lunes, 2 de mayo de 2011

El Tano

por Fernando

       Se lo digo a la Mari todo el tiempo, no puedo entender lo del Tano, mirá que pienso y pienso y no me entra en la cabeza, es una locura, es una injusticia, qué se yo, hay tanto hijo de puta por ahí, viviendo lo más pancho … Y sí, a mí me afectó mucho lo del Tano, ¿sabés lo qué pasa?, que desde que lo conocí en el almacén de don José fuimos muy unidos, es una cuestión de piel, nos dirigimos unas pocas palabras y ya sabíamos que seríamos grandes amigos. Él me lo confesó después, fue ese día que cerramos el almacén y nos tomamos el bondi para ir hasta Güerin a comer unas porciones de muza (porque el tano jodía siempre con que la pizza esa era única y que no podía ser que yo no la haya probado), y mientras circulaban las porciones y las Quilmes, hablábamos de todo: de la vida, de la infancia, de fútbol, de Huracán, de minas, qué se yo, de todo. Ahí me lo dijo y me sorprendí, porque yo había sentido lo mismo, porque es como una especie de visión, como si hubiéramos sido amigos desde pendejos. También me dijo que sólo le había pasado una vez cuando era pibe. Tenía trece y había conocido al Luisito en un veraneo, porque los viejos alquilaban siempre carpa en el balneario Atlántico de San Clemente y ese año los viejos del tano habían alquilado la carpa de al lado, y el mismo día que llegaron, ahí estaba el Luisito, haciendo jueguito con una pulpo, y apenas vio que se instalaba, lo invitó a jugar unos tiritos en la orilla. Y así, verano tras verano construyeron una amistad que llegó más allá de las vacaciones, tanto es así que hoy con el Luisito somos grandes amigos también. El quedó tan hecho mierda como yo, mirá que en tantos años nunca nos mamamos, que tomábamos mucho, no lo niego, pero nunca, nunca nos pusimos en pedo, y últimamente ya lo tuve que llevar a la casa dos veces totalmente escabiado , pero lo entiendo, eh, porque si yo no me mamo es sólo porque me apolillo antes.

       Me acuerdo el primer día que entro a laburar en el almacén, yo estaba cortando fiambre para doña Rita y viene don José y me dice: “Pibe, te presento a Valentino, el hijo de la Rosina, te va a dar una mano para atender”, y el Tano de entrada nomás me hizo cagar de risa, mientras el viejo hablaba, él hacía que se desenroscaba una mano y me la daba. ¡Ay, qué hijo de puta, siempre jodiendo! Pero bien, eh, porque jodía todo el tiempo pero cuando tenía que laburar era una bestia, cuando llegaban las fiestas y caían los camiones llenos de sidra, champán, pan dulce, turrones y qué sé yo cuántas otras boludeces, nos quedábamos hasta las once, las doce, dale que dale, hombro a hombro. Y aquella vez que a don José se le ocurrió que tenía que comprarle a un amigo toda la producción de naranjas de una quinta de San Pedro… ¡Cómo puteó el tano cuando llegó el camión lleno de cajones! Pero al viejo no le dijo ni mu, puso el hombro y le metimos hasta las tres de la matina.


       ¿Y con las minas? ¡Ah, que recuerdos! ya habíamos salido con todas las pibas del barrio. Teníamos un código, si entraba una y uno de los dos le había echado el ojo decía: "me podés ir a buscar las latas de tomate al sótano", y mientras el otro desaparecía este se quedaba "atendiendo" a la minita. Claro, el problema era cuando nos gustaba a los dos, entonces prevalecía el más rápido, el más despierto. Igual, jamás nos peleamos por una mina, ni siquiera se nos pasó por la cabeza. Pero un día se nos acabó el jueguito... No me voy a olvidar más cuando conoció a la Rosita. Qué linda que estaba ese día, con esos faroles verdes, pollera roja, blusa y zapatos blancos y un moño rojo que le agarraba el pelo tirante. Apenas entró, el tano cogoteó por encima de los quesos y se enamoró, sí, amor a primera vista. Yo no creía mucho en eso del amor a primera vista pero el Tano quedó enloquecido, con decirte que estaba tan conmocionado que a la Rosita la tuve que atender yo, la piba se dio cuenta y se puso colorada. Al día siguiente cuando volvió la piba la atendió él, a los dos minutos la estaba haciendo reír como loca. A la semana ya la había invitado a salir y se habían puesto de novios, a los cinco meses se comprometieron y al año y medio se casaron por iglesia.


       Cuando lo conocí al Tano no era muy creyente, como yo, bah. Siempre me decía: “y algo superior debe haber” pero no lo tenía muy claro, sus viejos eran católicos y él bautizado, pero no le venían muy bien los curas, les tenía bronca. Pero el día que se desbarrancó con el Fiat 600 en un camino de ripio de Córdoba todo cambió. Me contó que, mientras el auto daba vueltas como un lavarropas, lo único que se le cruzaba por la cabeza era pedirle a Dios que lo salve, y mientras los bomberos (que no podían creer que estuviese ileso) lo sacaban de entre la maraña de fierros juró que no faltaría a ni una sola misa. Y así lo hizo, che, encontró un grupo en la parroquia de acá a la vuelta y cumplió con su promesa. A partir de ahí, día por medio, me rompía los quinotos para que vaya. Pobre, siempre se preocupó por mí y yo lo saqué vendiendo almanaques todas las veces, hasta que se enfermó. Mirá, digo “se enfermó” y ya se me humedecen los ojos, se me hace un nudo en la garganta.


       Cuando se enfermó —otra vez lo digo, la pucha— tenían cuatro pibes con la Rosita. Me acuerdo que se había hecho unos estudios porque andaba medio mareado, vino y me lo dijo así nomás, sin anestesia: “Flaco, tengo la papa”. ¡Ay, la puta madre, lo que lloré ese día! Con decirte que él terminó consolándome a mí, ¡él, que tenía que estar destruido! Ya desde ahí que mucho no entiendo. ¿Vos te crees que cambió su sentido del humor? Un carajo, siguió igual o peor, jodía con los clientes, con el pibe del reparto, conmigo y hasta lo hacía reír a don José, que ya es bastante decir. Eso sí, en ese tiempo, cuando se enteró de la enfermedad, no andaba muy bien con la Rosita, me contaba todos los días que discutían por cualquier boludez, que no se tiraban los platos porque no tenían plata para comprar otros, que si no se separaban era por los pibes. Pero apenas le dijo lo del cáncer a su mujer, todo cambió. Me contaba que Rafael, el cura de la parroquia, los ayudó mucho, les decía —y esto la verdad que a mí no me entra en la cabeza— que la enfermedad era una gracia, que Dios la había permitido para que ellos pudieran amarse, reconstruir su matrimonio. “¿Qué boludez es esa? ¿Cómo Dios se la va a agarrar con este pibe que es más bueno que Lassie?” pensaba yo, aunque a él no le decía nada. La verdad es que, boludez o no, a partir de ese momento, su relación con Rosita cambió totalmente, no te voy a negar que al principio les fue difícil, que ella estaba preocupada y angustiada, pero de a poco la cosa fue cambiando, con decirte que ella dos veces por día pasaba por el almacén para ver como andaba el Tano y le traía unas barritas de ese chocolate que lo volvía loco, le dejaban a los pibes a la vieja de ella y se iban al cine, a comer afuera, al teatro. ¿Qué carajo estaba pasando? Este tipo que tendría que tener el ánimo por el suelo, estaba tranquilo, contento cada día por estar vivo y disfrutando de una nueva luna de miel con su señora y de cada segundo compartido con sus hijos. Un día lo agarré y le pregunté si no estaba loco —porque hay que estar chiflado para tener cáncer y vivir como si nada—. “¿Vos te crees que no tengo miedo de morirme?... estoy cagado hasta las patas, pero todos los días, después que rezamos con la Rosita a la mañana y a la noche, no sé, es como que me vuelve el alma al cuerpo, pienso en el cielo y se me va el miedo”. Cuando vino y me contó que el doctor le dijo que había una remisión total del cáncer pensé que de verdad Dios existía y que el cura tenía razón, que todo había sido para que su matrimonio cambiara. Por eso cuando, seis meses después, le volvieron a dar mal los análisis se me vino la estantería abajo. En sólo un mes cayó en cama y no pudo volver al laburo.


       Le pedí permiso al pobre don José y casi que me quedé a vivir en el hospital, un poco para estar con él y otro para darle una mano a la Rosita. Qué querés que te diga, yo estaba hecho mierda, y el médico nos decía que le digamos que ya está, que como mucho va a vivir un par de días más. Y no entiendo, ahí estaba tranquilo, mientras le contábamos que chau, que se terminaba, que no había nada más que hacer, y él sereno, y yo con una angustia que parecía que era yo el que se iba morir. Nunca voy a poder olvidarme de cuando la Rosita lloraba a moco tendido y él le preguntaba por qué lloraba y ella le decía que porque lo veía sufrir y él le contestaba que más había sufrido Jesucristo por él. Yo nunca entendí esto de la religión, pero si existió un hombre con fe, ese fue el Tano, si hasta se despidió de sus hijos diciéndoles que no se olviden nunca de Dios, que Dios era fiel.


       Como dije desde el principio, yo no entiendo por qué se me lo llevaron al Tano tan pronto, por qué un tipo tan bueno, tan compañero, tan fiel, tiene que dar las hurras sin haber vivido, ni siquiera, la mitad de una vida como la gente. Lo único que yo sé es que quiero ser feliz con mi familia como lo fue el Tano con la suya, vivir cada día como vivió el Tano los suyos y cuando me muera quiero morirme como se murió el Tano. El Luisito me dice que no sea tan boludo, que me dé cuenta que el Tano era así porque creía en Dios, porque creía en que la vida no se termina con la muerte. Y no sé, puede ser, qué se yo… lo extraño tanto al Tano que soy capaz de creer que hay otra vida con tal de volverme a juntar con él y charlar de lo que vivimos juntos, y cagarnos de risa de boludeces y hacerle jodas a Don José y comer un cacho de pizza. Y no sé, soy capaz… con tal de volverlo a ver, soy capaz…

12 comentarios:

  1. Hola Fernando,
    Soy nueva en esto de comentar, así que intentaré expresar lo que me ha djado tu narrativa.
    No te voy a mentir, la historia esta bien, pero hay que trabajarla.
    Si "Tano" es un nombre o apodo, ¿por quélo pone en minúscula?
    Las oraciones amplias son cansativas.
    Vi que faltan muchas comas.
    "Tenía trece..." ¿Qué? Trece puede ser muchas cosas.
    Hay expresiones perdidas, verbos en tiempos erróneos y el lenguaje popular ni siempre esta bien. Lo cargas demasiado con este tipo de lenguaje.
    Me gustaría que lo trabajara más.
    Suerte

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  2. ¡Bienvenido Fernando!

    Al principio me ha costado acostumbrarme al tono coloquial, al vocabulario... Poco a poco lo he conseguido y obviando todas las palabras que no entendía, lo he disfrutado.
    No soy capaz de corregirte nada ya que, probablemente sean giros o localismos. Pero alguna vez he tenido la sensación de que el verbo estaba mal conjugado, como en:
    "A partir de ahí, día por medio, me rompía los quinotos para que vaya."
    Supongo que sería "fuera" en vez de "vaya". Bueno, ni idea de qué son los quinotos pero interpreto que insistía cansinamente.... jeje.

    Un abrazo,
    Montse

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  3. Bien diseñados los personajes. El tono coloquial suena como si lo estuviera escuchando. Por supuesto, lo entiendo porque soy argentina

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  4. Me da que está muy bien, sobre todo el tono coloquial, pero se me ha hecho muy díficil entender el significado y el sentido de algunas palabras. Egoístamente, me hubiera gustado poder haberlo saboreado más, pero la distancia del lenguaje me lo ha impedido.

    César M.

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  5. comento el tano
    de fernando
    Un relato en primera persona, con un estilo totalmente coloquial, con códigos que se fundamentan en el valor de la amistad, en tantas circunstancias compartidas durante los últimos años de convivencia.
    Una historia que funciona bien, con el crecer de los dos amigos, el casi ateísmo de ambos, el amor, la enfermedad, el cambio místico, la posibilidad de un milagro, la recaída, la muerte, la duda del que sobrevive.
    No es de mi agrado el tema, menos aún la duda del sobreviviente, pero me gusta la voz del narrador, el avanzar por la historia sin perder el tono, con el lenguaje típico del hombre de la calle, que vivió en un barrio y que mantiene y refuerza los valores con que se ha formado.
    Se complica la escritura, en realidad la lectura, cuando un sobrenombre corresponde a una nacionalidad. Tano, tano. Es correcto usar los dos pero, al prevalecer en el relato el tano con mayúsculas, cuando el relator se refiere a la nacionalidad con minúscula, parece un error. Funciona bien usando sólo el nombre.
    me apolillo antes
    sería bueno tener un diccionario de lunfardo para ver si va con doble ele con ye.
    miedo de morirme?... miedo de morirme... ?
    Bien, Fernando, espero tus próximos cuentos. También me gusta la pizza de Güerin, pero más la fugazzetta rellena de Banchero.

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  6. Es verdad, creo que está mal conjugado, y aunque no lo he puesto ex profeso , me parece que es parte del lenguaje coloquial argentino (ojo, me parece, eh) pues me salió natural, y cuando he pensado lo que has dicho al principio me pareció también natural, pero no, tu estás en lo cierto.
    Por si te interesa este diccionario tiene palabras coloquiales y del lunfardo:
    http://www.clarin.com/diccionario

    De cualquier modo, de acuerdo a tu comentario y a otros que hacen hincapié en la dificultad que impone el lenguaje pienso que no sería una mala idea, así como se traduce del inglés al español, "traducirlo" del lenguaje coloquial a un español más neutro. Seguramente resultará un desafío lograr mantener el tono particular del narrador. Lo intentaré y luego lo pondré a consideración del taller.
    A modo de confesión, disfruto tanto el escribir con un lenguaje neutro como el hacerlo de modo bien argentino.

    Gracias por comentar

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  7. Lindo el Tano, caramba. Con un lenguaje coloquial, de laburante, no afectado, nos desgrana una historia entretenida. Por ahí se le escapa alguna palabra que no cabe en su boca pero el tono general del relato es creíble, verosímil. Lamento por los que están en el continente del frente que pueden perderse algunas sutilezas léxicas. De todos modos, el contexto las ubica, las interpreta. Pasa en cada región de cada país. Supongo que el autor es porteño, de Buenos Aires, bah, y como pasa en todo lugar, los centralistas ejercen su influencia sobre la periferia y terminamos adquiriendo giros y modismos propios de su urbe. Pero esto es harina de otro costal.
    Más allá del colorido coloquial, anecdótico, está la otra historia, la que subyace: la manera de enfrentar la muerte. Esa inapelable que nos provoca en nuestras convicciones, tan exteriormente inconmovibles y tan interiormente erráticas.
    Y, en paralelo, la amistad verdadera, indestructible más allá de la finitud.
    Las dudas del narrador son nuestras dudas, el no entender, el no alcanzar a descifrar los designios o no designios de quien sea.
    No hay golpes bajos, tiene el ritmo de una confesión y se lee como un buen cuento: de pe a pa.
    Algunos acentos faltantes, unificar al Tano con mayúscula, son apenas miguitas en el mantel.
    Buen debut, amigo
    Rubén

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  8. Te han dicho ya todo lo bueno que pensaba decirte. Excelente el uso coloquial del lenguaje usado por el narrador protagonista. Coincido con que hay que unificar las mayúsculas o minúsculas para el tano, según sea apodo o nacionalidad. Hay una verosímil historia atrás que se sostiene siempre por el habla. Algunos acentos a revisar, más que nada errores de tipeado o argucias del corrector ortográfico automático (se)-
    Cariños.
    Lila

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  9. Tu cuento me ha resultado conmovedor Fernando, los localismos no me han
    dificulatado para nada la lectura, lo cual prueba que es posible ser
    universal sin dejar de ser local.

    Me disculpas si me quedo en el placer de una linda lectura, y no releo
    para buscar una comita por aquí y por allá, un verbo que pudo
    haber sido otro o qué sé yo.

    ¡Felicitaciones!

    Eduarda

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  10. Hola, comento el relato cumpliendo con la condición de realizar críticas de los cuentos publicados. Aunque en este caso, no se me ocurre nada que no se haya dicho ya.
    Soy español, y algunas expresiones y verbos me llamaron más la atención. Aunque diría que no ha mermado nada la emotividad de la historia.
    "...en el almacén de Don José fuimos muy unidos." o "...haciendo jueguito con una pulpo." no he terminado de entenderlas. El verbo "laburar" aquí sería laborar o trabajar pero visto en su contexto estas palabras se entienden perfectamente.
    "Teníamos un código, si entraba una (alguna o incluso concretaría algo más) y uno de los dos le había echado el ojo decía (tenía echado el ojo, le decía al otro):"
    Me ha gustado especialmente la amistad y la admiración del narrador por su amigo que le hace plantearse sus propias creencias religiosas. Me ha resultado completamente creíble.

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  11. Al cabo de unos pocos renglones de lectura, Fernando se sienta frente a su lector y entabla una charla amena, haciéndolo reír y sufrir con el Tano. Eso es inmejorable; solamente repasaría los párrafos para que no sean tan largos pero de ninguna manera tocaría el estilo simple, el lenguaje sin rebusques, tan de todos los días, porque es lo que distingue a este relato.

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  12. Hola Fernando,

    Hoy tenía algo de tiempo y he estado leyendo tu cuento, en ambas versiones. En realidad he leído todos los que se han colgado este mes, pero quiero comenzar comentando este.
    Me picaba la curiosidad como madrileña que soy, pero mamá de un argentino, ya que viví casi tres años en BsAs.
    Tengo que confesar que me encantó la original, muchísimo más que la nueva versión, entre otras cosas porque fue como volver a conversar con mis amigos y conocidos de allá.
    No diré que tu intento de generalizar sea malo, es más, me parece que has tenido que trabajar mucho para encontrar palabras que sustituyan a las originales y aún mantener el sentido del texto.
    Te has dejado bastantes expresiones y palabras que son desconocidas para los españoles, como por ejemplo carpa, que nosotros llamamos tienda de campaña, o cosas algo más graciosas, como que nosotros no tomamos el bus, lo cogemos, cosa que vosotros jamás haríais y supongo que por eso ni se te ocurrió.
    Los taxistas siempre bromeaban y se reían conmigo cuando les decía, coja la primera calle a la derecha :)
    Y no imaginas las caras de la gente cuando en pleno centro mi hijo mayor de entonces tres años gritaba: "Mamá, cógeme"
    Lo de jugar unos tiritos con el balón tampoco lo escucharías nunca en mi país, tal vez jugar a la pelota o hacer unos toques, como dicen mis hijos.
    Pibe es otra palabra que no es nuestra, chaval, diríamos nosotros, pero me gusta más pibe.
    Cagar de risa... pues yo diría, en Madrid al menos, me parto de la risa. Me partí de risa...
    en fin, que lo que intento decirte con todo esto es que aunque le cambies las palabras en varias ocasiones, sigue siendo un texto argentino y sinceramente, pierde la fuerza y la originalidad.
    Hoy existe el google y en España se conocen gracias a los exiliados, cada vez más ese tipo de palabras.
    Yo no lo cambiaría, me quedo con la original, que por cierto, me ha gustado mucho, sin duda alguna. Gracias por el esfuerzo.
    Un saludo desde Londres para todos los talleristas, siempre los leo, aunque no les comente como debería.
    Eva

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