viernes, 16 de mayo de 2008

El plan (ejercicio)

Eva

      Sara amaneció con los ojos hinchados. Había dormido a ratos, cuando el agotamiento la vencía y se imponía a sus pensamientos. Odiaba cada vez que pasaba una noche sola sin importar el porqué. Se levantó para ir al baño, se lavó la cara, fue hasta el cuarto de las niñas donde ambas dormían, cerró la puerta para no despertarlas y regresó a su cama.
      El reloj despertador marcaba las 10 de la mañana, tres horas más tarde de la hora a la que él le había prometido volver la noche anterior. Se dijo a sí misma que no le sorprendía nada y se giró en la cama. Entonces fue cuando se le ocurrió.
      Se levantó de nuevo y rebuscó en el botiquín, con cada movimiento iba retomando en control de la situación. Cogió varias cajas de pastillas y siguiendo el minucioso plan que terminaba de inventar las vació en el inodoro y tiró de la cadena. Dejó varias sobre la mesita de noche, alguna por el suelo, un par de ellas sobre la cama y las tiras vacías amontonadas sobre la almohada. Fue entonces hasta la cocina y sacó del frigorífico la botella de champagne que él le había prometido tomarse juntos un día de esos. La vació tras abrirla en el fregadero casi por completo aprovechando mientras lo hacía para manchar su pijama, beber un poco y por primera vez desde hacía horas, sonreír. Sonreía imaginando la cara de él al llegar. Según ella, se lo merecía.
      Ya sólo faltaba el último toque, estrelló la botella contra las escaleras de entrada a la casa y se sentó en el salón a esperar. Esperaría hasta escuchar el sonido de las llaves en la cerradura, pensó. Un sonido que tardó apenas quince minutos en oír y que le dio el tiempo justo para tirarse en la cama.
      Luís entró en casa silbando como hacía cuando estaba relajado y feliz, pero dejó de hacerlo cuando vio la botella destrozada a sus pies. Subió corriendo las escaleras llamándola con un tono de preocupación en su voz, uno que ella conocía bien, sin obtener respuesta. Al fin llegó al dormitorio y la vio.
      — Dios mío, ¿Qué ha pasado Sara? ¿Estás bien? ¿Y las niñas?
      Con lágrimas en los ojos Sara se abrazó a él y procedió a contarle lo que había pasado.
      — Es todo tu culpa, te pedí que no salieras anoche, pero insististe en salir, querías ir a toda costa a tomar algo con tus compañeros y no escuchaste razones. Yo sé que es mentira, en realidad tienes otra mujer, estoy segura, pero no quieres decirme la verdad. Por eso al ver que no venías y atormentada por la idea de que estuvieras en brazos de otra, anoche hice una locura… menos mal que una de las niñas lloró y me di cuenta de que no merecías que yo hiciera ninguna tontería, que después de todo tenía unas niñas por las que luchar. Fui al baño y metí los dedos en mi garganta para vomitar todo lo que acababa de tragar. No quiero ni pensar lo que te habrías encontrado al llegar a casa, tan feliz, si la niña no hubiera llorado…
      Luís juró y perjuró que eran todo locuras de su mujer. La abrazó, limpió sus lágrimas, ordenó la casa, la pidió perdón por retrasarse y sin más palabras intentó que su día fuera tranquilo en compañía de su familia.
      Sara se sintió culpable al ver la cara de Luís. Realmente parecía afectado por todo lo que había visto al llegar a casa aquella mañana. Dudo acerca de si debía confesar la verdad y pedir que le perdonara. Quizás su capricho y el antojo de darle una lección para que dejara de salir por las noches y le prestara atención había ido demasiado lejos, pensó.
      Desde entonces su relación pareció mejorar hasta el punto de que él dejó de llamarla para decirle que saldría con sus amigos. El malestar que le causaba el recuerdo de aquel día le duraba el tiempo que tardaba en razonar que después de todo, ahora todo estaba como siempre debía haber estado.
      Seis meses más tarde, cuando Luís le confesó que esa mañana él había llamado a su amante y había terminado con ella porque se había dado cuenta de lo importante que era su familia, Sara dejó de sentirse mala para sentirse perdida. No le hubiera importado lo más mínimo haber seguido sintiéndose malvada toda su vida si con eso hubiera logrado que todo lo que él le contó a continuación fuera mentira.

6 comentarios:

  1. Una anécdota de lo más común, la bronca que va ganando espacios en una relación de pareja, una cierta frialdad de ella para planificar la venganza, y la respuesta infantil de la bronca, que parece lograr su cometido.

    Una de las fallas que le encuentro, es que la maldad no pasa de ser una calificación que el relator hace de un personaje. Si esta apreciación no hubiera estado, no se me hubiera ocurrido pensar en la maldad del personaje, mucho menos en la maldad como tema. No se me hace que exista maldad, más bien interpreto que sus actos se encadenan a raíz de planteos de tipo correctivos o vengativos.

    La otra falla, probablemente más importante ya que lo de la maldad no afecta al texto en cuanto a cuento y ésta sí afecta al sentido de lo relatado, es que no queda para nada claro el párrafo final, qué quiere decirnos el relator a través de esta frase. Es sumamente confuso el sentido, si acaso lo tiene.
    Sara se siente mala con Luis, por ello la escena del suicidio frustrado. Pero se siente mala y por otro lado satisfecha porque lo engancha a él con sus actuaciones.
    Una mañana Luis le confiesa a Sara que rompió con su amante.
    Sara, entonces, pasa de sentirse mala a sentirse perdida, porque no le cree a Luis, y porque se supone que a partir de esto que él le dice ella ya no podrá hacer nada, justamente porque no le cree, para seguir sosteniendo la relación.

    No le hubiera importado lo más mínimo haber seguido sintiéndose malvada toda su vida si con eso hubiera logrado que todo lo que él le contó a continuación fuera mentira.


    O sea que, Sara prefiere sentirse malvada y mantener a raya a Luis con actuaciones como las del ejemplo narrado, an tes que aceptar que Luis le miente en lo que le cuenta. Pero, que Luis le miente también es una apreciación de Sara, no sabemos si es cierto o apenas una u otra obsesión de ella. No me queda claro qué se me quiere contar.

    Señalo en el texto una serie de repeticiones de sílabas, algunas podrían modificarse fácilmente, lo que aliviaría su lectura.

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  2. Estoy de acuerdo con los comentarios de Norberto aunque yo sí creo entender el final (probablemente por ser mujer). No quiere decir que ella no le crea o que prefiriera que le mintiera, como apuntas, sino que ella nunca creyó que tuviera una amante, sólo pretendía darle una lección por dejarla sola y llegar tan tarde y que hubiera deseado que fuera mentira (que él no hubiera tenido amante). Aunque coincido en que está mal expresado.

    Tambien añado algún comentario por si te es útil. Son cosas que me han chocado al leerlo.

    Un abrazo y ánimo, que esto de escribir nadie dijo que fuera fácil.
    Montse Villares


    El plan (ejercicio)

    Eva
    Sara amaneció con los ojos hinchados. Había dormido a ratos, cuando el agotamiento la vencía y se imponía a sus pensamientos. Odiaba cada vez que pasaba una noche sola sin importar el porqué. Se levantó para ir al baño, se lavó la cara, fue hasta el cuarto de las niñas donde ambas dormían, cerró la puerta para no despertarlas y regresó a su cama.
    El reloj despertador marcaba las 10 de la mañana, tres horas más tarde de la hora a la que él le había prometido volver la noche anterior. Se dijo a sí misma que no le sorprendía nada y se giró en la cama. Entonces fue cuando se le ocurrió.
    Se levantó de nuevo y rebuscó en el botiquín, con cada movimiento iba retomando en control de la situación. Cogió varias cajas de pastillas y siguiendo el minucioso plan que terminaba de inventar (¿cómo se puede inventar un plan minucioso cuando se le había acabado de ocurrir?) las vació en el inodoro y tiró de la cadena. Dejó varias sobre la mesita de noche, alguna por el suelo, un par de ellas sobre la cama y las tiras vacías amontonadas sobre la almohada. Fue entonces hasta la cocina y sacó del frigorífico la botella de champagne que él le había prometido tomarse juntos un día de esos. La vació tras abrirla en el fregadero casi por completo aprovechando mientras lo hacía para manchar su pijama, beber un poco y por primera vez desde hacía horas, sonreír. Sonreía imaginando la cara de él al llegar. Según ella,(ésto sobra, le quita fuerza) se lo merecía.
    Ya sólo faltaba el último toque, estrelló la botella contra las escaleras de entrada a la casa y se sentó en el salón a esperar. Esperaría hasta escuchar el sonido de las llaves en la cerradura, pensó. Un sonido que tardó apenas quince minutos en oír y que le dio el tiempo justo para tirarse en la cama.
    Luís entró en casa silbando como hacía cuando estaba relajado y feliz, pero dejó de hacerlo cuando vio la botella destrozada a sus pies. Subió corriendo las escaleras llamándola con un tono de preocupación en su voz, uno que ella conocía bien, sin obtener respuesta. Al fin llegó al dormitorio y lavio.
    — Dios mío, ¿Qué ha pasado Sara? ¿Estás bien? ¿Y las niñas?
    Con lágrimas en los ojos Sara se abrazó a él y procedió a contarle lo que había pasado.
    — Es todo tu culpa, te pedí que no salieras anoche, pero insististe en salir, querías ir a toda costa a tomar algo con tus compañeros y no escuchaste razones. Yo sé que es mentira, en realidad tienes otra mujer, estoy segura, pero no quieres decirme la verdad. Por eso al ver que no venías y atormentada por la idea de que estuvieras en brazos de otra, anoche hice una locura… menos mal que una de las niñas lloró y me di cuenta de que no merecías que yo hiciera ninguna tontería, que después de todo tenía unas niñas por las que luchar. Fui al baño y metí los dedos en mi garganta para vomitar todo lo que acababa de tragar. No quiero ni pensar lo que te habrías encontrado al llegar a casa, tan feliz, si la niña no hubiera llorado… (un discurso demasiado claro para una persona es su estado, debería estar entrecortado, saltando de un punto a otro, entrelazando ideas inconexas)
    Luís juró y perjuró que eran todo locuras de su mujer. La abrazó, limpió sus lágrimas, ordenó la casa, la pidió perdón por retrasarse y sin más palabras intentó que su día fuera tranquilo en compañía de su familia.
    Sara se sintió culpable al ver la cara de Luís. Realmente parecía afectado por todo lo que había visto al llegar a casa aquella mañana. Dudo acerca de si debía confesar la verdad y pedir que le perdonara. Quizás su capricho y el antojo de darle una lección para que dejara de salir por las noches y le prestara atención había ido demasiado lejos, pensó.
    Desde entonces su relación pareció mejorar hasta el punto de que él dejó de llamarla para decirle que saldría con sus amigos. El malestar que le causaba el recuerdo de aquel día le duraba el tiempo que tardaba en razonar que después de todo, ahora todo estaba como siempre debía haber estado.
    Seis meses más tarde, cuando Luís le confesó que esa mañana él había llamado a su amante y había terminado con ella porque se había dado cuenta de lo importante que era su familia, Sara dejó de sentirse mala para sentirse perdida. No le hubiera importado lo más mínimo haber seguido sintiéndose malvada toda su vida si con eso hubiera logrado que todo lo que él le contó a continuación fuera mentira.

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  3. Está bien el final sólo que no me gusta, que ella me parece una mujer estúpida de telenovela mejicana pero bueno, son pareceres míos. Por ahí falta tilde en un pretérito perfecto simple o me llegó borrado.
    Estructuralmente funciona.

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  4. Eva nos cuenta una historia que ya oímos muchas veces: en los pasillos de la oficina, en la verdulería, en la novela de la tarde.

    Ella en casa, esclavizada por la crianza de los chicos y él de farra vaya una a saber dónde y con quién.

    ¿Urdir un plan de venganza? ¿Es maldad eso? No sé, no sé.

    La víctima ejerciendo su poder.

    Me pregunto qué es peor, si desesperar de amor por alguien que decididamente no-te-quie-re; o que la felicidad de alguien que ya hace rato no te mueve un pelo, dependa de vos. Y que te lloren, rabien, se suiciden por vos. Y ni hablar si hay niños, uno se siente un reverendo hijo de puta por no querer ya a la progenitora. O al progenitor, según fuera el caso.

    Pues qué castigo. Sentirse culpable es una tragedia, sí. Yo prefiero, toda la vida, no ser correspondida. Al menos soy libre de llorar donde se me cante. Es que el pobre engañador, ni siquiera es dueño de sus emociones. Hay que disimular broncas y felicidades. Esconderse detrás de las puertas, borrar los mensajes del celular, disfrazar los nombres en la agenda. Un desastre.

    Esta reflexión me lleva a que sí es mala Sara. No sólo se adueña de la persona -su esposo-, sino que lo maltrata con una escena ficticia.

    Y el condenado has-ta-que-la-muer-te-nos-se-pa-re resigna su felicidad en pro del bienestar de la familia. Pobre Luis, sí.

    Así que me parece bárbaro que él le haya contado la verdad. Lo único que no me lo creo mucho. Digo, si él ya decidió renunciar a las escapadas nocturnas, ¿para qué contarle a Sara? ¿Para qué? ¿Eh?

    Igual, se me hace que la maldad es más jodida. Más corrupta, más obscena, más morbosa. La maldad de Sara es un poco ingenua. No sé, urdir un plan onda Lorena Bobbit (¿se acuerdan?), o algo más cruel todavía.



    En cuanto a la forma, creo que falta trabajar bastante. Encontré unos cuantos detalles, señalo algunos:



    Eva

    Sara amaneció con los ojos hinchados. Había dormido a ratos, cuando el agotamiento la vencía y se imponía a sus pensamientos. Odiaba cada vez que pasaba una noche sola sin importar el porqué (¿sin importar por qué pasaba la noche sola o por qué odiaba cada vez, etc.?) Se levantó para ir al baño, se lavó la cara, fue hasta el cuarto de las niñas donde ambas dormían, cerró la puerta para no despertarlas y regresó a su cama.
    El reloj despertador marcaba las 10 (diez, en letras) de la mañana, tres horas más tarde de la hora a la que él le había prometido volver la noche anterior . Se dijo a sí misma (obviedad, se dijo, ya se sabe que es a ella misma) que no le sorprendía nada (sobra) y se giró en la cama. Entonces fue cuando se le ocurrió.
    Se levantó de nuevo y rebuscó en el botiquín, con cada movimiento iba retomando en control de la situación. Cogió varias cajas de pastillas y siguiendo el minucioso plan (trillado; hay otros) que terminaba de inventar las vació en el inodoro y tiró de la cadena. Dejó varias sobre la mesita de noche, alguna por el suelo, un par de ellas sobre la cama y las tiras vacías amontonadas sobre la almohada. Fue entonces (repetición) hasta la cocina y sacó del frigorífico la botella de champagne que él le había prometido tomarse juntos un día de esos. La vació tras abrirla en el fregadero casi por completo aprovechando mientras lo hacía para manchar su pijama, beber un poco y por primera vez desde hacía horas, sonreír. Sonreía imaginando la cara de él al llegar. Según ella, se lo merecía.
    Ya sólo faltaba el último toque, estrelló la botella contra las escaleras de entrada a la casa y se sentó en el salón a esperar. Esperaría hasta escuchar el sonido de las llaves en la cerradura, pensó. Un sonido que tardó apenas quince minutos en oír y que le dio el tiempo justo para tirarse en la cama.
    Luís (¿por qué con acento?) entró en casa silbando como hacía cuando estaba relajado y feliz (¿aunque fuese la madrugada?), pero dejó de hacerlo cuando vio la botella destrozada a sus pies. Subió corriendo las escaleras llamándola (¡¿a la botella?!) con un tono de preocupación en su voz (obviedad; ¿dónde, si no?), uno que ella conocía bien, sin obtener respuesta. Al fin llegó al dormitorio y la vio.
    — Dios mío, ¿Qué ha pasado Sara? ¿Estás bien? ¿Y las niñas?
    Con lágrimas en los ojos Sara se abrazó a él y procedió a contarle lo que había pasado.
    — Es todo tu culpa, te pedí que no salieras anoche, pero insististe en salir, querías ir a toda costa a tomar algo con tus compañeros y no escuchaste razones. Yo sé que es mentira, en realidad tienes otra mujer, estoy segura, pero no quieres decirme la verdad. Por eso al ver que no venías y atormentada por la idea de que estuvieras en brazos de otra, anoche hice una locura… menos mal que una de las niñas lloró y me di cuenta de que no merecías que yo hiciera ninguna tontería, que después de todo tenía unas niñas por las que luchar. Fui al baño y metí los dedos en mi garganta para vomitar todo lo que acababa de tragar. No quiero ni pensar lo que te habrías encontrado al llegar a casa, tan feliz, si la niña no hubiera llorado… (Pues Eva querida, una mujer que anduvo golpeándole la puerta a la muerte no anda mandándose semejante discurso. Yo me imagino una Sara sin poder hablar por las convulsiones del llanto aunque fuese ficticio, que diese las mínimas explicaciones, que Luis no sospechara del invento. Así cualquiera se da cuenta; hasta da risa imaginarse el entorno y a ella bla, bla, bla.)
    Luís juró y perjuró que eran todo locuras de su mujer (¡Ja! ¿Ves que Luis opina lo mismo? Pero el narrador no quiere decir esto, claro que no. El lector debe adivinar entonces que la locura a la que se refiere es la supuesta historia paralela, ¿o me equivoco?) La abrazó, limpió sus lágrimas, ordenó la casa, la pidió perdón por retrasarse y sin más palabras intentó que su día fuera tranquilo en compañía de su familia.
    Sara se sintió culpable al ver la cara de Luís. Realmente parecía afectado por todo lo que había visto al llegar a casa aquella mañana. Dudo (dudó)acerca de si debía confesar la verdad y pedir que le perdonara (Yo dudo si el que dudó fue Luis o Sara) Quizás su capricho y el antojo de darle una lección para que dejara de salir por las noches y le prestara atención había ido demasiado lejos, pensó.(¡Ah! Debe de haber sido Sara, pienso yo)
    Desde entonces su relación pareció mejorar hasta el punto de que él dejó de llamarla (¿?) para decirle que saldría con sus amigos (¡¿pero siguió saliendo?!) El malestar que le causaba el recuerdo de aquel día le duraba el tiempo que tardaba en razonar que después de todo, ahora todo estaba como siempre debía haber estado. (ay, ay, ay con este párrafo)
    Seis meses más tarde, cuando Luís le confesó que esa mañana él había llamado a su amante y había terminado con ella porque se había dado cuenta de lo importante que era su familia, Sara dejó de sentirse mala para sentirse perdida. No le hubiera importado lo más mínimo haber seguido sintiéndose malvada toda su vida si con eso hubiera logrado que todo lo que él le contó a continuación fuera mentira.



    Conclusión: la próxima vez saldrá mejor. ¡Ánimo, Eva!



    Un beso,

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  5. FELICIDADES!! teneis un premio al esfuerzo personal! entrad en mi blog y leed las instrucciones, jejje!

    Un saludo enorme enorme enorme enormeee!

    Ciao!

    PD: No he participado nunca aquí por falta de tiempo...pero sí que leo vuestras historias, y la verdad, son increíbles. Seguid asi!

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  6. Me parece un cuento endeble en cuanto a la estructura gramatical y el argumento. Sin embargo tiene un final muy acertado.

    Si algo no quería el personaje femenino era enterarse de la verdad. Mientras los hechos transcurrían en su fantasía le resultaba soportable, el paso “a saber” le resulta desgarrador, insufrible.

    Pienso que así somos los humanos, las dudas, aunque dolorosas, son preferibles a la realidad. Las novelas y la psicopatología están llenas de ejemplos.

    Hay algunos detalles que llaman la atención, ¿quién tomaba tantas pastillas?, ¿por qué las deja en lugares donde sus hijas podrían alcanzarlas? Mmmm

    Saludos



    Marta Iris Díaz Gioffré

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