jueves, 15 de mayo de 2008

El disfraz (ejercicio)

Pedro Conde

      Aquel año fue mi primera vez. Cuando doblé la esquina de la calle Mesa y López y me enfrenté cara a cara con el denominado “Mogollón”, que ocupaba todo el paseo junto al puerto hasta la plaza de Santa Catalina, no pude evitar sorprenderme, y eso que el estruendo de cientos de canciones que peleaban por la supremacía en el patio de casetas, como las luces de colores cambiantes que veía reflejadas en las paredes y ventanas de los edificios antes de llegar a aquel punto me prepararon para algo grande. Aun así no fue bastante.
      Yo, “godo” recién llegado a Las Palmas, novato en esto del Carnaval, miraba con cara de asombro, casi asustado, a esa multitud de seres fantásticos e irreales que bebían y bailaban en perfecta armonía. Había frutas enormes, payasos de rizadas pelucas coloreadas, brujas, monstruos, fantasmas de sábanas blancas y muchas, muchas mujeres que mostraban sin pudor sus cuerpos varoniles cubiertos de vello, que me hacían proposiciones deshonestas con su voz hombruna y me lanzaban besos con sus bocas cubiertas de gruesos mostachos.
      Yo desentonaba con mi raído vaquero y mi camiseta. Por mi vestimenta cotidiana estaba fuera de lugar. Pero el ritmo de la salsa y la absoluta desinhibición que mostraban todos, hicieron desaparecer cualquier intento de alienación por mi parte. De camino a la caseta 72, donde había quedado con unos amigos, bailé con un par de monjas y un Arlequín, recibí algunos besos que dejaron un borrón de carmín en mi cara y olor a ron amarillo, y fui intimidado por algunos seres deformes y contrahechos de cara viscosa y repugnante. Tropecé veinte veces, y otras tantas choqué con alguien que detuvo mi caída, y al fin, contagiado por la fiesta y con una enorme sonrisa llegué a mi destino. Solo reconocí a mi compañero de piso, al resto, un gladiador, un vampiro, un Charlot de precioso busto, un demonio rojo con cuernos y rabo, y unas sensuales bailarinas árabes de insinuantes curvas y vaporosos velos, fui presentado de manera informal una vez que me habían puesto en la mano un cubata en vaso de plástico.
      El ruido no hacía posible una conversación, y el Carnaval no estaba hecho para charlar. El sentido de la fiesta es el gozo de vivir por unas horas sin barreras, sin límites, totalmente libre de prejuicios. No tardé en darme cuenta de esto y me dispuse a disfrutar como el que más.
      El ritmo no tiene fin, ni el alcohol, por lo que al poco rato de abandonarme a ellos, mi cuerpo flotaba en un mundo de bienestar que mi vista no lograba enfocar con claridad. De todas formas, tal vez debido a que para mí todo era nuevo, no dejaba de observar curioso las acciones y reacciones de todos aquellos que me rodeaban. Alfonso, que así dijo llamarse el diablo rojo, resultó ser alguien perverso que encontraba diversión en pequeñas travesuras como vaciar o cambiar los cubatas que se ponían a su alcance y quemar los disfraces de los demás con la punta de su cigarrillo. Yo me dejé hipnotizar por el sugerente pecho del Charlot, y por las caderas que adivinaba bajo ese traje cuando bailaba agarrándolo por la cintura. No había pasado mucho rato y ya mi excitación borraba toda su vestimenta y me dejaba ver en su plenitud a la preciosa mujer que había dentro. La abandoné un momento y me fui a la barra a por otra copa. Alfonso me dijo con una pícara sonrisa mientras la señalaba con un movimiento de cejas.
      — La tienes en el bote.
      — Está buenísima — confirmé—, pero tengo novia.
      — ¿Y? — Preguntó con tono de burla— ¿Piensas contárselo?
      Nunca he sabido luchar contra ciertos impulsos. Sin decir nada acepté el condón que me ofrecía con descaro sujetándolo con la punta de los dedos a la altura de mis ojos, y con él apretado en mi mano me dirigí a donde estaba la chica. Pude ver de reojo que Alfonso ponía la zancadilla a alguien y le hacía caer, pero no le presté atención, mis urgencias eran otras.
      Nos fuimos no muy lejos, cerca del muelle. El edificio de aduanas proyectaba sus sombras sobre el aparcamiento donde estaba el coche que utilizamos de apoyo. El deseo desatado, la calentura, lo prohibido, todo se unió para hacer un polvo salvaje, corto e intenso. Mientras los efectos del orgasmo se diluían en nuestra respiración profunda y jadeante me salí de ella. Cuando intentaba quitarme el preservativo me vino clara y rápida, como el flash de una cámara, la certeza de que el travieso diablo rojo con cuernos y rabo, al igual que yo, no llevaba disfraz.
      — ¡Maldito hijo de puta!— Grité asustado.
      El condón tenía un pequeño corte en su punta, por donde se salía el semen que manchaba mi mano.

8 comentarios:

  1. Pedro, es un cuento muy bueno. La verdad, admiro tu escritura, el manejo del suspense, las tensiones, la creación de la atmósfera. En pocas líneas, sin merodeos, dijiste un montón de cosas, y no me refiero a cosas superfluas. Con respecto al preservativo, convendría aclarar que lo que le entregó el Diablo fue el sobrecito cerrado. Claro que uno no agarraría un preservativo fuera de su envase, pero como la atmósfera es medio extraña, y Diablo se lo ofrece agarrándolo con la punta de los dedos (acaso con asco), por un momento uno no está seguro de que no le esté ofreciendo un colgajo de látex semitransparente.

    Estas líneas, a mi modo de ver, son muy explicativas: “Cuando intentaba quitarme el preservativo me vino clara y rápida, como el flash de una cámara, la certeza de que el travieso diablo rojo con cuernos y rabo, al igual que yo, no llevaba disfraz”. Yo trataría de dejar cierta ambigüedad.



    Saludos.



    Dani

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  2. Una historia que cuadra a la perfección con el tema de la maldad. Este diablo es un tipo malo, que hace el mal por puro deporte, le toma tanto o más trabajo que hacer el bien y, para colmo, no gana nada con ello.
    El cuento está escrito en primera persona. Pedro dice que la primera persona ayuda a conectar con el lector. Y puede que tenga algo de razón: la primera persona (y el presente de indicativo) ayuda a que el lector perciba la historia como algo de primera mano que se desarrolla ante sus ojos, algo en lo que cree porque no en vano se lo está contando un coleguita, como si de una charla informal se tratara. También tiene inconvenientes, olorcillo a diario íntimo y atenúa la capacidad de mentir del autor. El punto de vista es potestad en cualquier caso del escritor, él debe decidir desde qué tronera se pone a redactar; de todos modos yo animaría a Pedro a que, cuando tenga un rato libre, pase esta historia a tercera, como un juego, como un pasatiempo. Es casi seguro que entonces podrá aligerar el lastre que suponen esos treinta y cuatro mes o mis en un texto de sesenta líneas. Particularmente densa es la presencia de los mis en el espacio que va entre «yo desentonaba» y «el vaso de plástico».
    El cuento es bueno y convence.
    Lo otro lo digo sólo por joder cariñosamente.
    Algunas cosas que son apreciaciones subjetivas:
    Pienso que no vendría mal recalcular algunas construcciones que, o bien están trilladas, o retorcidas, o riman: «no pude evitar sorprenderme», «rizadas pelucas coloreadas», «perfecta armonía», «acciones y reacciones», «ver en su plenitud a la preciosa mujer», «hacer un polvo», «nuestra respiración profunda y jadeante».
    Por otra parte, hay una frase larguísima, que podría hacerse más digerible: «y eso que el estruendo de cientos de canciones que peleaban por la supremacía en el patio de casetas, como las luces de colores cambiantes que veía reflejadas en las paredes y ventanas de los edificios antes de llegar a aquel punto me prepararon para algo grande».
    En la cruzada contra los adverbios terminados en mente, creo que ganaría la frase en ritmo y en gracilidad si eliminamos “totalmente” en «sin barreras, sin límites, totalmente libre de prejuicios».
    Para terminar, podria buscarse un sinónimo menos pedestre a “cubiertas” en la frase «con sus bocas cubiertas de gruesos mostachos»

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  3. Un saludo a Pedro, el cuento es, para resumirlo: ¡vaya diablo", así que sólo quiero compartir contigo algunas anotaciones que hice sobre el texto.

    Segundo párrafo, dice "proposiciones", ¿no sería más adecuado "propuestas"?

    Tercer párrafo: "donde había quedado con unos amigos" - ¿quedado, acordado... qué cosa?

    Vocabulario: ¿qué es un cubata?

    Quinto párrafo: "La abandoné un momento y me fui a la barra a por otra copa". Esa preposición, a, creo que sobra.

    Sexto párrafo: varias veces aparece la preposición "con".

    Último párrafo: "por donde se salía el semen..." Figura interesante esta en que el semen es sujeto y se sale, mejor dicho, ese reflexivo yo no lo colocaría.

    Pat...

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  4. Hola Pedro,
    un buen cuento. Has captado muy bien la atmósfera, la diversidad, el color, el ruido y el ritmo delirante avivado por el alcohol en la que nos hemos visto sumergidos, los lectores, sin un triste cubata (bebida de coca-cola y ron, para Dani). Quizás faltaría el calor que en Las Palmas, entre tanta gente y el alcohol... incluso asfixiante en algún momento... podría llevarle a quitarse la camiseta.

    El primer párrafo, aunque nos sitúa en la escena, se hace largo. Una coma entre "antes de llegar a aquel punto (,)me prepararon " me parece imprescindible.Y el "no pude evitar sorprenderme", demasiado trillado.
    Estas dos frases las he encontrado repetitivas:
    Yo desentonaba con mi raído vaquero y mi camiseta. Por mi vestimenta cotidiana estaba fuera de lugar.
    Sugiero: "Yo, con vaqueros y camiseta, desentonaba." De paso te cargas tres "mi".

    Cuando consigue llegar a la caseta donde había quedado ( para Dani: quedar con alguien es muy corriente, la verdad es que lo pienso y no se me ocurre otra manera de decirlo, sería "citarse" pero sin importar el sexo, quedamos dos amigos o dos amigas, o quedas con un compañero de trabajo... te "reunes a una hora para hacer algo" ) con su compañero de piso, describes el disfraz de todos menos el del amigo. No sé, me faltó el dato para completar la foto.


    La siguiente frase me ha sonado a discurso, creo que podrías decirlo de otra manera.

    "El sentido de la fiesta es el gozo de vivir por unas horas sin barreras, sin límites, totalmente libre de prejuicios. No tardé en darme cuenta de esto y me dispuse a disfrutar como el que más.

    La maldad no la he encontrado en el cuento, más bien eran travesuras y lo del condón roto una putada. La verdad es que yo lo que me imaginaba al leerlo era que, la chica de los sugerentes pechos, a la que el diablo le empuja, era un travesti.

    Un abrazo y hasta tu próximo cuento,

    Montse Villares

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  5. Pareciera inevitable el estigma que implican la música, el sexo, las drogas y el alcohol.
    Bueno, este cuento está ahí, y dentro de esas mínimas reglas que terminan bordeando la moraleja.
    Hay una narración en primera persona, que está llevada correctamente. Pedro escribe muy bien, es prolijo, no se marea en la mezcla de personajes, ni en la acumulación de hechos que requiere la historia. Avanza seguro, se nota en la narración, no hay saltos, es pareja. Nos lo creemos. Uno puede sentirse en medio de esa fiesta, asumir como propia la inexperiencia del relator, oír la música, oler el alcohol, sentir el roce con sus personajes, espiar a este narrador y a su pareja, aceptar sus deseos y sus actos como aceptar el preservativo y lo que vendrá a continuación.
    Hasta aquí todo correcto. Hasta su susto al descubrir la broma de un personaje que quizá no se encuentre disfrazado, y resulte siendo un verdadero, perverso y travieso monstruo que le ha gastado una broma de aquellas.
    Lo que a mí me parece, como para que el relato no caiga en una simplota moraleja de esas ésto te pasa por no ser previsor, debes siempre prevenir, es que habría que hacer algo con ese diablillo, algo que lo aparte del papel de travesura-castigo y lo resignifique, modificar un poco su rol en el relato. Es lo primero que se me ocurre, no lo único posible.
    Y otra cosa, el cuento comienza mencionando una primera vez. A mí, cuando me hacen esta advertencia, y sobre todo en el primer renglón, me pongo a buscar cuál es esa vez, y de qué se trata.
    En este caso particular podría tratarse de la primera vez que este narrador asiste a una fiesta como este Carnaval. O podría tratarse de la primera vez que se expone a contagiarse el sida o cualquier otra cosa. O de la primera vez que engaña a su novia. O de la primera vez que lo engaña un diablo. O de la primera vez que tiene relaciones sexuales. O de la primera vez que embaraza a una mujer.
    Ante tantas posibilidades, habría que aclarar a qué se refiere y por qué razón se lo menciona, o anular la frase y dejar todo igual, ya que en realidad no le agrega nada al relato.

    evitar sorprenderme, y eso que el estruendo
    En este caso yo colocaría punto y coma, en vez de coma.

    y muchas, muchas mujeres que mostraban sin pudor sus cuerpos varoniles cubiertos de vello
    También cambiaría este muchas repetido, ya que así se entiende como que casi todas las mujeres que hay son hombres disfrazados.

    Yo me dejé hipnotizar por el sugerente pecho del Charlot, y por las caderas que adivinaba bajo ese traje cuando bailaba agarrándolo por la cintura.
    Tal como está redactada, sobre todo por agarrándolo, esta frase califica a Charlot de varón. Se toma la cintura al bailarín, no a su ropa.

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  6. Yo me imagino a la maldad oscura, amiga del horror y de la muerte. Sin embargo, la mayoría de los ejercicios giró alrededor de lo sexual. ¿Hay algo más cercano a la vida que un encuentro sexual entre una mujer y un hombre?

    Aunque, ahora que lo pienso, la maldad requiere de un campo propicio: la supresión de la razón. Un ser pensante, a menos que sea el mismo diablo, no puede ser malo. Si se atrofia el raciocinio —las causas pueden ser múltiples: alcohol, drogas, pasiones de diverso calibre: odios, iras, venganzas— la maldad germina, se adueña de la razón y aparece Mister Hyde, incontrolable, monstruoso.



    El ejercicio obligaba a pensar sobre la maldad y a Pedro se le ocurrió una idea brillante. Pues claro, si de maldad se trata, necesitamos un malo en su esencia, un malo por sobre todas las cosas, un malo desde siempre y para siempre. El diablo, sí, sí.

    Claro que meter un diablo en un relato no es moco de pavo.

    Excelente la idea del disfraz. Y el Carnaval, ¡cómo no se me ocurrió! “El ruido no hacía posible una conversación, y el Carnaval no estaba hecho para charlar”. ¡Excelente!

    “El sentido de la fiesta es el gozo de vivir por unas horas sin barreras, sin límites, totalmente libre de prejuicios. No tardé en darme cuenta de esto y me dispuse a disfrutar como el que más.”

    El Carnaval está hecho para patear el tablero y obnubilar a la razón, ¡claro que sí! Tierra fértil donde florecerán maldades por doquier. Y allí andará el diablo, sin disfraz. O vaya una a saber.

    Me encanta ese diablo repartiendo maldades a troche y moche, por puro divertimento. Nada de echar una atómica sobre Hiroshima, o exterminar judíos en un campo de concentración o niños en Biafra. No, no. Maldades que parecen sonseras, de chico travieso. El diablo se caga de risa en la fiesta y hace de las suyas.

    En fin, que la idea es buenísima. Y está bien escrito. Me gustó leerlo, me daban ganas de seguir quedándome allí.

    Y váyanlo sabiendo: hay que llevar preservativos siempre, uno nunca sabe cuándo se le ocurrirá al diablo, meter la cola. Si me lo habrá dicho mi vieja.

    ¡Aplausos para Pedro, a rabiar!

    Un beso,
    Tere

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  7. El cuento no me gustó pero no por motivos formales ni estéticos, que me parecen correctos, sino porque no me gusta el argumento.

    La atmósfera rocambolesca, cargada, sexualmente equívoca, donde las bailarinas árabes parecen ser lo más definido en esta ensalada de ruidos y travestis.

    Como fuere hay un párrafo que por más que lo lea no entiendo.

    “Cuando intentaba quitarme el preservativo me vino clara y rápida, como el flash de una cámara, la certeza de que el travieso diablo rojo con cuernos y rabo, al igual que yo, no llevaba disfraz.”

    ¿Qué eso de que el diablo, al igual que el personaje, no llevaba disfraz”

    Saludos

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  8. Me jode tanto yo y tanto me que podrían quitarse. Al principio creí que era un recurso de estilo pero después me daban ganas de tachar. El primer párrafo es imposible de leer en voz alta sin quedarse asmático.
    El relato es interesante si se mejoran estos aspectos. Hay una carga ideológica castradora, la maldad está en el sexo. No coincido con que la maldad aflora cuando la razón se va. Hay muchas formas de ser malo. De ahí que algunos sean ininputabes y otros imputables. El delito necesita de la razón, de la premeditación , etc

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