miércoles, 1 de abril de 2009

Moneda de dos caras

Pablo Moreno

—No deberías hacerlo, Berni, y los sabes… esta mano no está bien, podrías terminar de jodértela para siempre. Además estás muy mayor para estas historias.  


—Necesitamos la pasta, Ernesto. 


—Habla por ti, a mí no me metas… que yo prefiero seguir comiendo lentejas— Ernesto termina de poner el vendaje en la mano derecha de Berni. Escupe en los dorsos de ambas antes de calarle los guantes. Un viejo ritual, tan viejo como ellos,  cien veces repetido.


—Pues vale, es cosa mía, yo echo de menos los chuletones del Chistu— Berni esboza una mueca que pretende ser una sonrisa y muestra su dentadura incompleta. Su rostro erosionado de golpes se asemeja a una meseta castigada por un clima extremo. La nariz roma, rota por varias partes, apenas repunta sobre su cara, que es redonda como un planeta. Bajo sus ojos, hundidos como simas, una sombra amoratada delata el exceso de cansancio.


Sentado en la camilla con los ojos entornados Berni gira su cuello de toro, a un lado y a otro. Trata de acompasar la respiración para conseguir concentrarse; quiere aislarse del mundo al menos un par de minutos antes de salir camino del cuadrilátero. El griterío del público, tras la puerta, llega amortiguado hasta el vestuario, como el sonido lejano de un grifo mal cerrado. El fogonazo de un recuerdo acaba por aislar a Berni y el murmullo desaparece del todo; tampoco escucha las palabras de Ernesto, que sigue dale que te pego, dándole los últimos consejos: "Tú, al tercero, si ves que te ha dado suficiente, te tiras y ya no te levantas"

El recuerdo de los días de gloria, del clamor de la sangre temblando en sus oídos mientras el campeón de los pesados yace sobre la lona, a sus pies. Nadie lo esperaba, en realidad fue un golpe de suerte, nunca mejor dicho. Berni jamás ha sido un gran púgil pero sabe aguantar todos los golpes que sean necesarios y tiene una derecha demoledora. Aquel campeón se confió demasiado y cuando quiso darse cuenta de su error yacía con la boca pegada a la lona y los ojos mirando a la Meca. Intentó levantarse pero fue inútil. Su cuerpo había dicho basta. Los brazos en alto, el clamor que arrecia hasta alcanzar el paroxismo y la gloría, siempre efímera, tintineando como una moneda de dos caras. En aquellos días Berni todavía tenía todos los dientes en su sitio y comía carne a diario.


La puerta del vestuario se abre y una cabeza asoma: "Dos minutos, campeón". A Ernesto le suena a coña lo de campeón y se caga en los muertos del tipo, pero la cabeza ya no está allí para escucharle. Berni levanta sus noventa y dos kilos de carne y músculo, da unos saltitos y unos puñetazos al aire; sale del vestuario y encara el pasillo que conduce al mismo centro del sufrimiento. Respira, Berni, respira. Mientras avanza a pequeños brincos mueve la cabeza a los lados dentro de la capucha del batín. Respira, Berni, respira. Ernesto le precede con la banqueta —su banqueta— en una mano y la escupidera con sus herramientas para las curas en la otra. El público le recibe tibio cuando recorre los últimos metros hasta el cuadrilátero. Ya han visto otros tres combates antes pero saben que en este habrá sangre, saben que Berni no tiene ninguna oportunidad, que esta pelea no es más que un entrenamiento para el campeón. Las apuestas están veinte a uno y casi nadie ha pronosticado que el viejo púgil, por muy fajador que sea, vaya a durar más de cinco asaltos. Berni pasa entre las cuerdas y se queda en su rincón sin parar de saltar. Mientras Ernesto le quita el batín puede oír como el público enloquece con la entrada del campeón pero él no se gira, no quiere mirarle hasta que lo tenga delante de su nariz roma. Respira, Berni, respira.


—A mi derecha, con un peso de noventa y dos kilos, calzón blanco y raya negra, el aspirante al título nacional de los pesados, el Toro de Albacete, Beeeeerni Sáááánchez… —Berni da unos golpes al aire y gira un par de veces sobre si mismo.


—A mi izquierda, con un peso de noventa y un kilos, calzón amarillo y raya azul, el actual campeón nacional de los pesos pesados, el Cholo de Hortaleza, Vaaaaalerio Péééééérez— el público que acaba de enloquecer mientras el Cholo, con chulería, hace genuflexiones en todas las direcciones, norte, oeste, sur y este.


Tras los habituales consejos por parte del árbitro suena la primera campanada y el Cholo sale como una exhalación desde su rincón. Berni trata de esquivar la primera avalancha de golpes pero no puede zafarse. Ese cabrón es más joven, más rápido, mejor preparado y, además, come carne todos los días. Muévete, Berni, muévete. Sube la guardia, cuida su derecha. Los tres minutos parecen tres horas y cuando Berni regresa al rincón tiene el rostro congestionado y el alma en un vilo. "Me va a matar, Ernesto". "Tú calla y aguanta por lo menos tres asaltos, luego te tiras y mañana nos vamos al Chistu".  Berni muestra su sonrisa mellada antes de que Ernesto le coloque el protector.


En los siguientes asaltos siempre lo mismo: El Cholo que golpea como un martillo neumático y Berni que encaja, uno tras otro, todos los golpes. De vez en cuando se agarra a su contrincante para arañar unos segundos al cronómetro, para conseguir recuperar la respiración. Mediado el cuarto asalto el Cholo encadena una secuencia de golpes, jab de derecha a las costillas, directo de izquierda que le roza una oreja y gancho de derecha a la mandíbula. Berni dobla las piernas y se queda enganchado a las cuerdas en posición grotesca. Una sucesión de imágenes inconexas pasa por delante de sus ojos pero una, sólo una, se le queda grabada en la retina: el Cholo dando saltitos ante él mientras el árbitro cuenta… cuatro, cinco… el  hijoputa del Cholo encoge los hombros con mirada burlona y saluda al público seguro de su victoria… seis, siete… Ernesto, en la esquina, le hace gestos para que se quede donde está… ocho… nueve… y Berni que se levanta. Se toca la cara con los guantes, trata de quitarse la sangre y el sudor, que le escuecen en los ojos como un millón de cristales al clavarse. Una nueva andanada del Cholo y suena la campana.


Berni cae y se levanta en el sexto, en el séptimo y en el noveno. Pierde a los puntos pero da igual... ya ha conseguido encandilar al público que ahora, en el último asalto, jalea su bravura, sus cojones, su nombre, que vuelve a resonar como en los días de gloria: "Toooooro, Tooooooro, Tooooro" El Cholo se muestra desesperado, nunca antes le habían aguantado más de ocho asaltos y el puto viejo sigue en pie en el último, con el rostro deformado por la paliza, pero en pie y con una  mueca en su cara que asemeja una sonrisa de triunfo. Valiente gilipollas. "Teeeeeermina el combate"


Los jueces declaran ganador a los puntos a Cholo pero nadie corea su nombre, en las bocas de las tres mil y pico personas que han asistido a la velada sólo queda espacio para el Toro de Albacete, que sabe que mañana no podrá comer un chuletón en el Chistu con la boca hecha papilla como la tiene pero le da igual porque puede escuchar, de nuevo, el tintineo de una moneda de dos caras chocando contra el suelo.

6 comentarios:

  1. Otro buen cuento nos trae Pablo en esta aparentemente época de vacas flacas. Por nuestra escasez de comentarios y cuentos y visitas a la página, digo.

    A mí, particularmente, me desagrada el boxeo, y mucho, pero mucho, tanto que me provoca rechazo. Sin embargo, pude leer este relato, que me parece muy bien escrito, siento que resume todas las características de este ¿deporte? violento y absurdo, que condensa todas las miserias de sus participantes, sus códigos cerrados, sus regodeos con las glorias pasadas, su enfermizo deseo de aniquilar al contrario, su estúpida omnipotencia.

    Siempre habrá un boxeador en sus últimos momentos, dando lástima en su vejez prematura, en su ocaso sin fama, en ese cuerpo derrotado en que se ha convertido gratuitamente y sin remedio.

    Te cuento, Pedro, que hasta Torito me revuelve el estómago, y ni ahí importa el nombre ni la fama del autor.

    No entiendo la imagen de la moneda. El tintineo de la moneda de dos caras. ¿Hay acaso alguna moneda que no tenga dos caras? Entiendo la estructura que pretende montar Pedro, al mencionar al pasar esta imagen para retomarla en el final, como broche de cierre.

    Pero para mí no funciona bien. Y mirá que soy un obsesivo con lo de establecer relaciones. Aquí no hay caso, ni tu tía.

    ¿Cuál es la relación que existe entre el tintineo de una moneda y la gloria?

    Me parece que habría que desarrollar este concepto para darle una razón. Sobre todo si se toma luego como referencia, y una referencia tan importante como puede resultar ser el final.

    Y algo más, que tiene que ver con la inconsistencia de la imagen tal como está planteada, el significado del tintineo según el diccionario, complica el sentido o interpretación de esta imagen:



    Tintineo: Acción y efecto de tintinear.

    Tintinear: tintinar.

    Tintinar: Producir el sonido especial del tintín.

    Tintin: La palabra tintin no está registrada en el Diccionario

    Tintín: Sonido de la esquila, campanilla o timbre, o el que hacen, al recibir un ligero choque, las copas u otras cosas parecidas.



    Tintinear nos lleva a que debe producirse un roce o choque para que exista este sonido.

    ¿Tendrían que ser entonces dos las monedas de la fama? ¿O acaso bastan sus dos caras?

    Y algo más, para tintinear deberán rozarse dos monedas, preferentemente en el aire, no una moneda chocar contra el suelo, este hecho produciría un sonido diferente.





    No sé, me sigue pareciendo confusa esta imagen.

    Pero, bueno, Pedro, vale para seguir conociéndote.

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  2. Me gustó, Pablo.

    Aunque igual que a Norberto, el boxeo me resulta insoportable.

    De todas maneras creo que no se trata de una pelea más, es “la” pelea.

    Tampoco es el cuadrilátero, es la vida.

    Me pregunté alguna vez —como lo hiciera Marcelo Birmajer en uno de sus cuentos— cuál era el mérito de Aquiles. Quiero decir, si uno es consciente de su invulnerabilidad, ¿hasta qué punto es valiente?

    Si sé que nada puede pasarme, ¿cuál es mi valor?

    Y encuentro que la pelea de Berni tiene que ver con eso. El viejo Berni, casi sin dientes, mal alimentado y hundido, lleva todas las de perder.

    Al contrario que Aquiles, todo su cuerpo es vulnerable.

    Aquiles tenía sin embargo un “punto flaco”, el talón.

    Y Berni, que es consciente de su debilidad frente a un adversario fuerte, joven, exitoso, recurre a su único “punto fuerte”: la voluntad.

    Y creo que ahí está la otra cara de la moneda.

    Berni mantuvo incólume su voluntad, el orgullo que le impidió abandonar una lucha perdida, las ganas de seguir erguido a pesar de los golpes.

    No ganó, pero aguantó. Y el público admiró esa valentía, el triunfo de nuestro único punto invulnerable: la voluntad.

    Me gustó, Pablo, sí, sí.

    Creo que puede mejorarse un poquito. Encontré algunas nimiedades, como ser:

    “—No deberías hacerlo, Berni, y los sabes…

    “—Habla por ti, a mí no me metas… que yo prefiero seguir comiendo lentejas— Ernesto...”

    “Bajo sus ojos, hundidos como simas (¿?), una sombra amoratada delata el exceso

    de cansancio. (el lector ya sabe, creo que alcanza con mostrar...)

    Sentado en la camilla con los ojos entornados Berni gira su cuello de toro...”

    “alcanzar el paroxismo y la gloría (gloria),”

    “quita el batín puede oír como (cómo) el público enloquece”

    “sobre si (sí) mismo”



    Gracias, Pablo.

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  3. La verdad que el título me desconcertó y traté de hacer una hipótesis
    previa. Bueno me dije: es una moneda que tiene dos imágenes, cosa que
    no sucede.
    En fin, vamos al grano.No me gusta el boxeo ni las corridas de toro
    así que pueden no esperar mucho de mi comentario.
    Me gusta, tal vez hay mucha introducción. Se logra mostrar con
    claridad ese micromundo del boxeo, mérito importante y la obstinación
    del personaje viejo, verdadero héroe del relato. Lo envían para que
    pierda y aguante tres pero sigue porque tiene una lucha consigo mismo.
    Buena idea la del amigo que informa al lector.
    Aquí le dicen moneda de dos caras a las personas falsas o caretas,
    podría jugarse con ese tema y la revelación que significa que el pobre
    tipo aguante hasta el final.

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  4. Me gusta cómo escribe Pablo (y no Pedro, como se ha empeñado Norberto en llamarlo). Me da la sensación de que es un hombre cuidadoso, que pasa y repasa el texto quitando y poniendo… Claro que, como acabo de limpiar las gafas, he encontrado algunas cosillas que no me gustan.
    No encuentro mucha conexión entre el título, la historia y la imagen de la moneda de dos caras. Alguien ha apuntado que una moneda tiene siempre dos caras, eso es cierto, pero cuando se quiere hacer notar la diferencia que hay entre ellas se habla de "cara y cruz" de la moneda y cuando es una moneda para hacer trampas se habla de que tiene dos caras. No obstante esta última forma no es tan concluyente y puede dar lugar a ser interpretada de las dos maneras. Yo no veo con buena definición la similitud de ninguna de ellas con la historia.
    Primera imagen que no me parece muy acertada:
    "El griterío del público, tras la puerta, llega amortiguado hasta el vestuario, como el sonido lejano de un grifo mal cerrado."
    Un grifo mal cerrado puede sonar de muchas formas. Puede sonar como un goteo, un ligero chorro sobre el lavabo de cerámica o fregadero de acero, cubo de plástico, suelo… y sonar distinto cada vez. Si las tuberías no están bien instaladas puede que vibren y harán otro ruido muy distinto. En cambio el griterío del público me parece muy parejo siempre, muy definido, por lo que comparación me despista por completo.
    Siguiente imagen:
    "Aquel campeón se confió demasiado y cuando quiso darse cuenta de su error yacía con la boca pegada a la lona y los ojos mirando a la Meca."
    ¿Ojos mirando a la Meca? No sé cual es ese gesto.
    Otra:
    "Berni levanta sus noventa y dos kilos de carne y músculo, da unos saltitos y unos puñetazos al aire; sale del vestuario y encara el pasillo que conduce al mismo centro del sufrimiento."
    El pasillo no conduce al centro del sufrimiento, conduce al cuadrilátero, al ring, al centro del recinto. Al sufrimiento en todo caso lo conduce su actitud, lo que él hace.
    Más cosas:
    "Los brazos en alto, el clamor que arrecia hasta alcanzar el paroxismo y la gloría, siempre efímera"
    Este verbo en presente no concuerda con el tiempo de la narración que es pasado.
    Sigo:
    "Los tres minutos parecen tres horas y cuando Berni regresa al rincón tiene el rostro congestionado y el alma en un vilo."
    ¿Podrían ser dos vilos? ¿Y cuatro? Creo que lo correcto sería decir "el alma en vilo"
    Penúltima:
    "hijoputa"
    Hijo de puta.
    Acabando:
    "De vez en cuando se agarra a su contrincante para arañar unos segundos al cronómetro"
    Tengo un hermano que es entrenador de futbol y que escribe algunas cosas para la sección de deportes de la prensa local. Hablamos a menudo del daño que le hacen al lenguaje los de su profesión. Hace unos días le mandé corregido el último texto que publicó. No he podido hablar con él desde entonces, creo que me ha repudiado como hermano. El caso es que se repiten una y otra vez un montón de frases hechas que suponemos o sabemos que quieren decir una cosa, pero que si te fijas dicen otra. Cuando un corredor se esfuerza para ir más deprisa, cuando ponen un combustible más refinado a un coche, si utilizan un bañador con un material innovador… todo lo que hace que se vaya más rápido, que la marca sea más pequeña, se hace para "arañar segundos al cronómetro". Lo que el protagonista quiere es que el tiempo corra, es lo contrario. Sólo quiere dejar de recibir golpes. Es por ello que la expresión la creo fuera de lugar.
    Pablo, me gusta tenerte por aquí. Espero más cuentos.
    Un abrazo.

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  5. La narración me parece muy buena. Encuentro, sin embargo, que el título no me cierra. Como dijo alguien, todas las monedas tienen dos caras, así que decir moneda de dos caras es como decir hombre de dos manos o chaleco sin mangas. Como ocurrió en el cuento anterior de Pablo, el título es lo menos conseguido, aun en el caso de que quiera encerrar el resumen de la historia.
    A los compañeros les ha gustado, también a los que confiesan de entrada que no son aficionados al boxeo. Es una buena noticia. Y eso que las historias de boxeo suelen parecerse unas a otras. El primer encuentro de una pareja se habrá narrado cientos de miles de veces, y aun así cualquiera de nosotros se atrevería a intentar una historia original con esos mimbres; sin embargo, dos cuentos basados en un combate de boxeo se parecen bastante entre sí, y el boxeador acabado ya es un lugar común en esas historias.
    Berni Sánchez pierde el combate, pero gana el favor del público porque aguanta los golpes. El gallo del coronel gana el encuentro que se organiza a modo de entrenamiento porque no es agresivo, pero aguanta las acometidas del otro gallo sin moverse del centro de la gallera. Hay diferentes formas de ganar, y diferentes maneras de no perder, parece decirnos Pablo. Hay ocasiones en que una moneda tiene las dos caras iguales. Tal vez ese sea el sentido del título: dos caras iguales.
    Me gusta el cuento, maneja bien la acción y el lenguaje. Es un tipo hábil este Pablo, qué bueno tenerlo entre nosotros.
    Por decir alguna cosita, y por ver si a Pablo le ayuda aunque sea un poco, diré lo siguiente:
    El comienzo del cuento huele ligeramente a telefonazo. El lector tiene que situarse rápidamente, saber que hay un Berni que es un viejo boxeador, y un Ernesto que es su entrenador. Y para eso se usa el diálogo. Lo que pasa es que queda poco natural que se digan las cosas que se dicen, se nota que están actuando en voz alta para que el lector se sitúe. Unos minutos antes del combate Ernesto le dice a Berni que no debería boxear hoy. Y Berni le dice que necesitan la pasta. Ambas cosas ya deben de habérselas dicho muchas veces antes de este día; me parece que en los momentos previos lo darían por sabido y por inútil. Creo, por eso, que la puesta en antecedentes debe confiarse aquí al narrador, o hacerla más sutil.
    Hay una ese que sobra en «No deberías hacerlo, Berni, y lo[s] sabes». También falta una coma después de “Además”.
    Podría suprimirse la palabra “que” en la frase «Habla por ti, a mí no me metas… que yo prefiero seguir comiendo lentejas».
    Podría meterse entre comas la expresión «erosionado de golpes”.
    El comienzo del párrafo «El recuerdo de los días de gloria», hasta la palabra “pies”, podría subirse al párrafo de arriba. De ese modo tomaría más entidad la explicación «Nadie lo esperaba…». Por otra parte, creo que sobra la palabra “todos”, de «pero sabe aguantar todos los golpes que sean necesarios». Los ojos mirando a la Meca es un pequeño divertimento del narrador que me parece que no debe permitirse a sí mismo. Resulta extemporáneo.
    Creo que falta una coma en «Ya han visto otros tres combates antes[,] pero saben que en este habrá sangre».
    Que el combate en el que se decide el título de España no sea más que un entrenamiento para el campeón suena un poco increíble. No sólo por Berni, sino por todos los que resultaron vencidos antes de hoy, y por el propio título en juego. Puede que fuera mejor un combate de menor rango.
    Desde «La puerta del vestuario» hasta «pero él no se gira» se dice cuatro veces la palabra “campeón”. La ultima de ellas tal vez podría sustituirse por “adversario”. También se repite, a continuación, que la nariz de Berni es roma. Ya se había dicho antes. La expresión “girarse” está bajo sospecha. Aunque se utiliza con frecuencia, sobre todo en Cataluña, el verbo girar no tiene función pronominal.
    La expresión “sí mismo” lleva tilde en la primera i, por ser un pronombre personal. Sólo la conjunción “si” deja de llevarla.
    Genuflexiones en todas las direcciones, y exhalación desde su rincón son dos rimas involuntarias que afean la prosa.
    Me gusta lo del centro del sufrimiento. Es una metáfora acertada.
    Pero no me parece correcta la expresión “en un vilo”. Se dice “en vilo”.
    “Arañar unos segundos” y “grabada en la retina” son dos lugares comunes a los que merece la pena buscar sustitución. Antes y después de esa expresión, como dos velones, hay dos veces la palabra “para”.
    Los puntos suspensivos, de los que se hace gran alarde en este cuento, deberían administrarse con tacañería.
    Que los ojos escuezan como si tuvieran clavados un millón de cristales es una exageración difícil de imaginar. Me parece que no caben tantos cristales en la pequeña superficie de un ojo. Las exageraciones con frecuencia contribuyen a debilitar la consistencia de una historia. Seguramente si se habla de un solo cristal resultará hasta más lacerante.
    A mí no me parece mal la palabra “hijoputa”. En España se utiliza tanto como “hijo de puta”.
    En «Pierde a los puntos pero da igual» yo preferiría leer «Va perdiendo». Como el cuento está escrito en presente histórico, parece que ya ha perdido.
    Y ya.

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  6. Tras los comentarios de mis compañeros no me queda mucho por decir pero quiero manifestar que me ha gustado tu cuento pese a que aborrezco la violencia y los cuadriláteros, por lo que el mérito es mayor.

    La única cosa que me he preguntado durante la lectura es qué edad tendría: con su dentadura incompleta, recordando los viejos tiempos... Dice que está cansado. Cansado ¿de qué? Si hace tiempo que no compite ¿no?

    Coincido con el resto de mis compañeros. El título no es adecuado. Las dos caras, la cara y la cruz, el bien y el mal, la victoria y la derrota. En tu cuento la victoria no es del que gana, sino del que pierde, por ello el título no es acertado.

    Un abrazo,
    Montse

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