jueves, 1 de septiembre de 2011

Para cuando esté lista

Benita
           
         Sofía sabía que debía esperar; debía darle tiempo para madurar sino le pasaría lo de la prima Marisol.
La madre de Marisol, la tía Juana, se había puesto ansiosa cuando Marisol no cumplía aun los 20 años. Marisol estaba enamorada, dispersa por su pasión no mostró el necesario amor y fervor por la costura. Juana, creyó que si le anticipaba el secreto, Marisol se interesaría y emprendería con dedicación la profesión; grave error el de adelantarse desoyendo la tradición; Marisol la escuchó con respeto pero no dio crédito a semejante locura, esa rama de la historia se secó.
Sofía sabía que todavía no era tiempo. El secreto no debía ser escrito jamás, solo era entregado de madre a hija, cuando la joven cumpliera 21 años, en el momento exacto en que los cumplía; por ello era importante parir una mujer, estar lúcida y con un reloj a mano.

Su Vinca tenía buenos antecedentes: a la edad de 7 años ya se le había despertado la curiosidad por las telas, las agujas y las tijeras. A esa temprana edad era hábil, pero le faltaba el toque. Todas las mujeres de la familia habían pasado por las frustraciones de aprender el oficio, desde el primer punto atrás, hasta lograr elaborar bellos vestidos que harían de una buena mujer, la mujer más espléndida del evento.
Una de las condiciones indispensables para poseer el secreto era la bondad de la costurera. Una de las formas de saberlo sin lugar a dudas, era lucir un vestido confeccionado por una poseedora del secreto. Cuando en su festejo de 15 años, Vinca iluminó la noche con el vestido hecho por Sofía, quedó confirmado, ella poseía lo necesario.
A los 18 años, Vinca fue consciente de varios detalles. Comenzó darse cuenta que las clientas de su madre venían de lugares muy distantes, señoras muy importantes que encargaban suntuosos vestidos con telas realmente bellas, pero también venían señoras humildes con telas de oferta de la tienda del Turco Haib.
Notó el empeño de su madre dedicando tiempo, amor y entusiasmo sin distinguir ni clases sociales ni calidad de géneros. La felicidad reflejada en la cara de Sofía al entregar un vestido y verlo lucir espléndidamente, demostraba que, para ella, era tan importante Doña Felipa, la esposa del albañil, como Gladis, la Señora del Diputado Matienzo.
Sofía tampoco tenía una tarifa fija;. solo les decía “lléveselo, cuando lo use y disfrute regrese a contarme cómo le fue y a pagarme por lo que se divirtió”. Y así fue como nunca les faltó gallinas, panes, tortas y cualquier elaboración casera por parte de las pueblerinas; las señoronas pagaban en metálico.
En las fiestas del pueblo, si se veía a una niña o mujer deslumbrante, de seguro que el vestido lo había hecho su madre. Pero notaba que otros vestidos, que también hacía su madre, salían de la última prueba en perfectas condiciones, con sus pinzas en los lugares exactos, su ruedo finamente terminado y todos los accesorios impecables, pero la dueña, si estaba de mal talante, el vestido la afeaba aún más.
Le preguntó a su madre por ello. Y su madre dejó escapar un imperceptible gesto de alivio ―era la edad correcta para las preguntas―, aunque supo distraerla saliendo del paso sin decirle toda la verdad.
Cuando Vinca ayudaba a su madre en la costura, notaba la expectativa al recibir el encargo, el cuidado extremo con la tela, la curiosidad simpática en la elección del modelo, el seño y labios fruncidos en el tizado y corte, la delicadeza exacta en la costura, y se fascinaba en la danza de dedos y metal cuando Sofía enhebraba la aguja; con la puntada final, daba vuelta la prenda y la sacudía; como suspendido en el aire, el vestido mostraba su esplendor y delicadeza, parecía una bella ave acomodando su plumaje. Cuando la prenda estaba lista, Sofía le daba las gracias a Vinca y la alistaba para la entrega del día siguiente. Fuera de la vista de Vinca, concluía con el último paso, el del secreto.
El día primero de febrero, a las 11:18 de la mañana, Sofía saludó a su hija por su cumpleaños número 21, la tomó de la mano, la llevó al cuarto de costura, cerró la puerta y se sentó frente a ella.
“Vinca, mi Vida, hoy es un día muy especial, no solo para vos y para mí, sino para una tradición familiar que se originó en el año 1572.
En ese año nació la primer mujer de nuestro bastardo linaje. Ella fue producto de la unión de una aborigen con un conquistador español. Ese amor fue un amor doloroso, nació Manquecura fruto de la violación de la que fue víctima Quidel; dije “amor”, porque Quidel nunca quiso considerarse víctima, soportó en silencio que su patrón abusara de ella, pero todo ese rencor se convirtió en el más puro amor por el fruto. Quidel era sierva en una finca, desde niña fue tomada bajo el cuidado de la Señora Amada, esposa del conquistaro y  a la que apreciaba por su dulzura y cariño. La Señora Amada le enseñó los pormenores de la costura, pero el amor con el que realizaba la tarea, eso fue enteramente por cuenta de Quidel. Después de parir a Manquecura, Quidel tomó la decisión de desagradarle a su amo. Comenzó a engordar y a descuidar su aspecto y lo logró, pudo seguir su existencia en paz sin tener que desfogar las urgencias del amo y así dedicarse a su hija y a la costura.. Educó con suma dedicación a Manquecura, y le enseñó el oficio. Ella pertenecía al linaje del chamán de su pueblo, conocía de magia y la aplicó en su nuevo oficio. Se hizo famosa por los bellos vestidos que confeccionaba y por lo bien que se veía en cualquier mujer. Lo que no sabían era que parte de la magia consistía en que la persona que lo usara debía tener buen corazón. Como ya te dije, la señora era una muy buena mujer, cuando usaba la ropa que Quidel le hacía, lucía aún más radiante, pero tenía amigas que se hacían coser importantes prendas que al final parecían harapos en sus cuerpos: todo era porque escondían envidia y maldad. Alguna vez quisieron golpear a Quidel o le pidieron a la señora que la castigara por su mal trabajo, pero la señora la defendía sin dudarlo, ya que todos los vestidos eran probados delante de ella y quedaban a la perfección.
Quidel no sabía escribir, por lo que tuvo que pasar el secreto al oído de Manquecura cuando cumplió sus 21 años, fecha mágica en una mujer.
Desde que nació Manquecura, fue el destino de las mujeres de nuestra familia transmitir oralmente la bendición de este don; debemos honrarlo por todo el sufrimiento de Quidel y también por la alegría que nuestras manos celebran.
Las condiciones para evitar que esta tradición muera son:
―Si te casas, debe ser con un hombre trabajador, al que ames y que te ame. La vida se encargará del resto.
―Si tienes la bendición de parir una niña, no le debes imponer el gusto por la costura, debe despertarse en ella.
―Nunca debes transmitirle el secreto antes del momento exacto de su cumpleaños 21.
―Debes ser una mujer amable, cordial, dulce y sin malicia, eso siempre garantizará la excelencia en tu trabajo y en la vida.
―Todas las tareas las comenzarás con felicidad y entusiasmo. Sino, es preferible evitarlas.
―Nunca podrás coser si estás triste, jamás una lágrima debe tocar la tela.
―Nunca distraerás la atención de tu familia con tu trabajo. Primero está la familia que es el centro de tu energía, luego puedes gastar esa luz en tu labor.
―No critiques ni discrimines a la persona que requiera de tus servicios, pueden ser gordas, puede ser flacas, pueden ser ricas, pobres, buenas o malas; eso no te incumbe, corre por cuenta de ellas, nuestra tarea no es juzgar, es hacer magia.
―Nunca te impongas, pero tampoco dejes que los demás manejen tus tiempos y tu vida.
―No prometas algo que no puedas llevar a cabo. Cuando prometas, termina tu costura la noche anterior”.
Sofía tomó a Vinca del rostro, le dio un beso en la frente, besos en ambos ojos, en las mejillas, la abrazó dulcemente y antes de retirarse, estuvo 2 minutos susurrándole al oído “el secreto”, ese secreto que jamás debe ser escrito.

4 comentarios:

  1. Para mi gusto, el impacto de tu cuento radica en cerrar diciendo “ Ese secreto que jamás debe ser escrito”. Considero que debes partir de allí hacia atrás y darle mayor fuerza a varios tópicos de tu relato para hacerlo más interesante.

    El tema es sencillo y bonito en su esencia pero si mantienes en vilo al lector en torno a un secreto guardado por centurias, ese descubrimiento debe estar envuelto en mayores niveles de fantasía. Has descubierto el secreto como quien encarga un mandado, detallando un decálogo sobre lo que debe ser una buena costurera. No creo que tanto secretismo y tanto misterio en torno a traspasar una tradición familiar se deba concretar a especificar unos pasos que cualquiera sin tanto ritual lo puede hacer en cualquier momento de la vida.

    Ese dar un secreto tiene que estar respaldado por historias fantásticas en torno al valor de poseer el hechizo del secreto. Algo que lo hace mágico y especial. Algo que se recibe como un amuleto para lograr costuras por ejemplo que asegure el éxito.

    Tampoco le has puesto algo de sal al asunto de que la negra se convirtiera en una joya para sus descendientes. Si era pariente de un chamán por ejemplo debió recibir alguna pócima o un amuleto que asegurara su importancia en el cuento

    En cuanto a los textos, veo que repetiste con frecuencia el nombre de Marisol. Igualmente la palabra vestido la reiteras una y otra vez olvidando el uso de sinónimos para evitar cansar a quien lee.

    Hablas también del punto atrás que quien no domina el arte de coser se queda en el limbo. Según mis conocimientos de costura es una puntada que se aplica medio paso atrás de la costura que se está ejecutando. Eso debes dejarlo más claro

    Creo que puedes mejorarlo y lograr lo que se que buscas en cuanto a resaltar la importancia y magia de esta noble profesión, la cual fue parte de mi sustento diario como nieto de una magnífica modista quien fue la que me criara. Yo también como algunos de mis hermanos, a su debido tiempo obtuve parte de esos secretos y en verdad que fueron mágicos…

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  2. Hola Benita: Lamento no haber tenido tiempo de leer tu trabajo anterior; me pongo al día con este texto. Me ha gustado y le veo muchas reminiscencias de los cuentos de hadas tradicionales: la transmisión de un don de generación en generación; el momento exacto (mayoría de edad) para la revelación del secreto; la moralidad (el bien) inherente al oficio mismo y hasta el decálogo que marca en qué condiciones debe ejercerse el oficio mágico.
    No sé si fue tu intención pero yo leí el cuento en esa clave, de ahí que no pida profundización psicológica de los personajes sino que me deje llevar por las acciones de la historia y la espera de que Vinca cumpla los 21 años (2+ 1= 3) número mágico).
    Te marco en el texto algunas cosas mínimas como repeticiones y el uso de preposición con el verbo "darse cuenta.". Hasta luego.
    Lila

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  3. Lila:
    Leíste e interpretaste perfectamente mi intención. Marcos cree que le faltó un poco más de magia, con lo que estoy de acuerdo.
    A veces uno escribe y entra casi en trance respecto del objetivo, lo que se hace difícil es poder traducirlo en palabras.
    Gracias por haberme interpretado, debo afinarlo más, pero me alegra haberte llegado, excelentes correcciones.
    Realmente muchas gracias.
    Benita

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  4. Estimada Benita


    Me gustó tu historia. Tiene un potencial que si tomas las sugerencias de Marcos Wever, que son muy acertadas, podrás enriquecerla.


    Quiero colaborar señalando en tu texto algunas palabras y signos de puntuación que estimo que podrían mejorarlo, solo si tú lo crees conveniente. En caso contrario tú puedes decidir dejarlo tal como lo enviaste.
    Es la humilde colaboración de un aprendiz.

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