viernes, 1 de marzo de 2013

Pagando culpas



     Antonio tomó como arma defensiva, ante la incriminación, un candelero y con él golpeó a los policías y huyó presuroso en loca carrera.
     ¿Qué haría ahora? Lo tenían acorralado y el un simple oficinista, sin imaginación, no tenía ni la mas tímida idea.  El siempre tan correcto estaba huyendo de la ley de los hombres. ¿Acaso la justicia divina también lo condenaría?
     Antonio deambuló y se quedó huérfano de tiempo, nadando en su hoy, viviendo la exageración de un instante.
     El río se expandía sin culpas desde vaya uno a saber el sitio, hacia quién sabe dónde, y Antonio lo sentía suyo.  Amaba su salvajismo vertiginoso. Se miro en él y el río se apropio de su alma.
     Se lanzó sin temor al abismo torrentoso de agua.   Fue uno solo con la corriente que lo incluyó, desando la senda paralela a él.  Empujado por la incomprensión de un mundo que justificaba la traición, recorrió con furia la montaña.
     Él cielo se acercó a él. Creyó que las nubes lo acunaban.
     Las orillas se alejaron tanto que dejaron de verse.  
     Antonio ya no era él sino parte de un todo sin llegar a ser agua.  Su corazón dejo de latir.  Tal vez ahora los dioses le perdonarán su asesinato. 
     Pensó si es que se piensa después de la muerte, que se había hecho justicia y feliz brindó por ello con Dios… Tal vez con el demonio… Vaya uno a saber


Susana

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