Sábado 26 de
enero
“A mí no me
grita nadie”, dijo el peón, y mató a su patrón de un escopetazo.
“El único
que me ha gritado ha sido mi padre y murió hace 50 años. Ya soy una persona
mayor ya mí no me grita nadie” dijo Alberto Bonifacio Martínez, peón de un
campo, a Marcos Pizarro Costa Paz, dueño de la hacienda ‘El Micheo’, en Adolfo
González Chávez, partido de Ayacucho. Los testigos del crimen aseguran que
Martínez, de 72 años “soportaba un trato altanero por parte del patrón” en el
campo que cuidaba desde hacía 20 años. “Le voy a pegar un tiro” habría
amenazado el puestero, frente a cinco transportistas que habían ido al campo a
buscar la hacienda. El peón caminó 50 metros hasta su casa, tomó una escopeta
doble caño calibre 28, volvió a la manga y mató de un escopetazo al patrón.
Está detenido por homicidio.
Juan Segundo
Echevarría, uno de los transportistas que estaba en el lugar, leyó la noticia en
La Voz del Pueblo a la mañana siguiente, antes de desayunar.
—¡Están
mintiendo! Te digo que están mintiendo, Rosa. A mí no me engañan porque estaba
ahí.
—No te
metás, Juan. Callate a ver si la ligás vos.
—No, esto no
está bien. Voy a hablar con ese del periodicucho. El Alberto era un amigo.
—Callate,
te digo.
—¿No
entendés que no le puedo fallar? Me voy al diario.
—Mire señor.
Yo a usté no lo conozco. Seré bruto pero no soy ni lelo ni cobarde. ¿Quiere
escuchar? La cosa es así. Conozco al Alberto Martínez desde hace por lo menos
diez años. Un puestero honesto y responsable ¿Me entiende? Tiene 72 años. Yo
estaba ahí cuando todo pasó y ustedes mienten. No les importa nada el buen
nombre de la gente. Ah… ¿sí? ¿Ahora sí? ¡Después que lo embarraron! ¿Después de
meterlo en cana? Bueno, entonces va a escucharme bien, calladito y anotando. Va
a oír la verdá. El patrón lo trataba como basura, siempre insultándolo, ¡y
pensar que el peón podía ser su padre! No sé antes, pero desde que lo conozco,
el Alberto siempre fue una persona amable con nosotros, nunca se la creyó, era
un trabajador. Ayer llegamos con los camiones como todos los sábados. Todo
igualito, como siempre. En un momento se armó el lío. Pizarro le dijo a Alberto
que si estaba tan cansado que se fuera a dormir la siesta… con su hija, la
Jacinta. Sí, enfrente de todos. Lo escuché bien clarito: ¡su hija la Jacinta!
Alberto cerró los puños, se estaba guardando para no trompearlo. Pero no dijo
nada. Y no porque fuera cobarde ¿eh? De ninguna forma. Su trabajo es sagrado
para él; tiene ocho bocas para alimentar: su mujer, tres hijos de menos de 18,
una hija, la Jacinta, y tres nietos. ¿Le parece cobarde? Lo hizo por prudencia;
fíjese que así se llamar la mujer. Bueno, sigo. Después de decirle eso y ver
que él no contestaba, le gritó: si todo el mundo sabe que tu nieto no es tu
nieto, ¡imbécil! Ahí fue cuando el Alberto le dijo que el único que le gritó
alguna vez fue su padre y que ya estaba muerto. Tiene más de 70 ¿sabe? Póngale
que fuese verdá, que no lo es, lo conozco. Pero eso ya no lo podía dejar pasar.
Salió corriendo. Nadie se movió. Mientras, Pizarro entró y salió con una
escopeta de las pesadas. Dijo en voz bien alta: le voy a pegar un tiro… ya me
tiene cansado este viejo. Y a la hija también, ¡esa puta! El Alberto volvió con
la Jacinta a los piques. No sé por qué, pero ahí me di cuenta que la chica lo
había rechazado al patrón. Cuando lo vio armado, apuntándole, el Alberto se le
tiró encima lleno de rabia como queriendo tapar a su hija. Forcejearon, le hizo
bajar el arma pero el otro tenía el dedo en el gatillo, y se disparó. Pero era
la escopeta 28 de Pizarro, no como dijeron ustedes. Martínez tiene una 12 para
cazar patos, me la mostró cuando fui a comer un día a su casa. Siempre
tergiversan las cosas. Ahora, el Alberto está en la cárcel y todo el mundo lo
crucificó. Le juro que fue así como pasó. ¿Entiende? Y ahora, ¿qué va a hacer?
Lunes 28 de
enero
Se han
conocido más detalles del incidente que condujo a la muerte de un estanciero
ocurrido el sábado en el Partido de Ayacucho. “A mí no me grita nadie” dijo el
peón. “Y nadie insulta a mi hija”, agregó. Al parecer y según testigos
confiables, fue el patrón el que sacó su escopeta, forcejearon, y
el arma se disparó hiriendo de muerte a su dueño, Marcos Pizarro Costa Paz,
dueño joven y tiránico de la hacienda donde el inculpado Alberto Bonifacio
Martínez trabaja desde hace 20 años. Fue un accidente desafortunado. El juez
agregó: defensa propia. Martínez saldrá en libertad mañana.
Lidia Castro
Hernando
Cuando lei esta noticia en el diario, me inspiró muchas sensaciones encontradas, la mayor fue de injusticia e indignación, que es lo que debe haber sentido el peón, cansado de los abusos y malos tratos.
ResponderEliminarMuy bueno el relato y la resolución.