miércoles, 15 de octubre de 2008

le puso por nombre, Eva, Ejercicio

Pedro Conde


Al tiempo que los efectos del orgasmo, ella abandonó la cama y desapareció en dirección al baño. Se llevó prendida de su espalda, de su trasero, la mirada satisfecha de Casimir. Admiró él, las perfectas redondeces de la chica y el ligero y rítmico contoneo de sus caderas al irse. Con el apetito sexual calmado por el momento, el cuerpo desnudo que se alejaba, despertó en su ego el regocijo de la contemplación de algo bello, bien hecho, y repitiendo lo que pensó cuando la vio quitarse la ropa por primera vez, bisbisó:

—Está jodídamente bien hecha.


Se incorporó sobre la almohada, que dobló para hacerla más grande, y buscó en el cajón de la mesita de noche el paquete de cigarrillos del que cogió uno, y un encendedor. La primera bocanada de humo se dispersó en espirales que rodaban subiendo por su cara. Cerró los ojos y se abandonó al placer del tabaco y al recuerdo, ya difuso, del reciente polvo. Una ligera somnolencia le picaba en los párpados, pero no se abandonó a ella.


—Pantalla —dijo en un tono neutro.


Frente a la cama, en la pared, un recuadro de grandes dimensiones empezó a definirse por efectos de la luz creciente y las figuras en movimiento que mostraba.


—Canal siete, todo deporte —ordenó de nuevo.


En la pantalla aparecieron las imágenes de un partido de fútbol. Dos jugadores se encaraban, tan cerca el uno del otro que parecían rozarse la nariz, los ojos retadores y enganchados; el pelo sudado y la boca, abriéndose tensa como si fueran peces fuera del agua.


—Volumen cuatro.


Se les unió ahora el griterío de la grada del fondo que parecía azuzarles; llegaron otros jugadores que separando a los primeros acabaron con la disputa. En la mitad derecha de la pantalla, a cámara lenta, repitieron las imágenes de la entrada ilegal que había causado el enfrentamiento.


La mujer salió del baño y se acercó a la cama sonriente.


—¿Dónde vas? —la detuvo autoritario— Prepárame algo para comer, anda.


Se paró indecisa un instante y luego salió de la habitación perdiendo la sonrisa en el trayecto. Otro grito frenó el ritmo de su marcha.


—¡Y tráeme un cenicero antes!



 


Cuando Casimir camina por el pasillo hacia la cocina, el olor del pan tostado avanza en dirección contraria. Dentro, ella prepara el desayuno. Sobre la barra y en un orden pulcro, se van uniendo, las tostadas, un vaso de zumo, un café, mermelada, mantequilla, servilletas…


Le recibe a la entrada con un beso rápido, con un roce de labios.


—¿No quieres ducharte mientras termino?


—No.


—¿Quieres azúcar en el café?


—Dos cucharadas —su aire seco, frío, contrasta con el evidente deseo de agradar de ella.


—Ya casi está. Siéntate.


Le acerca todo a la mesa en una bandeja de intrincados dibujos negros y blancos. Se sienta frente a él, y apoyando la cara en una mano le pregunta solícita:


—¿Quieres magdalenas? Si quieres…, traigo embutidos y te hago un sándwich.


Él la ignora, ella sigue con el dedo uno de los trazos negros y enredados que decoran la bandeja.


—¿Qué vamos a hacer hoy? ¿Saldremos? —insiste.


—¿A dónde quieres ir? ¿No estás cómoda en casa? ¿No tienes todo lo que necesitas aquí? —salpica miguitas de pan al hablar.


—No es eso, pensé que te gustaría salir a la calle…, ver a tus amigos.


—Tú no tienes que pensar —lo suelta seco, como un disparo—, de eso me encargo yo.


Ella no dice nada, le sigue mirando... sumisa.


—¡Qué? Pareces decepcionada. ¿Es que acaso pretendías tú ver a alguno de mis amigos?


—¡No seas tonto!


La bofetada con el dorso de la mano la tira al suelo. Con el movimiento del brazo, él tumba la taza


—¡Mierda! —grita levantándose y secando apresurado el café de sus muslos— Mira lo que has hecho. ¡Zorra! Por tu culpa, por poco me abraso.


Pasa al otro lado de la mesa y la levanta asiéndola del pelo. La empuja contra la pared y la aprisiona, la aplasta con su cuerpo.


—Lo siento —murmura ella.


—¿Qué lo sientes? ¿Eh? No me has respondido, te he preguntado que si te gusta alguno de mis amigos — parece uno de los jugadores que se peleaban no hace mucho en la televisión.


—No —en un suspiro.


—¿Seguro? ¿No me mientes? ¿Eh? ¡Dime!


—No —suena apagado, como el eco del primero.


—Más te vale, como me entere de miras a otro…


Casimir se regodea en el miedo que le causa, y tomando conciencia del temblor de su cuerpo, en el calor que desprende, en el pánico que destila, en sus pechos redondos y firmes, empieza a excitarse, y recorre con su mano todo el costado derecho de la chica. Cuando llega a la parte baja de la nalga, la palpa como quien elige un melón en el mercado, la estruja sopesando su dureza.


—La verdad es que estás bien hecha —se ríe—. ¡Ya te enseñaré yo! Mira lo que has conseguido.


Sigue con su risa socarrona mientras lleva la mano de la chica asustada a su sexo duro y caliente. Agarrándola aún por el pelo la arrastra hasta la mesa, de un manotazo aparta la bandeja con el desayuno y la empuja hasta que le aplasta el pecho sobre la madera.


—¡Ya te enseñaré yo!


Desoyendo las quejas de la mujer la penetra con violencia, mientras se muerde el labio inferior hasta dejar marcados en él sus propios dientes.



Cuando vuelve a la cocina, duchado y vestido. Ya todo está recogido. Ella acaba de poner la bandeja a escurrir en el fregadero.


—Será mejor que te vistas, no puede andar todo en día en cueros.


—Sí, será mejor.


—A ver, ¡ven aquí!


Le coge por la barbilla con dulzura y examina el labio que parece hincharse un poco, y se está poniendo violeta.


—¿Te duele?


—No, no es nada.


—¡Deja! Ya te diré yo si es o no es nada.


Le mira a los ojos, ella los baja.


—Abrir menú de programación —ordena, recuperando el tono neutro—, corrección de parámetros.


—Menú abierto, esperando nueva configuración —, responde ella adoptando un mismo tono.


—Aumentar el grado de resistencia en dos puntos. Llanto y súplicas, un punto más; lo demás…, está bien.


—Nueva configuración activada.


—La verdad —sigue colgado de sus ojos—, es que estás muy bien hecha.


Mordió lento, con fruición el labio contuso y se alejó hacia la puerta de salida. Antes de cerrarla, se detuvo y gritó:


—Por cierto habrá que ponerte nombre. Ve pensando en unos cuantos, luego yo decidiré.


Una vez acabado el retumbar de la puerta al cerrarse, el silencio permite oír aunque muy apagados, como un lejano llanto, los sonidos que producen los pequeños engranajes escondidos bajo la piel de plástico.


1 comentario:

  1. Se nota la evolución de Pedro en sus últimos cuentos. Sobre todo en un relato como este, con el tema obligado que parece no nos convence demasiado, y también por lo que él mismo nos contó hace unos días sobre el trabajo que le estaba dando.
    Finalmente obtuvo uno de esos cuentos redonditos, prolijos, con un buen desarrollo de diálogos, tema que Pedro confiesa le preocupa bastante, aunque aquí no aparecen esos miedos. Y uno de los motivos para este logro, me parece que es lo escueto de las descripciones, sin profundizar, dejando puertas abiertas, como realmente conviene al tratar un tema como este. El mundo ficcional que propone la ciencia ficción, casi siempre debe ser explicado, para lograr introducir al lector en el entorno que el autor se imagina, para que posteriormente pueda entender la historia. A mí me parece que ello es bastante difícil, generalmente nos encontramos con interminables descripciones que, en vez de introducirnos, nos producen verdadero cansancio. Aquí Pedro logra esquivar este paso. No se detiene a detallar ese futuro, simplemente lo cuenta con los hechos puros y las palabras de los protagonistas. Y lo entendemos sin agotarnos. El mérito está compartido, por el buen encuadre que le da el autor, y por la trampita que contiene el cuento y que, otra vez, nos enteramos al final.
    Este relato es distinto al anterior, a pesar de utilizar el mismo recurso, plantear una situación que cambia al conocer algo que se revela al final. Conociendo de antemano el tema, el final es previsible, pero no le quita valor, la narración nos lleva a este final por un recorrido tranquilo, se hace agradable avanzar en la lectura. Los diálogos son creíbles, y se vuelven importantes en el relato, se percibe la sordidez de un mundo oscuro detrás de los simples hechos narrados de un futuro incierto.
    Y otra cosa que siento, es que la idea que tuvo Pedro para este cuento tiene fuerza, el tono elegido para relatarla es acertado, muy ameno y ágil, no me extraña su ansiedad por terminarlo, debía tener todo en la cabeza y las manos tecleando no daban abasto, se trataba de ir completando huecos, seguir el esquema. ¿No les resulta a ustedes más fácil escribir dentro de estos parámetros, con la estructura definida y el camino despejado? Sería como tener un guión previo.


    Pedro, te estoy contando lo que fui sintiendo en las lecturas. No lo digo para que vayas y cambies todo. Nada más un comentario sobre un cuento que me gustó, así como está. Y algo más, mientras lo leía se me representaban las imágenes como en una película. Es el guión, muy literario, de un corto. ¿No lo pensaste?



    Me gusta el aparente absurdo de algunos diálogos, incoherencias que se van comprendiendo al avanzar. Y cómo se hace durante el relato la intromisión en un mundo distinto, cuando Casimir dice: Pantalla. Y se supone que nos encontramos en una sociedad de alta tecnología. O la posibilidad de alguna familia muy pudiente que acceda a estos chiches.

    También me gusta el mechado de ese mundo de algún futuro no lejano, a través de lo que ve Casimir por esa televisión holográfica, con la secuencia de sus órdenes para que todo ello funcione.

    Después reconoceremos esta secuencia como una preparación, o puesta en tema, para el resto.



    Desde el principio se percibe el sometimiento de la mina. La tensión que transmite la relación entre los dos personajes. Hay toda una violencia latente. Acertada la imagen de ella girando el dedo sobre el contorno del dibujo en una bandeja. Hasta nos va guiando para ponernos del lado de ella, la más débil y callada del relato, la posible víctima. Sobre todo por el contraste con el otro personaje, el dominador, el bruto, la posible bestia.



    Algo para pensar, tuve la impresión de que Casimir había adquirido a Eva ese mismo día, o a lo sumo el día anterior. Me chocó cuando él le nombra a sus amigos, dando a entender que los conoce.

    Según la secuencia temporal que me había armado, no encajaba, no podía suponer que el mismo día de traerla haya estado con sus amigos.

    Otro dato para estimar ese tiempo no implícito, al final él dice que hay que ponerle un nombre. Es una adquisición reciente, muy reciente.



    Y para el final, el final.

    A mí me gustaría que termine con la frase de él.

    Pero por otro lado no quisiera deshacerme del último párrafo de la narración, que también me gusta.

    Habría que probar un poco cómo queda intercalando las voces del personaje y el narrador, con los debidos guiones, como para unificar los sentidos, que no resulten como dos cosas separadas. Hay unas palabras de Casimir que tienen que ver con lo que estamos descubriendo. Y hay un cierre del relator, que también se refiere a la situación narrada y a esta verdad desocultada. Lo que quiero decir es que las siento muy separadas, y se quitan valor una a otra.



    No me gustó, pero para nada, el título. Desmerece al contenido.







    Como leí el cuento varias veces, encontré algunas cosas que transcribo.





    Al tiempo que los efectos del orgasmo, ella abandonó… y desapareció…

    Al menos que se trate de un giro local, esta primera frase está incompleta, falta contar qué es lo que hacen los efectos del orgasmo. Me lo imagino a Pedro tratando de cumplir lo prometido, que iba a llegar a tiempo con el cuento, y llegó. ¿Podría ser al tiempo de los efectos del orgasmo?
    Se llevó prendida de su espalda, de su trasero, la mirada satisfecha de Casimir
    Me suena mal la estructura de esta frase, pero quizá sea porque a mí me parece que sobra de su espalda.
    Si acaso lo buscado fuera una voz particular del narrador, podría tener un sentido. No creo que haya sido esta la intención, porque no se reitera demasiado en el resto como para tratarse de ello.
    Admiró él, las perfectas redondeces
    Pedro comificando en vano.



    contoneo de sus caderas (al irse) lo quitaría



    Con el apetito sexual calmado por el momento, lo quitaría, al releer el cuento me sonó como a justificación por lo que se cuenta más adelante.



    el cuerpo desnudo que se alejaba, sin coma despertó en su ego el regocijo de la contemplación de algo bello, bien hecho, y repitiendo lo que pensó cuando la vio quitarse la ropa por primera vez, bisbisó:

    también puede ser bien hecho y, repitiendo lo que



    buscó en el cajón de la mesita de noche el paquete de cigarrillos del que cogió uno, y un encendedor

    suena rebuscado, podés mejorarlo, Pedro



    al recuerdo, ya difuso, del reciente polvo

    creo que sobra ya difuso, porque no tiene relevancia en el resto, y también distrae



    se van uniendo, las tostadas, un

    esta coma, que para mí sobra, podría reemplazarse por un dos puntos, pero tiene que ver más con la narrativa oral que con la escrita.



    Le recibe a la entrada con un beso rápido, con un roce de labios

    ¿un beso rápido no es un roce de labios?



    como me entere de miras a otro

    como me entere de que miras a otro

    como me entere que miras a otro

    como me entere de si miras a otro



    Cuando vuelve a la cocina, duchado y vestido. Ya todo está recogido

    Cuando vuelve a la cocina, duchado y vestido, ya todo está recogido

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