jueves, 1 de septiembre de 2011

El Director

 por Marcos
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Hipólito y mi tío Silvestre son la misma jeringa. Cuando no están hablando de crear organizaciones para músico en el país, lo hacen en torno a las que existen en Canadá o los Estados Unidos. En vez de tío y sobrino, parecen gemelos gestados por una sola madre: La música.
A pesar que en nuestra familia casi todos somos fanáticos del pentagrama, ver de lejos a Hipólito y a mi tío Silvestre es bueno, pero de cerca, hay que estar dispuestos a que te revienten si no conoces nada sobre los temas que abordan.
Y por lo regular siempre hablan de lo mismo. Que si ya conseguí la última revista The Clarinet de la Asociación Internacional de Clarinetistas. Que si miren las conquistas de los que se afiliaron a la Federación Americana de Músicos en 1942, tras la  interdicción en las grabaciones comerciales de sus miembros. Que si después de sus luchas, obtuvieron mejores regalías para los  artistas de la grabación. Que si ahora, están peleando contra los problemas que causan los productores con la utilización de orquestas virtuales en vez de profesionales de la música o que si esto o aquello.

Y a ello, súmele las canciones preferidas de Silvestre Muchachos,  hay que sindicalizarse, hay que nutrirse sobre las normas y derechos nacionales e internacionales  que rigen la materia musical. Leer, dialogar y concertarnos, nos puedan avalar un mejor futuro. Les recalco aunque aburra, que la presencia y la personalidad son fundamentales en todo tipo de trabajo. Si queremos que nos respeten, hay que esmerarse con la presencia personal. A cómo te ven, te tratan…
Respaldar sin reparo a todo lo que dice el tío Silvestre ha generado que Hipólito se haya convertido en su sobrino favorito. Por eso, con la invitación que le hicieran a éste como maestro invitado  en el XXII Foro de de Compositores del Caribe y el III Encuentro  de Musicología del Caribe en Puerto Rico, está que no cabe en el pellejo, abocando ese logro a su tutoría.
Lean lo que dice aquí subraya mi tío Silvestre haciendo hincapié en el contenido del escrito “…el compositor y pianista colombiano Rodolfo Ledezma expresó que el equilibrio interpretativo de Villarreal fue muy acertado, tanto técnica como musicalmente hace un alto, sonríe  y reanuda la lecturaRealmente Hipólito logró comprender con gran claridad todas las exigencias fraseológicas y expresivas de mi obra y esto ha sido para mí una grata experiencia musical, cuando lo escuché en su excelente interpretación”.
“Clavo” quien es pariente de Silvestre y de mi madre, me mira y nos sonreímos. A la saciedad sabemos que cuando algunos de nuestros allegados o familiares brillan en cualquier  ámbito el que más lo goza es mi tío y con lo del primo Hipólito, está en esos momentos de placidez que quisiéramos que durara por siempre.
Porque hay que saber que cuando Silvestre Isidoro Villarreal Pino se enciende, mejor es apartarse de allí.
Si lo sabré yo que he salido con el carácter parecido. Y vayan a ver cuando nos enfrascamos en esas discusiones sobre concordancia o modulación por citar algunos de los casos y los que por lo regular resultan vanos y sofocantes.
Él por ejemplo, le gusta insistir en que no hubo en los 40 un músico que lograra superar a Glen Miller y yo me retaco en que para mí, el que marcó toda una época fue Benny Goodman. A confesión y pecado, tengo que decir que algunas posiciones contrarias a la del tío, se dan más por sacarlo de sus casillas que por ganarle una discusión, lo cual,  es casi imposible.
Porque tanto se arrebata nuestro tío, que Clavo” cuenta una y otra vez que en días pasados, su orquesta fue contratada para amenizar uno de los bailes en unas fiesta patronales.
Antes de abrir el local en donde tocarían,  “Clavo”, estaba que no sabía qué hacer  para atenuar la inquietud porque su hermano “Pelusa” no llegaba y personalmente no tenía la intención de asumir el trabajo de este en cuanto a armar los micrófonos ni nada que se le pareciera.
Estaba aburrido de que cada vez que “Pelusa” se perdía, a él, por llegar antes que nadie, cargaba con lo que no era su responsabilidad.
El problema no era que no pudiera ayudar a armar los atriles, instalar el  equipo de sonido ni de colocar las bocinas estratégicamente.
La evasiva se fundamentaba en que a Silvestre, pese a todas sus argumentaciones sobre los derechos de los trabajadores, se le olvidaba  que le pagaba por tocar los timbales y no por hacer tareas adicionales.
Si por lo menos me reconociera un poco más de dinero por los trabajos extras pero que va, primero se le seca la mano antes que meterla en el bolsillo  para soltar más de lo que pacta contigo. Aparte de que te sudas por gusto, tienes que aguantarlo cuando empieza con aquello de que así como te ven te tratan. Si cada uno de ustedes no cuida su imagen, colectiva o individual a la hora de buscar contratos, podemos quedar  fuera de cualquier jugada.
Yo sabía que  “Clavo” no mentía porque mi tío Silvestre podía recitar todo el día la misma cantaleta y cuando se daba la oportunidad, volver a sacar el mismo disco.
En parte Silvestre no era culpable de ser tan necio a la hora de  llamarle la atención a uno y peor cuando las cosas no le salían como las  planeaba.
La neurálgica  actitud de Silvestre se fundamentaba en la educación que le inculcó nuestra abuela.
Porque ser hijo de la maestra Araminta Pino de Villarreal, conllevaba su pro y su contra.
Lo  bueno, el insistente afán de sembrar en los suyos los suficientes principios morales y la objetividad para alcanzar las metas que fuesen necesarias. Sobre todo, para convertirse  en profesionales capaces y dispuestos a solventarse sin depender de nadie.
Lo malo era el obsesivo apego al orden y a la estricta organización el ejecutar cualquier tipo de empresa.
Aunque el marido murió dejando a los hijos chicos, la maestra Araminta nunca  permitió que ninguno de los  cinco que tuvo, trabajara mientras  estudiaba.
—Tripartismo —decía —el gobierno tiene que mediar entre las empresas y los organismos sindicales para que si faltan los padres, los hijos no queden al garete. Les juro que como viuda, me sacrificaré hasta donde pueda pero, exponer a que mis muchachos distraigan su futuro por ayudarme en los gastos de la casa jamás.  Trabajando o no, es fácil que un chiquillo se te pierda con los vicios, las malas mujeres, el ron o la holgazanería, pero peor es si no lo estimulas a que se forme y que finalmente obtenga un diploma con el que se respalde profesionalmente.
Me duele en lo más hondo del alma observar a esos muchachitos que tienen forzosamente que lanzarse al trabajo y dejar la educación. Por ahí los ves  con el espinazo pegado a duras faenas por pocos reales. Eso, cuando cuentan con un empleo. El problema se da en el momento en que no hay nada que ganar. Allí  es que comienzan a perderse o a alejarse de sus hogares para correr tras el dinero.
Y Silvestre criado en medio del catecismo, del “te toca fregar los platos” y del “cuando hablan los mayores, los menores desaparecen” resultó uno de los mejores adeptos de los principios maternales.
“Clavo” bien que lo sabía pues desde niño había convivido con Silvestre. Tanto, que le inculcó  ser músico como él.
Porque Silvestre era un imán al que fácilmente se le pegaban todos, quedando magnetizados con su energía musical. Que decir que el haber demostrado desde que empezó a caminar, que era un  virtuoso en la música, motivó   a mi abuela a llevarlo de la mano hasta graduarlo como profesor de música y de expresiones artísticas.
Y como dicen que un apasionado músico no está tranquilo hasta formar o un ser parte de un conjunto, allí está  Silvestre sonando y sonando por todo el país y facilitándole una fuente de trabajo a algunos amigos de la infancia.
Claro que por ser familiares o conocidos desde la niñez, varios abusan de la confianza y hacen coger sus rabietas a Silvestre. Entre los más frescos está  “Pelusa”  quien se lleva el premio mayor.
Y no es para menos pues a pesar de ser primo de Silvestre, en muchas ocasiones se le pierde y el hombre tiene que vérselas a gatas instalando los equipos de sonido y viendo a ver de qué manera se las ingenia para acomodar las pesadas bocinas.
No obstante a la irresponsable actitud de “Pelusa”, Silvestre prefiere tragarse el enojo que perder a un perfecto ingeniero de sonido como lo es el sobrino de su madre.
“Clavo” se ríe y continúa contándome que claramente comprendió que esa noche, resultaría otra en la que Silvestre iba a coger su rabieta. Estaba convencido de que “Pelusa” andaba detrás de una aventura y que como otras veces llegaría como si nada hubiese pasado.
Y no se equivocó. Al rato, en el amplio salón de baile, se apareció Silvestre preguntando por cada uno de los integrantes de su orquesta y en especial por “Pelusa”.
Como era su costumbre, llevaba el traje que luciría, guindado en un gancho, para que no se le ajase. Esa era una de las mayores preocupaciones de Silvestre. Que tanto él como sus músicos estuvieran impecablemente vestidos.
“Así como te ven te tratan” trillaba hasta el aburrimiento —les aseguro que aunque tengas mucha plata en los bolsillos, y andas mal vestido, la gente no deja de mirarte como un desparpajo. Claro que por la plata te van a atendedor de maravilla pero no es lo mismo que si andas bien pulcro.
Y Silvestre refunfuñando por la frescura del primo y por la falta de colaboración de los miembros de su banda, empezó a desenrollar cables, a acomodar los micrófonos, a instalar las bocinas y a llenarse de polvo y de suciedad.
Este cabrón de Pelusa me ha jodido —vociferaba Silvestre —que necesidad tengo de cansarme por gusto y de estar cochino como un pordiosero si para eso le pago bien.
Dice “Clavo” que estando en esa ocupación se trepó a la tarima uno de esos borrachos que no esperan a que la fiesta inicie para estar fuera de sus sentidos y comenzó a perturbar la faena de mi tío Silvestre.
Por más que mi tío  le insistió al tipo que lo dejara trabajar, más insistía el otro en ayudarlo.
Oye   le gritó mi tío a “Clavo” por favor vete a buscar a un par de policías y que bajen a este pedazo de pendejo de aquí, que nada más me sirve de estorbo.
Sostiene “Clavo” que antes de que la cuerda reventase por el lado más flaco, más que cumplir la orden, lo que buscó fue  alejarse de la posible lluvia de regaños que pudiera caerle por cuenta de otros.
Tan rápido acató  el mandato que no se fijó que bajando él por un lado, el borracho lo hacía  por el otro.
Señor policía, señor policía  le dijo solícito a uno de los agentes que cuidaban aquella plaza de baile soy uno de los músicos que va a tocar esta noche aquí y le vengo a pedir el favor de que nos baje a un borracho que nos está enredando los cables que vamos a usar esta noche.
Como notó que los policías atendían de inmediato la solicitud, prefirió irse a tomar un refresco que escuchar  las lamentaciones de Silvestre.
Sin poder aguantar la risa “Clavo” me cuenta que no pasó mucho tiempo y que de repente escuchó una algarabía en la tarima.
Coño, suéltenme que yo soy el director de la orquesta. Esto es un abuso, como me van a bajar de aquí como si fuera un delincuente. Yo soy el Profesor Silvestre Villarreal Pino. Como es posible que ustedes no me conozcan. Miren ese señor que viene allí es uno de mis músicos…Clavo…Clavo –comenta que lo llamó  contrariado.
Señor, ¿Este no es el borracho que estaba enredando los alambres de los micrófonos?
—¡No, no! —dice “Clavo” que contestó tratando de contener la risa ese es el Director de la orquesta.
¿El Director?  preguntó extrañado el policía que aún sostenía a Silvestre agarrado por un brazo.
Claro que el Director  contestó Silvestre dejando ver su enojo.
Bueno –exclamó  el policía la verdad es que yo no sé mucho de música ni de estas cosas pero le voy a aconsejar que si usted es el director de esta orquesta, para otro día, trate de vestirse mejor. A decir verdad y por favor me perdona pero, yo a usted no le veo facha ni de tocador de platillos… y  lo cierto es que a como te ven, te tratan…

2 comentarios:

  1. Anécdotas humorísticas, personajes familiares, genealogía y tradiciones dan sostén a este cuento de Marcos. Es una de esas historias que se inscriben en las sagas de familia para recordar a alguno de los miembros y está simpáticamente lograda. Creo que las comillas en los sobrenombres "Clavo" y "Pelusa" operan de modo distractivo para el lector y no son necesarias. He encontrado alguna que otra preposición que me parece de uso inadecuado, pero no tengo el texto delante y sé que también esto está sujeto a las variantes regionales.
    Hasta pronto, Marcos.

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  2. Después de algún tiempo vuelvo al taller a cumplir mi parte. En mi defensa diré que me he mudado y la vida me ha mantenido ocupado. Unos 600 correos sin leer me lo indican. De Pto. Madryn a Bahía Blanca. Para los nuevos y los que no se acuerdan sigo rondando los 40. Más detalles otro día.
    Con Marcos voy atrasado, sus otros cuentos, si es que los hay, están entre los 600. A decir verdad con este relato me he mareado un poco. Tal vez la cantidad de personajes ha sido más de la deseada. Se suman las formalidades ambiguas. De "tío Silvestre", que me parece un uso adecuado para el sitial que le reservas, a simplemente "Silvestre" en la oración siguiente, hace pensar en dos personas distintas. Las comillas de los sobrenombres molestan un poco, ya te lo han dicho. Hipólito, Clavo y Pelusa tienen un mismo tratamiento en cuanto a importancia en la historia, va solapando uno al otro y se desdibujan. A la vez el narrador no se presenta, no se define. Me genera más confusión. De todo el abanico de posibilidades que se abre, termina en una anécdota banal. ¿Qué fue de Hipólito y la invitación? ¿Es necesario el párrafo de Araminta o distrae? La escritura es muy correcta, pero creo que falta definas cual hilo narrativo quieres contar.

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