martes, 1 de abril de 2008

Puertas

Isabel P.

Círculo concéntrico nº 1.

La puerta está ahí, en medio de la nada. Como siempre ha estado. El peso de millones de años se acumula en sus goznes oxidados, las bisagras ya han olvidado lo que se siente al participar en la magia del giro, del movimiento. Madera espesa, opaca, gris, envejecida por la lluvia salada y dulce, por las inundaciones y las mareas. Resecada por uno y mil vientos. Horadada por legiones de efímeros insectos.

Una puerta cerrada, tan cerrada que ya no recuerda ni como abrirse.

En el hueco donde tal vez en otro tiempo se podría haber insertado una llave, vive ahora una familia de alacranes venenosos.

Círculo concéntrico nº 2..

No encuentro las palabras. He olvidado como se hace para abrir las puertas de la imaginación. Hace ya demasiados años que se cerraron para mí. El papel me mira acusador, en blanco. Mis lectores me reclaman mi sangre negra pero yo ya no recuerdo como abrir las esclusas, he perdido la llave del portal, que ya no es dorado, sino gris. Tal vez lo que pasa es que ya no quedan historias.


Círculo concéntrico nº 3.

La puerta del despacho está cerrada. Últimamente, casi siempre es así. Acaricio la madera cálida y la cerradura me responde con una invitación a besar su oscuridad con mis ojos. Pero no cederé a la tentación de arrodillarme ante esa puerta gris para saber lo que no me está permitido. Espero que esta vez sí le venga la inspiración, me preocupa. Desde que las palabras dejaron de fluír, ya no me toca, casi ni me habla. Vive siempre, no sólo ahora mismo, tras una puerta cerrada. Me siento tan sola...

Zona 0.

El día en que las puertas de la creación se abrieron, todas las cosas fueron nombradas, incluso algunas que todavía no exisitían. Todas las historias salieron por ellas, para poder ser contadas. Luego, la puertas se cerraron. Nadie sabe si quedó algo al otro lado. Nadie sabe a qué lado quedamos nosotros, si al real, o si al imaginario.

4 comentarios:

  1. El primer círculo me suena a poesía pura, una voz del narrador que denota cierto cansancio, imágenes que rozan el desconcierto, el absurdo casi total si no fuera porque se percibe en el tono de lo relatado un avance que nos conduce a algo, se siente hasta en esas dos justas pausas, que dan respiro.
    Me gusta la ambigüedad que se retrata, el escenario inidentificable.
    Y el broche del final, con un elemento imprevisto, inesperado, loco. Este párrafo es un cuento.
    Y con respecto a la posible historia, me queda registrado un pasaje, y la sensación de que vendrán otros.

    la puerta está ahí, en medio de la nada
    como siempre ha estado

    el peso de millones de años
    se acumula en sus goznes oxidados,
    las bisagras ya no recuerdan lo que se siente
    al participar en la magia del giro, del movimiento

    madera espesa, opaca, gris,
    envejecida por la lluvia salada y dulce,
    por las inundaciones y las mareas,
    resecada por uno y mil vientos,
    horadada por legiones de efímeros insectos

    una puerta cerrada,
    tan cerrada
    que ya no recuerda
    ni como abrirse

    en el hueco donde tal vez en otro tiempo
    se podría haber insertado una llave,
    vive ahora una familia de alacranes venenosos
    En el segundo círculo, ¿no era Dante el que usaba este nombre?, me encuentro con una situación muy común, que a cualquiera de nosotros le habrá tocado alguna vez, o muchas. Hay un narrador, aún no sé si es el mismo del primer párrafo, preocupado por su síndrome de abstinencia creativa, y hasta se siente perseguido por el papel en blanco y sus lectores. Si conoceremos este síntoma. Al final se resigna, se descarga de culpa o al menos supone que lo que sucede es que ya no hay nada para contar. ¿Cambiará por esta deducción su impotencia? Claro, este narrador ingenuo no se da cuenta de que a pesar de su razonamiento igual nos está contando.
    Nada para expresar, nadie a quién expresárselo, ningún lugar desde dónde expresarse, junto con la obligación ineludible de hacerlo, o algo así, escribía Samuel Beckett
    Hasta aquí, un tema en común con el anterior, las puertas, ahora de la imaginación. ¿Acaso en ambos casos se trata de la misma puerta? No lo sé, tampoco si es importante.
    En el siguiente círculo, el tercero, la puerta pertenece a un despacho. Es el despacho de la imaginación, y nos está narrando una mujer, aparentemente orgullosa, que se niega a someterse a los designios de alguien desconocido.
    En relación a las partes anteriores, aquí se pasa a vestir apenas a la narradora, aparentemente algo dolida por su carencia de musa.
    Y el último párrafo ya no es un círculo, pasa a ser la zona cero. ¿La zona base, la que explica todo, el macromundo que abarca a los anteriores? Y suena más generalizado, más abierto, más afín a los dos primeros círculos, con su conclusión propia de la misma lógica de aquellos, ¿somos reales, o imaginarios?, ¿somos quienes soñamos, o lo soñado?, ¿ser o no ser?
    Me parece que el tercer círculo queda un poco descolgado del resto. Incide mucho esta aparición como más humanizada o particularizada de la narradora, su lamento. Para mí debería mantener el tono y ser más impersonal.
    No podría asegurar que todo este conjunto se tratara de un cuento. Está muy bien escrito, con algunas imágenes muy logradas, como ser lo que se siente al participar en la magia del giro, tan cerrada que ya no recuerda ni como abrirse, una invitación a besar su oscuridad.
    Creo que ha sido, al menos, una buena presentación de Isabel, y de sus próximos trabajos.

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  2. La verdad es que no sé cómo comentar este texto de Isabel. Ni qué decir. Ella, cuyo fuerte es la poesía, nos entrega aquí una prosa poética.

    Más que una historia, parecen cuatro pinceladas. La primera describe una puerta cerrada; la segunda alude a la página en blanco; en la tercera, la mujer del escritor espera detrás de la puerta y desea que la inspiración le llegue a él por fin. En la cuarta la creación se ha producido y hay una reflexión que se me escapa.

    «Todas las cosas fueron nombradas». La creación con minúsculas, la creación de este autor que estaba encerrado en su despacho, parece enlazar en esta frase con la Creación con mayúsculas. Luego, la confusión entre lo que queda a un lugar y a otro me desconcierta, tal vez alude al mundo de ficción que, sobre todo si lo escrito ha sido una novela o una obra larga, queda en la cabeza del autor, como un poso.

    La verdad es que toda la leyenda que gira en torno a la creación, la inspiración, etc., me parece un espacio escurridizo. Y la angustia por la página en blanco una aflicción innecesaria. No creo que las musas besen a los autores en la frente, ni que sea necesario martirizarse por la ausencia de ideas que plasmar sobre el papel, a no ser que el editor espere el original para pasado mañana y el potaje de los niños dependa de esa entrega. Quizás por eso el texto no me llega a golpear.

    Estoy impaciente por ver colgadas más cosas de Isabel, de quien he leído cosas soberbias. Ah, hay un error mecanográfico, un acento que sobra en la palabra “fluir”.

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  3. He leído bastante de Isabel, hace ya tiempo que coincidimos por estas pantallas. Me cautivó desde que leí sus versos por primera vez. Tengo debilidad por sus cuentos, aunque no se prodiga mucho en este campo. Quise odiarla cuando vi la libretita donde había escrito el borrador de uno de ellos y no tenía apenas correcciones, solo un par de tachones acobardados entre su letra pequeña. No quería empezar yo a comentar, siento como que no puedo ser imparcial.
    El texto me recuerda a los “sueños” de Michael Ende en “El espejo en el espejo”, a los cuadros de Dalí, llenos de símbolos. El círculo nº 1 me parece pura poesía. Es el inicio si es que una vez hubo un principio, “está ahí…como siempre ha estado”. El monolito de 2001.
    El círculo nº 2, todos los que de una forma u otra nos dedicamos a esto de escribir lo conocemos bien. Yo echo en falta aquí el mismo tono poético del primer círculo. Pero solo es un deseo, el texto no deja de ser una serie de pinceladas impresionistas que nos dan una idea a la que nosotros ponemos los detalles, los matices. Me gusta la desesperanza que destila la última frase, “Tal vez lo que pasa es que ya no quedan historias”
    El círculo nº 3, sería para mí el más alejado de la zona 0, el más mundano, casi osaría decir que me sobra.
    La zona 0, me trae a la memoria un cuento creo que de Borges (perdonad mi memoria, ya sé que es pésima) sobre una biblioteca en la que estaban todos los libros que se podrían escribir con todas las combinaciones posibles de las palabras conocidas.
    En general me gusta la sensación que produce en mí la lectura de este texto, me hace pensar para al final no llegar a nada. Me quedan, eso sí, retumbando en mi cabeza, como un portazo reverberando en la nada, las eternas preguntas existenciales. Pero no les doy muchas vueltas, prestarles demasiada atención puede ser tan dañino como el veneno de ciertos alacranes.
    Al error mecanográfico que dice Carlos yo añado un par de ellos más.
    Círculo concéntrico nº 2.. (hay dos puntos, en este momento de crisis no se debe derrochar)
    …todas las cosas fueron nombradas, incluso algunas que todavía no exisitían. (Sobra un i en la última palabra, seguimos con el derroche)
    Luego, la puertas se cerraron. (El artículo es singular, le falta una s)
    Y nada más Isa, espero seguir leyéndote por mucho tiempo. Un besote.

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  4. Me parece que el tercer círculo queda un poco descolgado del resto. Incide mucho esta aparición como más humanizada o particularizada de la narradora, su lamento. Para mí debería mantener el tono y ser más impersonal

    Estoy de acuerdo con mi compañero. Además digamos que la elección de Puertas como título nos hace hipotetizar un rito de pasaje, y luego "círculos" intertextualidad que nos remite a Dante refuerza la idea.
    La utilización poética del lenguaje se entiende porque se trata de un mito de origen, debería mantenerse hasta al final y darle más pistas al lector para que comprenda el origen de qué.
    Puede arreglarse . Es una buena idea.

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