sábado, 1 de octubre de 2011

El fogón (nueva versión)

por Roberto C.

Nací el mismo día que el fuego y el maíz. Sobre una cama de troncos cobijados con mantos de arena se sienta una hondonada de barro. Ahí está el corazón de brasas y llamas. Las paredes neghriblancas por el hollín se alzan como barreras para encarcelar el calor y el fuego.
            Antes de que el sol asome y que el gallo cante,  mi labor inicia; fraguo el maíz con la cal para el nixtamal; lo hiervo por horas y horas hasta que está listo para la molienda. A un lado, el comal de barro se caldea lento para cocer las tortillas, suaves y esponjosas.
            Los ascuas que ocupan mi hogar estrujan a los embarazados vientres de las ollas que parirán jarros de atole, platos de frijoles y borcelanas con maíz. En los suaves rescoldos de las orillas, horno natural, los elotes y plátanos se recuecen hasta soltar sus dulces mieles que escurren por las abiertas cáscaras. En una parrilla, las tiras de carne con su alud chisporroteante de grasa sobre mis leños ardientes, despiden atormentantes aromas. Colgados del aire, al paso del humo, los jamones se perfuman para su conserva.
            Por las noches, cuando mi jornada termina y el calor mengua, guardo escondido el precioso tesoro del fuego. Si mi corazón llegara a extinguirse, la vida acabaría.

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