sábado, 5 de enero de 2013

El extraño velorio de Katerine Bechamel



Siempre me han incomodado los velorios. La extensa gama de sentimientos entre los asistentes es muy controversial. Algunos, los familiares y amigos muy cercanos al difunto, padecen de uno de los mayores sufrimientos de su vida. Otros amigos y familiares no tan cercanos pueden soportarlo con mucha más tranquilidad y hay otros para los que se trata de un interesante evento social, al que es inclusive placentero asistir, donde podrán conversar con personas que hacía tiempo no veían, conocerán gente, contarán o escucharán chistes, y podrán disfrutar de café, jugos y hasta un buen consomé gratis.

       Así se desenvolvía el velorio de Katerine Bechamel, con normalidad, con llantos, rezos y risas contenidas. Pero lo que sucedió después difícilmente podrá borrarse de la memoria de los asistentes.
La urna estaba abierta por solicitud de una de las hijas quien lloraba desconsoladamente y gritaba lamentaciones. La escena era desgarradora, casi todos los que prestaban atención a lo que sucedía, hacían esfuerzos para que sus ojos no pasaran de “humedecidos” a un estado más avanzado.
La hija fue llevada por familiares a sentarse en una silla al lado del ataúd donde continuó llorando aunque con menos intensidad y cuando el hermano de la difunta hizo un gesto para que cerraran el féretro, ocurrió el milagro: KaterineBechamel comenzó a incorporarse.
Los primeros en observarlo fueron las dos personas que se acercaron a cerrar la urna. Notaron que la muerta tenía los ojos abiertos y miraba. Dirigió la vista hacia ellos lo que hizo que ambos retrocedieran torpemente y casi perdieran el equilibrio. Los presentes miraron hacia el cajón y vieron que la muerta se incorporaba con gran esfuerzo, como si acabara de despertar de un profundo sueño y poco a poco logró sentarse sin intentar salir del ataúd. Lentamente observó a su alrededor con naturalidad, como si estuviese habituada a lo que ocurría. Al principio nadie dijo nada y nadie se movió.
La primera en reaccionar fue la hija que exclamó la palabra “madre”, se acercó y le tomó una mano. Notó que estaba fría y rígida. Katerine la miró pero parecía no reconocerla. Luego se acercó el esposo. Katerine tampoco hizo ningún gesto. Gradualmente se fueron acercando los demás. Se corrió la voz y comenzaron a llegar personas que no tenían nada que ver con el velorio: personal de mantenimiento, asistentes de otras capillas funerarias, algunos sacaron sus teléfonos para tomar fotografías. En eso Katerine se acostó lentamente y volvió a la posición original. Todos quedaron en silencio durante 35 minutos. Luego cerraron el ataúd y el velorio prosiguió como de costumbre.

por Nelson

 

1 comentario:

  1. Me parece que al principio haces una descripción bastante usual de un velorio; todos saben cómo es, no hay nada nuevo. Los tiempos verbales no están utilizados correctamente, ¿si tu narración está en presente, por qué utilizas el futuro al final?

    "conocerán gente, contarán o escucharán chistes, y podrán disfrutar de café, jugos y hasta un buen consomé gratis."

    Faltan algunos signos de ortografía para separar ideas; y aunque tu intención haya sido que el nudo (despertar de la difunta) sea impactante, todo lo que prosigue mata el impacto; es decir, no es posible que todos se queden callados o que no haya una reacción innata, un desmayo, más gritos, pavor, la reacción inmediata de la hija o de los familiares... por ejemplo.

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