sábado, 14 de junio de 2014

Ejercicio de junio: cuento sin adjetivos

La lluvia
Por Pedro Conde

Con seis años ya era un maestro en la ciencia del escamoteo. Sus pies, poseedores de una costra de roña que contrastaba con las plantas, tenían la virtud de llevarlo, como por arte de magia, allá donde hubiera algo de valor, y, debido seguramente a ese mismo arte: la magia, ese algo desaparecía por el agujero de su boca o en sus bolsillos, en los cuales, al registrarle buscando las pruebas del robo, por aquello de la pobreza y de no querer ostentar posesiones indignas de su clase social, solo encontraban más agujeros.
En la cara siempre tenía una sonrisa. Le faltaba una paleta de leche que abandonó su sitio a causa de la lluvia de tortas que le propinó un vendedor en su frustración por no encontrar el objeto del que le acusó haberle robarle en la plaza del mercado.  Su encía aún no había fabricado el repuesto.

Aquella mañana de noviembre, cuando en el cielo se abrieron las compuertas de la lluvia al rasgarse en líneas de fuego, como rayos, las nubes, ocultándose en la desbandada generalse apropió de dos manzanas y un trozo de queso. Luego, imitando a la gente en sus carreras, agachó la cabeza tratando de cubrirse de la lluvia, y se fue a comerlos manjares bajo el puente que salvaba el paso del río y le hacía las veces de casa con techo y sin paredes.
Después de la comida, de auténtico señor, y sin nada mejor que hacer, pues el cielo seguía con la intención de deshacerse en agua,  se arrebujó y  amodorró con el repiqueteo de las gotas sobre la tierra, los árboles y el río, y se quedó dormido.
Aquel año llovió como nunca. Y por tiempo permaneció la marca de la riada en los arcos del puente, la misma riada que le despertó mientras le arrastraba, golpeándolo y arañándolo con las ramas de los árboles que había arrancado de las orillas en su avance. Hasta varias horas después no supo discernir sueño de realidad. Sí estaba seguro de que aquello era pesadilla, pues no importaba para sufrirla el estar dormido o despierto.
Tragó agua y barro, y recibió más golpes que los que pudieron propinarle una legión de mercaderes. La sonrisa desapareció de su cara y los bolsillos se llenaron de tal cantidad de líquido que los agujeros no daban abasto a drenarlo. Ahora podemos decir que fue fruto de la casualidad. ¡Un milagro!, dirán los creyentes; ¡Una mentira! los incrédulos; el caso es que un par de kilómetros más abajo, en un codo, el río le escupió como quien escupe un resto de comida de entre los dientes. Arrastrándose, escalando el suelo con sus manos, vomitando el queso y las manzanas, se alejó de la crecida y se reencontró con su sonrisa, que durante días no pudo ocultar su procedencia del miedo.
Se fabuló, en su historia contada y recontada al calor de los hogares y chimeneas, que fue producto de esa magia que poseía para hacer desaparecer las cosas, la que logró robarle su presa a la misma muerte. Se fabricaron risas, como celebración a su aventura, con el chiste de que la Parca hizo desde entonces sus encargos a base de navaja, pues hasta la guadaña le había robado.

(Este es un texto viejo. No sé por qué me dio por pensar que sería más difícil quitar los adjetivos que escribir sin ellos, y como a mí me atraen los retos… pues me puse a quitar. Ha sido difícil, sin duda, hasta que te acostumbras a cambiar el adjetivo por sustantivos, adverbios y demás. Aun así tengo que reconocer que  resultan muy útiles, descriptivos (a ver si no qué van a ser) y hasta necesarios (sin abusar, ¿eh?, que del vino también dicen que una copita es buena para la salud). Como gran pérdida en esta poda señalaría la sonrisa, que en el original era discontinua, por lo de la falta de la paleta, y que no encontré forma aceptable de describir sin ese adjetivo. Pensé, tras echar el primer vistazo, antes de quitar nada, que me quedaría un texto en blanco y negro, pues tendría que eliminar al menos ocho colores que me pintaban el cielo y las nubes, la costra de roña y las plantas de los pies, las riveras y un montón de cosas más. No sé si es porque la historia la tengo más que vista en mi cabeza que no los echo mucho en falta. Espero que vosotros, los que no veis lo que yo veo, me aclaréis si tenía razón en mis temores o no.)





                                     

1 comentario:

  1. Querido Pedro Conde: El texto está en clave de sorna. Creo que haberle y robarle es una errata de copia. Luego comerlos manjares... creo que cuando se trastea con textos más o menos literarios hay que tener cuidado y corregir antes de publicar.Lo dicho está en clave de humor. Parece un cuento de tradición oral. Aunque opino que aunque le hayas recortado los adjetivos es preciosista a rabiar.
    Desde Alicante España un abrazo. María Isabel

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