viernes, 15 de febrero de 2013

Madurando odio (Ejercicio)



          Nació como todos nacemos, sin nada, sólo que a él le fue mas difícil que a todos porque el siguió sin tener nada.  Su madre era muy pobre y su abuelo era un viejo peón de campo.  Viejo y enfermo no tardo mucho en morir; lo recordaba a duras penas siempre masticando su tabaco por las tardecitas y con el infaltable vaso de vino al lado.
Cuando se quedó solo con Mariana Martínez, su mamá, tan solo tenía seis años, y con ella fue a trabajar en el campo.
No tenía papá y le dolía el alma cuando alguien por lastimarlo le decía “guacho”. Mariana murió también dejándolo mas solitario de lo que siempre estuvo.  Su enfermedad fue larga pero ella hasta último momento trabajó y cuando ya no pudo ir al campo lavaba ropa para los demás y con eso compraban harina, base de su alimentación.
         
Antes de irse de este mundo le pidió que fuese hasta la estancia grande y buscase a su dueño, Marcos Pizarro Costa Paz.  El le daría trabajo si le decía que era su hijo, su único hijo, pues él era su padre.
             Con apenas catorce años camino temeroso hacia la estancia.  ¡Vería por fin a su padre!, con el silencio que se escucha en el campo llegó hasta la tranquera.  La cruzó.  El encuentro no fue como lo había imaginado.  Su padre, lo miró y lo único que le dijo fue: “Si sos el hijo de Mariana Martínez por supuesto tenes trabajo en mi estancia”, y sin más llamo a su capataz y le dio la orden de que llevara al nuevo peón al ranchaje para que al día siguiente comenzara a trabajar.  Su papá no le dijo que sabía que era su hijo y el tampoco dijo nada.
          Sus hijos que eran sus medio hermanos, lo ignoraban, lo miraban con desprecio… tan arrogantes ellos y desconocedores de la realidad cuidadosamente escondida.  Alberto Bonifacio Martínez, ese era su nombre, nunca se caso, jamás tuvo hijos y tan solo tuvo un padre que lo ignoraba y unos hermanos muy distintos a él, que sabían dar ordenes y casi siempre lo hacían sentir humillado.
          Un día se decidió y lo enfrento, le pregunto entonces porque ese trato si al fin y al cabo el sabía muy bien que era su hijo.  Con soberbia y altanería le respondió “Porque sos un inútil y no sos digno de llevar mi apellido”.
          El resto de la historia se pudo leer en la crónica escrita en los diarios:
  "Le voy a pegar un tiro", habría amenazado el puestero Martínez. La escuchó sólo uno de los cinco transportistas que habían ido al campo a buscar la hacienda. Enseguida, el peón caminó 50 metros hasta su casa: tomó una escopeta doble caño calibre 28, y volvió a la manga, donde estaban cargando el ganado de su patrón. 
  "Hijo, vamos", intentó apaciguar la víctima, integrante de una tradicional familia de Buenos Aires que posee más de mil hectáreas de campo en Ayacucho. Pero ni bien lanzó esas palabras recibió como respuesta un disparo en el cuello.

Susana Burgos


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