domingo, 15 de noviembre de 2009

Robert “la Torre” Taylor

Carlos Lara

      —Freddy..., llevo casi un año viniendo por aquí y la curiosidad me muerde como un lobo hambriento. Por qué no me cuentas la historia de “la Torre” de una puta vez; creo que ya me he ganado el derecho a saberla.
      Freddy dirigió la mirada hacia el fondo del local. Allí, en un claroscuro, se encontraba Robert “la Torre” Taylor, una mole negra de dos metros diez, siempre envuelta en una nube de humo, como si de una aparición fantasmal se tratase. Estaba sentado, como siempre, ante un tablero de ajedrez, absorto en las piezas desplegadas en él.
      —Está bien, Louis, creo que ya es hora que conozcas quién es la Torre, sobre todo teniendo en cuenta que eres nuestro principal cliente y que habrá que incluirte en el próximo inventario.— Esbozó una media sonrisa, colocó dos vasos y una botella de bourbon sobre la barra, brillante como un espejo, y se encendió un cigarrillo.
      “Allá por los 70, Robert era jugador de baloncesto con una prometedora carrera. En su segundo año de pívot con los Cavaliers, fue convocado para jugar el all star por la conferencia este, para enfrentarse al equipo del mítico Abdul Jabbar. Fue precisamente en esa época cuando el sobrenombre de “la Torre” se fue consolidando, debido a la potencia defensiva que desplegaba y que traía de cabeza a jugadores y entrenadores contrarios. Aquel partido fue decisivo: a los cinco minutos de juego, al intentar parar un mate de Kareem, su rodilla no resistió el apoyo en la caída y quedó hecha añicos, echando al traste todos los sueños de gloria de la Torre.”
      —Joder tío, eso ya lo has contado mil veces. Ofréceme algo más suculento o te juro que me mudo al tugurio de la esquina. ¿Cómo vino a parar aquí?
      —La impaciencia va a acabar contigo, Louis. Bebe y escucha, que la historia lo merece.
      “Leo, el jefe de todo este tinglado, era y sigue siendo un apasionado del baloncesto. Tras la lesión, contrató a la Torre como guardaespaldas personal y lo adoptó como a un hijo. El trabajo le venía que ni pintado; ponía el mismo celo en la protección de Leo que el que desplegaba en la cancha para evitar que los contrarios entraran en su zona. Aprendió a usar un arma que tuvo que utilizar muy pocas veces ya que su imponente envergadura actuaba como argumento disuasorio en la mayoría de las ocasiones. Todo marchaba bien hasta que entró en escena Lisa.”
      Rellenó los vasos y se encendió otro pitillo, dibujando una sugerente espiral de humo.
      “Lisa era una rubia alucinante. Ya te puedes imaginar: en este bar de negros, esa chica desprendía luz propia y concentraba las miradas de cualquiera que tuviera una mínima gota de sangre en las venas. Además, poseía un carácter indomable y un encanto irresistible. Sólo había un problema: era la novia de Leo y la Torre cometió el grave error de enamorarse perdidamente de Lisa. Pero Leo no era hombre de una sola mujer y las discusiones y escenas de celos se iban sucediendo cada vez con más frecuencia e intensidad. Los acontecimientos se precipitaron la noche en que Leo pidió a la Torre que acompañara a Lisa a casa. Aquel ángel rubio no tuvo piedad de su víctima: se abalanzó sobre la Torre, que ya tenía las defensas bastante maltrechas tras meses de conflicto interno, e hizo con él lo que quiso. Hubiera pagado por presenciar aquel polvo. Tuvo que ser memorable.”
      —¿Leo se enteró de aquello?—dijo Louis con un tono de expectación en la voz.
      —¡Joder si se enteró! Ya se encargó Lisa de que lo supiera. A ella le importaba una mierda la Torre. Su único objetivo era vengarse de las continuas infidelidades de Leo y había elegido la víctima propiciatoria ideal.
      “La Torre pasó toda la noche en vela, atormentado por la culpa. ¿Cómo no vio venir la diagonal del ataque de la reina blanca? Demasiado acostumbrado a proteger los ataques frontales y directos de los enemigos, cayó en la trampa... Debería haber enrocado antes, debería haber enrocado...Apareció en el local al día siguiente como un zombi, la mirada ausente y una sombra en el rostro. Sin saludar, se encaminó decidido hacia las escaleras que daban al despacho de Leo, en el primer piso. Abrió la puerta y se quedó paralizado durante un instante. Lisa sostenía, con mano temblorosa, una pequeña pistola plateada apuntando a Leo. Todo sucedió muy rápido: la Torre se abalanzó hacia Lisa, en un movimiento instintivo y, en un solo paso, se plantó en la trayectoria de fuego a la vez que embestía con sus ciento treinta quilos de músculo la breve y frágil figura de la mujer. Sonó un disparo en el mismo momento en que el cuerpo de Lisa salía despedido por la ventana con un estruendo de cristales rotos. Leo se acercó a la Torre, le cogió la cara apartándola de la imagen del cuerpo de Lisa tendido en la calle, y llamándole por su nombre le dijo, Robert, hiciste lo que tenías que hacer, ese ángel era una zorra, con unas tetas deliciosas, pero una zorra
      —Desde entonces, la Torre se sumió en un mutismo casi absoluto y ahora pasa las horas muertas delante de ese tablero, siempre la misma partida, siempre la misma jugada. De vez en cuando, si alguien le dirige la palabra, levanta su mirada sombría y, con una voz rota por los cigarrillos y el desuso, exclama: ¡debería haber enrocado antes...!

5 comentarios:

  1. Buen debut el de Carlos Lara. Bienvenido, Carlos.
    Una historia prolija, un cuento que narra una anécdota de lo más simplota, muy común, empleando el recurso de contar un cuento dentro del cuento. A mí me sucede que cuando me encuentro con este recurso, trato de saber por qué se lo utiliza. Con este relato en particular, bien se podría haber obviado esta forma narrativa, contando la historia directamente en tercera o primera persona, sin hacérsela narrar a uno de los personajes. Pero bueno, fue la elección de Carlos, quizás él nos diga por qué eligió esta estructura. Por un lado, reconozco que esta técnica facilita encarar el tema, pero no le agrega nada a la historia, ya que para ello los sucesos narrados deberían haber modificado algo en los personajes del relato principal, Freddy y el personaje que pregunta. Lo que no sucede con esta historia.
    Hay algo que se me hace confuso. Y es el salto que da la Torre, después de su accidente, al pasar así sin explicaciones del baloncesto al ajedrez. Creo que este paso no debería ser tan explícito, el narrador debería hacerse cargo y agregar algo al respecto, sobre todo por la importancia que adquiere en la imagen final el juego del ajedrez.
    El resto lo veo bien, Carlos sabe narrar, maneja bien los diálogos aunque por momentos se vuelve demasiado formal para el personaje que está contando.
    Espero los próximos cuentos de Carlos. Dejo algunas acotaciones sobre el texto.

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  2. Cada párrafo debe arrancar tras una sangría, generalmente de cuatro espacios mecanografiados. Las sangrías hay que prepararlas para que la plantilla por defecto las tenga asumidas para todos los documentos que se hagan en el futuro: en Word (Formato/de párrafo/sangría/especial: ahí desplegar Primera Línea y poner 0,75 cm). Después de punto y aparte no se hace doble espacio.


    En un diálogo, cuando sólo tenemos las palabras de un personaje seguidas de la acotación del narrador (sin que continúe el personaje hablando, después de esa acotación), no se pone punto para cerrar la frase del personaje (sobra, por lo tanto, el punto que has puesto después de la palabra "inventario".


    Las décadas se escriben en letra: "allá por los setenta", en lugar de "allá por los 70".


    «fue convocado para jugar el all star». Yo creo que la expresión al uso es All Star. Y, ya que no es castellano, vendría bien ponerla entre comillas, o en cursiva. También tendría que ir en mayúsculas la Conferencia Este, o la Conferencia del Este, por tratarse del nombre oficial de una ¿liga? establecida.


    El sobrenombre la "Torre" está bien escrito: entre comillas sólo la palabra Torre. Lo que pasa es que unas veces lo escribes bien y otras sin comillas. Supongo que cuando faltan es porque encuentras algún tipo de conflicto con el texto en el que están sumergidas, que ya lleva comillas con anterioridad. Para esos casos hay una jerarquía en el tipo de comillas a tu disposición, de manera que unas pueden ir dentro de otras. Dentro de las comillas latinas (« ») puede ir un texto marcado con comillas inglesas (" "), y dentro a su vez de estas últimas, otra expresión con comillas sencillas (‘ ‘).


    Lo mismo si dices "Joder tío", que si dijeras "escuche caballero", tienes que poner una coma antes de la palabra que designa a la persona a la que se dirige tu personaje: «Joder, tío», «escuche, caballero».


    Los nombres de los personajes hay que economizarlos, para evitar que la narración se vuelva árida. Sobre todo cuando es muy evidente (porque son pocos los personajes) a quién te estás refiriendo. Por ejemplo, podrías suprimir dos o tres veces el nombre de Lisa, unas veces sin nada a cambio, otras sustituyéndolo por "ella", "la rubia", "la muchacha", etc.

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  3. Carlos (continuación)22 de noviembre de 2009, 20:51

    Si escribes dos frases en las que el sujeto es Leo, a la tercera el lector entiende que sigue siéndolo: «Leo, el jefe de todo este tinglado, era y sigue siendo un apasionado del baloncesto. Tras la lesión, contrató a la Torre como guardaespaldas personal y lo adoptó como a un hijo. El trabajo le venía que ni pintado». El lector siente un palo entre los radios cuando se da cuenta de que el trabajo no le venía ni pintado a Leo, sino a la "Torre".


    La acción tiene un tempo que no se corresponde con la experiencia del lector. No pueden rellenarse vasos tan deprisa. Ni un hombre puede fumar un cigarrillo en el minuto y medio que transcurre entre el momento que lo enciende, inmediatamente antes de decir «Allá por los setenta» y cuando enciende el siguiente, después de decir «entró en escena Lisa». Sobre todo si ese hombre ha empleado todo ese tiempo en hablar y no en chupar. El problema radica en la desnudez de la narración: no hay un narrador que nos diga que está hablando muy despacio, que hace frecuentes altos para beber y dar caladas al cigarrillo; así que el tiempo que nos das es el estrictamente necesario para declamar (luego vuelvo sobre este término, que no es casual) esas palabras del personaje. Si dieras más intervención al narrador, los tiempos muertos serían posibles, el cuento adquiriría más profundidad y no te encontrarías con el dilema de meter con comillas inversas sucesivos párrafos de un mismo personaje.


    Declamación. Es evidente que has buscado en este cuento una copia de las maneras de la novela negra norteamericana. Y si no lo has buscado será mala señal. A mí personalmente me parece que esas cosas empequeñecen un poco al autor, pero eso va en gustos: no sé qué puede aportar a una narración un hombre si se empeña en redactarla como ha leído miles de ellas. Pero el problema no es ese (aunque también), sino que el discurso del personaje es poco creíble. Me imagino la acción en un tugurio, en un "bar de negros", como dice el propio camarero, donde es lógico que los personajes digan «de una puta vez» o «joder, tío», o "le importa una mierda». Lo que no entiendo es que el camarero hable al otro con la verborrea de un vendedor de seguros o el oficio de un comentarista deportivo. Lo que no llamaría la atención en boca de un narrador, hace arquear las cejas al lector en boca de un camarero que le da una charleta informal a otro coleguita. Queda poco verosímil que le diga que el «sobrenombre de "la Torre" se fue consolidando debido a la potencia defensiva que desplegaba», o que «su imponente envergadura actuaba como argumento disuasorio en la mayoría de las ocasiones». No hace falta que ponga más ejemplos porque las palabras del camarero están cuajadas de esas perlas, y también de tópicos y más tópicos al uso («prometedora carrera», «desprendía luz propia», «poseía un carácter indomable», «los acontecimientos se precipitaron», «se sumió en un mutismo absoluto», etc., etc. La narración se convierte así en una caricatura en la que faltase la gracia o el guiño al lector; y una caricatura que no hace un guiño se convierte en una copia más del modelo.


    Finalmente los párrafos sucesivos a cargo del camarero. Las palabras de los personajes se pueden dar de muchas formas: sin nada que las introduzca, con guiones largos, con comillas, con cursiva… Pero siempre, a lo largo de todo el cuento, de la misma manera. Cuando se dan con comillas, el segundo párrafo de una misma intervención (y los sucesivos si los hubiera) se abre y se cierra con comillas de cierre. Esa podría ser una solución para tu cuento: todos los diálogos con comillas. Pero también es verdad que los párrafos que se abren con comillas de cierre son poco usuales, quizás porque las intervenciones largas tienden a disminuir la atención del lector. A mí me parece que la solución entonces pasa por hacer que el narrador añada cosas en medio de ese discurso tan largo del camarero. Cosas acerca del ambiente, de los gestos de la cara, del movimiento de sus manos… yo qué sé. Eso le dará más dinamismo al texto.

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  4. Hola Carlos.
    La verdad es que le has pegado un buen repaso al relato. Todas las aportaciones que has hecho me parecen útiles, las que se refieren a lo formal y las que aluden al contenido y al estilo. Puede que el relato no haya sido la mejor carta de presentación, pero tu comentario me da una información muy valiosa sobre el nivel de análisis y la sinceridad que os gastáis por aquí. Eso está muy bien, es la forma de aprender.
    Me ha gustado especialmente la apreciación entre el tiempo de la acción y la experiencia del lector, y la solución que aportas, la de hacer intervenir más al narrador, recurso que solucionaría también los problemas con las comillas en las intervenciones tan largas del camarero.
    Como un ejercicio que era, la idea era recrear el ambiente de novela negra, aunque no deja de ser una burda imitación, lo reconozco: no aporta nada novedoso.
    Pues no me queda más que agradecerte el interés y el esfuerzo dedicado a leer y comentar el relato. Esto es precisamente lo que venía buscando al colarme entre vosotros.

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  5. Gracias por tus acertados comentarios, Norberto
    Este relato surgió a propósito de un ejercicio y lo utilicé para practicar un poco los diálogos, algo a lo que todavía le tengo cierto respeto. Por eso la forma adoptó la de una conversación en un bar donde se cuenta la historia del protagonista. Alterné guiones-comillas porque me daba la impresión de que quedaban muy largas las intervenciones de uno y muy cortas las del otro y decidí usar las comillas para aquellas partes que sólo eran narración. Luego me he enterado que cuando lo reproducido continúa a lo largo de varios párrafos, puede emplearse comillas de cierre al comienzo de cada uno de ellos.
    Con el paso del baloncesto al ajedrez, tienes razón, es muy brusco, pero es que me venía de perilla para el símil entre el ajedrez y el apodo de "la Torre"

    Gracias de nuevo por la lectura.

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