jueves, 2 de octubre de 2008

Las cuencas

Liliana Savoia

      Apenas las sábanas tocaron mi cuerpo lo supe. Algo era diferente en el conocido paisaje de mi habitación.
      Aunque nada indicara que alguien hubiera tocado o movido los objetos ellos irradiaban una vibración deferente.
      Sin proponérmelo las palabras brotaron de mi boca—Que ridículo, dije, --suponer que alguien estuvo aquí.
      Ninguna persona había entrado hacía meses a mi casa. Por decisión no invitaba a nadie.
      Hacía rato que me molestaba la presencia de extraños en mi departamento.
      Me arropé con la manta que había traído del norte, y me dispuse a leer aunque solo fuera unas pocas hojas de la novela que había comenzado unas semanas atrás.
      Lentamente el libro fue deslizándose de mi mano. Sentía como si un puñado de arena se hubiera apoderado de mis ojos, y caí en un profundo sueño. Algo raro en mí, ya que desde hacía unos años me costaba mucho conciliarlo.
      La plaza estaba desierta, yo cruzaba el sendero del medio apurando los pasos, escuchaba otras las pisadas detrás de mí, sobre la grava crujiente. Casi corriendo pensé en despistarla. Estaba segura de que era una mujer, olía su perfume empalagoso a flores. Agitada y sudorosa desperté.
      A la noche siguiente la misma sensación de que alguien había estado en mi cuarto me invadió, pero de inmediato pensé en otra cosa y dejé que ese sentimiento se esfumara mientras realizaba el ceremonial nocturno de la lectura. En breve caí nuevamente en el sueño precedido por esa sensación ardiente en mis ojos.
      Me arrastraba por la arena húmeda tratando de huir de la playa, hundía mis dedos haciendo palanca para avanzar. Mis manos se lastimaban con los caracoles. Una figura femenina estaba casi tocándome. Su talle era breve, perfecto. Oía de cerca sus leves suspiros. Yo miraba fijamente sus ojos, dos órbitas cóncavas y oscuras, semejantes a la nada. Envuelta en un sudor frío y ensortijada entre las sábanas desperté.
      La tercera noche no quise ir a dormir. Apelé a todos los artilugios para no hacerlo. Prendí el televisor. Acomodé la ropa, los libros. Ya cansada y diciéndome que el temor era una insensatez me acosté. Casi de inmediato me dormí. Mis ojos eran dos carbones encendidos.
      Subía por una escalera de caracol. El ruido del mar ensordecía mis oídos. Aferrada a la baranda de lo que parecía ser la pared de un faro, trepaba los escalones de dos en dos.
      Mi corazón palpitaba deprisa, la mujer estiraba sus brazos queriendo alcanzarme. Con las manos crispadas a la manta desperté.
      Estoy en mi cuarto. No pienso dormir, un termo de café me acompaña, aunque su aroma se apaga por la fragancia floral que invade la habitación. La mujer está delante de mí. Su blanco vestido compite con su palidez. No me resisto. Un sopor envolvente me lleva hacia el negro total de sus ojos. La mujer me abraza. No tengo temor. Estoy cobijada en sus brazos de madera.

4 comentarios:

  1. Bajé las cuencas del mensaje, le di formato y sangrías por mi cuenta para leerlo. No sé si así lo quería presentar la autora.

    Liliana nos trae hoy una especie de variante al cuento del dragón, aquel que dicen es el más corto que se conoce. Pero Liliana lo estiiiiraaaaaa, y la narración pierde todo el efecto que contiene aquella extensión de apenas un escaso renglón.

    Se notan los temas recurrentes, también aquí encontramos imágenes y preocupaciones oníricas, planos de realidad y sueño, que no están bien manejados, un poco como en los dos trabajos anteriores.

    Siempre existe una cierta lógica, hasta en el absurdo o en la incoherencia. No pasa así en este relato.

    Primero se destaca el miedo de la protagonista, más que miedo puede ser pánico lo que la lleva a tratar de no dormir, para escapar a esa pesadilla que la persigue.

    Y, de repente, será porque había que terminar el relato de alguna forma, ese miedo –inexplicablemente- desaparece, y la pesadilla se materializa, pero la narradora ya no le teme, es más, ni se resiste y está en sus brazos.

    ¿Qué pasó en el medio, para llegar a esa situación?

    No creo que sea necesario explicarlo, pero sí dar alguna pista, sugerir algo, guiarnos en vez de dejarnos abandonados y sin brújula.

    Me gustaría que Liliana, al final del mes, luego de todos nuestros comentarios, nos diga qué es lo que quiso contar esta vez, así nos resultaría más sencillo señalar las fallas. Y de paso, que nos diga el por qué de esos brazos de madera del final, ¿significan algo?

    Hay un montón de mi o mis, que se repiten demasiadas veces y entorpecen la lectura. Los marco con resaltador en el texto.

    También hay una estructura que se repite cuatro veces, la indico con negrita. Es la estructura de la primera frase, en la que se dice algo, y enseguida a la relatora le sucede algo. Lo sabe una vez, y despierta tres veces. Habría que corregir estos casos, que suenan mal, ya que no existe un motivo para esta reiteración.

    Y finalmente, otra vez, el título. Me imagino se refiere a los ojos de la mujer que se le aparecía en sueños. La importancia que pudiera tener como título se diluye en la lectura, ya que no la tiene en el texto.







    Las cuencas
    Liliana Savoia



    Apenas las sábanas tocaron mi cuerpo, lo supe. Algo era diferente en el conocido paisaje de mi habitación. Aunque nada indicara que alguien hubiera tocado o movido los objetos, ellos irradiaban una vibración deferente. Sin proponérmelo, las palabras brotaron de mi boca.

    —Que ridículo, --dije, --suponer que alguien estuvo aquí.

    Ninguna persona había entrado hacía meses a mi casa. Por decisión no invitaba a nadie. Hacía rato que me molestaba la presencia de extraños en mi departamento. Me arropé con la manta que había traído del norte, y me dispuse a leer, aunque sólo fuera unas pocas hojas, (de sobra) la novela que había comenzado unas semanas atrás.

    Lentamente el libro fue deslizándose de mi mano. Sentía como si un puñado de arena se hubiera apoderado de mis ojos, y caí en un profundo sueño. Algo raro en mí, ya que desde hacía unos años me costaba mucho conciliarlo. La plaza estaba desierta, yo cruzaba el sendero del medio apurando los pasos, escuchaba otras las pisadas detrás de mí, sobre la grava crujiente. Casi corriendo pensé en despistarla. Estaba segura de que era una mujer, olía su perfume empalagoso a flores. Agitada y sudorosa, desperté.

    A la noche siguiente la misma sensación de que alguien había estado en mi cuarto me invadió, pero de inmediato pensé en otra cosa y dejé que ese sentimiento se esfumara mientras realizaba el ceremonial nocturno de la lectura. En breve caí nuevamente en el sueño precedido por esa sensación ardiente en mis ojos. Me arrastraba por la arena húmeda tratando de huir de la playa, hundía mis dedos haciendo palanca para avanzar. Mis manos se lastimaban con los caracoles. Una figura femenina estaba casi tocándome. Su talle era breve, perfecto. Oía de cerca sus leves suspiros. Yo miraba fijamente sus ojos, dos órbitas cóncavas y oscuras, semejantes a la nada. Envuelta en un sudor frío y ensortijada entre las sábanas, desperté.

    La tercera noche no quise ir a dormir. Apelé a todos los artilugios para no hacerlo. Prendí el televisor. Acomodé la ropa, los libros. Ya cansada y diciéndome que el temor era una insensatez, me acosté. Casi de inmediato me dormí. Mis ojos eran dos carbones encendidos. Subía por una escalera de caracol. El ruido del mar ensordecía mis oídos. Aferrada a la baranda de lo que parecía ser la pared de un faro, trepaba los escalones de dos en dos. Mi corazón palpitaba deprisa, la mujer estiraba sus brazos queriendo alcanzarme. Con las manos crispadas a la manta, desperté.

    Estoy en mi cuarto. No pienso dormir, un termo de café me acompaña,
    aunque su aroma se apaga por la fragancia floral que invade la habitación. La mujer está delante de mí. Su blanco vestido compite con su palidez. No me resisto. Un sopor envolvente me lleva hacia el negro total de sus ojos. La mujer me abraza. No tengo temor. Estoy cobijada en sus brazos de madera

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  2. No me gusta este orden
    Su blanco vestido

    Preferiría su vestido blanco

    Tampoco me convence tanto punto y aparte.

    Me gusta el título. Las cuencas anticipa que va a haber o no , ojos. Te sumerge.

    La historia me resulta atrapante, la estructura tríadica y el ritmo.

    Perdoná la brevedad del comentario pero hago todo a las apuradas porque quiero participar y no tengo tiempo. Merecerías algo más.

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  3. La verdad es que considero que mis comentarios poco pueden aportar al autor, puesto que me consta que otros compañeros corrigen muchísimo mejor que yo temas de estructura y presentación.
    Pero, después de pensarlo, me he dado cuenta de que lo que sí puedo comentaros al menos es lo que me ha parecido el cuento al leerlo, la humilde opinión de una lectora.

    Liliana, leí tu cuento el primero de todos este mes y tengo que decir que me quedé con más preguntas que respuestas al final.

    Hasta el primer sueño me gustó mucho la manera pausada y relajada de narrar los preparativos de la protagonista antes de quedarse dormida.

    Luego llegué a esta frase: La plaza estaba desierta, yo cruzaba el sendero del medio apurando los pasos, escuchaba otras las pisadas detrás de mí, sobre la grava crujiente. Casi corriendo pensé en despistarla. Estaba segura de que era una mujer, olía su perfume empalagoso a flores.

    Y me perdí por completo. Supongo que le sobra ese "las" junto a pisadas. Pero al final no sabía si caminaba, si pensó corriendo o si en realidad corría y pensaba a la vez. Y además todo esto se me olvidó cuando en la frase siguiente le das tanta importancia al perfume.

    Seguí leyendo y cuando leí: A la noche siguiente la misma sensación... supe que venía otro sueño y dude si me apetecía seguir leyendo.
    Continué por la intriga de saber qué pasaba con la mujer o con el perfume y en la segunda noche introduces los ojos.Creo que al final del tercer sueño ya me hice un lío tremendo pero me quedé sin saber qué pensar cuando al final del cuento decía: "Estoy cobijada en sus brazos de madera."

    ¿Una mujer de madera que te persigue en el primer sueño?¿Y tiene ojos que no son ojos? ¿Y un vestido blanco?¿Y está pálida y es de madera?

    Lo siento pero me parece que,dejando a parte las sensaciones de la protagonista mientras sueña que sí me han llegado sin problemas y me han gustado mucho, no he logrado entender muy bien el resto de lo que intentaras contarnos.

    Un saludo,
    Eva

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  4. A la cuarta va la vencida, a la cuarta se muere. La muerte cerca en sueños a una mujer durante tres noches consecutivas. De ahí pasamos al momento actual en el que abraza a la narradora.

    El aire esquemático de los cuentos cortos, la búsqueda de la desfachatada economía: ahí queda eso, y punto. Aquí se hacen además variaciones sobre el mismo tema, tres imágenes muy similares, la parquedad reflejada en tres espejos.

    De las tres propuestas la que más me llega, no sé explicar por qué, es esta: «Aferrada a la baranda de lo que parecía ser la pared de un faro, trepaba los escalones de dos en dos», esta frase me conmovió. Vi la escalera, la pared curva, casi vertical. la protagonista subiendo apresurada, apremiada su ropa por la brisa. Lo otro me pareció más leído, más lejano, más ajeno.

    En general el texto está bien escrito, aunque no consigo que me suene a nuevo. Hay, no obstante, algunas cosas sobre las que se tendría que decir algo. Después de "movido los objetos" iría bien una coma. Y lo que sigue, eso de irradiar, la vibración y, sobre todo, lo de deferente, me disgusta. Irradiar me suena a electrodoméstico, vibración a "buenas vibraciones", "buen rollito", a comodines de juventud; y lo de deferente no lo entiendo. Supongo que es un juego de palabras diferente/deferente. Pero deferencia implica una actitud amable, que dispensa un trato privilegiado. Bueno, que me pierdo con el sentido que aquí le ha querido dar Liliana.

    Mención aparte merece esto: «Sin proponérmelo las palabras brotaron de mi boca—Que ridículo, dije, --suponer que alguien estuvo aquí.». Hay un guión largo que abre, pero luego se cierra con dos guiones sencillos; supongo que es un despiste. Como ha demostrado que sabe poner un guión largo no le recordaré cómo sustituir los dos guiones cortos. Pero, de todos modos, los guiones no aíslan, explican ni marcan aquí el paso de una reflexión a unas palabras textuales, sino que hacen un puré con ambas cosas.

    Contado en paréntesis, la cosa sería así: «Sin proponérmelo las palabras brotaron de mi boca. Que ridículo, (dije) suponer que alguien estuvo aquí.». Esta frase se puede escribir de varias formas, pero no como nos lo da la autora. Y, desde luego, en todas esas formas, ese "Qué" tiene que llevar un acento, porque es exclamativo. Bien, yo propongo escribirlo así:

    PRIMERA OPCIÓN:

    Sin proponérmelo las palabras brotaron de mi boca:

    —Qué ridículo —dije—, suponer que alguien estuvo aquí.

    [Nótese que la coma se coloca después de que el guión cierra el inciso del narrador. Eso es siempre así].

    SEGUNDA OPCIÓN:

    Sin proponérmelo las palabras brotaron de mi boca. «Qué ridículo», dije, «suponer que alguien estuvo aquí».

    [Esta forma, con comillas, me parece más natural, porque, aunque la narradora dice "dije", más bien se trata de un pensamiento; y se suelen significar los pensamientos entre paréntesis cuando los diálogos se hacen con guiones largos]

    TERCERA OPCIÓN, la mixtura:

    Sin proponérmelo las palabras brotaron de mi boca. «Qué ridículo — dije—, suponer que alguien estuvo aquí.»

    CUARTA OPCIÓN, la libertad

    Sin proponérmelo las palabras brotaron de mi boca. Que ridículo, dije, suponer que alguien estuvo aquí.

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