco tengo que decir, después del paso de Anays. Como ella, yo también pienso que pueden resultar contraproducentes las dos repeticiones: «como los rayos de un sol de lápiz» y «la llevan al borde de la carcajada»/«llevándolos a los dos a una serie de risas intermitentes». Estoy seguro de que un autor tan cuidadoso ha valorado estas repeticiones y ha optado por seguir adelante porque (le parecerá que) añaden algo que le es grato. A mí, sin embargo, me parece que afean el texto: un buen hallazgo no debe repetirse, si se quiere que aporte toda su fuerza expresiva y su capacidad de sorpresa.

    Y nada más. Sólo decirle a Pedro que estoy deseando leer nuevos textos suyos en las próximas actualizaciones, y que me alegro muchísimo de haberle llamado (pero esto ya lo he dicho antes, ¿verdad?)

    Hay una cosa más. Al pasar al blog su texto, las sangrías se han comportado de una forma inesperada. Me pregunto cómo las ha introducido. ¿Con el tabulador?

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