sábado, 2 de julio de 2011

De mudanza

Carlos Arroyo Cobos

Pablo entra cargado con las últimas cajas que quedaban en el maletero de la furgoneta donde han traído todas sus pertenencias a la nueva casa que acaban de comprar.
—¿Dónde vamos a poner el ordenador? —pregunta cuando consigue recuperar el resuello.
—Tendremos que buscarle sitio en el salón. —Responde Merche sin prestar mucha atención.
Pablo empieza a juntar en el pasillo las cajas que contienen el monitor y el teclado con los paquetes que tenían escrito con rotulador “accesorios del ordenador”, a mitad de camino entre el salón y el dormitorio que iba a quedar vacío.
—Si instalo ahí el ordenador, haré ruido y no te dejaré oír la tele nunca. —Le aconseja.
Merche levanta la vista de la caja con la porcelana que está desempaquetando y mira a su alrededor.
—Cari, por el espacio no te preocupes, en este salón hay sitio de sobra. Para no molestarnos tendremos que negociar un horario para hacer cada uno lo que nos gusta.
—Merche, —empezó a decir Pablo meloso —queda un dormitorio vacío. Si algún día tenemos un hijo, mudo los trastos de allí…
—¿Si algún día tenemos un hijo? —interrumpe ella, un tanto molesta.
Pablo intenta llevar la conversación tratando de no crispar a su pareja, pero sabe que el tema de la descendencia es muy importante para ella. Llevaban más de seis meses intentando que se quedara embarazada. En poco tiempo iban a empezar un tratamiento de fertilidad.
—La habitación vacía la voy a decorar con todo lo que llevamos comprado para el bebé. —Continúa Merche cada vez más acalorada —No voy a esperar a que tenga un año para poner el papel pintado, las cortinas y la cama.
—Hay dos dormitorios en este piso y es una tontería reservar uno de ellos. Si encima que hay poco sitio… — responde Pablo mientras se aleja por el pasillo tratando de zanjar la conversación.
—A veces tengo la sensación de que tú no quieres tener hijos. —Piensa en voz alta, algo confundida.
Su novia no grita, pero Pablo la escucha perfectamente antes de entrar al baño. No tiene valor para discutir sobre este tema; prefiere irse al baño a meneársela soñando con aquella Merche salvaje de la que se enamoró hace cuatro años, mejor que confesarle que se masturba cada noche antes de hacer el amor y que lleva calzoncillos ajustados para reducir el número de espermatozoides. La quiere pero seguirá intentando retrasar algún tiempo más lo que parece inevitable en esta relación. Porque de momento no le apetece dejar de jugar a la consola para cambiar pañales a un bebé.

1 comentario:

  1. Está bien, sobre todo la última parte, donde se perfila el personaje a través de su pensamiento más íntimo. Merche también tiene su manera de ser y de pensar. Piensa como una “futura mamá”.

    Al principio parece que la historia fuera intrascendente, el diálogo no es gran cosa, pero después se nos revelan las diferencias entre ella y él y se torna interesante. Funciona como cuento breve, como escena conyugal, digamos. Quizá los diálogos son un poco acartonados, creo que les falta naturalidad. Por ejemplo: “La habitación vacía la voy a decorar con todo lo que llevamos comprado para el bebé”. Yo diría algo así: “Esa es la habitación de nuestro bebé, y voy decorarla con todo lo que le hemos estado comprando”.





    DE MUDANZA



    Pablo entra cargado con las últimas cajas que quedaban en el maletero de la furgoneta donde han traído todas sus pertenencias a la nueva casa que acaban de comprar. [Demasiado largo para un comienzo, demasiada información. Se soluciona con algún punto y seguido, o con alguna coma. Se me ocurre que podríamos hacer una síntesis usando la tijera y sin perder el sentido: “Pablo entra con las últimas cajas de la furgoneta, donde han traído todas sus pertenencias a la nueva casa”]

    —¿Dónde vamos a poner el ordenador? —pregunta cuando consigue recuperar el resuello.

    —Tendremos que buscarle sitio en el salón. —Responde Merche sin prestar mucha atención.

    Pablo empieza a juntar en el pasillo las cajas que contienen el monitor y el teclado con los paquetes que tenían escrito con rotulador “accesorios del ordenador”, a mitad de camino entre el salón y el dormitorio que iba a quedar vacío. [Demasiado liado, también aquí falta alguna pausa, algún punto o coma. Arriesgo una versión: “En el pasillo, a mitad de camino entre el salón y el dormitorio que permanecerá vacío, Pablo junta las cajas del monitor y teclado con las que dicen, escrito con rotulador, “accesorios del ordenador”.]

    —Si instalo ahí el ordenador, haré ruido y no te dejaré oír la tele nunca. —Le aconseja. [Es curioso, para mí es la tele la que hace ruido, y no el ordenador, a menos que lo use para pasar música]

    Merche levanta la vista de la caja con la porcelana que está desempaquetando y mira a su alrededor.

    —Cari, por el espacio no te preocupes, en este salón hay sitio de sobra. Para no molestarnos tendremos que negociar un horario para hacer cada uno lo que nos gusta.

    —Merche, —empezó a decir Pablo meloso —queda un dormitorio vacío. Si algún día tenemos un hijo, mudo los trastos de allí…

    —¿Si algún día tenemos un hijo? —interrumpe ella, un tanto molesta.

    Pablo intenta llevar la conversación tratando de no crispar a su pareja, pero sabe que el tema de la descendencia es muy importante para ella. [Yo no diría “tema de la descendencia”, sino el “asunto de la maternidad”, porque son los hombres los que piensan en los hijos como su descendencia”]. Llevaban más de seis meses intentando que se quedara embarazada. En poco tiempo iban a empezar [empezarían] un tratamiento de fertilidad.

    —La habitación vacía la voy a decorar con todo lo que llevamos comprado para el bebé. —Continúa Merche cada vez más acalorada —No voy a esperar a que tenga un año para poner el papel pintado, las cortinas y la cama. [Tal cual, así piensan las mujeres, jeje]

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