lunes, 1 de marzo de 2010

Una noche de milonga

Mirta Leis

      Las últimas gotas de vino tinto se deslizan cuello abajo en la botella. Una copa regordeta de pie alto las espera sedienta. Pedro, observa el líquido aterciopelado que parece balancearse al compás de la música que invade el salón y demora cuanto puede, el trago final.
      Las luces dibujan los rostros felices de los bailarines mientras el suelo se tapiza con extraños firuletes de zapatos relucientes. Las mesas pequeñas de madera lustrada, albergan candiles y flores silvestres que perfuman suavemente el lugar de los que no bailan. Suena La yumba invitando a la danza. Allí está Pedro, con su timidez escondida en una copa de vino a punto de terminarse.
      Sus amigos lo torean, las risitas socarronas se acompañan de preguntas insidiosas —Y Pedrito, ¿hoy te vas a animar?— le dice Carlos al oído palmeándole el hombro. Una y otra vez es blanco de las bromas, a las que responde, inocentemente— Déjenme terminar la copa, después voy. Como la conversación se vuelve insistente, decide enfrentar sus miedos.
      Se levanta. Camina despacito, rozando el rojo del piso, como si temiera herir las baldosas, como si en vez de estar en la milonga, entrara a una iglesia para hincarse en el altar.
      En mitad de camino se arrepiente y tuerce el rumbo. Los zapatos negros crujen demostrando que son nuevos y el pantalón oscuro los lustra con la cadencia de cada paso. Unos ojos lo miran burlones, es Carlos, su corazón golpea fuerte y grave, como un instrumento más que se integra a la música del lugar. Respira profundo, alcanza la barra y se desploma en un taburete. El bandoneón invade sus oídos calmando el contrabajo que golpea su pecho. Busca ansioso un auxilio: Su prima Laura está bailando, ella no podrá ayudarlo; tal vez Ana, la vecina del quinto, o Estela, su compañera del curso de idiomas… pero sus amigos se la han hecho difícil y adivinándole intención están bailando con todas ellas y lo saludan moviendo la mano con picardía.
      Pasea la mirada con disimulo buscando alguna conocida, pero es inútil, no encuentra a nadie. Se apoya sobre la barra. Mira entonces una falda vibrando con Yo soy María, en dirección a Carlos. Es roja, ceñida, parece tener vida propia. Se queda allí, mirando extasiado, perdido en aquel infierno sugerente que se desliza por la pista. El tiempo transcurre y Pedro no quita los ojos de la pollera que danza hasta que se pierde entre el gentío. La busca en cada giro, en cada ocho, en cada sentada de los bailarines, hasta que una voz lo saca del encanto, suena con acento divertido, casi como un cascabel. —¿Te gusta?—dice ella mientras muestra coqueteando su falda roja. La mira asustado. — ¿De qué hablas?—Se le ocurre decir. Ella hace sonar una corta carcajada, lo toma de la mano y lo empuja hacia la pista de baile.
      Simplemente lo obliga a enlazarla, toma su mano y apoya su cara tibia sobre las mejillas de Pedro. — Bailemos— le dice rozando su oreja con los labios, mientras se escucha Taquito Militar y un revuelo de figuras, extraños muñecos que se muevan ante sus ojos, decoran el espacio que parece hundirse bajo sus pies. El cuerpo voluptuoso se pega al suyo, su piel, cálida como la música, le quita todos los miedos al compás del dos por cuatro. Sólo siente, tiembla y baila, una y otra y otra vez, hasta quedar casi extenuado en el embrujo de la danza.
      — ¿Me acompañas a casa?-le dice de pronto mirándolo a los ojos. Asiente sin palabras y camina, fascinado, detrás de la falda roja que zigzaguea marcando el rumbo hacia la puerta. A lo lejos, escucha a Carlos que grita —¡Bien Pedrito!—entre los aplausos de algún amigo.
      El frío de la noche porteña lo envuelve. Ella se prende mimosa de su brazo. El rumor del tránsito le quita las palabras y se deja conducir por el taconeo rítmico entre las luces de la ciudad. El edificio, algo despintado, marca la llegada. Tiembla. Tres cuatro ocho, Segundo Piso, como el tango piensa, mientras el ascensor le devuelve su imagen asustada en el espejo.
      Las llaves abren el departamento. Ella enciende las luces y lo invita a entrar. Cierra la puerta. Entonces, Pedro, conoce el paraíso.

3 comentarios:

  1. Hola Mirta:

    Me ha gustado el mundo de sensaciones que describes con tu relato. lo cierto es que lo he apreciado más en una segunda lectura porque, al principio, cuando sale a la pista de baile y dice que se fija en Carlos, pensé que era homosexual, pero el equívoco se deshace pronto.

    Me he permitido señalarte unas comas que me parece que sobra y, además, me parece que una debilidad de la historia es la poca credibilidad de la misma. El tímido del grupo consigue, la primera vez que se lanza al baile, llevarse a la moza a casa. Eso me parece de premio gordo, por no decir de lotería. Otra cosa es que haya un motivo detrás: que a la chica de la pollera roja le gusten los tímidos y así se lo diga, que algún amigo de Pedro la haya pagado para llevárselo, no sé, creo que habría que justificarlo bien.

    Pero me parece que el efecto mareante y perturbador de una noche de milonga lo has sabido transmitir muy bien.

    Un abrazo.

    Texto:
    Las últimas gotas de vino tinto se deslizan cuello abajo en la botella. Una copa regordeta de pie alto las espera sedienta. Pedro, (sobra la coma) observa el líquido aterciopelado que parece balancearse al compás de la música que invade el salón y demora cuanto puede, (sobra la coma) el trago final.
    Las luces dibujan los rostros felices de los bailarines mientras el suelo se tapiza con extraños firuletes de zapatos relucientes. Las mesas pequeñas de madera lustrada, (sobra la coma) albergan candiles y flores silvestres que perfuman suavemente el lugar de los que no bailan. Suena La yumba invitando a la danza. Allí está Pedro, con su timidez escondida en una copa de vino a punto de terminarse.
    […]
    Las llaves abren el departamento. Ella enciende las luces y lo invita a entrar. Cierra la puerta. Entonces, Pedro, (sobra la coma) conoce el paraíso.

    ResponderEliminar
  2. Hola, a todos. Largo silencio el mío, aunque los he estado acompañando con vistazos esporádicos.

    Comentaré "Una noche de milonga", de Mirta.

    Hay una prosa fluida que permite una lectura ágil. La escena está bien delimitada y marcadas las características del personaje. El conflicto de Pedro es visible. Hay tensión, crece y se diluye ya en la pista con la de la falda roja. Pedro se deja conducir. Creo que se le hace fácil el camino hacia el paraíso. Para eso están los amigos. El final no me sorprende; me queda un sabor a poco. Un cierre natural que debería abrir las puertas para otra instancia.

    También el narrador se la hace fácil a Pedro. El título es acorde con el escenario, no con el personaje. Me gustaría: No es una noche más de milonga, por ej.

    Los diálogos deberían ir como tal, con sus guiones.

    La puntuación es revisable:

    “le dice, rozando su oreja,

    “El cuerpo….se pega al piso: su piel,

    Las mesas pequeñas, de madera lustrada,

    Bien, Pedrito

    Como el tango, piensa,…”

    Revisar la sucesión de gerundios: calmando/bailando/adivinando/bailando/moviendo/buscando/vibrando/mirando.

    Por fin, haría un enroque con el primero y segundo párrafo, reordenando el texto, por supuesto.

    Esto, por ahora

    Rubén

    ResponderEliminar
  3. Mirta, felicitaciones por el premio.


    Muy bien la descripción del ambiente.
    Muy cuidada la narración, el estilo, a excepción de algunas cosas que marco sobre el texto, pero en el aspecto formal.

    No me gusta la alusión al tango con la dirección de la mina. Me parece que vale más sin ella. Lo siento como si a través de esta alusión se tratara de darle algún tipo de respaldo al texto, o más veracidad. No le hace falta.

    De acuerdo al ritmo que lleva el relato, y a los aconteceres de la historia, creo que hay un párrafo que es muy breve, le faltaría desarrollarse un poco. Es el tiempo o el espacio –seis renglones- que transcurre entre que Pedro avista a la mujer de falda roja y ésta le habla. Además, es una situación que da para alargarla, seguir con el juego de la escondida y la ansiedad del personaje.

    ResponderEliminar

Redacta o pega abajo tu comentario. Luego identifícate, si lo deseas: pulsa sobre "Nombre/URL" y se desplegará un campo para que escribas tu nombre. No es necesaria ninguna contraseña.