jueves, 15 de mayo de 2008

La mal(e)dad (ejercicio)

Luisa Matallana

      Tres días sin dormir, el pulso tembloroso y la imposibilidad de desempeñar el diseño a la par de esa exigencia creciente en pro de la exactitud y en sentido contrario al error. Una semana más y entraría en período de vacaciones, sólo era cuestión de aguantar las continuas dosis de anfetaminas combinadas de cafeína, esto cuando la combinación coketinto dejaba de surtir efecto. De esta manera había sobrevivido los años universitarios, y, luego, una semana bajo el sopor somnífero de los psicofármacos que Andrea o Sofía le suministraban desde su muestrario de firma comercial. Cuerpo de maracas, así se decían en broma. Dos años. De eso hace dos años. Después conocería a Lucía Maranto y tras ella la cesación del paraíso en un cubículo milimétrico, programado y estéril de una oficina. Horario flexible, paga fija y sin derecho a réplica, no sin riesgo de ser despedido. Dibujante, diseñador. ¿Sí? Siempre sobre el plano, la bidimensionalidad en tanto norma. Estático. Quietud. Siempre lo mismo como rutina. Sin fugas y sin variaciones. ¿Fuera? Había olvidado el afuera. Lejanía de mundo animado, fachada, digitalidad, en resumen, Lucía Maranto. Si hubiese respirado un segundo más aquella mañana, sólo eso, dejando expandir sus pulmones en lugar de estrecharlos en el ahogo. Sus manos no dejaron de abrazar el cuerpo de Lucía Maranto, y menos con ese olor húmedo de sexo emanando de su vagina. ¡Cuántas mujeres no le habían esperado en turno y venir a sustraerle un segundo aquella, sí, aquella misma que él había cortejado durante meses sin éxito! No desistió y al final, en ese final previsto por esperado, ella cedió. Fue así como la tuvo sobre sí, sintiendo las caricias de sus cabellos negros y el roce de sus pezones firmes sobre su rostro. Les besó una y otra vez entre paladar, diente, lengua y garganta. Apretó más fuerte su cintura mientras su pija le penetraba. ¡Qué aquello ardiese! Ella movía su cuerpo entre vaivén, circularidad, sacudida temblorosa y apretamiento. Llevaba su ritmo, el de ella, el de él. Y en aquello el enceguecimiento, un orgasmo más allá de la eyaculación pero sin ésta. Oscuridad. Sordera. Ceguez.De repente Lucía gritando en sus oídos: ¡Respirá, carajo, respirá, esperate un segundo que a mi me falta! Silencio. Quietud. Lejanía. Al fondo, fuera, en otro lado, golpe de zapatos contra las puertas. Sirenas. Pitos -¡Ojos dilatados, listo el equipo de choque! -. Salto. Todo su cuerpo fue eso, un salto espasmódico en tic generalizado. - ¿Cuánto tiempo lleva así?-. ¿Tiempo? Lucía Maranto sólo sabe del tiempo que tardó en aceptarle, el tiempo que le esperó encima para hacerlo inolvidable y ¡lo logró! - ¿Y cuándo fue su última sonrisa?-. 10-20-30 minutos hasta que su parálisis, ese congelamiento de imagen, hizo confuso el instante. Lucía Maranto creyó entonces que era ella quien reía, pero no, allí en sus ojos, suyos de él, yacía el rostro de una mujer distinta, ¡sí, distinta! Así lo he escrito y así fue.. Hasta allí se nos había ido a meter esa maldita. ¿De qué otra manera llamarle dadas las circunstancias? Siempre la principial, como si decir nacido en su lengua no fuese disimulo suficiente para hacerle alusión. - ¡Fue él quien lo hizo! ¡Fue él quien la invitó para mortificarme!-. Debía ser al contrario pero el escritor ha querido que Lucía Maranto yaciera mortificada ante su rigidez, la de él. En ese segundo cerró sus labios, sus párpados y cuanto orificio encontraron sus manos, ¡todo! Aquello fue un segundo, lo contó, así, u-n-o, nada más; el mismo segundo que faltó en y para ella. - No sabe usted cuánto lo odié por haberme dejado en ese estado, y he ahí que asimismo lo dejé. ¡Vaya forma de escribirse en pareja!-dice ella. Otro salto. - ¡Respira!- grita el encargado - ¡ha vuelto, lo tenemos!-. Dos años atrás celebran en su ausencia la fecha de los graduados mientras esa voz incondible de su madre resuena en el pasillo: ¿Volverá a ser el mismo? Plano, bidimensional en tanto norma, sin error y sin sobresalto, programado, predecible. Igual. Siempre igual. Una semana, sólo eso, entonces volverá a dormir gracias al psicofármaco que Andrea o Sofía le han suministrado desde su muestrario de firma comercial.

5 comentarios:

  1. Hola Pat —perdón por el apócope pero me resulta más, como diría, más humano— bienvenida y ojalá te sientas a gusto.

    Te advierto que lo único que pretendo al comentar un texto es transmitirle al autor mis impresiones lectoras, que son intuitivas. Nada de erudición. Es lo que me pasa a mí frente al texto.





    Ahora el comentario:

    Creo que no lo entendí. Un narrador omnisciente y gamberro, nos cuenta acerca de un personaje diseñador o dibujante, adicto a los fármacos, que se muere pero al final no, que no sé qué imagen le queda grabada en sus ojos de él, que parece que una tal Lucía es la mala pero no, por ahí me parece que el malo es el escritor.

    No sé. Y lo peor es que no me dan ganas de saber. Decididamente no entendí. Quizá se trate de un dechado de creatividad, pero me supera.

    Vamos a la forma, entonces.



    La primera frase viene complicadita:

    “Tres días sin dormir, el pulso tembloroso (trillado, trillado) y la imposibilidad de desempeñar el diseño (paro acá y me pregunto qué será eso de desempeñar el diseño; quizá bosquejar, construir, montar, esbozar, funcione mejor; aunque ignoro qué es lo que se quiere decir, claro) a la par de esa exigencia creciente en pro de la exactitud y en sentido contrario al error.” (redundancia, por eso lo tacho)

    La primera oración es muy importante, tanto que puede hacer que el lector se aleje. O se quede. Hay que poner cuidado, mucho cuidado en el inicio del texto.

    Sigamos.

    “sólo era cuestión de aguantar las continuas dosis de anfetaminas combinadas de cafeína, esto cuando la combinación coketinto (no entiendo) dejaba...”

    “Dos años. De eso hace dos años. Después conocería a Lucía Maranto (¿después de esos dos años o en el transcurso de esos dos años?, me pregunto) y tras ella la cesación del paraíso (¿qué paraíso?;¿tras ella?) en un cubículo milimétrico, programado y estéril de una oficina.”

    “¡Cuántas mujeres no le habían esperado en turno...”(no entiendo)

    “Apretó más fuerte su cintura mientras su pija le (¿le?)penetraba. ¡Qué(sin acento) aquello ardiese! Ella movía su cuerpo entre vaivén, circularidad, sacudida temblorosa(¡otra vez ese adjetivo!) y apretamiento. Llevaba su ritmo, el de ella, el de él. Y en aquello el enceguecimiento, un orgasmo más allá de la eyaculación pero sin ésta (sin acento me parece, igual no entiendo la frase). Oscuridad. Sordera. Ceguez (¡¿?!). De repente Lucía gritando en sus oídos: ¡Respirá, carajo, respirá, esperate un segundo que a mi(mí, con acento) me...”

    “10-20-30 minutos” (diez, veinte, treinta)

    “Lucía Maranto creyó entonces que era ella quien reía, pero no, allí en sus ojos, suyos de él,(¿¡!?) yacía (¿¡yacía!?) el rostro de una mujer distinta, ¡sí, distinta! Así lo he escrito y así fue.. Hasta allí se nos había ido a meter esa maldita.(Acá sí que me perdí del todo)

    “Siempre la principial” (¿principal, quizá?)

    “Dos años atrás celebran en su ausencia la fecha de...” (no entiendo)

    “esa voz incondible” (¿¡!?)



    Bueno, Pat, lamento si mi comentario te resultó poco simpático, es probable que mis limitaciones no me permitan apreciar el texto.

    Un beso,



    Tere

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  2. Es un relato apretujado en el que tienes que hacer un esfuerzo para llegar al final. Los personajes están mal diseñados y el argumento parece no tener nada que ver con el título. Lo siento.
    Maester

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  3. Hay que decir que entendí bien poco.
    Por una parte hay un tipo que debe trabajar en condiciones no del todo cómodas, y por otra una mujer con quien tiene sexo. Algo grave sucede y el tipo termina en drogadicción de patente.

    ¿Voy bien?

    Luego, me parecen dos cosas:

    Una, que hay cierto orden en el aparente caos, y que vos tenés muy claro lo que quieres decir pero no logras transmitirlo, o al menos, no a mí.

    Debe escribirse pensando en el lector, si entiende, cómo lo ve. De otra manera, escribir es un ejercicio de onanismo.

    Otra. Que ayudaría mucho una puntuación más prolija, para entender el texto: de entrada, los guiones para los diálogos o las acotaciones deben ser largos (—)y estar convenientemente signados por espacios, comas o puntos.


    Tampoco entiendo el significado del título. ¿Es algo como la mala edad?


    Otras cosas.

    desempeñar el diseño a la par de esa exigencia creciente en pro de la exactitud y en sentido contrario al error. Me parece muy prolijo y enredoso.

    Si hubiese respirado un segundo más aquella mañana, sólo eso, dejando expandir sus pulmones en lugar de estrecharlos en el ahogo. No sé si esto iría mejor entre signos de exclamación.

    ¡Qué aquello ardiese! Sin acento.

    Ceguez. ¿Existe?

    Respirá, carajo, respirá, esperate un segundo que a mi me falta! ¡Ah! ¡Eres argentino!

    10-20-30 números, no.

    fue.. los puntos suspensivos deben de ser: tres y espacio.

    incondible ¿Que qué?

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  4. Lo leí varias veces, porque al principio me atraía esa ambigüedad por la que flotan los personajes, ese destiempo y esa casi desubicación geográfica que me parecían buscadas a propósito de algo que ya descubriría al continuar leyendo e ir armando las partes. Le encontraba algo de juego, de rompecabezas.
    Pero confieso que me perdí durante el intento.

    Cuesta mucho el primer párrafo. No entiendo qué significa eso de desempeñar el diseño, me parece que sobra y en sentido contrario al error, reitera lo ya dicho de la exactitud.
    Habría que revisar también sólo era, con respecto a desde dónde y cuándo se está narrando esta historia. Situaciones que no fui capaz de descubrir.

    Hay un personaje que no duerme desde hace tres días, y que le falta una semana para sus vacaciones, nada más debe aguantar la dosis de drogas y alcohol, a lo que ya parece acostumbrado por su experiencia durante la universidad.
    De aquí un salto a Andrea o Sofía, que le administran psicofármacos. Primero parece que durante una semana, después sugiere que dos años. Y después de esos dos años conoce a Lucía.
    No comprendo tras ella l a cesación del paraíso en un cubículo, hasta llegar a la oficina.
    Tampoco entiendo el significado de la queja si hubiera respirado un segundo más aquella mañana, ¿qué hubiera pasado?
    Otra frase de la que se me escapa el sentido: cuántas mujeres no le habían esperado en turno y venir a sustraerle un segundo a aquella.

    De conocer a Lucía y transformarse en diseñador oficinista, pasa a hacer el amor con ella, con la misma vaguedad onírica con que cambian los escenarios en los sueños. Y entonces interfieren unas voces desconocidas, que provienen como de otro plano de realidad. Uno, como lector, podría suponer que se trata de un equipo médico, pero no es seguro.

    El relato sigue, ahora Lucía se ve reflejada en los ojos de él, ¿ya cadáver?
    El relator nos dice así lo he escrito y así fue, ¿de quién es esta voz, qué es lo que escribió y lo que fue?
    Ahora el relator nos menciona al escritor que quiere no sé qué sobre una rigidez que tampoco comprendo a quién corresponde.
    Alguien dice que odia, no se sabe a quién, por haberla dejado en ese estado, ¿qué estado?
    Un encargado ¿médico acaso? dice que lo recuperaron ¿a quién, dónde estamos ahora?

    Y casi en el final, el mayor desconcierto cuando el relator dice dos años atrás celebran en su ausencia, entonces me pregunto, qué pasó, y cuándo, y quiénes celebran qué y la ausencia de quién, y por más vueltas que le doy, me quedo en babia.
    A mí me da la sensación de que hay una historia mejor armada con todos estos elementos, al menos que Patente la tiene en su cabeza, pero el relato está desordenado, inconexo, y le faltan partes.
    Si la intención hubiese sido lograr un relato caótico, pienso que igualmente falla, ya que representar el caos en forma creíble requiere una estructura lógica.
    Bueno, Patente, me quedaré esperando tu próximo cuento.

    Hay cerca de veinte su o sus en todo el texto, habría que reemplazar algunos.

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  5. Lo leí varias veces, porque al principio me atraía esa ambigüedad por la que flotan los personajes, ese destiempo y esa casi desubicación geográfica que me parecían buscadas a propósito de algo que ya descubriría al continuar leyendo e ir armando las partes. Le encontraba algo de juego, de rompecabezas.
    Pero confieso que me perdí durante el intento.

    Cuesta mucho el primer párrafo. No entiendo qué significa eso de desempeñar el diseño, me parece que sobra y en sentido contrario al error, reitera lo ya dicho de la exactitud.
    Habría que revisar también sólo era, con respecto a desde dónde y cuándo se está narrando esta historia. Situaciones que no fui capaz de descubrir.

    Hay un personaje que no duerme desde hace tres días, y que le falta una semana para sus vacaciones, nada más debe aguantar la dosis de drogas y alcohol, a lo que ya parece acostumbrado por su experiencia durante la universidad.
    De aquí un salto a Andrea o Sofía, que le administran psicofármacos. Primero parece que durante una semana, después sugiere que dos años. Y después de esos dos años conoce a Lucía.
    No comprendo tras ella l a cesación del paraíso en un cubículo, hasta llegar a la oficina.
    Tampoco entiendo el significado de la queja si hubiera respirado un segundo más aquella mañana, ¿qué hubiera pasado?
    Otra frase de la que se me escapa el sentido: cuántas mujeres no le habían esperado en turno y venir a sustraerle un segundo a aquella.

    De conocer a Lucía y transformarse en diseñador oficinista, pasa a hacer el amor con ella, con la misma vaguedad onírica con que cambian los escenarios en los sueños. Y entonces interfieren unas voces desconocidas, que provienen como de otro plano de realidad. Uno, como lector, podría suponer que se trata de un equipo médico, pero no es seguro.

    El relato sigue, ahora Lucía se ve reflejada en los ojos de él, ¿ya cadáver?
    El relator nos dice así lo he escrito y así fue, ¿de quién es esta voz, qué es lo que escribió y lo que fue?
    Ahora el relator nos menciona al escritor que quiere no sé qué sobre una rigidez que tampoco comprendo a quién corresponde.
    Alguien dice que odia, no se sabe a quién, por haberla dejado en ese estado, ¿qué estado?
    Un encargado ¿médico acaso? dice que lo recuperaron ¿a quién, dónde estamos ahora?

    Y casi en el final, el mayor desconcierto cuando el relator dice dos años atrás celebran en su ausencia, entonces me pregunto, qué pasó, y cuándo, y quiénes celebran qué y la ausencia de quién, y por más vueltas que le doy, me quedo en babia.
    A mí me da la sensación de que hay una historia mejor armada con todos estos elementos, al menos que Patente la tiene en su cabeza, pero el relato está desordenado, inconexo, y le faltan partes.
    Si la intención hubiese sido lograr un relato caótico, pienso que igualmente falla, ya que representar el caos en forma creíble requiere una estructura lógica.
    Bueno, Patente, me quedaré esperando tu próximo cuento.

    Hay cerca de veinte su o sus en todo el texto, habría que reemplazar algunos.

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