sábado, 17 de septiembre de 2011

Además de tu sonrisa (Ejercicio)

 por Antonio

Como decía, viniste a verme y de tan contento no te dije siquiera "entrá la bicicleta" o "pasá, qué bueno verte", etc. Tenías esa alegría tuya, de dientes grandes y perfectos, que yo me desesperaba por robarte cada dos o tres frases... Y así estuvimos, con tu sonrisa a caballito de la bici, hablando de qué bueno que me encontraste, cuánto hace que no nos vemos y sus consiguientes irse por las ramas.
Cuando pasaste el portón de alambre noté la rueda desinflada y entonces salté con que yo la parchaba y vos con que nomás la inflabas y aguantaba una semana, y que sí y que no. Al final preparé tereré para zanjar la cuestión, porque vos cebabas y yo la parchaba. Hubo aceptación a regañadientes, obvio, pero soy de lo más tozudo, de siempre, y vos sabías.
Arranqué desarmando todo y ya tenía grasa hasta las orejas. Mientras te me reías, no encontraba ni un puto parche, así que cuando me cansé, la llevé enfrente que hay un ciclismo y de paso traje unas galletitas Terepín de membrillo de ahí a la vuelta. 
      Llegué mientras cambiabas la yerba y de espaldas tus piernas se apreciaban maravillosamente firmes, en ese culito redondo que las rematan. Con calzas siempre tenés algo atado a la cintura, pero había quedado sobre la silla de tablitas. Por supuesto, porque soy medio guaso, entré aplaudiendo. Me miraste y yo que decía "Gracias, gracias..." sin parar de aplaudir. Me acerqué y te dije despacito: "Nunca te había visto sin buzo". Reíste tapándote la cara, aunque te pusiste roja. Esa repentina aceptación de tu cuerpo me hizo notar lo bien que te sentías. Hace un año tal vez te habrías puesto a llorar. Anteayer lo único que hiciste fue condenarme a seguir el mate, mientras te sentabas sobre aquel bendito taparrabos.
Hablamos de tu trabajo y de esa carrera mía que nunca termino, de las novias esquivas y esquivamos hablar de tus noviazgos frustrados. Fue una tarde feliz, donde se terminaron las galletitas y seguimos con un pan dulce olvidado desde navidad, donde nos hartamos del mate y tomamos café. Y nos acordamos cuando tu vieja nos llamaba a tomar la leche, interrumpiendo las clases de cómo besar a las chicas (aunque nunca me diste uno, esto es reproche) y esas con grafiquitos y todo, de cómo se hacían los bebes.
Antes siempre era así: para todos, tu novio; para vos, un conejillo de Indias. ¿Te acordás cuando me presentaste a tu prima? Nos hiciste salir a dar una vuelta hasta la plaza y después querías saber si le había hecho un bebe. Catorce años tenía yo y casi trece tu prima... O después a los dos años, que me conseguiste trabajo de heladero para morfar helado gratis todo el verano. Siempre una idea nueva, donde era ver hacía donde tenía que correrte...
Después a los diecisiete apareció el que te deschavetó. Taxista creo que era. Y en el barrio ya no encontrábamos tu sonrisa, es más, dejamos de verte por dos años casi. Te recluiste, te encerraste en tu caparazón, como de plaxi-glass diría. Te veíamos pasar por la ventana, pero siempre estabas yendote. Alguien dijo que fuiste a vivir a El Bolsón. Que tenías dos hijos y que te hacía trabajar de "yiro" allá. Ni siquiera salías de tu casa. Él pasaba casi todas las noches. Me contaba siempre mi abuela, que vive al lado. "¿No era tu novia, nene?". Pero de todo eso no nos acordamos, porque ese tipo te hizo mal. Lo mismo que a mí...
Para todos al principio me estabas cagando. Hasta que les hice entender que nunca había sido tu novio. Del más piola, el primero con mina, pasé al cornudo y de ahí sin escalas al boludo. Vos tardaste cuatro años y medio en recuperarte. Yo tres en conseguir una novia... que duró dos meses y tres semanas. Después  hubo un par de historias más, que no merecen ni mención. Casi que me animo a preguntarte si estabas con alguien, pero me sorprendiste diciendo que me venías a invitar a bailar. El viernes en el club, que primero tocaban unos grupos y después nos quedaban como dos horas para comer algo tranquilos en Maxwell. Que me pasabas a buscar siete y media con el auto de tu vieja. Y sentí que eso era empezar de nuevo a golpearme contra la pared que es tu sonrisa, que no sabe cómo se escucha un “no” de parte mía. A la vez era la oportunidad de explicarte y demostrarte, con tiempo y paciencia, que había crecido, que era un hombre, que ahora me daba cuenta que te quería mucho... Sería cruel conmigo si te siguiera, pero también si te dejara ir... De todo eso me acordé en ese segundo. Y de las tres veces que fuimos a un recital (Soda, Rata y Chayanne), de todos los veranos, de todos los helados... De los domingos en el parque, de cuando me sentaba a ver como te hamacabas y de cuando te acompañaba a cruzar el puente ferroviario en el parque de Mayo.
Sufriendo te dije que no, mirando a tus ojos, que son tu verdadera sonrisa. Puedo leer perfectamente en ellos, porque lo aprendí de chico (creo que en el jardín). Y por más que tus dientes perfectos seguían ahí, con esa alegría que demostraba que todo estaba bien, que podía ser otro día, que seguramente en la semana nos veríamos... ese querer trasmitirme que "no pasa nada si no podés", yo lo sentía en tu mirada como un castillo de naipes rojos que se derrumba al quitar el mantel... Ese fue tu segundo de dolor, como el anterior fue el mío. Adivinaba ahora que tal vez en ese pasado perfecto esperabas algo así como la redención. Y ese momento tuyo de sufrimiento, me di cuenta que me era más doloroso que el mío. Me aclaré la garganta y repetí "No... no puedo hasta las ocho, que tengo un partido de futbol". Sin la más mínima duda, sin piedad, tus ojos fueron pura sonrisa... Y ese resplandor fue todo goce y todo mío. De repente hiciste trompita... bajaste la vista: "El recital empieza a las ocho...". No quedó más remedio. Mirando el techo en el medio del patio, tras una pausa que ninguno de los dos creyó, saqué el celular del bolsillo. Entonces llamé a uno de los chicos, que no entendía nada, y suspendí un partido que nunca había existido, con el equipo que hacía dos años ni nos juntábamos a tomar cerveza.

Glosario:
Terere: Infusión de yerba mate. Se bebe frío, generalmente con jugos de cítricos.
Yiro: Prostituta.
Buzo: Jersey de algodón.
Guaso: Desubicado, grosero.
Celular: Teléfono móvil.
Terepin de membrillo: Marca comercial. Hace alusión a galletitas con jalea en el centro. Pepas las llaman también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Redacta o pega abajo tu comentario. Luego identifícate, si lo deseas: pulsa sobre "Nombre/URL" y se desplegará un campo para que escribas tu nombre. No es necesaria ninguna contraseña.