miércoles, 15 de octubre de 2008

TRAMPA PARA LAIA - NA, ejercicio

Norberto Zuretti


Aspira. O mueve los labios imitando el redondeo de la succión, pero el verdadero mecanismo es mental, profundo. También hay un leve roce de pulgar e índice, imperceptible como el secuestro que lleva a cabo. Los ojos se fijan en un punto del aire de la plaza, cerca del arco vacío de hamacas, o en un rincón del muelle, o en la mesa de algún bar…, luego se produce una explosión interna, un intercambio mágico de átomos y tiempos sin palabras y de repente: alguien olvida para siempre su niñez, y otra persona sus largas esperas humedecidas en el gusto especial de determinado vermouth, y otra sus domingos en la costanera paseando hasta la madrugada. Todo queda encerrado definitivamente en la vieja bolsa de arpillera que cuelga de su hombro. Sin escape. Sin perdón.


Or Ground es recolector de recuerdos.


Lo destinaron a Ciudad Gris luego del Gran Ruido cuando se acabó todo y los escombros poblaron las calles como hojas secas que se acumulan en una repetición casi infinita y caótica. A él lo eligieron por su frialdad absoluta, la piel de piedra. Sus colegas son renovados frecuentemente, o internados en el Centro de Rehabilitación, pero Or Ground ya es un elemento más de Ciudad Gris. No acude a las clases de especialización ni rinde cuentas a su superior inmediato. Trabaja solo, por propia iniciativa. Dividió en sectores a la ciudad y, metódicamente, la recorre para despojarla de sus más íntimos y ocultos recuerdos, no importa dónde se encuentran escondidos, ni a qué nivel de profundidades y arraigamiento pertenezcan. De una forma u otra siempre podrá alcanzarlos.



OR GROUND 6115573 ESTADO OPTIMO CALIFICACION NUEVE PUNTO SETENTA Y OCHO



Esa habilidad tan particular tardó poco en llegar a los cabezales de las Últimas Estructuras, poder que no demoró en estudiar sus antecedentes desde el nacimiento hasta la totalidad de los test físico-psíquicos que periódicamente se le efectúan en el Centro Coordinador de Datos. Pese a una objeción minúscula pero admisible de la Computadora Madre (OR GROUND 6115573 POSIBILIDAD DE FALLA UNA CENTESIMA), el resultado es inmediato. Una mañana, Or Ground recibe la tarjeta de plástico amarillo, en blanco de un lado y con el nombre de la víctima impreso en letras marrones en el reverso.


Laia-Na.


Acaban de nombrarlo Cazador. Muy pocos logran este privilegio. En realidad Or Ground nunca tuvo contacto con alguno de ellos, excepto referencias lejanas en su adolescencia. Considera a los Cazadores como seres superiores, pero su sistemática frialdad no le permite exteriorizar ningún tipo de vanidad. Tampoco experimenta alegría por sus nuevas funciones, lleva los sentimientos encerrados bajo llave así como los recuerdos en la vieja bolsa de arpillera antes de arrojarlos en el reductor que se encuentra en las afueras, lejos del alcance de los curiosos… Aunque los curiosos ya casi no existen…


Laia-Na.


Sabe que ella es miembro de uno de los pocos grupos rebeldes que aún no se buscó incorporar, ya sea por su carácter inofensivo o por su escasa trascendencia. Evidentemente las actividades de la joven están a punto de tornarse peligrosas. Vive en las cercanías del antiguo museo, edificio que aún utilizan los no alineados para sus reuniones clandestinas. Or Ground había saneado el área quince o veinte días atrás. El museo fue uno de los sitios que más trabajo le exigió. Los recuerdos plagaban los rincones y las grietas del revoque enroscándose y ocultándose como gusanos tras los anaqueles y bajo las alfombras. Retiró cerca de doscientas bolsas repletas en aproximadamente diez días. Sabía que el lugar no había quedado en perfectas condiciones, no sólo por su tamaño sino también por encontrarse sobrecargado de valores asociativos muy impregnados a su vieja función. A menudo se repetía este hecho en escuelas, iglesias, estaciones de tren, teatros o estadios. Pero todo se solucionaba entre la tercera y cuarta visita, cuando los recuerdos se ablandan al ir quedándose solos y en silencio, y hasta pareciera que se entregaran mansamente a su conjuro de dedos, ojos y bolsa.


Or Ground había aprendido pronto que es preferible moverse de un lado a otro antes que quedarse en un solo sitio, aguardando la oportunidad de recoger uno o dos en particular. Ahora su tarea es demasiado específica, vaciamiento y aniquilación. Él no cuestiona las razones, en seguida sabe que es necesario debilitar a la víctima para lograr un óptimo vaciamiento, con el ataque frontal y repentino no lograría los resultados esperados. No le cuesta mucho abordarla, apenas un hola al pasar y un momento…, esa ropa…, fingiéndose ingenuo, es antigua, la usaban nuestros abuelos, ¿sabés?, ¿ah, sí…?, sí, hace años, antes de todo, claro, es sencillo acomodar una frase después de otra intercalando alguna sonrisa o un gesto así como así mientras se hace de noche y entonces queda la promesa de mañana a la misma hora, dos saludos y una noche que pasa entre el primer paso y el segundo, sin remordimientos, con la mente en blanco hasta el hola siguiente, ¿qué tal?, vivo ahí, en esa ventana con cortina naranja a cuadros como aquellas telas escocesas, ¿escocesas?, sí, aquella región al norte de, sí claro, y luego la caminata hasta el Parque Central, o lo que queda de él todavía, pero sin penas ya que es imposible, aparte de que ninguno de los dos lo conoció antes. Ella es espontánea, Or Ground se entera de toda su vida en media tarde. Laia – Na no pone reparos en hablarle de la Organización, evidentemente no intentan ocultarse. Leen poesía. ¿Poesía?, se extraña él, poesía proscripta, un canto triste como el de una inmensa trituradora herrumbrada, no la entiende, ella continúa acariciando las palabras como en un juego con colores y perfumes y muchos años del pasado que entremezclan sensaciones nuevas y viejas, desconocidas, ya milenarias. Él reconoce el vigor de ella, su seguridad total. Sospecha que puede caer en una trampa, y sin embargo es el cazador, ¿hasta cuándo? Laia – Na está interesada en muchas cosas a las que no tiene acceso, le menciona unos libros -¿libros, qué son libros?-, que aún se conservan intactos en poder de quién sabe quién. Le pregunta sobre su profesión, desea acompañarlo en esas recorridas fascinantes para rescatar no más fuera un pequeño y miserable recuerdo para ella. ¿Cómo explicarle que es algo prohibido, sin causarle recelos? Por su intermedio -el uniforme gris lo delata- ella quiere llegar hasta la Computadora Madre, dice que tiene preparada una caja con cierto material que los antiguos llamaban gelinita, para esconderla dentro de la fuente generadora y ser definitivamente libres luego de anular sus poderes. ¿Libre, libertad? Su grupo le inculca que es el único medio para recuperar vivencias que no pudieron tener nunca, vivencias de generaciones pasadas que se encuentran dormidas en sus células sin posibles estímulos para reactivarlas dentro de las condiciones de sometimiento al actual régimen. Or Ground sabe que hay cosas ciertas en las palabras de ella, alguna vez abandonó la autocensura para investigar los recuerdos antes de arrojarlos en el desintegrador, pero lo que aprendió no le bastó para transformarlo. A escondidas del mundo y de los ojos electrónicos espías, guarda un museo particular y jamás se planteó con qué fines. Esa noche, muy tarde, luego de dejarla cerca de la cortina escocesa, se dirigió al Reductor de recuerdos, después de cerciorarse de que nadie lo seguía. En cierta oportunidad había averiguado que el Reductor no actúa dentro de sí mismo, a partir de entonces ocultó su pequeño tesoro debajo de la bandeja que sostiene las cargas nucleares auto recargables. Con paciencia y sueño seleccionó unos cuantos recuerdos hurtados en la parte más vieja de la ciudad, cercana al barrio de los viejos prostíbulos que se habían demolido a causa del su actual inutilidad. Hace muchos años que la reproducción es una simple cuestión de laboratorio, la sexualidad y el erotismo han desaparecido durante generaciones anteriores.



En la Computadora Madre ciertas membranas atómicas reciben una vibración determinada que transmiten al centro de memoria, e inmediatamente a los cabezales comparativos y analíticos, entonces el núcleo resolutivo se contrae ante el calor recibido y empuja unos engranajes plásticos que imprimen un texto en el visor digital: SE VERIFICA PRIMERA IMPRESIÓN OR GROUND 6115573 POSIBILIDAD FALLA VEINTE POR CIENTO



Or Ground encuentra a Laia-Na en el lago seco al sur de la ciudad. Ella le dice de pasar el día fuera -¿picnic?- recorriendo las ruinas más antiguas donde está prohibido llegar. Eluden la vigilancia de las células espías con recortes de espejos que encontraron en un basural. Comenzando a utilizar los recuerdos de su archivo, él la lleva de la mano. Ella se asombra, el contacto su piel la turba, no se lo explica pero es la primera vez que alguien la toca. Un rubor que no se sabe rubor le entibia las mejillas cuando él camina a su lado tomándola de la cintura, de la curva graciosa y brusca que se esconde bajo la rigidez de las ropas ásperas y viejas. Or Ground comienza a experimentar con esos antiguos recuerdos escamoteados del trabajo, desea llevarla a sensaciones anquilosadas para desarmarla totalmente y poder cumplir su cometido. Echados sobre un polvo de ladrillos tamizado le habla de las pasiones de los antiguos, de sus deseos y contactos sexuales, de cierto placer físico que su generación no había probado nunca. Mientras tanto -no sabe por qué- sus manos se van enredando en el pelo sucio y polvoriento de ella y se le amoldan en el cuello y en los hombros y en las axilas hasta rozar el borde de los senos, recorriéndola pausadamente, como si siempre hubiera conocido esa técnica.


Algo cambia en su sangre mientras tanto.



OR GROUND 6115573 POSIBILIDAD ACTUAL FALLA TREINTA Y OCHO POR CIENTO INVESTIGAR



Laia-Na aprende nombres de amantes antiguos a medida que su piel acusa un leve temblor y ciertas células se le contraen y dilatan produciendo en su metabolismo un exceso de adrenalina que la inquieta mientras se acaricia secretamente el paladar con la lengua, vergonzosa, anhelante sin saber de qué ni por qué las manos de él la queman y la hieren al quitarle la ropa y meterse entre sus pechos y sus muslos que ahora están húmedos, hirviendo, laten en su interior espasmos que estallan y retumban al sentir los dedos masculinos rodeando el clítoris empapado, mientras un aguijón comienza a quemarle en el fondo del pecho, el corazón abriéndose y cerrando cada vez más rápido, cada vez impulsando más y más sangre por las venas que se estiran acelerando los latidos hasta una última asfixia, y el dolor, y todo lo nuevo, su sexo abierto, su lengua enloquecida como sus piernas y manos, presas de un ritmo desenfrenado pero con esa sensación que le hierve dentro y la ahoga y destroza y empuja hasta una vorágine de estrellas, punzante, un desgarramiento de algo y otro algo líquido que se le afloja entre las costillas y se rasga y detiene definitivamente, para siempre, como si todo lo vivido no hubiese importa nada, nunca.


Or Ground se levanta. Ella está rígida, muerta, enfriándose tal como él lo había previsto. Se huele en las manos ese perfume nuevo que llegó a marearlo, se las limpia en la ropa y entonces descubre en la entrepierna una mancha húmeda y el bulto de su sexo ablandándose, empapado en un líquido espeso y tibio que le resbala por las piernas.



OR GROUND 6115573 PELIGRO SE ORDENA INVESTIGACIÓN INMEDIATA



Sabe que lo que sintió es real, como fue de real lo que mató a Laia-Na. Regresa a la ciudad con un vacío pesándole en el estómago, los ojos fijos e inexpresivos otra vez. Acaba de cumplir su primera tarea de Cazador. Piensa que una noche de estas, al volver a su casa ya estará aguardándolo otra misión. Piensa que pronto le desaparecerá ese malestar, ese vértigo y esas náuseas, pero no sospecha que en esos momentos un determinado material sensible a la luz verde acaba de ser impresionado por un ojo electrónico, y entonces se quiebra, y esta ruptura interrumpe cierta corriente sonora que tras una larga y breve cadena pauloviana activa un cabezal impresor muy especial, y desde ese microcosmos oscuro, diminuto y silencioso analista binario, brota una tarjeta amarilla con su nombre impreso en letras marrones, y cae displicentemente sobre una cinta transportadora para su próxima distribución por la mañana siguiente.

1 comentario:

  1. Usando una lógica simple, imaginar un mundo de cuento de hadas, de magia, futurista, de ciencia ficción, debería ser fácil. Sólo hay que inventar. Pero no sucede así, cuanto más "irreal" e imaginado sea ese mundo, más difícil es hacerlo creíble, más complicado es encajar las piezas para hacer un todo que tenga sentido. Y en tu cuento, creo que hay muchas piezas que no encajan. Tal vez sea que no has cumplido con lo que me decías en tu comentario, era algo así: "el mundo ficcional, casi siempre debe ser explicado para que el lector entienda lo que el autor imagina, y pueda entender la historia."
    Creo que el mundo de tu cuento necesita ser explicado con más detalle.
    Estamos en un futuro en el que una computadora, muy práctica ella, decide tomar el mando y eliminar todo lo que no considera necesario en su idea de mundo idóneo. ¿Para qué sirve la poesía? Esa pregunta ya de por sí parece difícil de explicársela a cualquiera, intenta aclarárselo a una máquina. La pobre Laia—Na y sus amigos, parece que lo más subversivo que han hecho es eso, leer poesía.
    Se le encarga el trabajo a Or Ground, que es un recolector de recuerdos al que ascienden. No cumple la máquina con la política de cualquier empresa de nuestros días en la que parece impensable ascender a alguien que hace su trabajo bien. ¿Es Or Ground un mutante? ¿Para qué sirven los recuerdos que recolecta? Aunque más que recolectar, parece primero que los roba, pues los coge sin permiso de allí donde los tiene la gente. Luego más que recolectar, parece que, como si fueran manchas de moho, de óxido, los limpiara de las paredes y de esos sitios a los que han permanecido adheridos durante años. Hay que ablandarlos para poderlos coger bien.
    ¿Es Or Ground un hombre al que le vaciaron el cerebro de recuerdos y lo han convertido en un soldado frío y sin escrúpulos? Por un lado tiene sangre, por otro, recuerdos que coge de un archivo. No parece que él obtenga ningún placer en el encuentro sexual con la chica, pero parece que a los que lo vigilan les preocupa que el encuentro con esos sentimientos, o goces, le hagan fallar en eso en lo que lo han convertido.
    El erotismo y la sexualidad han desaparecido durante generaciones. Pero ella responde enseguida a las caricias. Eso no cuadra. ¿Tan torpes son que no descubrieron el goce de la masturbación en toda su vida? Y una vez descubierto esto, ¿No es más fácil compartirlo, dar un paso más?
    Se me hace imposible averiguar cómo mató a Laia—Na. Y no puedo aceptar que un cuerpo recién muerto esté rígido.
    En definitiva, la historia no me convence. Me gustaría que me la explicaras un poco más. En cuanto a la forma de escribirla, tengo que decir que ya empiezo a reconocerte. De hecho, ha sido la fluidez en tu pluma la que me ha llevado en cuatro ocasiones, por esa historia que no me atrapa, sin que encuentre ningún dolor en ello. Me gusta un montón cuando en medio de un párrafo, construyes frases con retazos de narrador, de diálogos, de aclaraciones…, ahí va un ejemplo, que me encantó.
    " No le cuesta mucho abordarla, apenas un hola al pasar y un momento…, esa ropa…, fingiéndose ingenuo, es antigua, la usaban nuestros abuelos, ¿sabés?, ¿ah, sí…?, sí, hace años, antes de todo, claro, es sencillo acomodar una frase después de otra intercalando alguna sonrisa o un gesto así como así mientras se hace de noche y entonces queda la promesa de mañana a la misma hora, dos saludos y una noche que pasa entre el primer paso y el segundo, sin remordimientos, con la mente en blanco hasta el hola siguiente, ¿qué tal?, vivo ahí, en esa ventana con cortina naranja a cuadros como aquellas telas escocesas, ¿escocesas?, sí, aquella región al norte de, sí claro, y luego la caminata hasta el Parque Central, o lo que queda de él todavía, pero sin penas ya que es imposible, aparte de que ninguno de los dos lo conoció antes."

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