lunes, 1 de octubre de 2007

El abuelo

Alicia
      El abuelo podía oler las medusas. Decía que dejaban un olor en el ambiente imposible de confundir. De niña me esforzaba por encontrar ese olor y olfateaba el mar antes de meterme al agua, como un sabueso despistado buscando presas en la orilla de la playa. Tal vez me mintió y solo disfrutaba viéndome hacer el ridículo. Creo que al abuelo no le gustaban los niños, nunca nos hacía regalos ni quería subirnos en sus piernas, como hacían los otros abuelos. ¡Ni se me ocurría pedírselo! Yo le temía en secreto, puede que por eso me quisiera. Un poquito.
      Dice la abuela que fue él quien me dio nombre. Me puso nombre de mar porque había nacido el mismo día que vinieron a buscar el viejo barco.

      El abuelo era marino y nunca pudo ser otra cosa. Dicen que cuando estaba navegando, odiaba la mar por encima de todo, pero en cuanto ponía un pie en tierra firme la añoraba y no paraba de blasfemar en contra de la maldita costa.
      El abuelo decía que jamás se podía meter un paraguas en el barco, porque daba mala suerte, y además… ¿para que valdría? Y por ese motivo siempre que llovía salíamos vestidos con impermeable.
      El abuelo pescaba con las manos y se burlaba de mí si se me escurrían los peces entre los dedos cuando me llevaba en la barca.
      El abuelo una tediosa tarde de verano, me dijo que a veces, cuando estaban muy aburridos en alta mar, mataban delfines por diversión. Y entonces temí más aún a mi abuelo, pero aún así me atreví a preguntarle por qué lo hacían.
      — No es para tanto, Itxaso. Solo son peces.
      — Pero… los delfines… son… buenos… -dije sin poder encontrar otra razón.
      — A veces… uno ve lo fácil que es matar… y desea matar algo precisamente porque es bueno…
      El abuelo se puso a mirar el horizonte sin decir ninguna palabra más. Yo también fijé la vista en el incierto horizonte esperando que aquella frase desapareciera de mi cabeza. Pero me di cuenta que no desaparecería.
      El abuelo era un buen hombre, de eso no me cabía duda.
      Lo que pasa, es que a los 70 años el corazón de un hombre encierra muchos secretos. Alguno siempre se escapa.

4 comentarios:

  1. Hay un manejo del ritmo bueno, y también y sobre todo de los puntos y aparte. Me gustan particularmente un par de mazazos, esos que suenan en la cabeza del lector al final de las frases “Un poquito” y “El abuelo era un buen hombre, de eso no me cabía duda”. Bien elegidas estas frases y el momento de remacharlas.



    El cuento sabe realmente a poco, tenemos una semblanza de un hombre que nos está gustando cuando se nos acaba la cosa. El personaje del abuelo es atractivo, una persona con las ideas claras, fijas, con esa desgana ilustrada que dan los años. ¿Ustedes se han fijado en que todos nuestros abuelos fueron personas con más personalidad que nosotros? ¿Querrá decir esto que nos estamos enñoñando?, ¿qué la humanidad se devalúa sin remedio?



    No me convence que el narrador comience todos sus párrafos diciendo “El abuelo”; es una insistencia que afea el relato, me parece, teniendo en cuenta, además, que coincide con el título. Yo creo que Alicia debería dar un poco de aire a la redacción eliminando ese soniquete.



    En el orden ortográfico encuentro un par de errores. Hay un “aun” acentuado que no debería llevar acento, y un “solo” sin acentuar que sí debería llevarlo. Y en el tipográfico, un guión corto que debe ser largo y la falta de las tres últimas sangrías. Recordemos:



    Cuando la palabra “aun” puede sustituirse por “todavía”, se escribe con acento. Pero cuando puede sustituirse por “incluso” no lo lleva.



    Cuando la palabra “solo” puede sustituirse por “solamente” debe llevar acento. Pero cuando significa un estado de soledad (Manuel está solo) va sin acento.



    El guión que antecede a “dije sin poder encontrar otra razón” debería ser largo, pues introduce el dicendi del narrador.



    En el lugar de la frase “pero aún (sic) así me atreví a preguntarle por qué lo hacían”, yo pienso que la narradora debería introducir un matiz, porque exactamente el porqué ya lo ha explicado el abuelo: por diversión. La pregunta de la niña debe ser otra, otra que demande precisión al abuelo. No se trata de una pregunta retórica, sino que resulta importante para el lector conocer su formulación exacta. Por la respuesta del viejo “no es para tanto, Itxaso”, no podemos deducirla.



    Y ahora una pequeña reflexión. Existe una lectura política de este cuento que puede escapársele al lector americano poco avisado. El País Vasco es una zona castigada por la violencia desde hace muchos, muchísimos años. No es sólo la violencia de ETA la que hay que considerar ahora, sino aquella que propició en el siglo XIX las tres guerras carlistas. La sociedad española y particularmente la sociedad vasca asisten sobrecogidas al cotidiano ejercicio de la violencia. Es por eso que la respuesta del abuelo “a veces uno ve lo fácil que es matar…” tiene unas resonancias que exceden el ámbito de lo anecdótico. La narradora recoge esta relevancia de la respuesta cuando presiente que aquella frase no va a desaparecer nunca de su cabeza. Al lector extranjero, digo, puede escapársele este probable sentido del relato, y, tal vez se pregunte ahora si el autor ha puesto suficientes claves para sugerirlo. Bien, hay un escenario marinero que puede corresponderse con cualquier costa del planeta. Pero tenemos un nombre en euskera, Itxaso (mar en castellano), que concreta ya la localización. De todas maneras, desde mi punto de vista, si fuera realmente la intención de la autora aludir a la violencia de su país, el cuento ganaría mucho en profundidad, pero, siempre en ese caso, debería hacer más explícita esa intención, tal vez incluyendo algún detalle que lo facilite (una pintada en la bocana del puerto pidiendo la vuelta de los presos, otra pista cualquiera).



    Por resumir, me alegro mucho de que Alicia esté con nosotros, porque parece una moza que escribe bien y cuenta cosas. El relato está bien llevado, aunque, ya dije, me ha sabido a poco (siempre sabe a poco lo que nos gusta, desgraciadamente). Creo que hemos hecho un buen fichaje. Estoy deseando leer más cuentos suyos.

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  2. Empieza muy bien, un primer párrafo sobre el abuelo en un tono medio melancólico, evocativo, casi infantil. Me imagino que la relatora narra desde su edad de adulta episodios de la propia niñez. Y quedan incluidas un par de pistas, que después nombro.

    Con el segundo párrafo viene un cambio de tiempo, es el ahora desde el que se narra o se evoca. Supongo que el abuelo ha muerto.

    En adelante continúa con los recuerdos del abuelo, y durante esta acumulación de recuerdos -que se me hace justa, bien elegidos, siempre en el mismo tono inocente, infantil-, se nos cuela la otra historia. Y nace este cuento, simple y duro. Tal vez más duro debido al contraste. Hay una voz inocente que un poco se confunde entre el antes que vivió y el antes evocado desde ahora. Queda dando vueltas un pasado siniestro, de sangre y mentiras, como dato incierto, ¿imposible, probable?

    Me cuesta mucho acept ar el párrafo final, lo encuentro confuso, y pienso que no le agrega nada al resto. Para mí tendría que terminar con la frase El abuelo se puso a mirar el horizonte sin decir ninguna palabra más.
    Lo que sigue son explicaciones que confunden.
    Ella, una niñita de ¿siete, ocho? años, y dentro del contexto que plantea el relato, ¿podía entender el significado de las palabras del abuelo, cuando le dice que mataban a los delfines?, al punto de desear olvidar esas palabras, y al proceso del razonamiento que la lleva a reconocer que no las iba a olvidar. A mí no me cierra.

    Como tampoco me cierra el sentido de las tres últimas frases. Dudo de la edad que yo le había imaginado a la narradora –me refiero a la relatora, no a la autora-, no es relevante, pero ahora se me hace mucho más joven. A pesar de sus vacilaciones –o pistas, según indiqué antes-, manifiestas en el texto, tal vez me mintió, creo que al abuelo no le gustaban los niños, ahora asegura que ella -en ese pasado- sostenía que el abuelo fue un gran hombre, y no tenía dudas.
    Se me hace contradictorio. Es la narradora quien enumera los recuerdos. Y el último pesa, es el distinto, el que le quita importancia a los anteriores, el que lleva a cuestionar la validez de los otros, el que define al abuelo.
    Si la narradora los nombra en este determinado orden, habrá alguna razón, tal vez en ese tiempo que evoca comenzó a incubarse algo, que ya germinó en este presente, desde el que ahora nos relata.
    Y tiene como un tono de justificación que se me hace fuera de lugar. Por un lado ella reconoce, o al menos yo infiero que reconoce, las dudas sobre secretos que su abuelo ocultaba. Secretos posiblemente muy graves, siniestros. Circunstancia que minimiza al sugerir que bueno, que los 70 años, que mencionar algún secreto puede escapársele, que es normal.
    Me suena muy evasivo.
    ¿Qué es lo que importa en este discurso: que la senectud le lleve a decir cosas que no tendría que decir y ello resulta socialmente tolerable, o que en realidad es muy grave y sangriento todo aquello que el anciano oculta?

    Yo reescribiría esta frase, suena caótica
    El abuelo una tediosa tarde de verano, me dijo que a veces, cuando estaban muy aburridos en alta mar, mataban delfines por diversión

    Bien, Alicia, espero otros cuentos tuyos.

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  3. Es el primer cuento que leo y ya tengo ganas de leer el siguiente. Es un relato duro con un peliagudo trasfondo que te llega al final sin esperarlo. Una buena estocada.
    La atmósfera está bien creada y el personaje principal bien trabajado mostrándonos su mal carácter con sus hechos y comentarios. Has logrado hacernos enternecer y querer a ese ser malo que mata delfines. Es algo que, personalmente, encuentro realmente difícil de conseguir.
    Te sugeriría cambiar la ?y? por una coma en
    El abuelo era marino y nunca pudo ser otra cosa.
    Tengo una duda que espero que alguno de nuestros compañeros resuelva: no sé si es correcto lo de ?blasfemar en contra de algo?
    Estoy de acuerdo con Norberto en acabar el relato con la frase:
    El abuelo se puso a mirar el horizonte sin decir ninguna palabra más.
    el resto le hace perder fuerza.
    Alicia, me alegra que estés con nosotros y espero leer más cuentos tuyos

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  4. Fue el primer cuento que leí y había borroneado un comentario que por cuestiones de tiempo no lo mandé.
    El personaje está presentado con detalles certeros. Es creíble. La narradora lo recuerda.
    El manejo de la sintaxis es simple, sin rebuscamientos. Nos va dando imágenes precisas sobre la personalidad del abuelo, que justifican el respeto temeroso de la niña.
    Tras la presentación del abuelo, llega el conflicto planteado con la muerte de los delfines, por matar el aburrimiento. El nudo está ahí, en esa confesión dura, que conmueve para siempre a la narradora. Un secreto que se escapa del corazón de un hombre hecho en la aventura del mar. Dice algo más que la muerte de los delfines, hay otra historia oculta y en ello radica la virtud de este corto relato.
    Se podrían suprimir un par de abuelos.
    Por ahora,esto.

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