lunes, 2 de marzo de 2009

Dos funámbulos

Pablo Moreno

      La mayoría de la gente piensa que estar allá arriba, a cincuenta o cien metros sobre el suelo, pendiente tan solo de la búsqueda del equilibrio, de no errar el siguiente paso, sintiendo el cosquilleo del vértigo recorriendo la columna una y otra vez, con cada leve movimiento de la pértiga, con cada latido del corazón, difiere en algo de tener los pies depositados firmes sobre la tierra. Yo, que conozco las dos realidades, puedo asegurarles que no es tan distinto. La vida es igual de caprichosa e inconsistente en el suelo que arriba; en ambos lugares, cada paso -cada cien- es una extraña mezcla de habilidad, causa y azar.
      La vida de Juan transcurrió por veredas de suaves pendientes en las que el horizonte siempre aparecía despejado. Hay personas que parecen inmunes a la mala suerte, a las que el éxito les encaja con tal naturalidad que no sorprende verlas triunfar; que se mueven por la vida con seguridad insultante, haciendo realidad todos sus sueños con tan sólo proponérselo. Juan era una de ellas, un auténtico caballo ganador. Me ha contado su vida tantas veces desde que estamos aquí que me la sé de carrerilla; estoy seguro de que si volviera a nacer podría seguir todos sus pasos sin miedo a equivocarme ni una vez. Porque Juan nunca se equivocó –o eso dice- cuando todavía respiraba; tuvo siempre las cosas tan claras, era tan meticuloso, que ahora, cada vez que me lo vuelve a narrar -es incansable-, recuerda con exactitud cada paso dado, cada decisión tomada, cada momento incandescente de su, a todas luces, corta existencia. No he sido capaz, a pesar del tiempo transcurrido, de la cantidad de veces que he oído las mismas frases, de encontrar contradicciones en el relato de su vida, ni posibles fisuras en la persona que un día fue, dechado de perfección. Recuerda su devenir de cabo a rabo, hasta en el más mínimo de los detalles. Quizás sea esa su penitencia.
      En cuanto a mí podría decirse que no tuve elección, anduve por el alambre desde antes de tener uso de razón. Lo hacía con tanta naturalidad que cuando pisaba el firme de la tierra me sentía inseguro y quebradizo. Mi hogar eran las alturas, mi mejor amigo el vacío bajo mis pies. No puedo contar mucho más porque mi vida se reducía a entrenar y actuar. Sí les puedo decir que hubiera preferido conocer a Juan en otras circunstancias, presentarme ante él de otro modo, pero, como ya he dicho, el azar a veces se empeña en sorprendernos -a unos más que a otros- en el momento menos oportuno. Si dios hubiera existido -ahora puedo afirmar que no- me habría presentado ante él sólo para decirle que como cabrón jocoso no tenía igual… quién sabe si no le hubiese echado la culpa al diablo.
      Quizás se pregunten acerca de mi penitencia. Es la continua monserga de Juan, su lloriqueo constante, este gemido lastimero que me perfora el tímpano, como un zumbido infinito que atraviesa el extraño silencio de esta noche que nos ha tocado compartir. Siempre dándole vueltas a lo mismo -a él y a su vida plagada de éxito-, pensando en lo que debió ser, repasando hasta la extenuación cada paso dado, cada decisión tomada, hacia delante y hacía atrás… buscando con habilidad meticulosa una explicación al azar a través de sus causas. Como si eso fuera posible. También tiene la fea costumbre de recriminarme que yo fui el artífice de todas sus desgracias, el causante de lo imposible. Yo suelo reír amargamente cada vez que lo escucho; soporto mi penitencia entre la culpa y el desamparo.
      En realidad su única desgracia fue pasear por aquella calle, el día en que el circo llegó a su ciudad, y detenerse a mirar a una rubia despampanante que atendía a mi actuación, esa en la que anunciaba desde las alturas la feliz noticia de nuestra llegada. Fue el día en el que nuestros destinos quedaron ligados para siempre. Yo observaba a la multitud arracimada expectante bajo mis pies cuando una gaviota decidió posarse en mi pértiga; sentí el leve cambio de peso e intenté retroceder sobre mis pasos pero ya era demasiado tarde porque acababa de emprender una nueva zancada sobre el alambre y aquel movimiento inacabado acabó por convertirse en el gesto patético de aquel que sabe a ciencia cierta que acaba de traspasar el umbral de la muerte. Por unos segundos quedamos solos el vacío y yo, mirándonos fijamente por última vez. Tengo que reconocer que no se pareció en nada a como lo había imaginado o soñado: caí desde una altura de veinte pisos y ni tan siquiera pude gritarle a Juan que se apartara, el sonido quedo congelado en mi garganta y a pesar de que puse todo mi empeño en ello -el último de mis empeños- no lo conseguí. Juan se había detenido y se encontraba más pendiente -nunca lo ha reconocido- del culo de aquella hermosa muchacha que gritaba horrorizada mirando mi desplome, que de cualquier otra cosa que pudiera suceder a su alrededor. Si se hubiera molestado en levantar la cabeza, tan sólo unos segundos, yo no les estaría contando a ustedes nada de esto.
      Los dos morimos en el acto. Nuestros cuerpos quedaron reventados sobre un charco de sangre durante más de ocho horas, fue una vergüenza. El juez que debía proceder al levantamiento de nuestros cadáveres había prometido a su hijo pequeño que aquella tarde le llevaría a ver a Ángel Cristo y sus leones, que acababan de llegar a la ciudad y que por aquel entonces se encontraban en el cenit de su fama, como aquel otro, ese joven prodigio del piano, medio chino medio austriaco… ¿cómo se llamaba?... ah sí…sí… Wan Helldemann. ¿Lo recuerdas, Juan?

7 comentarios:

  1. Muy bueno, demasiado breve tal vez.
    Detalles (discutibles):

    En ambos lugares, cada paso -cada cien- (no entiendo esta acotación, ¿cada cien pasos? En este caso me jugaría por repetir la palabra pasos, que en realidad no la repetís porque una cosa es cada "paso" y otra cien "pasos") es una extraña mezcla de habilidad, causa y azar.
    Porque Juan nunca se equivocó –o eso dice- cuando todavía respiraba (¿No respiran en el Otro Lado? Pero supongo que inhalan y exhalan simulando el acto de respirar. Parafraseando a un poeta porteño, me pregunto yo: Qué mundo habrán encontrado en su apolillo, si es que hay un mundo para los que se piantan)

    Me quedé pensando qué puede tener de ganador, de exitoso, un tipo que debe mantener el equilibrio para sobrevivir y divertir a la gente o, al menos, mantenerla en vilo. La descripción de Juan se adecua más a la de un hombre de negocios exitista. Triunfa cada vez que logra caminar sobre la cuerda, es cierto, pero no entiendo bien de qué se jacta, de qué se vanagloria. ¿Cuáles son los sueños que se le cumplieron, si nunca dejó de ser un funámbulo? ¿Acaso ese era su sueño, mantenerse sobre la cuerda?)

    Siempre dándole vueltas a lo mismo -a él y a su vida plagada de éxito-, pensando en lo que debió ser. (Me parece que un tipo exitoso no se arrepiente de lo que fue, no piensa en lo que debió haber sido).

    En realidad su única desgracia fue pasear por aquella calle, el día en que el circo llegó a su ciudad, y detenerse a mirar a una rubia despampanante que atendía a mi actuación, esa en la que anunciaba desde las alturas la feliz noticia de nuestra llegada. (Esto está algo confuso).

    porque acababa de emprender una nueva zancada sobre el alambre y aquel movimiento inacabado acabó por convertirse en el gesto patético de aquel que sabe a ciencia cierta que acaba de traspasar el umbral de la muerte.


    Juan se había detenido y se encontraba más pendiente -nunca lo ha reconocido- del culo de aquella hermosa muchacha que gritaba horrorizada mirando mi desplome, (¿Dónde estaba situado Juan? ¿Estaba también sobre la cuerda? ¿Cómo podía mirarle el culo, si la chica los miraba a ellos, que estaban adelante? ¿No estaba ella entre la gente arracimada?)

    Saludos,
    D.

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  2. Entiendo que el funambulista y Juan son dos personas distintas cuya muerte, debido a un accidente, les une. Al suceder en la calle, entiendo que Juan mira a una chica y el protagonista, mientras cae, lo puede ver si cae hacia delante.

    Algunas cosillas para comentar. Al principio dejas patente la idea del éxito de Juan, por lo que la frase haciendo realidad todos sus sueños con tan sólo proponérselo creo que sobra, o como mínimo “sus sueños” ya que no los explicas, ni es necesario, ya has plasmado la idea.

    Me molesta que insistas tantas veces, en un texto tan corto, que Juan le detalla su vida. De hecho repites esta palabra 7 veces.

    Reconozco que no he estado nunca en un circo aunque si que los he visto en la tele. Es difícil imaginar que, haya un funambulista a una altura de 20 pisos, fuera del circo, en una actividad promocional ¿no? Desde esa altura es deducible que su cuerpo quede destrozado, pero no creo que quedara de igual manera el de Juan (es que veo el CSI).

    Pero hay otra cosa que no me convence, que no me creo, y es la actitud de ambos. No creo que una persona exitosa, de esas que ha nacido con una estrella en el culo, un suertudo, sea consciente de todas las decisiones que le han conducido a esa posición. Tampoco que, en el otro mundo, se lamente de ello. Creo que es una actitud innanta en él y que afrontaría la otra vida intentando buscar el éxito o encontrándolo. Y que el protagonista se ría , amargamente, mientras Juan le explica sus penas.... tampoco.

    Pablo, es un buen cuento de presentación. La idea de jugar con el más allá no está muy bien trabajada, parece que lo has querido acabar deprisa.

    Espero no haber sido demasiado crítica y que te quedes con nosotros para ir viendo tu progresión.

    Un abrazo,
    Montse Villares

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  3. Te cuento lo que entendí de tu relato,que por cierto me pareció muy ingenioso.
    El circo llega a la ciudad y hace una presentación de sus estrellas para todo el público en la calle.( también puede ser en el exterior de la carpa, para que los transeúntes vean y se entusiasmen con la actuación).
    Juan pasa ocacionalmente, mira más la presentadora que la actuación. Se centra en el culo de la muchacha, razón por la cual su vista está baja y su visión está tan acotada que no observa un vehículo que se acerca y lo atropella.
    Juntos en la otra vida, Juan le enrostra que está allí porque se detuvo a mirarlo, y el funámbulo en cuestión se siente culpable porque vio la posibilidad del accidente y no pudo avisarle ya que en ese momento caía víctima de un desequilibrio.
    Eso es lo que me parece, tú me dirás si es así.
    Solo criticaría un párrafo en el que empleas demasiado el verbo acabar: Yo observaba a la multitud arracimada expectante bajo mis pies cuando una gaviota decidió posarse en mi pértiga; sentí el leve cambio de peso e intenté retroceder sobre mis pasos pero ya era demasiado tarde porque acababa de emprender una nueva zancada sobre el alambre y aquel movimiento inacabado acabó por convertirse en el gesto patético de aquel que sabe a ciencia cierta que acaba de traspasar el umbral de la muerte. Busca alguana otra palabra para arreglar eso, por lo demás, todo bien. Cariños. -Mirta Leis-

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  4. El título confunde al lector, que busca al segundo funámbulo. He leído la explicación que Pablo dio a Dani sobre las dos acepciones de la palabra, esas que justificarían el título. Bueno, me parece que la segunda acepción es bastante retórica y su sentido pasará desapercibido (digo yo) para ochenta lectores de cada noventa. Por otra parte, la naturaleza exitosa, triunfadora, de Juan es algo que nos cuenta el narrador profusa, gratuitamente (y debemos creerle), pero no se nos deja ver ni por un momento; las cosas mejor que contarlas sería mostrarlas. Más bien, un lector crítico llegaría a pensar que la insistencia en ese supuesto carácter ganador de Juan se usa para justificar que el cuento cierre con su título. En cualquier caso, Pablo estará de acuerdo conmigo en que toda explicación posterior al cuento llega demasiado tarde y, generalmente, es imposible dársela a un colectivo grande de lectores.
    Mi impresión es que Pablo es un tipo que escribe muy bien, y vamos a divertirnos leyendo sus próximos cuentos. De este poco puedo decir, porque es muy corto y gasta en preámbulos el setenta y cinco por ciento de su extensión.
    Yo me había impacientado cuando llegué al final del cuarto párrafo, porque hasta ese momento no se había hecho otra cosa que dar vueltas a una misma cosa. Digamos que el primero de los párrafos puede sustituirse por esta frase: «La vida es cuestión de suerte en todos los sitios»; el segundo por «Juan me ha contado su perfecta vida infinidad de veces»; el tercero por «Tendría que haber conocido al cabrón de Juan en otro momento», y el cuarto por «mi penitencia es oír a Juan echarme las culpas de sus desgracias». Sólo después de estas cuatro formulaciones (y las tres últimas son casi distintas variaciones del mismo tema) el cuento comienza a rodar, para terminar enseguida, como un chiste. Pero me han quedado esas dos pegas en la cabeza: se ha gastado demasiado en salvas y el personaje de Juan no existe.
    La presentación está cuidada y la ortografía también. Me alegro mucho de que Pablo esté en nuestro grupo. Y me agradaría verlo también en el papel de crítico.
    Bienvenido de nuevo.

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  5. Buen primer cuento para la presentación de Pablo.
    La primera frase me resulta muy extensa, incluso algo dividida por el gerundio sintiendo, que obliga a una pausa injustificada, y se encima con el otro gerundio de recorrer. Anulando el primero y adecuando la frase, se podría mantener la extensión. Pero el último tramo de esta frase, igualmente queda como aislado, no muy vinculado al resto.
    Confunde el cada paso –cada cien-. Habría que retocar ésto.
    El resto del relato está bien escrito, promete Pablo.
    Ya de entrada nos da la pista, al menos, de un muerto, Juan, quien ahora no respira más.

    No he sido capaz, a pesar del tiempo transcurrido, de la cantidad de veces que he oído las mismas frases, de encontrar contradicciones en el relato de su vida, ni posibles fisuras en la persona que un día fue, dechado de perfección.

    En esta frase se repite el error de la primera, a causa de su extensión. Creo que mejoraría agregándole una conjunción.

    No he sido capaz, a pesar del tiempo transcurrido y de la cantidad de veces que he oído las mismas frases, de encontrar contradicciones en el relato de su vida, ni posibles fisuras en la persona que un día fue, dechado de perfección.

    La siguiente frase, si bien no tiene errores, podría resultar más entendible, aclarando los distintos tiempos verbales.
    No puedo contar mucho más porque entonces mi vida se reducía a entrenar y actuar

    Encuentro que tiene razón Dani al observar las posiciones de Juan y de la mina.
    Juan está exactamente debajo del equilibrista relator. Si la mina espectadora se encuentra observando al equilibrista, en cualquier lugar que se encuentre debería estar de frente a Juan, quien no podría estar observando su culo.

    El relato cierra bien, porque con todo el desarrollo previo, el relator consigue ocultarnos el final, a pesar de las pistas.
    Yo le aconsejaría a Pablo, reescribir el relato obligándose a no emplear la palabra que. El texto está tan salpicado de ques, que parece un arbolito de navidad.

    Bueno, Pablo, me quedo esperando el próximo.

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  6. Hay algo que falla en este cuento. O quizás esté bien porque así el lector no se espera el final. Al principio, parece que se nos va a contar la vida de Juan:
    "... Hay personas que parecen inmunes a la mala suerte, a las que el éxito les encaja con tal naturalidad que no sorprende verlas triunfar; que se mueven por la vida con seguridad insultante, haciendo realidad todos sus sueños con tan sólo proponérselo. Juan era una de ellas, un auténtico caballo ganador. Me ha contado su vida tantas veces desde que estamos aquí que me la sé de carrerilla;.."
    Puede que sea solo una apreciación mia pero al final del cuento me siento engañada. Y es que yo ahí esperando la vida y, ¿que me cuentan?.. El que lea el cuento creo que podrá entenderlo.
    Hay una frase que me parece maravillosa:
    "...Mi hogar eran las alturas, mi mejor amigo el vacío bajo mis pies..."
    Resume a la perfección esa vida de pájaro del funámbulo, que es casi un sonámbulo en la tierra firme.
    En fin, que me ha gustado.

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  7. Es buena la idea de destinos gemelos y de la casualidad pero podría haberse acortado. Tal vez yo no me enganché nunca con el mundo del circo y por éso me cuesta. Cuando leí el resumen que hizo una compañera me pareció que podría abreviarse y que la simetría podría reflejarse en la sintaxis, en la extensión , en algún marcador gráfico

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