Mirta Leis
El golpe de la ventana al abrirse la hizo saltar de la cama.
Ana corre a cerrar los vidrios entablando una lucha con la cortina roja que se pega empapada sobre su cuerpo.
Afuera la tormenta agita con fuerza los árboles del parque y la lluvia golpea el rostro aniñado mientras empuja los vidrios.
El cielo dibuja líneas plateadas contorneando de luces las casa vecinas. El golpe furioso de las olas sobre las rocas del acantilado se mezcla con los truenos en macabro concierto. Ana tiembla.
Aliviada después de ganar la batalla contra el ventanal, regresa a su lecho, con el sólo objeto de buscar refugio a su miedo a las tormentas.
Desde pequeña tuvo miedo cuando la lluvia no caía mansamente, y siempre creyó que la muerte la sorprendería escondida entre los ruidos de un trueno. El tema era recurrente en sus largas sesiones de análisis, pero, a pesar de los esfuerzos del terapeuta, el pánico se apoderaba de Ana con bastante frecuencia.
El viento ruge. Toma el libro de la mesita, pero las páginas no logran atraer su atención por más que lo intente una y otra vez. Sigue agitándose con cada trueno, sigue buscando fantasmas entre las cortinas y divisando entre los muebles informes figuras que la acechan.
La habitación se estremeció con la descarga de un rayo y de pronto todo quedó sumido en la oscuridad.
Ana intenta abrir más los ojos, como si de esa manera pudiese recobrar un poco de la luz perdida. Debería buscar la llave central y recomponer la falla eléctrica, pero se sentía como pegada a la cama.
Después de hacer una profunda respiración y apelar a la lógica de la circunstancia, logró descomprimir la tensión y pudo soltar las piernas que tenía aprisionada entre sus brazos.
Se calzó las pantuflas y caminó a tientas hasta la cocina. Durante el trayecto sintió como si alguien la tocara muy suavemente en los brazos. La razón le dijo que era el cabello que caía despeinado sobre los hombros, sin embargo, sentía que no estaba sola.
Apuró el paso para llegar a los cerillos, y su luz pareció devolverle en parte la calma. Ahora debería buscar las llaves de luz en el sótano. Cerró los ojos y rezó en silencio.
Bajó despacio. El crujido de las maderas aumentó su tensión. Los muebles viejos amontonados en el lugar creaban un lúgubre entorno que parecía querer atraparla. Un chirrido extraño provenía de algún lugar pero el ruido de la tormenta lo ahogaba en cada trueno.
Mientras buscaba la llave sintió nuevamente la sensación en la espalda. Conectó. Giró rápidamente. Buscó tras de sí. La tormenta pareció detenerse y el chirrido se hizo escuchar inquietante. Avanzó hipnotizada hasta la pequeña mesa de tres patas que brilla debajo de la lámpara. La ouija gira como las manecillas de un reloj; un aire frío se cuela por algún lado congelando su cuerpo. Ahora la aguja señala cada letra deteniéndose especialmente hasta formar una frase. Un trueno estremece los cimientos.
—Ven Ana, ya vinimos a buscarte, fue lo último que leyó.
Un relato de miedo. Qué bien. La mujer sola, la tormenta, el viento, el apagón, el sótano. Son evidentemente cosas muy vistas, muy sabidas y predecibles, pero sirven para ejercitarse. La güija no, la güija (la RAE recomienda escribirlo así, en lugar de ouija) es un elemento de refresco cuya aparición el lector agradece.
ResponderEliminarNo sé. No creo que nunca una güija haya funcionado sola, sin la concurrencia de algunos fieles.
Bueno, pero el relato en sí es entretenido y no está mal escrito.
Hay una cosa que me desagrada, aunque puede que a otro lector le parezca un hallazgo. Los cambios continuos de tiempo.
El golpe la hizo saltar………….pasado.
Afuera la tormenta agita……….presente.
Desde pequeña tuvo miedo…… pasado.
El viento ruge…………………. presente
La habitación se estremeció…… pasado
Ana intenta abrir los ojos……… presente
Pero se sentía como pegada…… pasado
Avanzó hasta la mesa que brilla.. mixto.
Puede haber sido un efecto buscado deliberadamente por la autora, aunque no sé qué podría estar persiguiendo con ello. El caso es que a mí me da la impresión de que la autora no sabe a qué tiempo quedarse; los ensaya todos y todos elige. Y al final el pastiche padre.
La verdad es que me parece que gramaticalmente está mal decir: «Ana intenta abrir los ojos […] Debería buscar la llave […] pero se sentía como pegada». La narradora nos está hablando en presente y nos da la segunda parte de la adversativa en pasado. Queda feo.
Más cosas.Hay que huir de los gerundios:
Corre a cerrar entablando» (parece que cierre clavando maderas delante de las ventanas)
El cielo dibuja contorneando.
El aire frío se cuela congelando.
La aguja señala deteniéndose.
Sigue agitándose.
Sigue buscando fantasmas.
Y divisando figuras.
De todos estos gerundios, tal vez demasiados para un folio, veo que asiste cierta razón a los tres últimos. Pero creo que deben evitarse los cuatro primeros. Un gerundio expresa algo que es simultáneo, no una consecuencia. Casi siempre los gerundios pueden sustituirse por un presente de indicativo y el resultado es mucho más rico y correcto.
Yo no soy la persona más apropiada para hablar de laísmo, porque lo cometo continuamente, y lo cometen todos mis paisanos. Pero, ¿no habrá un laísmo en «La hizo saltar de la cama». Me gustaría que alguien me hablase de esto. A mí me parece que la frase debería ser: «El golpe […] le hizo saltar de la cama», porque "saltar de la cama" funciona como complemente directo. ¿Estoy equivocado?
Finalmente diré que me suenan extrañas las palabras aniñado, macabro, escondida, informes, de pronto y después de hacer. habría que pensar seriamente en ellas y buscarle sustitutas.
Querido Carlos, en mi única defensa quiero decirte que la protagonista no cierra las ventanas con tablas, (entablando), sino que entabla una lucha con la cortina; es otra la acepción usada, tal vez en el apuro por detectar errores se te olvidó que las frases tienen un contexto del cual no deben sacarse.
ResponderEliminarMe gustan los cambios de tiempo cuando se hacen para crear una especie de diálogo no explícito entre lo que dice el relator y los sentimientos del personaje. Como soy bastante hedonista, escribo por placer y bastante despojada de tecnicismos, pero creo que está bien que marques lo que DEBE SER, porque bueno, ya es tiempo de crecer ¿no?
Te paso un error de concordancia que se te escapó (también a mí): El cielo dibuja líneas plateadas contorneando las casa vecinas. A propósito, ¿cómo reescribirías esta frase-imagen sin el gerundio?...
Se me hace difícil de leer este relato, sobre todo por los cambios de tiempo verbal, que terminan confundiendo. Y también por el tema tan trillado de una tormenta fuerte, los truenos y los rayos, la oscuridad, el miedo a la oscuridad, y la güija, encima girando sola por arte de magia o de los espíritus.
ResponderEliminarEstán todos los ingredientes para un cuento de miedo, pero como desconectados. Flojos. No basta que Ana tiemble para que yo pueda creer que tiene miedo, y que por eso tiembla. Le falta profundidad a los sentimientos y a los hechos como para impactar, para convencer.
—Ven Ana, ya vinimos a buscarte, fue lo último que leyó.
Está bien, esa frase fue lo último que Ana leyó, en realidad, lo único que pudo leer desde que ella llegara hasta la güija; quedaría mejor decir, por ejemplo, lo único que alcanzó a leer, o algo así. Por otro lado, me parece una frase demasiado larga, si pensamos que se va armando con el girar de la famosa aguja.
Es un cuento breve en el que lo más remarcable es que logras un aumento progresivo de la tensión con un final no esperado. Aunque me recuerda un poco el famoso síndrome de Agatha Christie. Ya que aparece una guija encima de la mesa sin que nadie la convoque y sin que se haya informado al lector previamente.
ResponderEliminarMe uno a los comentarios que ya te han señalado las inconcordancias temporales.
Otras cosillas que se pueden mejorar; en la primera frase substituiría “El golpe” por “un golpe”: El golpe de la ventana al abrirse la hizo saltar de la cama.
Y cuatro frases después se repite:
El golpe furioso de las olas sobre las rocas del acantilado se mezcla con los truenos en macabro concierto.
Más adelante hay dos miedos muy próximos:
Aliviada después de ganar la batalla contra el ventanal, regresa a su lecho, con el sólo objeto de buscar refugio a su miedo a las tormentas.
Desde pequeña tuvo miedo cuando la lluvia no caía mansamente, y siempre creyó que la muerte la sorprendería escondida entre los ruidos de un trueno.
En la frase:
La tormenta pareció detenerse y el chirrido se hizo escuchar inquietante.
substituiría “el chirrido” por “un chirrido”. Si dices “el chirrido” se supone sabemos de qué chirrido se trata, y la verdad es que no lo sé.
En cuanto a los gerundios.... yo tengo el mismo problema. Es algo que no veo hasta que me lo señalan. Preguntas, cómo se puede reescribir, sin gerundio, la frase: El cielo dibuja líneas plateadas contorneando de luces las casa vecinas.
Una posibilidad sería: En el cielo se dibuja el contorno plateado de las casas vecinas.
Un abrazo,
Montse Villares
Hola Mirta, no voy a añadir más a lo que te han dicho, porque coincido en casi todo, principalmente en los tiempos y el güija.
ResponderEliminarPero sí te animo a que intentes recrear esta escena de terror en otro lugar, en otro marco, en otra época. Creo que ganaría mucho el texto, eliminaría tópicos y te permitiría hacerte con las claves de un tipo de relato, como es el de terror, que tiene muchas venas para explotar.
Un abrazo!
Es un cuento breve en el que lo más remarcable es que logras un aumento progresivo de la tensión con un final no esperado. Aunque me recuerda un poco el famoso síndrome de Agatha Christie. Ya que aparece una guija encima de la mesa sin que nadie la convoque y sin que se haya informado al lector previamente.
ResponderEliminarMe uno a los comentarios que ya te han señalado las inconcordancias temporales.
Otras cosillas que se pueden mejorar; en la primera frase substituiría “El golpe” por “un golpe”: El golpe de la ventana al abrirse la hizo saltar de la cama.
Y cuatro frases después se repite:
El golpe furioso de las olas sobre las rocas del acantilado se mezcla con los truenos en macabro concierto.
Más adelante hay dos miedos muy próximos:
Aliviada después de ganar la batalla contra el ventanal, regresa a su lecho, con el sólo objeto de buscar refugio a su miedo a las tormentas.
Desde pequeña tuvo miedo cuando la lluvia no caía mansamente, y siempre creyó que la muerte la sorprendería escondida entre los ruidos de un trueno.
En la frase:
La tormenta pareció detenerse y el chirrido se hizo escuchar inquietante.
substituiría “el chirrido” por “un chirrido”. Si dices “el chirrido” se supone sabemos de qué chirrido se trata, y la verdad es que no lo sé.
En cuanto a los gerundios.... yo tengo el mismo problema. Es algo que no veo hasta que me lo señalan. Preguntas, cómo se puede reescribir, sin gerundio, la frase: El cielo dibuja líneas plateadas contorneando de luces las casa vecinas.
Una posibilidad sería: En el cielo se dibuja el contorno plateado de las casas vecinas.
Creo que has intentado explicar, más que una historia, una situación, ya que el mayor coflicto es que marcha la luz. La frase final queda bien, pero es poco verosímil, como ya te han indicado.
Un abrazo y hasta tu próximo cuento, que me gustaría fuera más largo.
Montse Villares
Tengo miedo a las tormentas pero , en este clima subtropical,
ResponderEliminarcualquiera de ustedes se cagaría de miedo. Tal vez estas tormentas
sean otras pero me hubiera gustado, más descripción del espacio
exterior y de la transformación de la naturaleza en esas
circunstancis.
No me gusta el ritmo del punto y aparte. El relato es bueno pero si lo
pasás al presente de tal manera que el lector sienta que lo vive con
vos. No sé qué quisiste lograr con el paso al pretérito perfecto
simple.