domingo, 31 de julio de 2011

Tempestad en casa de Irene

Descargar cuento                                                                                           Carlos Arroyo Cobos

Se había desatado una tormenta en el hogar de Irene y Julio. Los rayos eran las miradas de Irene, cargadas de ira. Los truenos retumbaban en forma de insultos en los oídos de Julio y en las paredes del hogar. Había sorprendido a su pareja en una situación tan bochornosa…
No tenía con quién desahogarse, nadie que le escuchara o simplemente le mirara callado mientras hablaba simulando que le interesara lo que contaba. No sabría decir cuándo empezaron a alejarse el uno del otro. Pero apenas hablaban ya y no recordaba la última vez que hicieron el amor.
Irene hacía tiempo que dejó de fingir que le interesaban las historias sobre la estrella del Real Madrid o sobre el último motor de Ferrari, y su marido no sabía hablar de otra cosa. Le desagradaban tanto esas conversaciones insulsas que las evitaba fingiendo jaquecas a todas horas, ya no era sólo por las noches.
“Pero a quién voy a poder contarle lo que ha ocurrido” se preguntaba abochornada. Dejó caer el cuchillo de su mano, no recordaba que seguía allí. Volvió a mirar a su marido  que permanecía desnudo sobre el sillón. Debió asustarse mucho al verla acuchillar con tanta habilidad a la pareja con la que le encontró abrazado.
Se acumulaban en la cabeza de Irene preguntas a las que no sabía dar respuesta: ¿Estaba casada con un pervertido? Quizás debía calmarse un poco, poner en orden sus pensamientos y decidir fríamente qué iba a hacer en ese momento.
Irene fue a su dormitorio y sacó un bolso de viaje manejable. Lo suficiente para que cupiera su neceser, un pijama y un traje de chaqueta para el día siguiente. Al volver al salón arañando con las ruedas el parquet sin sentir el más mínimo remordimiento, Julio estaba ya vestido y sentado en una silla.
–¿Te vas?
A Irene la respuesta le parecía tan obvia que le molestaba tener que contestarla. Aún así, aprovechó para anunciarle la decisión que acababa de tomar.
–Voy a pasar la noche en un hotel. Si mañana cuando vuelva de trabajar sigues aquí, le contaré a tus compañeros y a tu jefe dónde tenías metido el pene.
Julio miró a la mesa, donde permanecían un whisky a medio tomar y los jirones de látex que habían quedado de la muñeca abierta en canal. Pensaba en las consecuencias de no ceder al chantaje. Irene paró bajo el quicio de la puerta de la casa y se volvió para preguntar algo que acababa de pasársele por la cabeza:
–¿A ella sí le gustaba el fútbol?

8 comentarios:

  1. Fenomenal, peraciera que hubieses practicado para un ejercicio en el Taller. De forma clara, precisa e interesante has plasmado este relato sobre el tema del enfriamiento conyugal y sus consecuencias. Cuando hablas del cuchillo y de la forma en que Irene apuñala a la supuesta persona con quien el marido satisfacía apetitos sexuales, en primer plano nos lleva a pensar que es con otro hombre e incluso a cuestionar ¿Bueno y porque no mató al marido sino a quien hacia estaba con él? Sorprendes con la muñeca de latex dándole además a la trama un tono picaresco para luego cerrar de manera eficaz con lo del jueo de futbol.

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  2. Me gustó mucho, breve y muy explícito. Una mujer decide acabar con su matrimonio aprovechando lo que el marido le sirve en bandeja de plata.

    El título muy acorde con el contenido. El primer párrafo está bien escrito al cerrar con el enganche Había sorprendido a su pareja en una situación tan bochornosa…

    La pregunta de la mujer antes de partir considero que es un cierre excelente para esta historia

    Una observación:

    Irene paró bajo el quicio de la puerta de la casa y se volvió (regresó sobre sus pasos o simplemente se volteó) para preguntar algo que acababa de pasársele por la cabeza:

    Un saludo, Susy

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  3. Carlos escribe cuentos breves porque le gusta este tipo especial de relato. Esboza la escena, presenta a los personajes, más a Irene que al marido y nos sacude con el final. Estaba medio distraída leyéndolo y tuve que volver a releerlo porque no podía creer que él se quedara tranquilo mientras ella acuchillaba a la amante. Ahí caí que esa pareja era una muñeca y que el tipo desnudo estaba penetrándola. No es que no esté claro, sino que sorprende y en ese efecto está uno de los méritos de los cuentos breves.
    La 2° y 3| oración están algo confusas. El final es sardónico con las palabras de la esposa aludiendo a la muñeca amante.
    Es un cuento logrado dentro de su especie. No podemos pedirle que profundice en los caracteres ni en los momentos previos que llevaron a la pareja a ese estado de hastío (motivo recurrente en otro cuento del autor) O sí, él podría, si lo deseara, ampliar lo que está sugerido, darle más voz al marido. Pero es su elección.
    Como lectora yo prefiero la novela al cuento y entre los cuentos, los de mediana longitud. Pero eso no invalida la brevedad o esa otra mezcla ficcional ( que me encanta) de los relatitos de Galeano.
    Hasta pronto.
    Lila

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  4. Estimado Carlos:

    Muy buen microrelato. Tamaño justo y el final contundente.
    Sólo una observación:

    El segundo párrafo en su inicio no está claro quién habla. El personaje está un poco confundo. Hay que reelerlo varias veces para definir la voz narrativa (ella)

    "No tenía con quién desahogarse (quién), nadie que le escuchara o simplemente le mirara callado mientras hablaba simulando que le interesara lo que contaba."

    Fuera de esto. muy bueno

    Saludos

    Roberto Carreño.

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  5. El cuento tiene una gota de perversidad que me parece interesante. Es una historia breve, con una estructura similar a la del cuento que envió el autor anteriormente, el de la mudanza, cuya nueva versión también está disponible en la actualización.

    Hay una pareja (tanto en una historia como en esta otra): una mujer y un hombre que no se llevan nada bien. Y hay además un tercero, el “elemento extraño” que se infiltra y desmorona lo que ya venía tambaleándose, el detonante de la tempestad. Este papel lo interpreta una muñeca inflable. Interpretar es una manera de decir, ya que la muñeca no habla ni se mueve (supongo yo), y tal vez por eso, sobre todo porque no habla y no le duele la cabeza, la habrá elegido Julio, el personaje, antes que a su mujer.

    Carlos Arroyo, el autor, se las arregla para no revelar la identidad siliconada de esta criatura, la tercera en discordia, hasta casi el final. Y me pregunto por qué, ya que no es dicha revelación lo que sostiene el relato. Si el autor me paseara por una historia de veinte páginas, escatimándome información para sorprenderme en la última línea, sin dudas se comería, de mi parte, como mínimo, una puteada. En un cuento breve, esa picardía de hacer caer al lector en la trampa, la digiero más o menos bien.

    Decía que me gusta la idea de este trío, aunque no no la veo aprovechada al máximo. Si tuviese que escribir un ejercicio literario con estos mismos personajes, tal vez empezaría por el final: Irene descubre a su marido con la muñeca de látex, en pleno acto sexual. “No es lo que parece”, le diría Julio a su mujer, con el índice en alto y el semblante adusto, mientras urde alguna explicación. Julio tendrá sus razones para hacer lo que hace.

    Pienso que Carlos Arroyo nos ha privado de esa escena, la escena del escándalo, de sus ricos detalles, de la tensión, de la mirada de estupor de Irene, de esos segundos de incredulidad. Apenas resume la cosa con una frase vaga: “Ella había sorprendido a su pareja en una situación bochornosa”. No es la única frase de ese tipo, el cuento comienza diciendo que se había desatado una tormenta en el hogar de Irene y Julio. Son frases que generan mucha expectativa, (los rayos eran la mirada de Irene, cargada de ira). Después de semejante introducción, con bombos y platillos, esquivándole el bulto a lo concreto, al detalle, y con un cuchillo de por medio, un cuchillo que acaba de ser usado, ¿cómo puede el autor sostener tanto suspense? En realidad, sí puede, lo que pasa es que al final nos espera una especie de decepción: Ah, era eso, una muñeca. Haberlo dicho antes.

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  6. Me interesa el conflicto, de hecho empezaría con Irene abriendo la puerta del dormitorio, sin tantas vueltas, pero también me interesa saber cómo sigue viviendo cada personaje después de la tormenta. Carlos Arroyo decidió apuntar en otra dirección, y me parece válido, solo que no le ha sacado todo el jugo a la situación. Es mi modo de ver.

    “Él debió asustarse mucho al verla acuchillar con tanta habilidad a la pareja con la que le encontró abrazado”. Esta frase me llevó a otra interpretación, me figuré que la pareja de Julio era un hombre. El autor escribe “pareja” para no delatarse, para no decir “muñeca”, pero lleva a confusión, el lector tiene la cabeza carburando, tratando de asirse a lo concreto.

    Las rueditas de las valijas o bolsos de viajes no arañan el parquet, se supone que fueron ideadas para no lastimar los pisos.

    Respecto de la amenaza (Si mañana cuando vuelva de trabajar sigues aquí, le contaré a tus compañeros y a tu jefe dónde tenías metido el pene), me parece que no es peligrosa, o mejor dicho, a ella no le conviene decir eso, puesto que se humillarían los dos. Julio prefiere una muñeca antes que a su mujer.

    El escenario no está definido. ¿Dónde sucede la cosa? ¿En el dormitorio? Julio está en el sillón, abrazando la muñeca. Pero... ¿no la estaba penetrando, según acusa Irene? ¿Estaban mirando fútbol? ¿Dónde estaba Irene antes del desenlace? ¿Venía de trabajar? ¿A qué hora fue la cosa? ¿Y Julio no trató de justificarse, de meter alguna excusa? ¿No reacciona? ¿Se limita a mirar cómo Irene despanzurra a la mujerzuela de goma? ¿Acaso esperaba que ella lo descubriese?

    La ironía del final queda simpática.


    Saludos,

    D

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  7. Carlos,


    Me ha encantado, el relato dramático con un ligero toque de humor, da a la historia un mayor enganche en el momento de atrapar al lector.
    El tercer párrafo me quedó algo confuso, tal vez sea por el tiempo de los verbos.
    Te faltan alguna que otra coma, nada para asustar, porque el principal que es la estructuración está muy bien.


    Saludos
    Pan

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  8. Hola Carlos,
    es un relato ameno. Se lee con facilidad y resulta divertido.
    Coincido en que el título y el inicio prometen más de lo que leemos. A demás el principio es una situación tópica. Tampoco consigo imaginar que él se lo monte en su casa con la muñeca, estando su mujer en casa.
    El cierre me gusta.
    Saludos,
    Montse

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